domingo, 29 de octubre de 2023

LA NADA NADEA



Finales de octubre. La combinación de sandalias con jerséis de cuello vuelto no es lo único desconcertante. No piso La Ciudadela desde hace años. Queda demasiado lejos de casa, demasiado lejos de todo. Me sorprendo al descubrir que el parque se ha convertido en una zona de acampada de los que no tiene nada y que conviven con los que, al otro lado del mismo parque, se deslizan venenosamente por las alfombras del Parlament. Es la sociedad del "De ésta saldremos mejores", que ha resultado salir más infantilizada y déspota.Me doy una vuelta haciendo tiempo para que lleguen los demás. Tengo que encontrar la zona del parque infantil. Hemos quedado allí pese a que no va a venir ni un solo niño. El futuro era de ellos, pero ya no sé si pensar que es el futuro que está desaparecido, o si son aquellos niños, que ya no lo son, los que han salido por piernas escapando de lo que se veía venir. El panorama es desolador. Pero no quiero estropear el día, porque hace mucho que lo espero, porque tengo ganas, porque me apetece mucho, porque a veces el refugio tiene nombre propio. Y empiezo a organizar mi propio discurso interior con un manido "No sois vos, soy yo" para intentar convencerme de que está mierda que palpo no es real, que soy yo. Yo y mis cosas. Aunque yo qué sé. Me ordeno pensar algo positivo, algo como las deliciosas galletas de La Veleta que alguien traerá, como ya es tradición; que el pelo me ha quedado fantástico y que la última resolución de Naciones Unidas es un canto a la nada. Me siento en un banco, el que tiene menos mugre de todos los que hay en el paseo, estiro las piernas y escucho la última lista de reproducción. Empieza a ser hora de cambiar los auriculares si no quiero que se caigan de viejos. Pasan las pistas, una tras otra y me quedo quieta, escuchando y esperando. La nada nadea mientras octubre se estira. Mientras el mundo se muere un poco más cada día; mientras me pierdo entre los setos que huelen a orín y desgracia. Se acerca el día de difuntos y algunos aún se remojan en el estanque entre condones y urea. El sol cae a plomo, el asfalto se muestra temblón. Dan ganas de volver a casa, tirar la llave al río y seguir un rato más en la ignorancia buscada. Al final, gana la nada.




domingo, 22 de octubre de 2023

LA NADA MELANCÓLICA


Escojo la peor de las dos butacas. Está coja y con cada movimiento temo acabar en el suelo. En la televisión reponen "Indochina". He perdido la cuenta de las veces que la he visto, de las veces que Eliane (Catherine Deneuve), se convierte en la viva imagen del error, la perdida y de la infinita melancolía. Pero en el cúmulo de los desastres y antes de que llegue la famosa escena del lago, con Elian mirando a un horizonte del que no se sabe si pende el quebrando asumido de un ayer que dejó de asistir hace mucho o si, por el contrario, busca un futuro del que ya no forma parte. Indochina ya no existe. Y como no podía ser de otra manera, la pata acaba cediendo, me doy de bruces contra el suelo de una manera ridícula, triste, y la televisión se funde en negro pidiendo que recargue el saldo. Dudo entre acurrucarme a los pies de la cama en la que mi hermana duerme por primera vez después de tres días en los que intenta burla a todo mal, o levantarme con gran teatralidad, haciendo ver que me sacudo el mal fario que se nos ha pegado y que nos susurra un “es lo que hay” que bien se podría ahorrar. Pero me levanto y veo a mi hermana, despertada por el follón, que intenta reírse. No puedo evitar hacer una reverencia exageradísima y entregársela a ese público tan exclusivo al que tanto debo y admiro. Y mientras hago el payaso, con la rabadilla haciéndose notar, busco en el móvil el lector del código QR para cargar el saldo de la televisión y volver a ver a Eliane entre la gloria y la nada. Mientras, mi querida hermana vuelve a amodorrarse.


 

miércoles, 18 de octubre de 2023

VIVIR EN EL HARTAZGO

 




¡Qué harta estoy! Creo que he resoplado un poco mientras el quejido se me escapa entre los dientes. Cierro la nevera y sigo empujando el carrito hasta el siguiente lineal. Miro la etiqueta, sigo harta, pero es lo que hay. Hablar de los yogures, la quinoa o de las compresas para las pérdidas de orina, es entrar en el hiperbólico mundo de las mentiras y las medias verdades. Lo que ocurre en el supermercado no es muy distinto a lo que ocurre en cualquier otro ámbito de la vida. Ni los yogures son yogures, ni nada es lo que parece. La desinformación; las noticias enmascaradas para que parezcan una cosa o la contraria en función de quien las da; los muertos buenos y los muertos malos; la negligencia y la impericia; la falta de moral y de decencia. Cada uno somos hijos de nuestro tiempo y que eso sea así, como lo es, nos convierte en una masa viscosa a la que nadie querría acercarse ni con un palo.

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Me froto lo nariz por encima de la mascarilla, aunque a ratos, casi sin darme cuenta, cuelo el dedo para rascarme un poco más fuerte y casi de inmediato me siento mal. No me he lavado las manos desde hace un par de horas y, con esa mala suerte que nos persigue, cabe la posibilidad de que me lleve a casa el bichito que a ella la tiene hospitalizada y a los demás dando tumbos entre el miedo y la rabia. 

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Me pruebo los pantalones. La cinturilla baila un poco y eso es siempre una alegría Pero la fiesta en un probador siempre es fugaz y dura hasta que te da cuenta que, entre las dos prendas elegidas, has escogido la de tallaje mayor para probarte primero. Se diluye la alegría y llega el hastío. Se los devuelves a la chica que pliega la ropa entre la resignación y el cabreo porque lo del cuerpo normativo será una esclavitud pero ahí está, dando por saco a diestro y siniestro por mucho que cada día te cisques en la norma.

