domingo, 29 de julio de 2018

BRIGHT IT ON HOME


El tiempo se puede medir, regular, imponer, pero aún así sigue teniendo un halo de misterio. Por más controlado que esté todo, el tiempo siempre es una incertidumbre de fondo.
Orhan Pamuk







La manera más extraña de convertirse en un  casi desconocido para el otro es convivir el mayor tiempo posible arrastrado por la rutina. Al principio parece lo contrario, conoces a la perfección si la comida le gusta salada, si prefiere no hablar cuando se levanta, secarse con toallas sin suavizante, tener sexo al amanecer, reconocer cuando pasa algo porque el silencio se va espesando desde la mañana hasta la noche. Pero mientras todo eso va pasando y vas almacenando datos que permiten la supervivencia de la pareja, algunas cosas se van olvidando porque quedan para otro día que al final nunca llega, porque lo nutricio va ganando paso a lo existencial. Y un día, te levantas con el aliento pesado y al mirar al otro lado de cama reconoces a esa persona con quien la compartes, porque la cáscara que la envuelve es la misma con la que se acostó unas horas antes. Pero tras esa primera imágen, te sorprendes intentado adivinar en qué habrá soñado o si no lo habrá hecho. Los cambios van sucediéndose y no pasa un minuto en que no se produzca una pequeña mutación en tu universo que pasará desapercibida a los ojos de otros, incluso para aquella persona con quien desde hace años compartes obligaciones, cuentas bancarias y una extraña corriente que se mantiene pese a todo. Algo te obliga a rebuscar bajo tanta obligación, tantas decepciones y carreras apresuradas para encontrar entre tanto derrumbe la llave que abre paso a la siguiente fase del camino con el convencimiento de que eso es lo que quieres.











domingo, 22 de julio de 2018

LA CÁSCARA


Como no pudo acabar la frase, al ser interrumpido por el cura, 
ninguno de los presentes supo jamás lo que quería decir.

La puerta de los infiernos - Laurent Gaudé





Quedaron en la terraza de un hotel del centro, tenían cosas que contarse, cosas de esas que van pasando en la vida y que se capean como buenamente se pueden ir capeando. La última vez que se vieron habían cruzado la frontera de la juventud para entrar en la edad madura. En el haber del último año y medio traían un cáncer, dos divorcios y un novio famoso. Todo eso dividido entre cuatro, sumado a la gestión del día a día, no era poco. Lo mejor, como casi siempre, el novio famoso que acabó siendo un ex marido en el tiempo récord que se da entre el desfase de lo novedoso y la constatación de que los cuernos eran la esencia de aquel tipo obsesionado por ocultar una tendencia homosexual solo revelada al encontrarlo encamado con su entrenador personal. Un manojo de tópicos que ahora, seis meses después, provocó una sonora carcajada. No fue nada original, un fin de semana que ella tenía que viajar a Bilbao, un vuelo cancelado a última hora de la tarde, una entrada inesperada en casa, unas risas ahogadas y un revoltijo de piernas y brazos en su cama. Poco más. Hizo las maletas y en dos días volvía a estar en su apartamento de soltera, con el corazón como unas bragas rotas y la autoestima embadurnada en crema antiarrugas. ¿Qué se puede hacer frente a una situación así? Más bien poco. Como consuelo el pago durante un par de años de una renta de una cantidad de tres ceros para que ni una sola palabra saliera de su boca. No es que pensara hacerlo pero, puestos a tener que llevarse el corazón partido, al menos que fuera con algo en el bolsillo. No porque lo necesitara, ni que a él le supusiera un gran esfuerzo, pero fue una especie de compensación por el disgusto causado y una boca cosida a base de euros. Aquella tarde ella pagaría las copas a costa de aquel maricón que le había roto el corazón. Sus amigas, al unísono, afirmaron con la cabeza y entrechocaron sus vasos brindando por la eterna mezquindad mientras se ponían al día. 
El camarero se acercó con una segunda ronda. Una de ellas se revolvió sobre si misma y puso sobre la mesa lo que quería que hicieran cuando el bicho que la carcomía por dentro decidirá darle la boleta para el más allá. Los médicos creían que podía ser más pronto que tarde, aunque ella no lo tenía claro a la vista de que su cuerpo seguía funcionando y en aquel preciso instante, el tipo de la bandeja, le había humedecido la entrepierna. Pero aun así, si eran sus amigas, eran ellas quienes tendrían que fajarse con todo el lío que suponía morirse un poco y encima antes de hora. No quería dejar para última hora lo que podía ser algo inevitable a corto plazo. Se recostó y les expuso un plan perfecto. Incineración y cenizas en los jardines de Sabatini, unas copas en aquella tasca de los Austrias y punto final. Sería entonces cuando tendrían que demostrar su valentía y camaradería abonando los jardines más preciosos de Madrid. Eso era lo que quería. Les arrancó la promesa entre tragos y cigarrillos de vapor. 
Continuaron durante un par de horas más, ordenaron y desordenaron el mundo, sus vidas y sus expectativas de futuro, contándose historias que nunca sabrían si eran verdad o  si solo eran el producto de la necesidad de esconder la tristeza que las ahogaba por dentro, mientras de fondo escuchaban la risa de la gente que ocupaba las mesas más cercanas.  




