viernes, 30 de abril de 2010

LÁGRIMAS


Ya lo sabes: dame un punto de apoyo y moveré el mundo. Era la frase favorita con la que iniciaba cualquier conversación en la que ellos fueran los protagonistas. La acompañaba de un gesto artificial y estudiado, levantando el dedo índice con el ímpetu de un saltador de palanca y, tras simular una pirueta en el aire, lo apoyaba en firme sobre la mesa provocando un sonido seco. 
Un gesto exagerado, incluso un poco ridículo. Sin embargo,  el recuerdo recurrente del dedo índice elevándose por encima de su cabeza y dejándose caer al vacío, le hizo llorar.

Sinead O`Connor - Love Letters


 

jueves, 29 de abril de 2010

LA SOLEDAD DE LOS NUMEROS PRIMOS (Fragmento) -Paolo Giordano


"Cuando estaba con ella sentía que valía la pena hacer todas esas cosas normales que hacen las personas normales.

Mattia pensó que nada bueno había en tener una cabeza como la suya, que con ganas se la habría arrancado y sustituido por otra, incluso por una caja de galletas siempre que estuviera vacía y fuera ligera. Quiso contestar que sentirse especial era una jaula, lo peor que podía pasarle a uno, pero se abstuvo.

Estaban unidos por un hilo invisible, oculto entre mil cosas de poca importancia, que sólo podía existir entre dos personas como ellos: dos soledades que se reconocían.

No lo había elegido entre nadie; no había pensado en nadie más."

miércoles, 28 de abril de 2010

EXOTISMOS


En la acera de enfrente de mi casa, hay una enorme casa con jardín. Ha quedado como una de esas reliquias a las que la especulación urbanística ha decidido indultar. Es una auténtica joya arquitectónica en peligro de extinción. Una antigua torre del siglo XIX entre edificios gigantescos de cristal. Tiene un gran jardín en su parte delantera que, sus inquilinos, a los que nunca he visto, debieron atender con esmero, aunque en los últimos tiempo lucía totalmente asilvestrado. Hace unas semanas empezaron a florecer los rosales y unas gigantescas buganvillas que apuntaban una primavera esplendorosa. Está cerrada a cal y canto.
En la acera de enfrente de mi casa, hay una casa con un enorme jardín. Hoy ya no luce los rosales majestuosos. La inmensa buganvilla ha sido sustituida por una vulgar enredadera y el suelo, que antaño era de tierra, lo viste el cemento y la gravilla. Sin embargo, pese al feísmo instalado en su exterior, cuenta la voz popular que, en aquella casa, en su interior, luce el sol todos los días y el olor a fruta madura lo impregna todo. Dicen que la habita un vergel de lindas flores exóticas. Mezcolanza de perfumes, gustos y colores. Un sol espectacular que, según cuentan, acrecienta la calidez de las especies que la pueblan y la amabilidad de quien las huele. Y así debe ser, porque en aquella casa, convertida en un invernadero colosal, donde se dice moran tan espectaculares ornamentos florales, sólo acuden caballeros debidamente equipados con estupendísimas y caras gafas de sol que la abandonan sonriendo mientras entran en fastuosos vehículos que un jardinero fiel les acerca hasta esa reja que custodia el vergel.
Hay que ver lo que tiene la floricultura.

danza invisible - sabor de amor

martes, 27 de abril de 2010

VUELTAS


Dice que no se encuentra bien y le creo. Lleva días que apoya su mano en el estómago cada vez que me dirige la palabra. Inspira el aire entrecortadamente y lo expulsa poco a poco, como si le diera miedo ahogarse. Envejecer y rejuvenecer en un corto lapso de tiempo, buscando una inmortalidad imposible, no es más que una alucinación momentánea.

Cree que no sé lo que lleva varios días intentado decir, pero lo sé. Como sé, también, que no lo hará.

Conozco esos círculos negros alrededor de los ojos, esa voz pesada, arrastrada casi perdida. Conozco ese respirar mortecino, ese llegar a casa cada día más tarde, las mil vueltas en la cama antes de dormirse cuando empieza a despuntar el sol.

Por eso no me sorprende. Nada puede hacerlo ya, porque, en un tiempo no muy lejano, cuando creía que todo lo podía, apoyé la mano en el estómago mientras le besaba, inspiré entrecortadamente mientras me perdía en un mundo artificial e inexistente y porque también recorrí el mundo de arriba abajo a fuerza de dar vueltas en la cama buscando a alguien que allí no estaba.

Kurt Elling - Time to say goodbye (A remark you made)

lunes, 26 de abril de 2010

EL HOMBRE EN BUSCA DE SENTIDO (Fragmento) -Viktor E. Frankl-


 Fotografía: Campo de concentración de Buchenwald (Weimar, Alemania)

