miércoles, 31 de marzo de 2010

FULLES MORTES /HOJAS MUERTAS


Asseguts un al costat de l'altre, intenten que els seus cosos no es toquin. Tots dos miren al front, d'aquesta manera els seus ulls no s'hauran de trobar. Un grup de nois esvaloten pel costat, elles fan xisclets, ells es fan els mil homes, i uns busquen els altres. Queda tot tan lluny. En un temps, també ells reien, es buscaven. Ara, tot queda molt lluny.
No hi ha volta enrere. Sona el telefon d'ella, mira la pantalla i, amb un gest de desídia, penja la trucada. Ell no se'n pot estar i li pregunta qui és. No el mira peró el gest de la seva boca, es suficient per a que no esperi cap resposta.
Ell es remou en el banc, té les mans a les butxaques de l'abric. Mantenir-les dintre pot ser un gest covard, però sap que si la toca, no podrà dir-li res, que només voldrà abraçar-la i no deixar que marxi. Necessita que el mon s'aturi. Seria tan senzill, tots dos asseguts en el banc on es van conèixer i parar-ho tot.
- Haig de dir-te una cosa.
- No ho facis, ja ho sé.
- No sé que hem de fer.
- No em de fer res, només dir-nos adéu i deixar que el temps passi.
- Peró, es que jo no et vull perdre
- No pots perdre el que mai no has tingut. Deixe-m'ho aquí. En uns mesos tindràs un fill i no serà meu. Torna a casa teva. No em de dir-nos res mes.

Incomprensiblement, les fulles cauen a terra. Estem al mes de juliol. Potser es que la tardor acaba d'arribar per instal•lar-se per sempre.

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Sentados uno junto al otro, intentan que sus cuerpos no se toquen. Los dos miran al frente, de este modo sus ojos no se tendrán que encontrar. Un grupo de chicos alborota cerca, ellas dan pequeños chillidos mientras ellos se hacen los mil hombres pero unos buscan a los otros. Queda todo tan lejos. Hace algún tiempo, también ellos reían, se buscaban. Ahora, todo queda muy lejos. No hay vuelta atrás. Suena el teléfono de ella, mira la pantalla y, con un gesto de desidia, cuelga la llama. Él no puede evitarlo y le pregunta quién es. No le mira, pero el gesto de su boca es suficiente para que no espere ninguna respuesta. Él se remueve en el banco, tiene las manos en los bolsillos del abrigo. Mantenerlas dentro puede ser un gesto cobarde, pero sabe que si la toca, no podrá decirle nada, que sólo querrá abrazarla y no dejar que se marche. Necesita que el mundo se pare. Sería tan sencillo, los dos sentados en el banco dónde se conocieron y pararlo todo.
- Tengo que decirte una cosa.
- No lo hagas, ya lo sé.
- No sé que debemos hacer.
- No tenemos que hacer nada, sólo decirnos adiós y dejar que el tiempo pase.
- Pero, es que yo no te quiero perder.
- No puedes perder lo que nunca has tenido. Dejémoslo aquí. En unos meses tendrás un hijo y no será mío. Vuelve a tu casa. No tenemos nada más que decirnos.

Incomprensiblemente, las hojas caen al suelo. Estamos en el mes de julio. Quizá es que el otoño acaba de llegar para instalarse por siempre jamás. 

miles davis - blue in green

LA DELGADA LINEA



La delgada línea que separa tener una vida acomodada, sin grandes preocupaciones económicas, con calefacción en casa, la nevera medio llena; de vivir sin saber donde dormirás esta noche, lo que comerás, cómo te abrigarás, es tan fina como la vidriera que separa el comedor del restaurante donde he cenado esta noche y la acera de la calle.
Nos reímos, pedimos vino, que no falte de nada. Tenemos que celebrar que ha vuelto. No se había ido de la ciudad, sólo se le había ido la pinza por un tío y había desaparecido. Nada nuevo bajo el sol, es lo que tiene el enamorarse a destiempo, de manera equivocada. Una velada encantadora. Nada larga, ni excesiva, pero sí muy divertida.
Miro por la ventana, no sé qué es lo que miro, en realidad la nada. Una acera, apenas transitada, y la luz de una farola que destaca la figura enjuta de un tipo sentado en un portal. Alzo mi copa y apuro de un trago los restos del vino  que queda tras los brindis que llevamos haciendo desde hace más de media hora. No puedo evitarlo, la vista se me desvía constantemente hacía la cristalera. No quiero evitarlo, o sí, no lo sé.
Reconozco el abrigo del individuo, una prenda casi de lujo, pero que en la corta distancia que nos separa, un escaso cristal, se percibe vieja, desgastada, moderadamente sucia. No le veo la cara, la tiene entre las rodillas, en una postura complicada, aventurada con un abrazo a si mismo, como el que se dan los niños chicos cuando buscan consuelo. Tiene una mochila  sucia a los pies. Reconozco, también, ese tipo de macuto. A lo lejos se escucha el estruendo del camión que recoge la basura. Vuelvo a mirar a la calle y el desconocido, ahora con la cabeza erguida, atraviesa con su mirada la luna que nos separan. Podría jurar que nuestras miradas se cruzan en un punto intermedio entre el cristal y la calle porque he sentido una punzada mortal a la altura del estómago.
Oigo un nuevo brindis, pero algo se ha parado, ni siquiera atino a coger de nuevo la copa, creo que para mí la cena ha terminado. Alguien me nombra y vuelvo a la mesa. Por un momento, me peleo conmigo misma y me reprocho no estar por lo que estoy. Me pregunto cuándo voy a aprender a dejar de mirar por los ventanales y centrarme en lo que importa, en los que tengo frente a mí, a mi lado. y dejar de dispersarme por todo. Hoy celebramos un “regreso” y ahora me pierdo. No puedo evitarlo.
Miro por la ventana y el desconocido ya no mira, vuelve a tener la cabeza entre las piernas y no puedo evitar pensar  en lo fina que es la línea que ahora nos separa. Mañana podría ser yo, o tu, o cualquiera de los que cena en este sitio tan cómodo. Un mal golpe de la vida te coloca al otro lado sin compasión alguna. Por eso, cualquiera de nosotros, yo misma, podría ser la que mañana esté sentada en un bordillo cualquiera, con una chaqueta sin lustre por todo abrigo y guardando mis pensamientos perdidos en una cabeza que reposa sobre unas piernas que ya no sostienen más que miseria y decepción.
La línea es mucho más fina de lo que creemos, estoy segura de ello.

