martes, 14 de octubre de 2014

REFLEXIONES POR CONEXIÓN MENTAL


El revolucionario más radical se convertirá en un conservador el día después de la revolución.



Al abrir el navegador encuentro que el "doodle" de hoy es un dibujito la mar de simpático de Hanna Arendt. No deja de ser curioso que precisamente en estos días en los que la sociedad se quiebra ante la estafa, el engaño y la manipulación de sus dirigentes que parecen teledirigidos hacía un fin incomprensible para muchos de nosotros, aparezca la figurita de quien en su momento acuñó la idea de ”la banalidad del mal”. Y aunque sea porque se conmemore su nacimiento, como digo, que aparezca precisamente estos días, no deja de ser curioso, al menos para mí.

Durante meses se ha venido azuzando a la población con exacerbados sentimientos que han terminado por fracturar a la sociedad, basta iniciar una conversación en relación al estado del Estado, y del Estado que algunos pretenden, para darse cuenta de cómo está el tema de caliente. Ahora, cuando el sentimiento está en la calle, totalmente desbocado, los políticos reculan y dejan a aquellos que confiaron en ellos a los pies de los caballos, con unos propósitos irrealizables y con la sensación de que se les ha tomado el pelo en provecho de vaya a saberse quién y qué. Esta situación nos coloca en una posición complicada a la propia ciudadanía, a toda.

Y por esa misma sensación, ver el dibujito de Arendt me ha hecho pensar en lo que decía al respecto de las actuaciones que llevó a cabo Adolf Eichmann (Teniente Coronel de las SS) con motivo del genocidio nazi. Decía que éste actuó como un simple burócrata que cumplía las órdenes que recibía  sin reflexionar sobre las consecuencias de los actos que llevaba a cabo. Arendt, con este argumento, no disculpaba, ni justificaba, ni uno solo de los actos que aquel militar llevó a cabo durante la “Solución Final” ni, por supuesto, con esta idea, pretendía proclamar ni una sola brizna de inocencia en Eichmann. Bien al contrario, manteniendo su evidente culpabilidad en el exterminio de cientos de miles de personas, lo que Arendt sostenía era que su actuación respondía a la única voluntad de cumplir las órdenes que recibía, fueran morales o inmorales, legales o ilegales. No era más que un peón en la maquinaria del exterminio judío, una persona que no adolecía de ninguna patología que de alguna manera pudiera explicar la gran crueldad de sus actuaciones. Obedecía por encima de todo, banalizaba el mal.

Sé que nada de lo que está pasando en estos momentos, en este país, nada tiene que ver con el régimen nazi, faltaría más. Pero lo que ocurrió en Alemanía en la primera mitad del siglo XX (hace cuatro días como diría aquel),  no deja de ser un ejemplo cualquiera de cómo la masa, y los integrantes de la misma, se dejaron arrastrar por posicionamientos asesinos y radicales sin plantearse el alcance moral de los hechos que se estaban llevando a cabo. Algo que no solo es imputable a Eichmann sino a toda una sociedad que se volvió ciega, sorda y muda y apoyó, incluso activamente (porque lo hizo), sin plantearse grandes cosas, el mar de muerte que a su alrededor se producía. 

Es por eso que en estos momentos de posicionamientos extremos debemos ser cuidadosos hasta el milímetro, enarbolar los valores humanos más que nunca, el espíritu de convivencia y de trabajo en común para evitar derivas raras que terminen por banalizar cualquier tipo de actuación y acabemos en un drama social que suponga una quiebra definitiva de la convivencia pacífica entre ciudadanos.

En cualquier caso, y haciendo caso de la nota al pie del "doodle", esperemos que, tal y como dice, tengamos suerte. Y por favor, que nadie se haga ideas raras de que esté comparando lo que pasó en Alemania con lo que está pasando en este país, que lo de las redes sociales da para mucho mal rollo y no era la intención. Esto es solo una reflexión cualquiera sobre la trascendencia de los actos de cada uno. Solo eso.





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