"A medida que la vida interior de los prisioneros se hacía más intensa, sentíamos también la belleza del arte y de la naturaleza como nunca hasta entonces. Bajo su influencia llegábamos a olvidarnos de nuestras terribles circunstancias. Si alguien hubiera visto nuestros rostros cuando, en el viaje de Auschwitz a un campo de Baviera, contemplamos las montañas de Salzburgo con sus cimas refulgentes al atardecer, asomados por las ventanucas enrejadas del vagón celular, nunca hubiera creído que se trataba de los rostros de hombres sin esperanza de vivir ni de ser libres. A pesar de este hecho -o tal vez en razón del mismo- nos sentíamos transportados por la belleza de la naturaleza, de la que durante tanto tiempo nos habíamos visto privados. Incluso en el campo, cualquiera de los prisioneros podía atraer la atención del camarada que trabajaba a su lado señalándole una bella puesta de sol resplandeciendo por entre las altas copas de los bosques bávaros (como se ve en la famosa acuarela de Durero), esos mismos bosques donde construíamos un inmenso almacén de municiones oculto a la vista. Una tarde en que nos hallábamos descansando sobre el piso de nuestra barraca, muertos de cansancio, los cuencos de sopa en las manos, uno de los prisioneros entró corriendo para decirnos que saliéramos al patio a contemplar la maravillosa puesta de sol y, de pie, allá fuera, vimos hacia el oeste densos nubarrones y todo el cielo plagado de nubes que continuamente cambiaban de forma y color desde el azul acero al rojo bermellón, mientras que los desolados barracones grisáceos ofrecían un contraste hiriente cuando los charcos del suelo fangoso reflejaban el resplandor del cielo. Y entonces, después de dar unos pasos en silencio, un prisionero le dijo a otro: «¡Qué bello podría ser el mundo!».

Jorge Drexler - El pianista del gueto de Varsovia

domingo, 25 de abril de 2010

SATAN Y MILES DAVIS


Andaba yo enfrascada entre un pañal, un biberón y un niño poseído por el demonio, por culpa de una madre que ha puesto los pies en polvorosa nada más cruzar el umbral mi hogar y lanzarme una “maxicosi” con Satán en su interior. 

He tenido una revelación: “Soy una floja. Algunos hombres me pierden”. No es una afirmación brillante, lo sé, pero es lo que hay.

Yo no entiendo de niños, no son mi entretenimiento favorito, los prefiero creciditos y enseñado pero por aquello de evitar que alguna amiga acabe en prisión por infanticio o que salte por el balcón, en ocasiones mi casa termina convertida en el punto de recogida de vástagos con "madres que corren más que Abebe Bikila". Sólo pongo una condición: que el asilo no dure más de 4 horas.

Hoy José está especialmente plasta y su madre lo sabe, por eso lo ha dejado aquí. Sus gritos se oyen hasta en la última planta del edificio, tanto es así que en esta casa ha desaparecido todo el mundo y creo que andan refugiados en la cafetería de la esquina. 

Estoy sola con Satán. Tengo instrucciones precisas: “nada de brazos, es un cara dura. Un biberón y que se duerma”. Yo doy las mía: “en cuatro horas aquí, de lo contrario el cochecito termina en el rellano, con Satán dentro”.

Menuda tarde tiene el bendito. Llegó llorando, una hora más tarde sigue llorando. Ni una lágrima, nada congestionado. Es como que ha cogido carrerilla y ahí sigue. Yo a lo mío, ordenando mis Cds y recolocando libros, pero empieza a clavarse en mi cansado cerebro ese gritito infernal. Me va a dar algo.

He probado de todo. Le he dado agua, le he hecho cucamonas y hasta le he dado una galleta. No se la come, no tiene dientes. Me mira con cara de pocos amigos. Está sentado en esa cosa que llaman hamaca y que parece un potro de tortura. Nos medimos las fuerzas. Me mira y empieza a berrar más fuerte. Le he dicho que chupe, la galleta, que está muy buena. No hay manera. Los pulmones los está desarrollando que ni la mñas severa silicosis podría por ellos.
Busco en el baño, encuentro un pato de goma (no voy a explicar que hace allí), y se lo doy. Lo aprieto para que suene como una bocina. José berrea más alto. Le pregunto si tiene sed. "Para de llorar" le ordeno, parece que me entiende pero pone cara estupefacta. Le sonrío (inocente de mí, creo que lo he conseguido), y empieza de nuevo el llanto de “La Traviata”. Llevamos casi dos horas así. 

No puedo más y esto no tiene pinta de terminar. Llamo a su madre y tiene el móvil desconectado. ¡No sabe nada!

Vuelvo al baño, rebusco en los cajones hasta que encuentro un par de tapones para los oídos. Silicona de la mejor. ¡Qué felicidad! Me siento frente a la hamaquita, miro a José con cara de lela y le digo que ya puede berrear todo lo que quiera, que ya no me revienta el tímpano, que hoy no se le libera, le toca potro. 

Hace dos pucheros, y con la galleta hecha trizas en las manos, extiende sus rollizos brazos hacia mí con una infinita cara de pena.

No soy nada. Lo sé. Libero a José. El niño sigue balbuceando poquito a poco, como susurrando. Niño en ristre me siento sobre la alfombra, le digo que escoja él la música, a fin de cuentas dicen que amansa a las fieras, ya no llora. Deja caer su chupete sobre un montón de CDs que tengo desparramados, cae sobre “Generique” de Miles Davis. Eso sólo puede ser una señal. 

Coloco el CD, nos sentamos sobre el suelo, la espalda apoyada en el sofá, y ahora tengo a Satán dormido en mi pecho con su mano cogida a un mechón de mi pelo y succionado su chupete a ritmo de trompeta.

