domingo, 28 de febrero de 2021

SONREÍR


 

Apenas se escuchan risas. Parece que hay pocos motivos para reír y los cuerpos ya no explotan en carcajadas que transformaban el ambiente y lo llenaban de una buena onda que conseguía que, por unos minutos, todo fuera mucho más amable y menos raro. Pero no estamos para risas y nos marchitamos mientras vamos mirando a un lado y a otro con cara de desconsuelo, preguntándonos cuando acabará esta situación que nos tiene en jaque y con el paso cambiado. Ya no nos salen las risas. Jugamos al “Veo tristeza y sumo dos” que es un póker sin fin en el que nos cocemos día a día. Pero el estado natural pelea y busca consuelo como puede. La necesidad de evitar que la desolación siga expandiéndose de una manera abrumadora desvela la existencia de sonrisas que se intuyen bajo las mascarillas. Sonreír ya no es un gancho, es solo el efecto positivo de lo que nos pasa por dentro. Una especie revolución, un tanto oculta, que nos humaniza y calma un poco.




domingo, 21 de febrero de 2021

EL DERECHO A DESTROZAR

 


                           Fotografía: El Periódico


El desánimo pesa y dibuja sombras en el rostro de la gente. Gente de bien y gente de mal.  Intento recuperar un poco el pulso de mi vida y me veo allí, frente a la cristalera de la última pastelería que queda en el barrio intentado adivinar si la imagen que me devuelve es realmente la mía. En algún momento, sin que nadie nos avise, dejamos de ser quien somos para empezar a ser el retrato anticipado de nuestros padres, pero soy yo y ahí estoy en mitad de la calle intentado esquivar la bandada de palomas que lisiadas que se lanzan al pan mojado que alguien les ha dejado por el suelo. Es la hora de la gente de bien, de los que salen a estirar el cuerpo, de los que necesitan olvidar que además de la pandemia hay otro veneno en danza.

La gente de mal toma las calles a la caída del sol. Nuevos comercios destrozados, contenedores quemados, aceras deformadas por los plásticos que ardieron al grito de libertad de expresión, libertad para Hasel. Por desgracia, sabemos que esos que vociferaban ayer, que también lo harán hoy, como lo vienen haciendo durante los últimos cinco días, corean eslóganes sin saber ni lo que dicen. Hablan de libertad mientras se defecan en ella. Y aunque Hasel no es más que una marioneta, un juguete roto que nadie recordará en unos meses, el permanente desprecio al respeto por lo común, por la convivencia, por los derechos de todos los ciudadanos, va haciendo mella en el propio sistema. Vivimos un tiempo de eslóganes, de ciento cuarenta caracteres leídos de tirón, como fuente de todo conocimiento. El pensamiento crítico ha muerto y la libertad de pensamiento, tan importante como la de expresión, agoniza dando bandazos entre la ignorancia y los intereses creados de los que odian a este país, pero viven a su costa.

Dicen que estamos en un país de baja calidad democracia. Quienes lo sostienen lo hacen sabiendo que no es cierto. Este discurso aprendido y difundido desde el centro mismo del poder tiene como finalidad destruir el actual orden constitucional, sustituir los derechos fundamentales por un ejercicio rácano de los mismos al amparo de la ideología que se ha sentado en la butaca. 

No se puede ser gobierno y oposición al mismo tiempo. No se puede reclamar libertad descuartizando la del de enfrente. No se puede pedir seguridad mientras la revientas cada día. La quiebra del sistema desde dentro del propio sistema puede parecer el argumento de una película, pero eso es exactamente lo que está ocurriendo y, por lo visto, no hay manera de pararlo. Llega el derecho a destrozar como derecho fundamental de los necios.




jueves, 11 de febrero de 2021

LA BICHA

 




En estos tiempos de incerteza agarrarse con fuerza a las cosas que uno estima es casi una obligación. Dejar de pensar en que peor vence sobre lo malo es una especie de mal consuelo que nos queda a los realistas que creemos que lo poco bueno que queda está tan escondido como el tesoro de la isla de Robinson. Agarrarse con fuerza y no soltarse;  y esperar que la bicha sea compasiva y que al mirarnos no le interesemos en absoluto.


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Este mediodía me ha llegado el libro de Gistau. He cometido el pecado mortal de encargarlo a Amazon y que en un día lo tenga sobre la mesa. Supongo que alguna penitencia me tocará pagar y a buen seguro llegará. Se impone se insolente y sacarle la lengua a todos los males que nos esperan. Así que arranco la etiqueta del envoltorio, hago una bolita con ella y la lanzo con fuerza hacia la papelera. He buscado la predicción del tiempo. Dicen que este sábado lucirá el sol. Mi yo se frota las manos pensando en escapar un rato  y desentenderme de todo, Negroni en mano.


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El domingo hay elecciones, toca a elegir entre lo peor. En esta época de decadencia democrática, algunos cometen la torpeza de considerarse antifascistas y defensores de un orden que solo existe en su rígidas cabezas de pensamientos escatológicos. Gritar fascista al que se tiene enfrente, porque no se comparte ideología, parece ser que es lo que se lleva ahora.



martes, 2 de febrero de 2021

PISTAS

 



El mercado de las vacunas se para. En realidad lo hace su distribución. Los motivos pueden ser mil pero es inevitable pensar en oscuros intereses de vaya a saberse quién. Estamos vendidos. Jugamos a la ruleta rusa con un virus que si te escoge, y se apiada de ti, te escupe a la vida.

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Echar de menos el murmullo de su cuerpo, su lengua siempre viva. No nos quedó ni el  bonus track.

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En la sala de espera el tiempo pasa despacio. No hay revistas, no hay folletos, ni siquiera hay cobertura en el móvil. Unos separadores de plástico rígido te aíslan del vecino que mira al infinito. La sala de espera es una cámara Gesell de baja estofa.

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Me gustaba verle chascar la lengua para quitarle importancia a algo, aunque después corriera al baño para apretar los dientes y mascullar un “mierda, mierda, mierda”, eso le convertía en medio humano.

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Mario sube el volumen y no hay quien piense. Para contrarrestar el vacío tarareo la sintonía de un videojuego. La edad adulta está sobrevalorada.