martes, 30 de marzo de 2010

MI JACA



Me siento frente al ordenador con profundo sopor. Me aburro. Tengo que enviar un informe antes de que termine la mañana. Intento centrarme y ponerme en situación. Coloco, los codos sobre la mesa, los dedos índices en mis sienes y miro fijamente la pantalla. Me empiezan a doler los brazos, tensión intelectual o el peso de mi perola sobre dos frágiles dedos, quien sabe.
Me reclino en el sillón. Que bueno fue comprarlo basculante. Lo elevo al máximo, ahora me cuelgan los pies, como si estuviera en un columpio, o en una mecedora, me siento como “Alicia en el País de las Maravillas”, pero con poca maravilla y mucha mierda.
Si tarareo algo igual me viene la inspiración. Tengo el pensamiento cutre y en mi cabeza sólo resuena aquello de “mi jaca galopa y corta el viento…”
Necesito un café. Me da miedo acercarme a la cafetera, es hostil conmigo, eso sin contar que me he prohibido levantarme de la silla hasta que no termine el maldito informe.
Me balanceo, Directivas, Reglamentos, sigo tarareando ♫  ♪ ♫  ♫  ♪.. Mejor escribo en “Arial”. No mejor en “Courier”, yo a lo mío ♫  ♪ ♫  ♫  ♪. Cosa, cositas, cosazas, cosones, no voy a seguir me viene a la mente un improperio, seguiré cantando, ♫  ♪ ♫  ♫  ♪
Vuelvo a sentarme bien, me recoloco de nuevo. Soy  una profesional, soy la reencarnación de Estrellita Castro, una ondulación en mi flequillo así lo indica. 
Oh!! No, estoy viendo lo que veo. Horror, los murciélagos, vuelvo a ver murciélagos. Abro mi agenda y busco su número. Resigo la página con el dedo indice arriba y abajo. Debería pensar una excusa, hace meses que no le llamo. Nervios, me descuelgan, nada como tener una entrada amable:
-  Amor ¿Cuánto hace que no me preparas el té?.  
-  El lunes, a las siete como en los buenos tiempos. 
-  Sí, lo recuerdo, son 100 € del ala y me incluye las recetas.
Hay amores que no cambian nunca, el psicoanálisis me espera, y el informe que lo haga mi sombra que ahora vaga a sus anchas al ritmo de mi Jaca.

Vean : http://lavidaesunsusurro.blogspot.com/2009/10/yo-solo-veo-murcielagos.html

lunes, 29 de marzo de 2010

ZORRAS


No pienso perder un segundo de mi tiempo con el aparato de marras. Quizás conviene que explique que, el aparato en cuestión, es una maquina de hacer café y la misma está situada en mi centro de trabajo.

No soy persona humana hasta que consigo meterme en vena un par o tres de cafés. Negros, espesitos, calientes. Entonces ya soy  alguien, puedo articular palabra.
Pienso en una taza de café, negro, espeso, caliente. Pero aquí no va a ser posible, nunca lo es. En cuanto me apodere de la taza, empieza un maridaje inmundo para disfrazar el veneno que me da. Un sobre de azúcar o incluso dos, removido con cualquier cosa (no necesariamente una cucharilla) en sentido inverso a las agujas del reloj (igual pretendo que venga Satanás y me ayude a superar el día) y, para finalizar, un chorretón de agua fría volcado directamente a la taza. Lo sé, un atentado contra el café, pero hay que tener estómago y agallas para tomar lo que la máquina  nos da últimamente.

Lunes por la mañana, me dirijo al cuarto de “las máquinas” (es como el cuarto de las ratas de mi infancia pero lleno de cachivaches), necesito un café, con urgencia. Tengo los ojos pegados. Aún no he dirigido la palabra a nadie. Ni siquiera un buenos días, más que nada porque no me he cruzado con persona alguna. Veo a lo lejos una silueta, bien podía ser algún compañero, no lo sé, la falta de cafeína y las gafas colgando del cuello no me dejan vislumbrar el horizonte.

Pongo la cápsula en el compartimento, miro que la máquina tenga agua, aprieto el “on” y empieza a escucharse un espantoso ruido que acompaña al vertido que tiene un aspecto repulsivo. Lo tiro. Empiezo de nuevo. Cápsula y apretar el “on”. Me estoy poniendo de mal humor. De muy mal humor, dícese también de muy mal café.
Como no podía ser de otra manera, el café es horrible y me temo que va a ir a parar también al desagüe.

Llega Pedro. Me ve discutiendo con la máquina, dice que ha escuchado como la insulto y que como me va a dar un buen café con el trato que le doy. Que no sé tratar a las máquinas. Le miro con cara de perro y con otra cápsula en la mano, dispuesta a inculcársela a la bicha como si de un supositorio se tratara. Mueve la cabeza con gesto negativo, me coge la mano al aire como si fuera un portero de futbol parando un penalty y ,delicadamente, se lleva la capsulita negra. Veo como  pasa los dedos delicadamente sobre el aluminio que la recubre, como la besa, la coloca amorosamente en su soporte y mientras baja la manecilla y aprieta el “on” va diciendo: ”A ver princesa, hoy es lunes, infusiónate para mí, te eché de menos todo el fin de semana. Dámelo todo”.
No puedo creer lo que oigo. Retira la taza y en su interior un café cremoso. que está gritando "tomamé, tomamé". Me la entrega y con una sonrisa de medio lado, me dice, “nunca  la desafíes, es muy sensible”.

