Esta mañana leía el periódico y releía la noticia sobre la agresión que Rosa Díez y sus acompañantes, sufrieron la Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad Autónoma de Barcelona. Me enferma y no lo entiendo.
Estudié en la Universidad Autónoma de Barcelona, cuando a la Facultad de Ciencias Políticas sólo podía accederse previo haber cursado los tres primeros cursos de cualquier otra disciplina universitaria. Recuerdo como bullía aquella facultad y recuerdo, como si fuera ayer, pese a los años que han pasado, las enormes tertulias que se montaban en el único bar del campus que compartíamos en aquel momento. Recuerdo la Universidad de Bellatera (UAB), donde los futuros médicos, filósofos, traductores, psicólogos, juristas, etc., nos repartíamos en dos enormes bloques de cemento, con unos grandes espacios sin asfaltar, donde, para ir de un sitio a otro, más valía que te calzaras unos buenos zapatos deportivos, era una fábrica pensante. Recuerdo aquella época por las largas y extensas huelgas que vivimos. Pero no recuerdo ni un solo incidente en el que se agrediera físicamente a persona alguna, ni que el Rector tuviera que enviar a la Policía Nacional a que cargara contra nadie (Los Mossos d’Esquadra no tenían apenas competencias y no estaban desplegados, para eso quedaban muchos años aún).
Estas cosas me producen sonrojo. Ver como determinados políticos, determinadas personas, no puedan expresar libremente sus posturas y que además eso sea jaleado por los cuatro de siempre, no me cabe en la cabeza.
Que eso pase en mi país, en la que considero mi casa y que encima pase en la Facultad de Ciencias Políticas, en lo que debería ser precisamente la cuna del debate, del aprendizaje del “fair play”, del juego limpio, la buena oratoria, y el reto constante de rebatir ideas, me parece muy desconcertante. Menuda incongruencia. Menuda cortedad mental.
Pero es que además, como digo, siempre son los mismos y eso ya no es que me apene, es que me conduce a la nausea. A veces me pregunto en qué clase de país estamos viviendo, ¿Qué clase de gente estamos formando?, ¿Qué futuro nos espera si la universidad no es capaz de canalizar el dialogo? Alguien debería explicar a aquellos que por todo argumento tienen: un bote de pintura, un frasco con gasolina y una mecha, en definitiva, la brutalidad en sus manos y en su mente, que el derecho a la libertad de expresión no es eso que, precisamente, es todo lo contrario. Pero no creo que lo entendieran, para eso hay que tener cerebro y estos, los que digo, están descerebrados.
Creo que la discrepancia es buena, que incluso debe fomentarse. Se puede llegar al extremo de ser muy vehemente en la divergencia pero, tengo el convencimiento absoluto que, las posturas no pueden defenderse a porrazos, eso no nos lleva a nada.
El de la bofetada, es un argumento contundente pero poco convincente desde el punto de vista político moral.
¿Qué es lo que defienden esos a quien por no gustarles las ideas políticas de alguien se lían a guantazos contra todo y contra todos los que no piensan como ellos? A mi sólo se me ocurre pensar que no defienden nada defendible, y sólo pienso en tacharles de verdaderos fascistas, pese a que se cuelguen cuatro “rastas”, un pañuelo palestino y les huela la axila porque no lavarse hace progre.
Hoy creo que las cosas las estamos haciendo mal, pero que muy mal.
The Cure -Why Can`t I Be You
Estas cosas me producen sonrojo. Ver como determinados políticos, determinadas personas, no puedan expresar libremente sus posturas y que además eso sea jaleado por los cuatro de siempre, no me cabe en la cabeza.
Que eso pase en mi país, en la que considero mi casa y que encima pase en la Facultad de Ciencias Políticas, en lo que debería ser precisamente la cuna del debate, del aprendizaje del “fair play”, del juego limpio, la buena oratoria, y el reto constante de rebatir ideas, me parece muy desconcertante. Menuda incongruencia. Menuda cortedad mental.
Pero es que además, como digo, siempre son los mismos y eso ya no es que me apene, es que me conduce a la nausea. A veces me pregunto en qué clase de país estamos viviendo, ¿Qué clase de gente estamos formando?, ¿Qué futuro nos espera si la universidad no es capaz de canalizar el dialogo? Alguien debería explicar a aquellos que por todo argumento tienen: un bote de pintura, un frasco con gasolina y una mecha, en definitiva, la brutalidad en sus manos y en su mente, que el derecho a la libertad de expresión no es eso que, precisamente, es todo lo contrario. Pero no creo que lo entendieran, para eso hay que tener cerebro y estos, los que digo, están descerebrados.
Creo que la discrepancia es buena, que incluso debe fomentarse. Se puede llegar al extremo de ser muy vehemente en la divergencia pero, tengo el convencimiento absoluto que, las posturas no pueden defenderse a porrazos, eso no nos lleva a nada.
El de la bofetada, es un argumento contundente pero poco convincente desde el punto de vista político moral.
¿Qué es lo que defienden esos a quien por no gustarles las ideas políticas de alguien se lían a guantazos contra todo y contra todos los que no piensan como ellos? A mi sólo se me ocurre pensar que no defienden nada defendible, y sólo pienso en tacharles de verdaderos fascistas, pese a que se cuelguen cuatro “rastas”, un pañuelo palestino y les huela la axila porque no lavarse hace progre.
Hoy creo que las cosas las estamos haciendo mal, pero que muy mal.
The Cure -
Totalmente de acuedo .
ResponderEliminarNo te lo pierdas, un día vino una pareja a mi casa. Ella era nacionalista y hablaba en gallego, le dije que mi mujer es de Ohio y que si le podía hablar en castellano, que ya le costaba entenderlo. La respuesta fue "Que aprenda gallego" y siguió hablando gallego. Más que nacionalista pensé que era maleducada, ahora pienso otra cosa
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