Definitivamente, este es mi hombre.

sábado, 24 de abril de 2010

EL RETRATO DE DORIAN GRAY (Fragmento) -Oscar Wilde-

"Lord Henry Wotton: No existe aquello llamado buena influencia, señor Gray. Todas las influencias son inmorales-inmorales desde el punto de vista científico.
Dorian Gray: Porqué?
Lord Henry Wotton: Porque influenciar a una persona es darle nuestra propia alma. Esta no tendrá sus propios pensamientos, y se incendiará con sus propias pasiones. Sus virtudes no serán reales, sus pecados, si existen los pecados, serán prestados. Se convierte en el eco de la música de otro, el actor de una parte que no ha sido escrita para él. El objetivo de la vida es el desarrollo de su propio yo. Encontrar su naturaleza apropiada, es esto por lo que cada uno de nosotros estamos aquí. El mundo tiene miedo de sí mismo, se han olvidado de la mayor de todas las obligaciones, la propia. Claro que son caritativos, alimentan al hambriento, y visten a los mendigos. Pero su propio ser está famélico y desnudo. La valentía huyó de nuestra raza. Tal vez nunca la tuvimos. El terror a la sociedad, que es la base de la moral, el terror a Dios, que es el secreto de la religión, estas son las dos cosas que nos gobiernan. Y sin embargo... Sin embargo, creo que si un hombre viviera su vida completamente y hasta el límite, si le diera forma a cada sentimiento, expresión a cada pensamiento, realidad a cada sueño. El mundo alcanzaría un impulso tan fresco de alegría que olvidaríamos lo malo de la mediocridad, y regresaríamos a la época helénica ideal, a algo más dulce, más rico, que el ideal helénico. Pero hasta el hombre más valiente tiene miedo de sí mismo...Se ha dicho que los mayores acontecimientos del mundo suceden en nuestro cerebro. Es en el cerebro, y sólo en él, donde los grandes pecados del mundo suceden. Usted señor Gray, usted mismo, con su sonrosada juventud y blanca adolescencia, ha tenido pasiones que le asustaron, pensamientos que le llenaron de terror, sueños estando despierto y dormido cuyos recuerdos podrían manchar sus mejillas de vergüenza." 

viernes, 23 de abril de 2010

REFLEJOS CONDICIONADOS


Abro un grifo y un hilo de agua cae en la pila. Veo como corre hasta el desagüe. No sé por qué motivo, pero me he acordado de ti.
Apago la cerilla con la que encendí mi último cigarrillo, sacudiéndola en el aire. Repito un gesto que siempre será tuyo, por eso me acuerdo de ti
Apoyo la espalda en el mármol de la cocina, empieza el agotamiento. Tengo una taza de té entre las manos, olor a canela caliente. Huele un poco a ti.
Paseo por el salón de casa, abrigándome con un grueso chaquetón que desechaste por viejo y que yo he convertido en mi segunda piel.
Me pregunto en que momento me convertí en la extensión de un reflejo condicionado.
Todo lo que hago, todo lo que veo, todo lo que huelo, todo, absolutamente todo, me lleva a ti, a un recuerdo inexistente.
Cuando repartimos lo que a partir de entonces sería sólo tuyo y lo que sería sólo mío, olvidaste llevarte contigo parte de ti y aquí se ha quedado. Tu presencia lo impregna todo. Por eso ahora soy como el maldito perro de Paulov, cualquier gesto, cualquier aroma, cualquier cosa, me lleva a pensar en ti, a mirar en todas direcciones, buscándote.

jueves, 22 de abril de 2010

"A" CONTRA "a"


En el lado derecho de la cabeza, se mueve “A”, grande, mayúscula, segura de si misma. En el lado izquierdo de la cabeza se mueve “a”, pequeña, minúscula, vistiéndola mil inseguridades. Han coincidido en el sistema límbico del cerebro y sentadas sobre un neurotransmisor discuten sobre la capacidad de supervivencia de una y otra. Debe ser por eso que hoy tengo una jaqueca descomunal y que a ratos le echo de menos y a ratos no.

miércoles, 21 de abril de 2010

NO LE DIJE QUE COMPRARA EL PAN


Me repite que camine despacio y no me gire. Tengo tanto miedo que no podría hacerlo aunque quisiera. No sé por qué anda tan pegado a mi espalda, debe creer que saldré corriendo si deja que el aire pase entre los dos pero, en estos momentos, apenas soy capaz de avanzar un pie. Me estoy paralizando. Oigo una respiración entrecortada, ya no sé si es la mía o la suya, sólo sé que tengo el corazón clavado a medio camino del esófago y que un reflujo amargo empieza a invadirme. La muerte debe saber así.

No tengo que girarme, no debo correr, no debo hablar. Me fallan las piernas, pienso que parecen un peso muerto. Tiene gracia, es como un chiste fácil. Entrelazo los dedos unos con otros para controlar el temblor de las manos y tener un pequeño gesto de entereza conmigo. Nunca he rezado y ahora sólo me conforta este gesto, no tengo nada más. No recuerdo si le besé antes de salir de casa.

No respira, igual se ha ido. No sé que hace, no puedo verlo, no quiero verlo.

Un escozor en la nuca, no siento dolor, va a empezar a llover. Creo que no le dije que comprara el pan cuando salí de casa. Mis rodillas chocan contra la acera, mis brazos no me sostienen y mi cabeza golpea las baldosas dejando un reguero de vida que ya se he me ha escapado.