Vuelvo a mi mesa, con una taza en la mano, el café huele mejor que nunca, la miro con desconfianza, seguro que ahora me abrasa la lengua. Creo que aquí hay mucha zorra disfrazada de cafetera.

domingo, 28 de marzo de 2010

COMO HEMOS CAMBIADO


Te dejo escoger: ¿mar o montaña? Cuando me hacen esa pregunta siempre devuelvo otra: ¿Importa distancia? Y es que para estos temas, igual que para muchos otros, soy muy mía. Cuando la respuesta es que la distancia importa, me pido la Barceloneta, con su olor a fritanga y miles de personas caminando por el paseo marítimo. Si la distancia no importa, pero el tiempo es corto, escojo Sitges y, cuando ni la distancia ni el tiempo importan, no hay nada como escaparse al Empordà.
Pero como hoy todo importa relativamente poco, ahora mismo “Els Balmins”, en Sitges, es un buen sitio. Llegar, toda una aventura. Mil años sin montarnos en el mehari y resulta que sigue siendo tan incomodo como siempre. Nos disfrazamos. Gafas enormes (Audrey Hepburn se queda en nada a nuestro lado), pañuelos en la cabeza (ríanse de Grace Kelly), y no lo vamos a negar, llevamos un termo en el coche porque ya tenemos una edad.
Somos del género raro y hacemos gala de ello. A fin de cuentas, ¿a quién hacemos daño?.
”P”, se ha traído su caja de acuarelas (pinta horrorosamente, pero dice que le relaja); “M”, una bolsa con unas agujas de hacer punto y, como poseída por el espíritu de Helena, está tejiendo una bufanda infinita, o algo así,  (se la regalará a “J” cuando vuelva de Puerto Rico); “R” un libro sobre el arte de Cúchares y amenaza con hacernos un pase de muletas con el foular de “M”; “C”, que corre arena arriba y abajo con un cubo en la mano, intentando encontrar alguna concha que regalarle a su madre (cumple los 82 esta misma semana;) y la que ahora escribe, con un aparato tecnológicamente muy cualificado que le permite hacer estas tonterías mientras apura unos rayitos de sol.
Todo está bien. Quizás no mejor que nunca, pero estamos aquí, vivos. Unos más cerca, otros más lejos, cada uno con nuestros secretos y misterios, pero vivos a fin de cuentas.

La fotografía: La Barceloneta (inevitable, es la mía)

Presuntos Implicados - Como Hermos Cambiados


sábado, 27 de marzo de 2010

TRAICIONES


"No te quepa la menor duda, estoy contigo. Siempre estaré contigo, junto a ti. Confía en mí. Sabes que te quiero y jamás te haría daño, puedes estar segura. Nada puede quebrarnos. Te quiero".

Pronuncia estas palabras mientras cierra la maleta. Dentro, un par de camisas, una muda, unos vaqueros y poca cosa más. No necesita llevarse gran cosa. En un par de días estaré de vuelta, sólo es trabajo, pero no se puede demorar.
Llegó el martes pero ya se sabe, su trabajo le exige estar permanentemente localizado. En cuanto termine, volverá. Un par de días, es lo que le ha dicho. Tal vez le coja el fin de semana por medio, si se le complica, pero le ha dicho que no se preocupe, al siguiente recuperaran el tiempo perdido. Sólo tiene que esperar que las manecillas del reloj giren muy rápido. Un beso en la puerta y el abrazo de ella, como si fuera el último, no puede evitarlo, siempre lo mismo, no sabe porqué motivo, cree que no va a volver.


Baja por la escalera rápido, salta los escalones de dos en dos, la bolsa golpea de manera intermitentemente la barandilla. Antes de llegar al portal, ya ha conseguido marcar el número y dejar un mensaje: Cariño, voy camino del aeropuerto, en dos horas estoy en casa. Ponte guapa salimos a cenar.

rachel yamagata - worn me down



Dedicated to CGM

miércoles, 24 de marzo de 2010

MENSAJES



¿Cuánto hace que se fue? No consigue recordarlo con precisión. Las malditas pastillas le atontan tanto que, a fuerza pasar el borrador farmacológico, cree que va a olvidar incluso como se llama. Se levanta del sofá con torpeza. No sólo va a olvidar como se llama sino que pronto va a olvidar como se camina. Descuelga el teléfono y escucha el monólogo de su interlocutor, contesta que sí, que se encuentra mejor, que saldrá un rato, quiere acercarse a... No termina la frase, repite que todo está bien.
Pero no, no todo está bien. Todo está peor que nunca. Camina poco a poco, se siente tan entumecida que necesita pararse a mitad del pasillo. Se sienta en el suelo y rompe a llorar mientras aprienta las rodillas contra su pecho. No quiere tomar nada más. Cuando las toma él no está y ella, loca o no, le necesita, quiere que esté allí, como ayer, o cuando fuere, pero con ella. El desconsuelo es infinito y ni meciéndose consigue parar el llanto que le sale de lo más profundo.
Le tiene que poner fin. No se puede sufrir así, no se puede vivir así, sin él, medio alelada.
Abre la puerta del armario del baño. Va tirando frasco tras frasco a la pila, sólo le interesa uno. Lo abre rápido y lo vuelca todo en la taza del inodoro. Contempla como las cápsulas, rojas y blancas, flotan a la espera de una corriente feroz que las arroje directamente al infierno.
Ahora ya, sólo tiene que guardar las formas. No contarle a nadie que cada día, cuando va a por el periódico, le recoge en la esquina y caminan juntos hasta el kiosco y que juntos toman café por las mañanas. Tampoco debe volver a contarle a nadie que le deja mensajes para que ella los descifre. Mensajes de amor que encuentra cuando sintoniza el transistor. Mensajes como el que le dejó gravado en el contestador de casa antes de que su coche se saliera en aquella estúpida curva.
Sólo así, conservándose en una locura de la que es consciente, él no se habrá ido del todo y volverán a ser felices.



