Se sienta en el último asiento del autobús urbano como ayer, como anteayer, como hace ya varias semanas. En la calle hace frio y el vaho lo empaña todo. Le queda por delante casi una hora de trayecto y pocas ganas de hacer nada. Pasa la mano por la luna y la humedad le queda adherida a la piel. Un escalofrío le recorre el cuerpo. La seca contra el muslo, empapando la pernera de su vaquero. Suspira y apoya la cabeza en el cristal, ojala pudiera dormirse. Una hora es demasiado tiempo, demasiado tiempo para nada. Entrelaza los dedos de las manos, deja que reposen sobre su regazo y cierra los ojos. A duermevela transita por la ciudad y se empieza a dibujar su imagen. Aprieta los ojos intentando borrarla, pero el recuerdo es tan intenso que lo único que consigue es fijarla aún más. Hoy vuelve a perder.
Cuando perdemos ganamos lo que está por venir.
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