domingo, 15 de julio de 2018

EN LA CIMA


¡Qué inasible es la vida!
Solo revela sus rasgos en el recuerdo de la inexistencia.
Adam Zagajewski






Cuando empezamos a caminar, se colocó en la cabeza de la pequeña expedición que formábamos entre los seis. Me había instalado justo detrás de aquel tipo desconocido, nada más empezar el camino. La mochila me pesaba demasiado, pero no dije nada. Tenía miedo, pero mirar como sus brazos se movían con el vaivén que marcaban sus pies me tranquilizaba. Imaginé como aquellos brazos, en un momento de peligro, se podrían desprender de su cuerpo y me sostenerme en la caída infinita que amagaban los precipicios que íbamos bordeando. Maldecí el momento en que decidí unirme a aquella aventura, pero ahora ya era tarde, estaba allí y tenía que conseguir llegar al final sin morirme de terror. Cada paso más era un paso menos, cada temblor pasado era una batalla ganada. Avanzamos poco o poco y el silencio, roto por mi propia respiración atropellada, no conseguía calmarme. No mires abajo, me dijo. Entorné los ojos y miré su espalda porque  en en aquel momento, en aquel lugar, solo quería ver su espalda, sus brazos y acabar el día sin terminar en el fondo de un acantilado. Seguimos durante unas cuantas de horas y llegamos a la cima. Me encontraba exhausta. El tacto de su mano sobre mi hombro, quemado por el sol, me devolvió algo de vida. Quedaba un mundo por descender y en mí apenas quedaban fuerzas. La línea del horizonte, marcando el límite entre la vida y la muerte, invitaba a cerrar los ojos y dejarse llevar. Pero allí arriba no podía abandonar la infinidad de cosas que aún me quedaban por hacer. Me coloqué de nuevo la mochila y empezamos a descender. Con un suspiro atrapé las primeras gotas de lluvia.




domingo, 8 de julio de 2018

COLEMAN



El viento te hace libre. Los vientos y el sol te hacen grande. Entonces se terminó y Laski volvió a estar solo avanzando entre baches por la vieja carretera de curvas que cruzaba el bosque.

-El nadador en el mar secreto- William Kotzwinkle






No me lo puedo creer, cómo es posible que a esta hora llame alguien por teléfono, digo sin esperar respuesta. Son las once y media y ya hace un par de horas que los niños duermen. Se levanta con una rapidez que le desconozco y desparece mientras coge la cajetilla de cigarrillos que hay sobre la mesa del comedor.  El “cosas de trabajo” suena ya como una mala excusa que, por repetida, espera ser creída.  Cierra la puerta del balcón y apenas escucho el rumor de su voz apagada. Empiezo a contar porque sé que cuando llegue a cien habrá colgado, vuelto a entrar en casa y se sentará a mirar el televisor como si esa llamada no se hubiera producido nunca. Me voy al cuarto de baño, necesito refrescarme un poco y que la rabia que me recorre el cuerpo no se note demasiado. Son las once y media pasadas y alguien a quien ni siquiera soy capaz de ponerle cara me está jodiendo la vida. Extiendo un poco de crema hidratante sobre el escote y  en el espejo encuentro esas arrugas en la comisura de los labios que ayer no existían. Vuelvo al comedor y allí ya no queda un alma, el televisor continua encendido, la cajetilla de tabaco sobre la mesa y el aire tan cargado que necesitarías media vida de entusiasmo para que volviera a ser respirable.  Abro el frigorífico buscando la última cerveza fría mientras pienso que el que venga detrás arree, como si fuera a venir alguien. Bajo la paz aparente las sospechas lo corroen todo. Mi reserva absoluta es quizá una cuestión de vanidad, lo mismo que el silencio con el que cubro cualquier resquicio de duda y que ahoga el ronquido que llega del dormitorio. No tengo ningún motivo para pensar que algo vaya a cambiar. Bebo el último trago y enciendo el último cigarrillo.








lunes, 2 de julio de 2018

A TU SALUD



No tiene casa en la que alojar un huésped:

una cama fría sólo en la que todos descansan,
en la que soles pálidos anidan, y montañas perdidas.


Rudyard Kipling





Hace unos días mi madre ingresó de urgencias en un hospital de la sanidad pública. Lo tremendo de estas situaciones solo se compensa con el buen hacer de la gente que atiende a los que llegan enfermos y a los que nos mantenemos aterrados ante la incertidumbre. Los sustos acortan la vida, estoy segura de ello, pero cuando se encuentra presente la comprensión y el buen hacer de los que, por necesidad tuya y obligación suya, pasan a comandar tu vida, todo se vuelve un tanto más amable. Debemos saber dar las gracias, reconocer la valía de los que, con contraprestación o sin ella, nos hacen la vida más fácil porque la vida son cuatro días contados con pasado mañana y agradecerle el lado amable no cuesta tanto.