martes, 23 de marzo de 2010

NO SER

  
Saber cuando dejé de ser especial para ti ya no debería importarme, sólo es así. Saber por qué motivo dejé de serlo, ahora ya tampoco debería hacerlo. También, en este caso, es así. Despejar la incógnita del cuándo y el porqué sólo precisa que descuelgue el teléfono y te lo pregunte, porque la certeza la he tenido hoy mismo cuando, sentados uno frente al otro, ya no me veías a mí. Sé que si te pregunto me lo dirás, sin ningún problema, sin rodeos. Una verdad que puede golpearme como un puñetazo certero, directo a mi yo. Por eso me debato entre permanecer en la ignorancia, que me permite seguir siendo amable contigo y conmigo, y el conocimiento que sé me sepultará, durante un buen puñado de tiempo, bajo el silenció más obtuso.
Lanzo una moneda al aire para que sea el azar quien decida por mí.
¿Conocimiento o ignorancia?
Pero hoy nada está alineado, nada es sencillo. Gira en el aire y mientras la sigo con la vista, la veo caer al suelo, repicando en los adoquines que la envían directamente a la alcantarilla.
No hay nada que conocer, nada que ignorar. Lo único que trasciende es que ya no soy.

Rachel Yamagata - I`ll find my way

UN HOMBRE EN LA OSCURIDAD (Fragmento) - Paul Auster-


Estoy solo en la oscuridad, dándole vueltas al mundo en la cabeza mientras paso otra noche de insomnio, otra noche en blanco en la gran desolación americana. Arriba, mi hija y mi nieta están cada una en su habitación, también solas: mi hija única, Miriam, de cuarenta y siete años, que se acuesta sola desde hace cinco, y Katya, de veintitrés, única hija de Miriam, que antes dormía con un joven llamado Titus Small, pero ahora Titus ha muerto, y mi nieta duerme sola con el corazón destrozado.
Luz radiante, y luego oscuridad. El sol fulgurando por todos los rincones del cielo, seguido de la negrura de la noche, el silencio de las estrellas, el viento que agita las ramas. Ésa es la monotonía diaria. Llevo viviendo más de un año en esta casa, desde que me dieron de alta en el hospital. Miriam insistió en que viniera, y al principio estábamos los dos solos, junto con la enfermera que me cuidaba durante el día cuando mi hija se iba a trabajar. Luego, tres meses después, a Katya se le cayó el mundo encima, y entonces dejó la escuela de cine en Nueva York y se vino a Vermont a vivir con su madre.
Sus padres lo llamaron como al hijo de Rembrandt, ese pequeño de los cuadros, el niño de cabellos dorados y gorro escarlata, el pupilo distraído que no comprende la lección, la criatura transformada en un joven devastado por la enfermedad que murió a los veintitantos años, igual que el Titus de Katya. Es un nombre maldito, un nombre que debería retirarse para siempre de la circulación. Pienso a menudo en el fin de Titus, la horrorosa historia de su último trance, las imágenes de su agonía, las demoledoras consecuencias de su muerte en mi atribulada nieta, pero no quiero entrar en eso ahora, no puedo caer en ello, tengo que alejarlo lo más posibles de mi pensamiento. La noche aún es joven, y sin moverme de la cama, con los ojos clavados en la oscuridad, en una tiniebla tan impenetrable que no se alcanza a ver el techo, me pongo a recordar la historia que empecé anoche. Eso es lo que hago cuando no logro conciliar el sueño. Me quedo tumbado en la cama y me cuento historias. Quizá no sean gran cosa, pero siempre y cuando no me salga de ellas, me evitan pensar en cosas que prefiero olvidar. La concentración, sin embargo, puede darme problemas, y las más de las veces mis pensamientos acaban derivando de la historia que pretendo contar a las cosas en las cuales no quiero pensar. No hay nada que hacer. Fracaso una y otra vez, hay más chascos que aciertos, pero eso no quiere decir que no ponga todo mi empeño.
Lo metí en un hoyo. Parecía un buen comienzo, una prometedora manera de poner las cosas en marcha. Situar a un hombre dormido en un pozo, para luego ver lo que pasa cuando se despierte e intente salir trepando. Me refiero a una profunda concavidad en el suelo, de unos tres metros de onda, excavada en forma de círculo perfecto, con paredes verticales de tierra sólida, muy compacta, tan dura que la superficie tiene una textura de arcilla modelada, de vidrio incluso. En otras palabras, cuando el hombre abra los ojos no conseguirá salir del hoyo. A menos que disponga de una serie de aparejos de montaña –martillo y crampones, por ejemplo, o una cuerda para echar un lazo a un árbol cercano–, pero este hombre no tiene herramientas, y una vez que recobre la conciencia, enseguida comprenderá la naturaleza del aprieto en que se encuentra.
Y así es. El hombre se despierta y descubre que está tendido de espaldas, mirando al cielo de un atardecer sin nubes. Se llama Owen Brick, y no tiene ni idea de cómo ha ido a parar allí, no guarda recuerdo alguno de cómo ha caído en ese agujero cilíndrico, que según sus cálculos tendrá aproximadamente tres metros y medio de diámetro. Se incorpora. Para su sorpresa, va vestido con un uniforme pardusco de lana áspera. Tiene la cabeza cubierta con una gorra, y lleva un par de robustas y gastadas botas de cuero negro, bien atadas por encima de los tobillos con una doble lazada. En las mangas de la chaqueta ostenta dos galones, lo que indica que el uniforme pertenece a un militar con el rango de cabo. Esa persona podría ser Owen Brick, pero el hombre del hoyo, cuyo nombre es Owen Brick, no recuerda haber servido en el ejército ni combatido en guerra alguna en ningún momento de su vida.
A falta de otra explicación, supone que ha perdido temporalmente la memoria a consecuencia de algún golpe recibido en la cabeza. Sin embargo, al pasarse la punta de los dedos por el cuero cabelludo en busca de rasguños o chichones, no encuentra indicios de bultos, ni heridas ni arañazos, nada que sugiera la existencia de ese golpe. ¿Qué ha sido, entonces? ¿Ha sufrido algún trauma que le ha mermado las facultades, haciéndole perder el uso de gran parte del cerebro? Tal vez. Pero a menos que le venga de pronto el recuerdo de ese trauma, no tendrá medio de saberlo. Seguidamente, empieza a explorar la posibilidad de que esté durmiendo en la cama, en su casa, atrapado en un sueño extrañamente lúcido, un sueño tan verosímil y absorbente que la frontera entre lo real y lo imaginario se ha difuminado hasta casi desaparecer. Si eso es cierto, entonces no tiene más que abrir los ojos, levantarse de la cama y dirigirse a la cocina a prepararse el café del desayuno. Pero, ¿cómo se pueden abrir los ojos cuando ya están abiertos? Parpadea unas cuantas veces, en un intento pueril de romper el encantamiento; pero no hay hechizo alguno, y la cama mágica no llega a materializarse.
En lo alto, una banda de estorninos atraviesa su campo de visión durante cinco o seis segundos, desapareciendo luego hacia el crepúsculo. Brick se pone en pie para inspeccionar su entorno, y entonces nota que le abulta un objeto en el bolsillo delantero izquierdo del pantalón. Resulta ser una cartera, la suya, y además de setenta y seis dólares estadunidenses, contiene un carné de conducir expedido por el estado de Nueva York a un tal Owen Brick, nacido el 12 de junio de 1977. Eso confirma lo que Brick ya sabe: que es un individuo cercano a la treintena con domicilio en Jackson Heights, en el barrio de Queens. Sabe asimismo que está casado con una mujer llamada Flora y que durante los últimos siete años ha trabajado como mago profesional, actuando principalmente en fiestas de aniversario infantiles por toda la ciudad con el nombre artístico del Gran Zavello. Tales hechos no hacen sino ahondar el misterio. Si tan seguro está de quién es, ¿cómo ha acabado entonces en el fondo de ese pozo, vestido con uniforme de cabo, nada menos, sin documentos, ni placa ni identificación que acredite su condición militar?
No tarda mucho en comprender que escapar de allí es totalmente imposible. La pared circular es muy alta, y cuando le da un puntapié con la bota con idea de hacer una marca y crear una especie de punto de apoyo que le permita escalarla, sólo consigue hacerse daño en el dedo gordo. La noche cae rápidamente, y va haciendo frío, un frío húmedo de primavera que le va calando hasta los huesos, y aunque ha empezado a tener miedo, de momento está más confuso que asustado. Sin embargo, no puede por menos de gritar pidiendo auxilio (…)