Stefano Bollani - Le solite cose

martes, 20 de abril de 2010

LINIMENTO SLOAN y DAMIAN TABAROVSKY

Hace días que me muevo entre unos dolores absurdos. No sé si atribuirlos a la climatología (como si fuera una abuelita), a mis ganas de autollamarme la atención (y conseguir doble ración de lo que sea) o si, en realidad, estoy somatizando alguna desventura (doble ración de victimismo). Lo único cierto es que tengo dolor. Notarse el cuerpo es raro, sentir que tienes extremidades sólo demuestra que algo no va bien. Nadie se nota el cuerpo en un estado normal, cuando está en reposo.
Si te notas el cuerpo posiblemente tengas dolor y eso es muy desagradable, a la par que pesado. 
Caminar como las "muñecas de famosa" te garantiza mil preguntas sobre que es lo que te pasa y claro, no puedes decir que lo somatizas todo, que en realidad te duele el corazón, que has sufrido un desgaño amoroso, que tu pareja se ha fugado con tu mejor amigo, que te han chamuscado el flequillo en la peluquería, que no puedes pagar la hipoteca,  que tus hijos pasan de lo que les dices, que tu jefe te explota, porque eso nada tiene que ver con las piernas. Así que respondes que tienes dolor y no sabes por qué. 
Y ahí, acabáramos, siempre encuentras a algún iluminado que te suelta aquello de que el dolor nos hace fuertes, que nos enseña a enfrentarnos a la vida y otras milongas parecidas. Cuando oigo estos comentarios dudo entre arrearle, a mi interlocutor, con el bolso o meterle, con un embudo, un sinfín de pildoritas multicolor que le hagan desaparecer esa iluminación gilipollesca que le hace decir semejantes barbaridades. El dolor es dolor y fastidia mucho, pero mucho, mucho.

Ahora la pregunta ¿Este rollo, a qué nos lleva? Pués simplemente a que quería dejar aquí un fragmento de "Autobiografía Médica" de Damian Tabarovsky, que escribió, entre otras cosas, que creer que un ser dolorido es superior no es más que un bobada y que hay que reirse hasta de las tonterías más tontas.

Aquí les dejo el fragmento y yo me voy a por el "Linimento Sloan", tengo la cadera que me anuncia que voy a tener un incidente amoroso en breve.

Aquí lo dejo: 

"Jünger: “El dolor es una de esas llaves con las que abrimos las puertas no sólo de lo más íntimo, sino a la vez del mundo. Cuando nos acercamos a los puntos en que el ser humano se muestra a la altura del dolor o superior a él, logramos acceder a las fuentes de que mana su poder y al secreto que esconde tras su dominio. ¡Dime cuál es tu dolor y te diré quién eres!”. Hay algo profundamente erróneo en esta frase, un equívoco irremediable. El dolor no nos permite acceder a nada, sólo a más dolor, el dolor es una tautología, detrás del dolor no hay nada, nada tampoco hay delante; es una línea sin anverso ni reverso, un absoluto que no esconde ni oculta nada; el dolor suspende toda metafísica, toda reflexión, cualquier interpretación. Por supuesto, también hay algo levemente fascistoide en la frase de Jünger, cierta idea trivial de heroísmo: el que soporta mejor el dolor, el que es superior a él, es también alguien superior, accede él también a alguna forma de existencia auténtica."

lunes, 19 de abril de 2010

LA VENTANA SONÁMBULA -Enrique Vila-Matas-


"Estoy pensando en Roberto Arlt. Pensando en sus juguetes rabiosos, sus aguafuertes porteños, sus jorobaditos, sus escritores fracasados, sus locos (siete), sus lunas rojas y sus trajes de fantasma. Estoy pensando en Roberto Arlt y en los hombres fieras de los que él hablaba y en los de turbante verde y estoy también pensando en el día aquel en el que en la redacción del periódico donde trabajaba le vieron con los pies sin zapatos sobre la mesa, llorando, los calcetines rotos. Tenía enfrente un vaso con una rosa mustia. A las preguntas, a las angustias, contestó:

-¿Pero no ven la flor? ¿No se dan cuenta que se está muriendo?

Son las cuatro de la madrugada en Barcelona y tengo enfrente un vaso con una rosa mustia, estoy pensando en Roberto Arlt. Pienso en él desde que ayer compré la rosa y poco después un amigo me preguntó si me había fijado en las ventanas iluminadas a las cuatro de la madrugada.

-La de historias que hay en ellas –me dijo.

Sí lo sabré yo que estoy ahora frente a la rosa mustia, a las cuatro de la madrugada, escribiendo esto.

Acabo de mirar por la ventana de mi casa –sólo tengo una- y he visto, en medio del silencio imponente de esta madrugada, más allá de la rosa mustia, la ventana iluminada de un vecino. ¿Qué estará sucediendo ahí?

Roberto Arlt, que escribió sobre ventanas iluminadas en la alta madrugada, decía: “¿Cuántos crímenes se hubieran evitado si, en ese momento en que la ventana se ilumina, un hombre hubiera estado ahí espiando?”

Esto lo escribió Roberto Arlt mucho antes de que todos tuviéramos noticia de cierta ventana indiscreta de Hitchcock. Arlt se adelantaba a todo, tal vez porque era del país en el que el futuro sólo tiene realidad en la forma de nuestros miedos y esperanzas presentes, y el pasado es meramente un recuerdo.

Roberto Arlt no leía libros, hojeaba en el cerebro de esos libros. Era un hombre de grandes intuiciones, al que las ventanas iluminadas en la alta madrugada mantuvieron despierto en muchas ocasiones: “Nada más llamativo en el cubo negro de la noche que un rectángulo de luz amarilla. ¿Quiénes están ahí adentro? ¿Jugadores, ladrones, suicidas, enfermos? ¿Nace o muere alguien en ese lugar? Ventana iluminada en la madrugada. Si se pudiera escribir todo lo que se oculta detrás de tus vidrios biselados o rotos se escribiría el más angustioso poema que conoce la humanidad?”

Acabo de ver esa ventana iluminada del vecino, y mi imaginación se ha despertado. En lo primero que he pensado es en alguien que a estas horas está viajando por la Red. No sé por qué he elegido esta opción. Hasta el momento mismo de elegirla se abrían ante mí todas las opciones del mundo, me encontraba como un escritor ante la primera frase de su novela. Ante esa primera frase el escritor tiene toda la libertad del mundo, se le ofrece la posibilidad de decirlo todo, de todos los modos posibles. “Hasta el instante previo al momento en que empezamos a escribir –dice Italo Calvino-, tenemos a nuestra disposición el mundo, un mundo dado en bloques, sin un antes ni un después, el mundo como memoria individual y como potencialidad implícita”.