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Intento tomar un café en Villanueva, nada. Bajo hasta Serrano, nada. Subo al apartamento, enciendo la cafetera y nada, no funciona. Me tumbo sobre la cama y, desde el hueco que dejan los edificios que me rodean, veo el único metro cuadrado de cielo en el que brilla el sol. Anuncian bajada de temperaturas y una lluvia que tarda en llegar. Tengo todo el día por delante para buscar quién repare la cafetera; para acomodarme a una habitación que se ha convertido en mi casa; para echarle de menos, y para olvidar que en algún lugar del ordenador espera una historia preciosa que ya no es mía.

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No hablo de la guerra. Hoy no.




domingo, 8 de octubre de 2023

NO TODO VALE. NO EN MI NOMBRE

  


Corría el año 2017 y entonces ya empezamos a sospechar que algún día, sobre todo aquello que estaba pasando, vendrían a explicarnos lo que "realmente" ocurrió. Ya en aquel momento, también, empezamos a vislumbrar que el interés de unos pocos iba a blanquear la trascendencia que todo aquello tuvo y que tendrá. El parlamento autonómico se convirtió en la sede de la prevaricación y la corrupción con sus leyes de desconexión y el desconcierto y el temor se fue extendiendo como una mancha de aceite pegajosa. Tomaron las instituciones y lo tiñeron todo con sus lazos amarillosa e impusieron la omertá como principio. Quemaron las calles, quebrantaron la paz social y miles de cosas más que en lo particular convirtió el día a día en algo más que una incomodidad. La calle era suya y nosotros, los que no pensamos como ellos nos convertimos a través de su mala boca en unos colonos, unos ñordos, unos fachas, unos indeseables que no merecíamos vivir donde lo hacíamos porque siempre lo habíamos hecho o simplemente porque nos daba la gana. No fue fácil para casi nadie pero para algunos muy difícil. El señalamiento corría de boca en boca y tus vecinos se convertían en unos chivatos mal nacidos. Hoy, seis años después, todo aquél quebranto se niega incluso por los que lo sufrieron en su propia carne y es utilizado como moneda de cambio por quienes quieren ocupar el gobierno al precio que sea. El insulto, la humillación no tiene límites. Hablar de amnistía, de resolver políticamente las consecuencias jurídicas que conllevó a todo aquello es de una bajeza política sin límites. Porque ni el indulto, ni la amnistía, ni el cambio del Código Penal que tanto benefició a los que delinquieron contra su propio pueblo, nada tiene que ver con la concordia, ni con el mirar adelante. Tiene que ver con una megalomanía rayana a la demencia de quien se cree Dios, Padre y Espíritu Santo. El daño institucional y social de entonces fue muy grave, pero el de hoy, ejecutado por quienes deberían abanderar el Estado de Derecho, es de una magnitud cuyas consecuencias son difíciles de prever. La caída de principios fundamentales como la igualdad, la libertada, el respeto de la Ley y la separación de poderes, no puede dar lugar a nada bueno. Intentan confundirnos dividiendo a la ciudadanía en derechas e izquierdas, pero nada de lo que está pasando tiene que ver con eso. Viene tiempos aciagos. Agarrarse al poder con saña, despreciando a la mayor parte de la sociedad, no es propio de una democracia evolucionada donde políticos se encuentran al servicio de los ciudadanos y no al revés. Cuesta creer que nadie pueda poner coto a tanta locura. Mientras, los que nos quieren gobernar, arrimándose a lo más extremo, a lo más alejado de los derechos fundamentales, siguen jugueteando con todo aquello a un día despreciamos: el miedo, la falta de garantías y la libertad, entre otras cosas. Llega el tiempo de blanquearlo todo para que el futuro sea negro como la noche más cerrada. La deslegitimación ya es absoluta. Conviene no olvidar de dónde venimos y la responsabilidad que en ello tenemos. No vale que nadie nos intenté engañar inventando un relato conveniente para cabezas acomodaticias que han dejado de pensar y se mece entre una ideología que les anestesia sin respetar lo fundamental. Nosotros lo vivimos, estuvimos allí, no lo olvidamos y nos mantendremos en pie.



domingo, 1 de octubre de 2023

AUTUM LEAVES O ESO PARECE

 



Me levanto con picor en la garganta y, como alma que lleva el diablo, me lanzo a por un paracetamol. ¡Lo sabía! Lo supe ayer mismo nada más subir al autobús. En el exterior Cancún, en el interior algo parecido a Siberia en un día tonto. Y ahora ya, casi veinticuatro horas después, los estornudos y el goteo de nariz confirman la predicción formulada entre Balmes y Muntaner. No hizo falta más. Fuera hace un sol espatarrante que no voy a disfrutar. Paso el día regular, leyendo cosas viejas de otros viejos que, como yo, combaten el tedio escribiendo cosas que a nadie interesan. La blogosfera y sus cosas. No tengo hambre, no huelo y me saltan unos lagrimones tristísimos cada vez que intento reprimir un estornudo para no matar de un infarto al perro. Si fuera Nora Ephron, y viviera en Manhattan, esperaría que un ex amante bondadoso o incluso el conserje del Apthorp me trajera una sopa de pollo para arrasar la colonia de virus que campa a sus anchas. Pero solo soy yo, tirada en un sofá mirando a una ladera del Tibidabo que queda tan lejos como Pekín, agotando la única caja de pañuelos de papel que mañana tendré que reponer sin falta y una infusión hecha con agua del grifo. Ahora sí, el otoño ya llegó. Felicidades.