martes, 25 de febrero de 2014

DIARIO DE UNA MUJER DESPEINADA (II)


"Algunas personas son amables sólo porque no se atreven a ser de otra forma".


Me despertó el zumbido del televisor y un fuerte dolor en las cervicales. Me había quedado dormida y la ventana seguía abierta. Normal, pensé, la había abierto yo cuando salió por la puerta. ¿Quién iba a cerrarla? En casa no queda nadie, y nadie soy yo. El aire de tormenta se coló durante horas y si dejando aquello abierto, de par en par, lo que pretendía era que aquella ligera brisa que mecía la cortina cuando cerró la puerta se llevara cualquier brizna de su presencia en casa, no lo había conseguido Algunas presencias son tan sutiles que se cuelan por todas partes y se convierten en parte del paisaje sin que, a primera vista, puedas siquiera verlas, pero ahí están, para que no olvides quienes son.

El aire de tormenta nunca se lleva nada y sólo me dejó el cuerpo desabrido y un humor de perros. Quise encender la calefacción aunque estuviéramos en julio, en Madrid. Lo que no mata el frío, lo pudre el calor y pensándolo bien, la factura del gas llegaría a su cuenta corriente. Puse la caldera al máximo, me serví una copa y me tumbe en el suelo de la terraza para poder ver las estrellas. Mientras, en el salón, un par de tortugas nadaban en círculos en una pecera que, por primera vez, se convertía en un jacuzzi.


domingo, 23 de febrero de 2014

JE SUIS "SHANDY", MON AMOUR

"El infinito, querido, es bien poca cosa".


En uno de los capítulos de “Historia abreviada de la literatura portátil”, Enrique Vila-Matas relata como la pintora y escultora Georgia O’Keefe, en el transcurso de una cena en Port Actif, se entusiasmó al escuchar hablar a alguno de los comensales que componían aquella extravagante velada de máquinas solteras, de ficciones y futuras conspiraciones; y ejerciendo como una verdadera mujer fatal de su época, expuso su teoría sobre la “sexualidad extrema”. Aquella mujer, según recoge el relato, sentenció que el amor debía ser desviado de su finalidad genética, de la reproducción, para no buscar más que la autosatisfacción.

Han pasado ya algunos años de aquella imaginaria reunión en la costa oriental de África. Aquella Sociedad secreta y portátil ha quedado relegada a las páginas de uno de los libros de Vila-Matas. Sin embargo, hay algo que no se ha agotado en el tiempo, y es aquella idea "fatal" de la “sexualidad extrema”, de la necesidad de desligar el placer de una sexualidad desinhibida de la perpetuación de la especie.

Si en algo nos diferenciamos de los animales es en la capacidad de razonar, crear, tener emociones y de darles a éstas una dimensión completa en la vida de cada uno. Sería muy sencillo limitar el acto sexual a la cuestión reproductiva, a la perpetuación de la prole sin ninguna otra finalidad, como cualquier especie animal. Pero sería absolutamente reduccionista y falso, porque la gran verdad es que la naturaleza, además de un instinto reproductivo, nos ha dado algunas cosas más, entre ellas la capacidad de la emoción, del sentimiento y la posibilidad de la búsqueda del placer por el placer en un acto tan físico siempre,  como emotivo en otras ocasiones.

Puede que mi concepción, y la de muchas mujeres que conozco, sea la de un sexualidad también extrema, en ese sentido, y por eso me produzca cierta grima cuando escucho algunos discursos sobre el sexo, la maternidad y las mujeres que solo son mujeres completas después de haber traído al mundo un hijo, biológico, por supuesto (nuestro mismísimo Ministro de Justicia, Sr. Gallardón, así lo dijo, para vergüenza de muchas). 

Por suerte, hoy día, tenemos la inmensa suerte de poder disfrutar de nuestros cuerpos y de los que nos acompañan en un momento dado, sin tener que buscar más si no queremos.