Al comenzar una novela o un escrito sonámbulo como el que ahora mismo estoy escribiendo frente a la pantalla de mi ordenador, queremos llevar a cabo un acto que nos permita situarnos en ese mundo del que nos hablaba Calvino. Pero en cuanto realizamos ese acto, nuestro mundo queda ya acotado por esa primera frase.

Estoy pensando en Roberto Arlt.

A estas alturas de mi escrito sonámbulo, a estas alturas de la alta madrugada, no me queda otra opción que seguir adelante, mi libertad creativa se ha visto ya restringida: no puedo ser más que alguien que está pensando en Roberto Arlt y que espía a un vecino que viaja por la Red.

Lo pienso bien y veo que no he perdido demasiada libertad. Si bien no puedo ya dejar de ser un espía, lo que puedo imaginar que aparece en la pantalla de mi espiado es ilimitable. Tal vez mi vecino está espiando en la Red una ventana iluminada en la alta madrugada, y esa ventana soy yo, que estoy a punto de suicidarme, o tal vez celebrando la inmensa fortuna que gané hoy a la lotería. O, simplemente, soy alguien a quien de tanto mirar a la luz y la rosa mustia se le han quemado las pupilas.

Ventanas iluminadas de las cuatro de la madrugada. Ventanas que desde tiempos antiguos son símbolos de la conciencia si aparecen en la parte alta de una torre, por analogía de ésta con la figura humana. Ventanas que son faros en la alta madrugada. La de historias que hay en ellas, historias de ladrones antiguos con linternas o de moribundos que dictan su último testamento ante temblorosos familiares, historias de madres que se inclinan atormentadas de sueño sobre una cuna o historias de parejas que hacen el amor o de amigos que charlan interminablemente sobre el misterio del universo, historias de soñadores que tienen insomnio o de insomnes que piensan que nada envejece tanto como la felicidad.

Ventana iluminada del vecino a las cuatro de la madrugada, la que acabo de contemplar hace unos minutos: ventana de alguien que se ha asomado a la Red y tiene a su disposición el mundo, el mundo dado en bloque, sin un antes y un después, tiene a su disposición hasta a mí mismo, que soy un espía estéril.

Pero mañana será otro día. Me despertaré y no seré el que soy ahora, no seré el que ha escrito un texto sonámbulo que nació sonámbulo en una ventana iluminada. Mañana seré otro, seré el que volverá a tener a su disposición el mundo, el que intentará de nuevo situarse en ese mundo y, para ello, volverá a escribir la primera frase de un escrito sonámbulo, el que de nuevo, un día más, verá que es incapaz de abarcar el mundo".

domingo, 18 de abril de 2010

SALA 105


Viernes, 16 de abril, 8:00 am, oigo un “bip” y miro la pantalla de mi teléfono móvil: “No seas perezosa, te espero en la Sala 105 en 20 minutos”. Me hace gracia leer el mensaje, ya estoy en el autobús, me encamino hacia la Sala 105. Podría ser muchas cosas, una palabra clave, pero es sólo una cafetería. La hemos convertido en la prolongación de nuestros despachos, de nuestro trabajo y de nuestras confidencias también.
Entro y Natalia ya está allí. Guapa, imponente, profesional, divertida con un toque de locura, hoy lleva una diadema en la cabeza que sólo alguien con la personalidad de Natalia puede tener bemoles para colocársela. Es una “zorra”, en el sentido masculino de la palabra, de lo mejorcito de la profesión, lista, rápida, sagaz y de Madrid.
Ya ha pedido, un café solo, cargadito, con un botellín de agua para mí; un batido de chocolate para ella. Natalia cumplió los 44, hace unas semanas, pero sigue desayunando con un batido de chocolate y dos ducados, uno encendido y otro preparado para cuando apague el anterior.
Sacamos las agendas, “tengo mucho que contarte pero hoy no hay tiempo”. Quedamos el martes para comer, no en la Sala 105. Quedamos donde no nos conocen, vamos a darnos un homenaje y a charlar de lo divino y de lo humano, como lo hacemos desde que nos conocimos allá por el 82.

Domingo, 18 de abril, 7:30 am, oigo un “bip”, enciendo la luz, miro la pantalla de mi móvil: “llámame urgente”. Marco el número, de hecho es la última llamada que hice ayer mismo. Una voz entrecortada al otro lado “Natalia ha tenido un infarto esta noche, no lo ha superado, estamos en el Clínico”.
No he podido articular palabra, no he podido preguntar nada. Me levanto de la cama y me siento en el sofá. Ha amanecido hace un buen rato. Abro la puerta de la terraza, me falta el aire. Cierro los ojos. Dicen que a veces cuando sueñas, los sueños parecen tan reales que parecen ser ciertos, pero no lo son. Los abro poco a poco, para convencerme que he soñado, pero me veo en pijama, sentada en el sofá, a mi lado el último libro que ayer noche leía antes de acostarme con las gafas separando sus páginas, la terraza abierta y el móvil en mi mano derecha.

No es un sueño. 

miles davis ella fitzgerald - prelude to a kiss

sábado, 17 de abril de 2010

DOMESTICIDADES (I)


Tengo a Berta instalada en casa, en la suya hay obras. Ha llegado con una libreta en la mano con los últimos conflictos que tuvimos conviviendo, de eso hace mil años, pero dice que lo hace para que no se vuelvan a producir. Empiezo a pensar que es rencorosa. Oírlos da pavor. Dice que necesitamos una convivencia pacífica pues su estado mental, frágil en este momento, no le permite afrentas caseras.