Gabriel Yared - Ada Plays

domingo, 21 de marzo de 2010

LEITMOTIV


Con la contradicción como leitmotiv de mi vida puedo decir que llevo unos días en que mi yo no se pelea contra mi otro yo. Mi bipolaridad es hartamente conocida. La falta de conflicto es novedosa pues no negaré que, en los últimos tiempos, mis dos yos vienen librando unas batallas feroces. Pero creo que ambos andan agotados, llevan meses con la artillería a toda máquina y creo han decidido darse una tregua. En estos momentos se mantienen uno frente al otro, se miran, se miden, pero sigue cada uno en su lado del ring, sin provocar ningún altercado, viven y dejan vivir. Debe ser por eso que los días vuelven a ser sosegados y hasta placenteros. Quizás por eso este fin de semana ha sido especialmente bueno.
Me gustan los días como el de hoy.  Días que sin quererlo me devuelven a mí misma, alejándome de lo circunstancial que me perturba.  Me gustan los domingos que se levantan con bruma, y me gustan más cuando puedo sentarme a perderme mentalmente, sin tener que ser rápida, audaz e intrépida, y me gusta muchísimo más cuando puedo hacerlo bajo el abrigo de una neblina fantasmal que viste la irrealidad de la tranquilidad que siento.
Me gusta estar despistada, torpe, lenta,  perderme entre líneas, tener que volver a leer lo que tengo delante, volver a pensar sobre lo pensado, mirar al fondo de la taza para ver si puse el azúcar en el café porque olvidé si ya lo hice, abrir el libro y señalar con el lapicero aquello que tanto me gusta y que yo no habría sabido cómo expresarlo. Me gusta sentir el salitre en la cara mientras cojo con fuerza un tazón ardiendo. Me gusta sentarme en las sillas de metal que me enfrían la espalda y que me recuerdan que ya no soy tan joven. Y todo eso, esas cosas tan simples, es lo que a mí me hace feliz. Así que hoy, conseguí tener todo eso durante un buen puñado de horas. Mi silla favorita en un rincón de la Barceloneta aún desconocido para muchos. La única silla que cae al lado de una oxidada barandilla de metal que a mí me permite apoyar los pies y abandonarme al paso de las horas sin cansarme. He sentido como se me congelaba la espalda mientras las manos se me enrojecían por el calor que desprendía el tazón que sujetaba. He sentido como el sentido común volvía a casa. Así que hoy, en una papelera insignificante de un rincón de la Barceloneta, acunada por la brisa del Mediterráneo, reposan los trozos de papel en los que estampé mi última locura.
Me siento bien.

DO YOU THINK I'M SEXY?