PD. No se pierdan el enlace sobre la declaraciones del Ministro de Justicia, Sr. Gallardón.


miércoles, 19 de febrero de 2014

DIARIO DE UNA MUJER DESPEINADA (I)


«La complejidad de las cosas, las cosas dentro de las cosas, parece sencillamente inagotable. 
Quiero decir que nada es fácil, nada es simple».


Nadie te avisa de algunas cosas, pero la intuición a veces vale tanto como una realidad estampada en mitad de la cara. Así que, sin tener la certeza clara, sabía que en algún momento tendría que llegar, que bajaría la guardia y que con la mayor naturalidad del mundo me colaría un gol por toda la escuadra.  Lo sabía desde que le incorporé a mi vida como un activo sentimentalmente tóxico con dos divorcios a cuestas, un hijo ya adolescente y una abultada nómina que se escurría cada mes en obligaciones vencidas de antemano.

Tal vez precisamente por eso, porque aunque no sabía cuándo, sí sabía cual iba a ser el próximo capítulo de la película. Una historia tan poco original como cualquier culebrón televisivo que se precie de serlo,  de ahí que no me impresionara en absoluto el día que le vi aparecer por la puerta, con el semblante serio, las manos en el bolsillo y desprendiendo un ligero tufo a alcohol. Sabía que para poder pronunciar su decisión (una decisión rubia, menuda, con una talla cien de contorno y una docena de años menos que los que señalan mi carnet de identidad), precisaba de un par de gin-tónics, de un semblante atormentado y de la suficiente estupidez como para llegar a casa en ese estado. Si no era así, su decisión, esa que le tenía todas las tardes ocupadísimo hasta media noche porque los plazos vencían, quedaría, una vez más, sepultada entre los pliegues de la manta de nuestro sofá, entre las sábanas ordinarias de una vida monótona y acomodaticia.

Debo agradecerle que el discurso fuera corto y que tuviera el coche aparcado en doble fila. Desde el sofá le vi guardar en la bolsa, un traje, una camisa, una muda, un libro y cuatro tonterías más. Mientras salía le dije que dejara las llaves sobre la consola de la entrada. Cerró la puerta y en ese momento vi mi imagen reflejada en el cristal del balcón. Debería haberme peinado, aunque pensándolo bien, no hay nada más fantástico que una mujer despeinada.


lunes, 17 de febrero de 2014

DE LA VOLUNTAD Y LA ESPERANZA

                                                     
"Creemos adivinar los sentimientos del otro, no podemos, por supuesto, nunca podremos.
 No tiene importancia. En realidad es la ternura la que me interesa.
 Ése es el don que me conmueve, que me sostiene
esta mañana, igual que todas las mañanas".


No son pocas las veces que vivimos colgados de nuestros teléfonos móviles. Yo sin ir más lejos, vivo pegada al mío, y aunque reconozco que no me duelen prendas aquellos días que decido dejarlo apagado, o simplemente, decido cambiar la tarjeta de mi smarthpone a un teléfono de los que no tienen más funciones que las de llamar y recibir llamadas, la realidad se impone y parte de mi día a día se gestiona a través de este aparato. Mi agenda, mis contactos, mi familia, mis amigos, mis redes sociales, mis notas, incluso mi recetas de cocina, viajan dentro de mi bolso, cuando no en mi bolsillo, empaquetadas en tecnología punta.

Hemos terminado por convertir en imprescindible un aparato que hasta hace apenas quince años no lo era, pero que nos facilita la vida y nos comunica con el mundo. Los cuatro puntos del globo giran alrededor de la telefonía móvil y en cualquier rincón del mundo, incluso en los más recónditos, es posible encontrar una antena de telefonía móvil que, en el mejor de los casos, vuelca señal para que unos y otro estemos comunicados.

Es cierto que en algunos aspectos esta comunicación, esta localización permanente, estés donde estés, y a la hora que esté, como decía aquel anuncio que sonaba  allá por los años noventa, se ha convertido en una realidad que en cierto modo nos esclaviza pero, no nos engañemos, también nos libera, nos alivia.