Lo primero que pide: congraciarnos con la vida doméstica. De normal no tengo tiempo para nada así que, si puedo, demoro al máximo lo de liarme con las cosas de casa. Pero hoy, mientras tomábamos un café, de pie en la cocina, releyendo el listado de los conflictos, hemos visto pasar despavorido al gato. Cautelosamente nos hemos asomado al salón y una gran borla de pelusa, que le iba a la zaga, nos ha saludado como si fuera la reencarnación de alguna antigua Deidad. Quizá sí que ha llegado el momento de las domesticidades.

Así que, reparto de funciones. Tú te quedas, barres y rescatas al gato y yo voy a hacer la compra y prepararé la comida. Debo reconocer que Berta no anda muy conforme con el reparto, pero no puedo evitarlo, me pirro por los supermercados y ella, que anda con quejosa con el mundo, no está en su mejor momento para discutir con la cajera o la tendera.

He recorrido estantes y pasillos carrito en mano. Una orgía de luz y de color. Siempre me pregunto si las empresas de alimentos se ponen de acuerdo a la hora de escoger el color y la forma de los envases. Miro los botes de tomate, todos iguales, alineados, con un tomate dibujado, fotografiado, pintado y en el centro de todos ellos la palabra “Tomate”. Un dechado de imaginación, vamos. Sigo por los pasillos y llego a los estantes donde en precisas montañas se apilan, huevos y más huevos. Siempre pensé que las tallas eran para la ropa y por eso me causó una fuerte impresión descubrir la existencia de huevos XL. Podría seguir así unas cuantas horas porque los productos son miles y mis horas en el supermercado casi rozan algún tipo de record del Libro de los Guiness.

Una mañana deliciosa. De vuelta, dejo sobre el mármol dos puerros, un calabacín, medio kilo de patatas blancas, un pollo, dos latas de atún, un paquete de macarrones, un bote de lentejas, unos huevos talla M (a mí me va más lo discretito), dos botes de tomate frito, una bandeja de carne picada, una bolsa de gnocchi, un paquete de ensaladilla rusa, seis botellas de vino, cuatro paquetes de pipas con sal y seis paquetes de palomitas para el microondas.

Berta me mira con recelo. Mi compra ha durado más de lo habitual. Se queja que el gato se ha encaramado sobre el armario de la cocina, que lleva maullando a la lámpara desde hace más de dos horas y que cree ha quedado estupefacto por el golpe que la última borla de pelusa le arreó.

Intento introducir el buen rollo así que prometo a Berta que voy a cocinar para toda la semana, para que tenga comidita que llevarse en esa maletita refrigeradora que le trajeron los Reyes Magos.

Empieza el ritual, me siento ya como la mejor de las Chefs. Colocarse el delantal, a falta de gorro de cocinero una gorra de los Yankees, dos trapos de cocina, una copa de vino y una espátula de madera en cada mano. Si esto es la guerra que no venga la paz.
Tres horas después tengo, un puchero con lentejas, una fuente con macarrones a la boloñesa, dos litros de crema de calabacín y varias cosas más.
Ahora sólo falta envasarlo todo, colocarlo sistemáticamente en tarritos para que nos dure para toda la semana y Berta no se enfade por lo mal que comemos.
Dice que las palomitas, las pipas y la coca-cola no es cena decente para dos Señoras en edad de merecer (pienso en lo de merecer y me da miedo, ¿Qué más nos merecemos?).
Abro el armario, ese donde el gato sigue instalado, y siento como sobre mi caen cientos de tupperwares de todas las formas, colores y tamaños, mientras rebotan contra el mármol, repican sobre los exquisitos manjares preparados y terminan todos entre el suelo y la fregadera.

La vida no es justa. El último “conflicto” del listado de Berta:acotar la invasión de fiambreras de plástico que en los últimos meses han ido tomando la cocina de mi casa, como si estuviera gestando una invasión mundial a base de tupperwares.

Sin viandas andamos por culpa del desastre. Suerte de mi talante previsor porque aún disponemos de las palomitas, las pipas, las botellas de vino y de la compañía de un gato que, a estas horas, se está poniendo ciego a ghoccis con lentejas, todo ello regado con una deliciosa crema de calabacín.

Necesitamos 24 horas y las seis botellas de vino para reponernos del espanto.


Danza Invisible - 24 horas mas

viernes, 16 de abril de 2010

FLUIR


El olor a limón lo inunda todo. El silencio es tan denso que noto su peso sobre mí. Me he acercado buscando un espacio en el que ordenar las pocas cosas en las que encuentro seguridad.
Inspiro y expiro, poco a poco, buscando la intersección de esos dos movimientos, para perderme en ese punto sin retorno donde la vida viene y se nos va. Siento pudor al reconocer la influencia que sobre mi ejerces, me vuelvo vulnerable y mis pensamientos se disparan en absurdas direcciones. Los pensamientos no se pueden controlar, sólo fluyen.
Si me desprendo de ti, pierdo. Si me quedo contigo, estoy acabada, por eso sólo dejo que todo fluya.


Charlie Haden - Travels

jueves, 15 de abril de 2010

RECREACIONES (II) -KATHERINE HEPBURN & SPENCER TRACY-


Sé que no tengo derecho a más de lo que tengo, te encontré así, con todo lo que ya te acompañaba. Por eso sé que no puedo pedirte más. Todo nos llega tarde, inesperadamente, a mitad de dos caminos que se cruzan sin buscarlo.