¿Cuántas veces al día piensas en el sexo? le pregunta mientras están esperando en la máquina fotocopiadora. No sabe si es una pregunta trampa, así que le pide que le repita la pregunta, excusando que con el ruido que hay en ese cuarto no le oye. Él  se lo repite, ¿Cuántas veces al día piensas en el sexo?
Pone cara de asombro pues nunca pensó que Lucas, el guapo enigmático, le hiciera una pregunta como esa. Está acorralada en un cuarto de tres por tres y el calor es un poco sofocante. ¿Que cuantas veces al día piensa en el sexo? Vaya  pregunta, se dice. Sigue sin saber si tiene trampa, así que hace ver que barrunta mucho, simula un mohín de disgusto y con una ligera exclamación le pregunta si ha desayunado bien.
Sigue poniendo papeles en la ranura, continua sin mirarla directamente y  ella oye que murmura algo. Le pregunta que dice, que con el ruidito de la máquina  sigue sin oirle. Contesta que nada, que cosas suyas mientras sale del cuartucho.
Asoma la cabeza por la puerta y ve a Lucas caminar por el pasillo de vuelta a su mesa. Camina pisando fuerte, con la mirada al frente y por primera vez repara en sus hombros anchos, la considerable altura y en un culo lo suficientemente bien puesto si tiene en cuenta que ya no es ningún crio.
Algo le trastorna. Ha mirado el culo de Lucas. Debo estar muy mal, se dice a si misma. Vuelve a su mesa, sin salir de su sorpresa. De camino le entrega unos papeles que se dejó en aquel cuarto. Mientras se los da, sus manos se tocan, sus miradas se cruzan y de repente repara que, tras esas gafas, los ojos de Lucas tienen un mirar especial. Le da las gracias arrastrando las palabras y ella empieza a sentir un ligero cosquilleo que se le encarama por la columna vertebral.
Se da la vuelta y camina hacia mi mesa. Lucas. 
Mira el reloj, lleva media hora sentada en la mesa desde que existió la famosa pregunta. Estira el cuello y por encima de la mampara le observa. No está mal, nada mal. Descuelga el teléfono, marca la extensión de Clara, tiene que preguntarle que le parece Lucas. No está en su mesa. Cuelga. Mejor, eso era una estupidez.
Ahora suena su teléfono, descuelga. Dios! Es Lucas. Quiere saber si tiene listo el balance. Intenta dar una respuesta y se encuentra embrollándose sola. La lengua tropieza cuando le dice que en unos minutos se los lleva a su mesa.
Levanta nuevamente la cabeza, estira un poco más el cuello. Como siga así, antes del mediodía termina con tortícolis. Ve a Lucas desperezándose, y mientras se reclina en su sillón giratorio, adivina un impresionante pectoral que se trasluce tras su impoluta camisa blanca. Santo Dios! Empieza a hacer calor, alguien debería avisar a los de mantenimiento para que regulen el termostato de la calefacción.
Suena el teléfono de nuevo. Es Lucas. Le pide otra vez el balance. Le dice que ya va y  él contesta que no tarde. Se levanta de su mesa, se alisa la falda y siente que le sudan las manos. Camina por el pasillo, con paso firme, como si fuera una pasarela. Se está transformando en alguna clase de animal que no identifica porque camina meciendo las caderas de una manera un tanto exagerada. Llega a la mesa, Lucas la recibe con una media sonrisa burlona
Joder como está Lucas. Le pide que le aclare un dato que no consigue ver desde su posición,  indicándole con un gesto de sus dedos que se acerque. Se inclina sobre la mesa y sus cabezas casi se rozan en la búsqueda del bendito apunte fiscal. Se le empieza a entrecortar la respiración y se da cuenta que, sin saber como, se le ha desabrochado un indiscreto botón de su blusa. Es evidente que empieza a sofocarse.
Se encuentra los ojos de Lucas clavados en su escote, sólo tiene ganas de coger su cabeza y hundirla entre sus pechos. Va a ser mejor que vuelva a su sitio.
Da media vuelta y mientras recorre los escasos metros que separan su mesa de la de él, nota clavada, en toda la retaguardia, la mirada de un tipo que, hasta hace unas horas, no era más que el más enigmático de la oficina y que ahora se ha convertido en un auténtico pirómano.
Son las cinco de la tarde. Lleva más de tres horas pensando en como conseguir que Lucas vuelva al cuarto de la fotocopiadora, tirarlo sobre la máquina y destrozarla mientras se lo come vivo.
Son las seis, hora de marchar. Recoge con cuidado la mesa, alisa su falda, desabrocha, esta vez con toda la intención, el botón de su blusa y se va, contoneando las caderas, hasta la mesa del que empieza a ser "el hombre". Tiene una proposición que hacerle, cree que después de estar pensando en el sexo con Lucas durante todo el día, ha llegado el momento de pasar a la acción. Empieza a buscar una excusa mientras, a modo de disculpa avanzada, se dice: llamémosle estado de necesidad inducido por un macizo que con una pregunta la mar de tonta, acaba de provocarme un subidón que sólo él puede frenarlo. 
Lucas hoy ha jugado fuerte y se va a llevar el premio. Ella también.

Rod Steward -Do you tink I'm sexy?

viernes, 19 de marzo de 2010

NOTAS




Él tiene un amigo que le llama para contarle que se ha enamorado, como un loco, de una mujer de la que dice, es la encarnación de la “MUJER”,  la esencia de  la feminidad en estado puro. Esa enajenación mental no tendría mayor trascendencia si no fuera porque, en su casa, como cada día, le espera su esposa.

Ella tiene una amiga que la llama para tomar un café y contarle que se ha enamorado, como una loca, de un hombre que dice, es la encarnación del “HOMBRE”, la esencia masculina en estado puro. Ese estado de enajenación mental no tendría mayor trascendencia si no fuera porque, en su casa, como cada día, le espera su esposo.
El amigo y la amiga, los enamorados, contrajeron matrimonio, entre ellos, hace ahora unos 15 años. Pero, según parece, ninguno de los dos lo hizo con la persona adecuada. Han descubierto que "la esencia del hombre" y "la esencia de la mujer", residen en una casa distinta a la suya. Pero son personas civilizadas, "ya no te quiero", "yo tampoco", unas palabras dichas sin pena y que aligeran. Deciden improvisar una cena para esta noche. Les van a invitar  a cenar, quieren ser ellos quienes les cuenten su final, que sean los primeros en saberlo. Son sus mejores amigos. Abren una botella de vino y los anfitriones, de lo más relajados, brindan, incluso, por el próximo futuro.