Este año, el premio “World Press Photo 2014”, lo ha ganado John Stanmeyer con la fotografía que ilustra este texto. Una gran foto por todo lo que ella nos dice con un solo click.  Esta fotografía fue tomada en las playas de Yibuti, unos inmigrantes subsaharianos buscan cobertura apuntando a un cielo iluminado por una luna inmensa, para poder contactar con aquellos a los que dejaron atrás mientras partían en busca de su “Dorado” en las más pésimas de las condiciones humanas, esperando encontrar un mundo, siempre esquivo y desconfiado, que les de una oportunidad que seguramente no encontraron, ni podían encontrar, en sus países de origen. Una fotografía que muestra el drama de la inmigración africana y la necesidad del ser humano de calmar, aunque sea con una llamada telefónica, el desasosiego y angustia que crean los alejamientos forzados, forzados por la necesidad, por la voluntad, o por lo que sea. Llamadas que, aunque sea momentáneamente, devuelven pequeñas dosis de tranquilidad que se desvanecerán con la llegada de las siguientes noches.

La fotografía vale su peso en oro. Y en este caso, estos aparatos móviles, que en ocasiones, en el mundo presuntamente civilizado y frívolo nos alejan más que nos acercan de aquellos a los que queremos, se convierten en un cordón umbilical de estima y esperanza.


domingo, 16 de febrero de 2014

GREEN PORNO -O ESAS OTRAS COSAS QUE SI BUSCAS ENCUENTRAS-



Me gustan las personas que tienen algo que decir, que  tienen la capacidad para ofrecer a los demás cosas originales y que además de hacerlo francamente bien, consiguen entretener. Pero si además estas personas, además de todo lo anterior, gozan de un autentico sentido del humor, entonces ya me han ganado para una buena temporada. No puedo evitar rendirme ante el sentido del humor, y es que estoy convencida de que el sentido del humor es uno de los sanos síntomas de una buena inteligencia. Y dicho esto, creo poder afirmar que no hay nada más erótico y electrizante que la combinación entre la capacidad de arrancar la sonrisa, incluso la risa, de otro junto con una inteligencia despierta.

Supongo que por eso me gusta Isabella Rossellini, mujer camaleónica, que ha sabido adaptarse al paso del tiempo hasta convertirse en un referente sobre el cambio y la aceptación del paso del tiempo para muchas mujeres. Una personalidad apabullante que ha superado el hecho de ser hija de quién es (Ingrid Bergman y Roberto Rossellini), sin que las fuertes figuras de sus dos progenitores hayan conseguido eclipsarla y ha conseguido, por esfuerzo propio, ser reconocida por lo que sencillamente es. 



Isabella Rossellini es una gozada de señora. La hemos disfrutado como modelo de alta costura y publicidad, reportera de televisión, actriz consumada, esto último no sólo en su juventud, sino también en su madurez. No hay más que recordarla en aquella archifamosa película de David Lynch, considera de culto por algunos, Blue Velvet”. Ahora, con el tiempo, podemos disfrutarla como directora de cine.



Por casualidad, cayó en mis manos "GREEN PORNO" una serie de cortos escritos, protagonizados y dirigidos por Isabella Rosellini. Cinco historias de carácter científico, que explican con. un envidiable sentido del humor y una vistosidad grandiosa, los procesos de seducción y reproducción de distintas especies animales, entre ellas: las anchoas, los camarones, las estrellas de mar, las ballenas y los caracoles de jardín. 

Descubrir las orgías que lían los animales marinos y los terrestres también, los cambios de sexo de estos bichos y hacerlo de la mano de Rossellini, no tiene precio. La directora y actriz, sin el mayor pudor que podría parecer que una ex –modelo podría tener para disfrazarse de según qué, se caracteriza de todas y cada una de las especies animales que tienen cabida en la filmación. Un espectáculo a la vista que, junto con su atractiva su voz narradora, hacen de esta grabación un buen material, no sólo didáctico, sino de entretenimiento para todos los públicos. 