Es tarde para los dos. Para ti, lo suficientemente tarde como para tener que hacer extraños requiebros que te conducen a un incomprensible odio, y también es tarde para mí, porque sé que una vez que todo esto termine, porque sé que terminará, no volveré a querer a nadie como te he querido a ti. Intentaré odiarte cuando ese momento llegue y lo intentaré para poder reprocharte con la rabia suficiente que tus vuelcos nunca fueran suficientes para estar siempre junto a mí.


Vidas mentirosas (la tuya, la mía), relaciones convertidas en bonitas historias que repartir. Fantasías que encierran realidades, nuestra vida es así, simulando la falsedad de besos y abrazos ciertos. Metraje que esconde sentimientos auténticos mientras somos libres y no escondemos lo que los dos sabemos, que tu eres mi hombre y yo tu mujer.
Una vida calcada en un trozo de película a la vista del mundo, una historia infinita perpetua e inmortal. 


Yann Tiersen - Les Jours Tristes(instrum.)




miércoles, 14 de abril de 2010

AMISTAD A LO LARGO -Jaime Gil de Biedma-


" Pasan lentos los días
y muchas veces estuvimos solos.
Pero luego hay momentos felices
para dejarse ser en amistad.
Mirad:
somos nosotros.

Un destino condujo diestramente
las horas, y brotó la compañía.
Llegaban las noches. Al amor de ellas
nosotros encendíamos palabras,
las palabras que luego abandonamos
para subir a más
empezamos a ser los compañeros
que se conocen
por encima de la voz o de la seña.

Ahora sí. Pueden alzarse
las gentiles palabras
--esas que ya no dicen cosas--,
flotar ligeramente sobre el aire;
porque estamos nosotros enzarzados
en mundo, sarmentosos
de historia acumulada,
y está la compañía que formamos plena,
frondosa de presencias.
Detrás de cada uno
vela su casa, el campo, la distancia.

Pero callad.
Quiero deciros algo.
Sólo quiero deciros que estamos todos juntos.
A veces, al hablar, alguno olvida
su brazo sobre el mío,
y yo aunque esté callado doy las gracias,
porque hay paz en los cuerpos y en nosotros.
Quiero deciros cómo todos trajimos
nuestras vidas aquí, para contarlas.
Largamente, los unos a los otros
en el rincón hablamos, tantos meses!
que no sabemos bien, y en el recuerdo
el júbilo es igual a la tristeza.
Para nosotros el dolor es tierno.

Ay el tiempo! Ya todo se comprende. "


martes, 13 de abril de 2010

ESPITAS Y HECATOMBES



No sabía en que momento se dio cuenta que se había quedado colgada de un tipo del que no conocía  ni siquiera su nombre. Pero así era. Se había enamorado, sin quererlo, como suelen ocurrir con las cosas importantes de la vida.

No sabía como había sido. Ni siquiera recordaba, ni cuando ni como fue la primera vez que reparó en aquel tipo que, de buenas a primeras, se sentó en su mesa y compartió con ella una conversación de lo más intrascendente.

Meses de charlas sin finalidad alguna, sin más, de lunes a domingo, en el mismo sitio y a la misma hora.

El desastre empezó ha fraguarse el día que salió de su casa y se encontró mirándose en el espejo del vestíbulo, evaluando su aspecto mientras pensaba en cómo la encontraría aquel tipo que, mañana sí y mañana también, aparecía en su vida a las 8:45 y desaparecía a las 9:30.

¿Qué estaba haciendo?

Tenía la insana tendencia a pensar que el enamoramiento es un estado fatal. Quizá un exceso de Corín Tellado, de La Dama de las Camelias o incluso de Ana Karenina, en su adolescencia, y dos cataclismos en su madurez, le provocaban que viviera los enamoramientos como una especie de hecatombe, como una tragedia griega, que la dejaban traspuesta por largas temporadas. Enamorarse, mejor no. Caer de nuevo sería un desastre, entrar otra vez en un estado de enajenación mental que la incapacitaba para calibrar nada de lo que pasaba por su vida, sería un  desastre que no se podía permitir.

Se lo decía a cada momento: "una hecatombe". En silencio, hacia dentro, empezó a repetírselo a aquel sujeto cada día, mientras hablan del tiempo, de la caída de la bolsa, de la inseguridad ciudadana de la trascendencia del amor, de la locura, del vivir con miedo, de la tristeza, de la esperanza.

No conocían sus nombres, ni donde vivían, ni en que trabajaban, ni si tenían familia. Sólo se conocían a ellos mismos, sin artificios, sin nada, en estado puro.

Una cosa así, no podía traer nada bueno.

Ayer, cuando se despedían, como siempre, a las 9:30, ella adelantó un gesto con su mano, le pidió que se sentara de nuevo. Sólo un segundo. Colocó las manecillas de su reloj sobre las 12:30, y le dijo:

–Empecemos de nuevo. Me llamo Carmen y vivo en el edificio de la esquina, ¿Cómo te llamas?.