Una noche extraña. Vuelven andando a casa cada uno pensando en lo suyo, apenas unos metros la separan de la de sus amigos y la luna llena ilumina la ciudad. 
Rebusca en el bolsillo, un papel cae al suelo. Mientras él sigue buscando, ella, a su espalda, lo recoge y lee: “Esta noche a las 21 h. en mi casa. Te quiero mi amor”. Dobla con cuidado la nota y, mientras distraido pone la llave en la cerradura, ella deja caer, en el mismo bolsillo del que salió, la nota perdida. 
La noche se torna oscura.


Roxy Music ( Avalon) - Tara


 

martes, 16 de marzo de 2010

EL CLUB DE LOS POETAS MUERTOS


No olviden que a pesar de todo lo que les digan, las palabras y las ideas pueden cambiar el mundo (...). Les contaré un secreto: no leemos y escribimos poesía porque es bonita. Leemos y escribimos poesía porque pertenecemos a la raza humana; y la raza humana está llena de pasión. La medicina, el derecho, el comercio, la ingeniería... son carreras nobles y necesarias para dignificar la vida humana. Pero la poesía, la belleza, el romanticismo, el amor son cosas que nos mantienen vivos.

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Jamie Cullum - Blame it on my youth



lunes, 15 de marzo de 2010

VUELVE A PERDER


Se sienta en el último asiento del autobús urbano como ayer, como anteayer, como hace ya varias semanas. En la calle hace frio y el vaho lo empaña todo. Le queda por delante casi una hora de trayecto y pocas ganas de hacer nada. Pasa la mano por la luna y la humedad le queda adherida a la piel. Un escalofrío le recorre el cuerpo. La seca contra el muslo, empapando la pernera de su vaquero. Suspira y apoya la cabeza en el cristal, ojala pudiera dormirse. Una hora es demasiado tiempo, demasiado tiempo para nada. Entrelaza los dedos de las manos, deja que reposen sobre su regazo y cierra los ojos. A duermevela transita por la ciudad y se empieza a dibujar su imagen. Aprieta los ojos intentando borrarla, pero el recuerdo es tan intenso que lo único que consigue es fijarla aún más. Hoy vuelve a perder. 

domingo, 14 de marzo de 2010

FRAGMENTARSE


Algo le crepita por dentro. No sabe lo qué es y se angustia. Siente un dolor intenso en ese punto indefinido de sí mismo, allí donde nada hay, no hay piel, no hay músculo, no hay hueso, no hay carne, no hay nada. El peor de los dolores. Le rodea un silencio extraño, como el que precede siempre a un desastre brutal, al desplome definitivo de lo seguro. Se angustia. Teme un quebranto irreversible y no sabe cómo pararlo. Se tapa los oídos, con fuerza, para no seguir oyendo como se resquebraja en pequeños fragmentos de sí mismo. No sirve de nada, el eco del fracaso le ha inundado por dentro y no se puede parar. Se ha quebrado. Ahora ya sólo espera.

martes, 9 de marzo de 2010

BLANCA Y RADIANTE


Toda la vida esperando este día y ya ha llegado. Está tan emocionada que no puede dejar de dar saltitos y palmas mientras repite a quien la quiera oír que es el día más feliz de su vida. Recorre la casa comprobando que todo está preparado. El vestido, su mayor orgullo,colgado y guardado en una preciosa funda de crepé que recoge una cola larguísima, como la que soñaba cuando era niña. Los zapatos, exquisitos, forrados en seda, la esperan alineados junto a la cama. En el tocador, la lencería, y uno sobrios pendientes, mil años atesorados para lucirlos en un día como hoy. Suspira pensando en lo bonito que es todo, en lo delicioso que es rodearse de semejantes exquisiteces, y en que siempre recordará este día. Está tan feliz. Empieza a cepillarse el pelo frente al espejo y simula un recogido que sabe le favorece. Nada puede estropearse. Una vida soñando con este momento. Ensaya sus votos. Sonríe mientras piensa que nadie ha tenido, ni tendrá, unos votos más preciosos que los suyos. Los lleva escribiendo desde que tiene uso de razón. Que felicidad! piensa, mientras pasa la mano por el tul que reposa sobre la silla.Se ha prometido dedicarse toda la mañana, no contestar al teléfono, hoy es su día, todo para ella, nada puede salir mal, pero suena con tanta insistencia que, sin duda, debe tratarse de algo urgente. Las flores, seguro. Descuelga y aliviada saluda amorosamente con una risita contenida. Escucha atentamente, la sonrisa se le descuelga de los labios. Apoya la espalda contra la pared, un peso invisible parece tirar de ella hasta dejarla sentada en el suelo. Rompe en un llanto ahogado mientras grita quien le mandaría escoger a semejante idiota que es capaz de joderle el mejor día de su vida.


La boda de mi mejor amigo - I say a little prayer



CONTRAPUNTOS

Quiere que le explique hasta el más mínimo detalle. Le dice que otro día, que hoy está demasiado cansada, que se cae de sueño. Le da un beso en la mejilla fingiendo un entusiasmo que no siente y le dice que mañana se lo cuenta todo. Se mete en la cama y le da la espalda en un gesto repetido hasta el infinito. Finge dormir para evitar cualquier amago de contacto que ponga fin a lo que en la piel lleva impreso. Inspira y expira acompasadamente, como lo haría si de verdad hubiera conseguido abandonarse a un descanso que sabe precisa, pero que no tiene. Viene de acostarse con otro hombre. Aún siente, en su vientre, su mano cálida y, por dentro, aún se estremece por las últimas envestidas de un amor corrompido. Pone los cinco dedos de su mano derecha sobre el ombligo, ahí donde se entretuvo jugando con la lengua, como queriendo retenerle, para que no se marche del todo. Con el dedo corazón juega a recorrer el camino que, complacientemente húmedo, tatuó en la piel de su bajo vientre. No va a dormir, no lo hará, cree que no podrá volver a hacerlo mientras sea incapaz de olvidar como huele. Porque cada vez que cierra los ojos vuelve a verle, a intuirle, a sentirle dentro de nuevo, como ayer. Es por eso por lo que, incomprensiblemente, se dobla sobre mí misma, buscando el consuelo que no tiene cuando piensa e intenta olvidar el momento justo en que su boca se perdió buscando el sensual beso que finalmente encontró. Cierra los ojos intentando retener el instante en que su boca se perdió en la de él, mientras unas manos recorrían su anatomía y las suyas bosquejaban el perfecto calco de su cuerpo. Esta noche seguirá fingiendo dormir para evitar que escampe la convulsión febril que la recubre con cada pensamiento que sobre él fija. Pero, lo cotidiano se impone, por eso todo se disipa y sólo siente el peso mortal del brazo que reposa sobre su cadera, en un gesto mil veces repetido, mientras intenta no oír la respiración que ahora llega a sus oídos.