Debo decir que para la realización de este trabajo Rossellini colaboró con el fotógrafo y cineasta Jody Shapiro, por lo que el éxito, creo,  es imputable a ambos por igual

Sin embargo, pese a que en esta película no tiene intervención alguna, debemos agradecer a Robert Redford, que animara y consiguiera convencer a Rossellini para que dirigiera películas y cortos sobre la naturaleza y el medio ambiente que actualmente son un referente en la cultura audiovisual en esta materia.

No me consta que exista el DVD en español, sólo lo conozco en versión inglesa. La única manera de hacerse con él, hasta hace algún tiempo era adquiriéndolo por internet, pero si uno no puede o no quiere gastarse unos euros o dólares en su compra, cabe la posibilidad de disfrutarlos en la web de Sundance Channel.

No duden en echarle un vistazo, les garantizo un rato la mar de entretenido y el conocimiento de una faceta más de la estupenda Isabella Rossellini. Que lo disfruten.



domingo, 9 de febrero de 2014

PASOS PERDIDOS


"La vida no merece que uno se preocupe tanto."

El pasado es un planeta imaginario al que escapar cuando el presente se vuelve taciturno. Un viaje engañoso para el que no se necesita billete. Guardas en la memoria infinitos retazos de una vida vivida, de una vida inventada, de lugares que has modificado hasta dejarlos escenarios inexistentes. Personas que dejaron de existir, que ni siquiera recuerdas en realidad, que olvidaste y reaparecen cuando buscas motivos para pensar que algo tuvo, tiene, sentido. Por eso las inventas a tu medida, cada día un poco. Les concedes una vida de la que dudas, pero la acepta, porque es tuya, aunque nazcan del recuerdo manipulado que te hace el presente cómodo, llevadero y en el que te encuentras anclado al socaire de tormentas feroces y calma chicha.

Tus sueños, tus deseos, puede que también fueran los míos. Pero el paso del tiempo los ha enterrados bajo la nube de polvo. Un mal año, un mal día, quizás. Todo pareció cambiar para terminar por no cambiar nada. Y te preguntas en qué momento despareció la expectación por el futuro.

La melancolía es una enfermedad que adelanta la vejez volviéndonos difusos.  Una negativa interior a aceptar que nada fue como esperabas y por eso juegas con un pasado, al que vuelves para jugar y recrearlo como quieras aunque dentro de ti sabes que aquel fulano es sólo un universo paranoico de tu memoria, que aquella habitación, prolongación de un paraíso para dos, estaba tan desierta como lo sigue estando ahora. Y llega la cochambre, la desidia y miles de caras que pueblan tus recuerdos. Idas y venidas que ni siquiera sabes a hacia dónde se dirigen y te dejan vacío

Pero el vacío se hace necesario, imprescindible, para poder husmear, para  poder escuchar de nuevo hasta convertirnos en ancianos obstinados con pasados invisibles que sólo nosotros vemos.



miércoles, 5 de febrero de 2014

¡QUÉ ALEGRÍA! ¡QUÉ ALBOROTO!


Tengo una azarosa alegría que se me enturbia con cierta inquietud. Me explicaré, hace un par de días, tres a lo sumo, se hizo público que el Rey ha decidido atribuir a la Reina y a la Princesa de Asturias un sueldo a cada una de ellas por el trabajo que desarrollan para la Corona. Por lo visto y hasta la fecha, los ingresos directos de tan majestuosas damas por el servicio prestado a este país (según la reina) o trabajo público (según Doña Letizia), eran menos que cero y por tanto, desde un punto de vista económico, al menos formalmente, dependían de los monederos de sus augustos esposos.

Si tengo que ser sincera, y con independencia de la particular opinión que tengo sobre la anacrónica institución que es la monarquía en los tiempos que corren, lo que es cierto es que, lo mucho o poco que ambas señoras hagan representando a este país merece tanta retribución como la representación que del mismo Estado realice el Rey o el Príncipe de Asturias, en su caso.