La espita de la locura quedó abierta.


lunes, 12 de abril de 2010

CERILLAS


Enloquecer es tan sencillo como encender un cigarrillo.
La locura me consume, ya no hay vuelta atrás.
Hoy estoy un poco menos cuerda que ayer y a ti sólo te veo como el reflejo de una maldita cerilla.

domingo, 11 de abril de 2010

SUEÑOS


Mi “Jose” y yo. Tuvimos un romance de lo más apasionado. Yo trabajaba en la peluquería “Malos pelos”, la más fashion de mi barrio”, y mi “Jose” regentaba su carnicería “La Serena”, las mejores morcillas de la ciudad. Sólo nos veíamos los domingos después de comer, pero aquellos momentos eran tan intensos que nos valían por mil. Yo vivía en mi apartamento de soltera, lo había decorado con un gusto exquisito. Todo “made in Ikea”. Tan bonito, tan blanco, todo tan geométrico que, en lugar de parecer que vivía en el centro de Alcorcón, era como si lo estuviera haciendo en la mismísima Estocolmo. 
Los domingos, por aquello de lo exótico, vestida de esquimal, como si fuera la enigmática Björk (no es sueca, lo sé, pero por allí, de por donde es la muchacha, también hace un fresquito importante y mi “Jose” sin el GPS no se aclara), le esperaba tumbada en mi cama futón, como la dama de las nieves, mientras el llegaba más guapo que un San Luis y esa inolvidable olor a su bendito after shave “Varón Dandy”.
Mi chico, que siempre fue muy suyo, traía morcilla, panceta y una botellita de orujo, para desengrasar. Unas meriendas espectaculares que nos atizábamos tras retozar durante horas en mi cama futón. Fueron unos meses encantadores. Pero nada no dura eternamente. Por aquello de la pasión desmedida, a los nueve meses nacieron Eubaldo y Ramona, nuestros gemelos. Yo no escogí ninguno de aquellos nombres, me parecían espantosos. Pero, la madre de mi “Jose”, quiso homenajear a sus propios padres y, lo que no tuvo bemoles de ponerles a sus hijos, se lo puso a los míos.
Los dos gemelos nos obligaron a dejar mi “igloo” y buscar un piso en el que vivir, pero, como no nos llegaba, nos fuimos a vivir con la madre de todas las batallas, la madre de mi “Jose”. No, no es la madre de Sadam Hussein, pero por la mala leche que gasta bien pudiera haberlo sido.
Ahí empezó el infierno. Lo primero en desaparecer, mi colección de ropa interior de fantasía. No debería haberme importado mucho porque, tras el embarazo, perdí mi estupenda figura pero ver como aquellas cositas, que tantos momentos de gloria me habían concedido, habían pasado a ser trapos para limpiar los cristales, me perturbó mucho. Dejé de desayunar cereales para alimentarme a base de chacinería made in “La Serena” por prescripción familiar. Al poco tiempo, dejé la peluquería y pasé a trabajar en el negocio de mi “Jose”, en “la Serena”.
Hoy peso 130 kilos. Tengo dos gemelos que con 7 años a los que odio y no paran de engullir morcón y morcilla de arroz. Mi “Jose” se lo hace con la frutera anoréxica, mientras yo simulo no enterarme de nada. 
Ahora ya sólo tengo un sueño que sé que, más pronto que tarde, voy a hacer realidad. Por eso cada día mimo, limpio y engraso, con mucho cuidado, la máquina picadora. Las morcillas no tendrán parangón con ese pequeño toque a “Varon Dandy”. Mientras llega mi momento, seguiré devorando mis bocadillos de morcilla adobados con orfidal y unos traguitos de orujo de hierbas para desengrasar.


Bjork - Venus as a boy

sábado, 10 de abril de 2010

NAIL POLISH y EL MUNDO TRONADO


Tengo fantásticos planes para este fin de semana. Prioritario, por encima de las guerras mundiales, de la suspensión de Garzón, de la reunión de la comunidad de vecinos, es pintarse, convenientemente, las uñas de los pies. Hay que ser organizada, tener un aspecto estupendo, desde el extremo norte al extremo sur de tu persona, requiere una organización brutal. La primavera ya está aquí. Las sandalias silban desde el armario. Objetivo: los pies, otramente denominados: pinreles, peanas, quesos, etc. Me quedo con la palabra “pie”. 
Todo lo demás puede esperar, hoy sólo importan los pies. Los microcosmos tienen eso, la agenda se organiza en función de cómo le sople el viento al propietario de ese enanocosmos, y como el mío es mío, pues priorizo lo que me da la gana.
Y volviendo a los pies, porque lo demás me la trae al pairo, tengo que afirmar, con total rotundidad, que no deben lucirse, JAMÁS, unos pies que parezcan los que le quedaron a Jesucristo después de arrastrarlos subiendo al Monte Calvario. Así que como parte de la organización de los próximos “fashion month”, llevo varios días pensado en el color del esmalte con los que adornaré los diminutos pinreles en los que acaba este cuerpo serrano.
No es que no tenga otras cosas en que pensar, que las tengo, por ejemplo, si la tierra es achatada por los polos y esas cosas, pero lo prioritario es lo prioritario. Por eso, en mi cabecita sólo resuenan celestialmente dos palabras “Nail polish”.
Acabo de recibir una llamada de teléfono que me pregunta que voy a hacer. Respuesta: “buscar mi próximo nail polish”. Mientras pronuncio las escasas sílabas de estos dos vocablos, poniendo morritos de sirena, noto un increíble subidón, cientos de péptidos escapados de mi hipófisis, me inundan por doquier. Es la magia.
Así que, como no es cuestión de desperdiciar el tiempo, que es oro, ni esos rayitos de sol que esta mañana han revolucionado mis endorfinas. Voy a tirarme a la calle y si no encuentro un cálido “nail polish” que me acerque al clímax, al menos tomaremos el aperitivo y nos olvidaremos de lo gilipollas que es el mundo y lo tronadísimo que está el personal.

P.D.: Por último, espero que los que leen este blog, si alguien lo hace, escuche los enlaces musicales que son casi lo mejor.

bono frank sinatra - i got you under my skin