Yann Tiersen -Comptine d'un autre ete-


domingo, 7 de marzo de 2010

LIBERTAD DE EXPRESIÓN, SÍ, PERO MENOS.

Esta mañana leía el periódico y releía la noticia sobre la agresión que Rosa Díez y sus acompañantes, sufrieron la Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad Autónoma de Barcelona. Me enferma y no lo entiendo.
Estudié en la Universidad Autónoma de Barcelona, cuando a la Facultad de Ciencias Políticas sólo podía accederse previo haber cursado los tres primeros cursos de cualquier otra disciplina universitaria. Recuerdo como bullía aquella facultad y recuerdo, como si fuera ayer, pese a los años que han pasado, las enormes tertulias que se montaban en el único bar del campus que compartíamos en aquel momento. Recuerdo la Universidad de Bellatera (UAB), donde los futuros médicos, filósofos, traductores, psicólogos, juristas, etc., nos repartíamos en dos enormes bloques de cemento, con unos grandes espacios sin asfaltar, donde, para ir de un sitio a otro, más valía que te calzaras unos buenos zapatos deportivos, era una fábrica pensante. Recuerdo aquella época por las largas y extensas huelgas que vivimos. Pero no recuerdo ni un solo incidente en el que se agrediera físicamente a persona alguna, ni que el Rector tuviera que enviar a la Policía Nacional a que cargara contra nadie (Los Mossos d’Esquadra no tenían apenas competencias y no estaban desplegados, para eso quedaban muchos años aún).
Estas cosas me producen sonrojo. Ver como determinados políticos, determinadas personas, no puedan expresar libremente sus posturas y que además eso sea jaleado por los cuatro de siempre, no me cabe en la cabeza.
Que eso pase en mi país, en la que considero mi casa y que encima pase en la Facultad de Ciencias Políticas, en lo que debería ser precisamente la cuna del debate, del aprendizaje del “fair play”, del juego limpio, la buena oratoria, y el reto constante de rebatir ideas, me parece muy desconcertante. Menuda incongruencia. Menuda cortedad mental.
Pero es que además, como digo, siempre son los mismos y eso ya no es que me apene, es que me conduce a la nausea. A veces me pregunto en qué clase de país estamos viviendo, ¿Qué clase de gente estamos formando?, ¿Qué futuro nos espera si la universidad no es capaz de canalizar el dialogo? Alguien debería explicar a aquellos que por todo argumento tienen: un bote de pintura, un frasco con gasolina y una mecha, en definitiva, la brutalidad en sus manos y en su mente, que el derecho a la libertad de expresión no es eso que, precisamente, es todo lo contrario. Pero no creo que lo entendieran, para eso hay que tener cerebro y estos, los que digo, están descerebrados.
Creo que la discrepancia es buena, que incluso debe fomentarse. Se puede llegar al extremo de ser muy vehemente en la divergencia pero, tengo el convencimiento absoluto que, las posturas no pueden defenderse a porrazos, eso no nos lleva a nada.
El de la bofetada, es un argumento contundente pero poco convincente desde el punto de vista político moral.
¿Qué es lo que defienden esos a quien por no gustarles las ideas políticas de alguien se lían a guantazos contra todo y contra todos los que no piensan como ellos? A mi sólo se me ocurre pensar que no defienden nada defendible, y sólo pienso en tacharles de verdaderos fascistas, pese a que se cuelguen cuatro “rastas”, un pañuelo palestino y les huela la axila porque no lavarse hace progre.
Hoy creo que las cosas las estamos haciendo mal, pero que muy mal.


The Cure - Why Can`t I Be You

jueves, 4 de marzo de 2010

PARLEM DE TU - Martí i Pol-

"Parlem de tu, però no pas amb pena.
Senzillament parlem de tu,
de com ens vas deixar,
del sofriment lentíssim que va anar marfonent-te,
de les teves coses,
parlem i també dels teus gustos,
del que estimaves i el que no estimaves,
del que feies i deies i senties;
de tu parlem, però no pas amb pena.
I a poc a poc esdevindràs tan nostre
que no caldrà ni que parlem de tu per recordar-te;
a poc a poc seràs un gest, un mot, un gust,
una mirada que flueix sense dir-lo ni pensar-lo."


Yann Tiersen - Comptine Dún Autre ete


martes, 2 de marzo de 2010

EXORCISMOS

Me miro la punta de los dedos intentando descubrir si, en algún momento, mientras te esbozaba, quedaste grabado en mis manos. Siento que, sin quererlo, formas parte del entramado de las líneas que modelan mi mapa dactilar. Me angustio. Centro la vista y recorro cada uno de los pliegues de mis manos hasta encontrar, en la palma, una diminuta mancha oscura, vestigio pigmentado de tu presencia. Froto, una y otra vez, esperando borrarla definitivamente mientras repito, a modo de exorcismo, que te vayas, que desaparezcas. Me desespero. Froto con mayor firmeza, pero sigue ahí, oscura, indeleble, como un desafío imposible de doblegar. Me agoto.

Sade - No ordinary love