De ahí que me alegre de que finalmente se les reconozca el derecho a percibir un salario por el trabajo que sea que hagan. Y digo que me alegra porque esta cuestión  tan absolutamente discriminatoria dentro de la Casa del Rey no es nada absurda, sino que tiene un calado mucho más importante de lo que parece. Hasta la fecha, la discriminación “laboral” y retributiva de las féminas de la Casa Real es un hecho consumado, baste ver como una primogénita real queda relegada en la sucesión por su condición femenina. A esta flagrante y discriminatoria postura se suma, la que ahora se manifiesta, que ni la Reina ni la Princesa de Asturias (sucesora de la institución si no se va al garete antes de que llegue su momento), a igual trabajo o similar que el Rey o el Príncipe de Asturias, no hayan contado,hasta ahora, con ninguna asignación económica directa por el “trabajo desarrollado”.   

En realidad, el papel de la mujer en la Monarquía, en la nuestra (y me refiero a la de los últimos tiempos) es de verdaderas segundonas, mujeres florero que lucen y poco más. Papel que se ha venido consolidando con el tiempo a fuerza de relegarlas a los actos benéficos, artísticos,  y similares; y, lo más gordo, a negarles el pan y la sal.

Pero este país es así, y al anacronismo de la institución debemos sumarles el inconstitucional mantenimiento de las rémoras de una Ley Sálica ("Nulla portio hæreditatis de terra salica mullieri venial, sed ad virilem sexum tota hæredita"), que a fecha de hoy es absolutamente inaceptable por el atentado que supone al derecho de igualdad entre el hombre y la mujer en el acceso a la titularidad de la Corona

Aun así, a pesar de mi alegría contenida, mi zozobra no es menor, mi inquietud esa que empaña mi agrado y gusto, está en la cuestión impositiva. Y es que ya puestos, y por una cuestión de igualdad, no sólo entre hombres y mujeres (como la que predicaba en las anteriores líneas), sino con la de la totalidad de ciudadanos, espero que ambas damas, la Reina y la Princesa, puesto que en este ejercicio fiscal van a recibir sus correspondientes salario, es decir, sus propios rendimientos por el trabajo, tengan a bien pagar sus cuotas a la seguridad social, se les practiquen las correspondientes retenciones y paguen, como todo español de bien y con ingresos, lo que les corresponda en la próxima declaración del impuesto sobre la renta de las personas físicas. Eso sí que me haría verdaderamente feliz mientras espero la desaparición de la institución de la Corona.





martes, 4 de febrero de 2014

AMOR SACRO-AMOR PROFANO


Se sentó en los escalones aunque su aspecto y su edad no acompañaran a un gesto así. Era noviembre y el frío intenso. Miró el reloj. Había llegado pronto. A los veinte minutos que faltaban para la hora acordada, tendría que añadirle otros tantos por el retraso con el que estaba seguro que llegaría.

Había cruzado la ciudad pensando en los más de veinte años transcurridos desde la última vez que se vieron. Parecía que nada había cambiado. En la plaza, las mismas terrazas, al fondo el puente. Desde ahí podía ver la puerta de la galería
¿Existió 1986? La pregunta no necesitaba respuesta, sabía que existió, por eso estaba allí. Las primeras gotas de lluvia tapizaron el suelo, como entonces. Caminó con las manos en los bolsillos, el cuello encogido y cruzó la calle para sentarse a resguardo. Esperar a veces no tiene sentido, pero otras, cobra todo el del mundo, y dos minutos pueden transformarse en una vida entera. Ocupó una mesa dejando la puerta a su espalda, enfrente, un enorme ventanal desde el que veía con claridad las escaleras. 
Desde que el mundo es mundo, la simbología existe. No se le hizo extraño ver a aquella mujer que se apostaba en el primer escalón de aquella larga escalera. Un gorro de lana rojo, un abrigo oscuro, y las brazos apretados contra el pecho mirando a un lado y al otro de la calle. Sonrió pensando en que la imagen le era familiar. Los años se diluían esperando, tras una taza de café y el vaho tibio de un aliento que se quiebra. También él esperó a una mujer de gorro rojo. 

No oyó la puerta, ni siquiera cuando se le acercó. Sólo escuchó que alguien preguntaba si por ahí pasó 1986 y sentía una mano sobre su espalda. Los dos revivían en un cuadro de Tiziano y en un libro de Platón.