lunes, 22 de agosto de 2016

CORCHO



Cuanto más te disfraces más te parecerás a ti mismo.
José Saramago



Sigo con un corcho en la cabeza. Los conductos de entrada al cerebro siguen despejados, pero los de salida continúan obstruidos por esa masa porosa que impide que nada se escape. Entran cosas, imágenes preciosas de un mundo que me es lejano y descubro que me gusta más de lo que pensé; pero salir, sale poco. Debe ser por eso que cada día me despierto pronto, con un hambre feroz, y desayuno despacio, tranquila, respirando el aire fresco que ahora entra por el resquicio de la ventana a medio abrir. ¿Qué se puede fraguar en una cabeza que ha dejado de pensar? Seguramente nada o quizá, aunque parezca extraño, ese encantamiento por la nada sea el que permite contemplar las cosas de una manera mucho más limpia y sin afectación.
Debe existir una explicación casi matemática a la rara habilidad de ver y gozar; ver y aprehender; ver y arrinconar. Todo entra y nada sale y las primitivas sensaciones del hambre, el frío, el sueño se templan ante la ausencia de pasiones tristes. 
Posiblemente todo sea un espejismo y ahora corresponda vivir tocando madera para conjurar los buenos augurios a reservar para el invierno. Porque la guerra es la guerra y porque, querido John, el corcho aísla, pero solo un poco. 

Grace.


miércoles, 10 de agosto de 2016

EN DISPOSICIÓN


¡Pero si ya sabemos que cuando mere alguien las cosas 
continúan existiendo, encantadoras e indiferentes...!
Dietario Voluble






Siempre llega un momento en el que uno tiene la necesidad de desaparecer y devorar, con la glotonería del hambriento, el tiempo que se le pone a su entera disposición. El verano es un buen momento para eso. Todos pasamos por la necesidad de desconectar, de permitirse unas cuantas horas de gloria y de reencontrarnos, entre caña y caña, con lo que en nuestro imaginario quisimos ser. El verano viste un velo que dulcifica las cosas y que permite creer que casi todo aún es posible.  Así que llegado agosto escapamos como podemos y pasamos a vivir en una especie de espejismo del que sabemos que tiene un final más que cierto. Pero nos conformamos porque somos del genero facilón y de engañarnos solo un poco. Aparcado el despertador, dejamos durmiendo el sueño de los justos las obligaciones que nos mortifican durante el resto del año. Deseamos que el tiempo muerto, con sus horas flojas, haga su trabajo, que nos relaje la vida aun sabiendo que al final, ese mismo tiempo regalado,  nos devolverá a todos,  incluido al canario que metimos a empellones en el maletero del coche, a la casilla de salida para volver a empezar. 
Es hora de descuidar lo de fuera a base de sandalias y melenas despeinadas, y quizá lo de dentro también, ya dispondremos de meses suficientes para recomponernos. Los paréntesis son paréntesis y el invierno siempre vuelve. 



lunes, 8 de agosto de 2016

FERRAGOSTO

El arroz calentado está siempre mejor que el recién hecho.
La gran belleza




Al cerrar los ojos la realidad se perdió de vista. Pero aun en mitad de esa ceguera provocada, fría y lejana, le vio esconderse entre la gente, caminando hacia atrás, esbozando una sonrisa un tanto exagerada. Ya no hay nada que hacer, pensó. Todo pasa a ser relativo para que cada uno construya su vida a su manera. El mundo vuelto del revés queda oculto tras los párpados apretados. 
Le imaginó rebuscando en los bolsillos, un gesto aprehendido por mil veces repetidos entre el tintineo de monedas menudas; pero ya no hay cajetilla, ni encendedor, ni la libre elección de matarse como cada uno quiera. La necesidad oculta el deseo y las ganas de vivir de otro modo para morirse cuando a uno le de la gana y no cuando el destino se lo mande. 
Cuatro juncos se mecen tras las dunas. Su boca, esbozada en el silencio, ya no sabe igual y correrse entre sus piernas es solo una lacónica extravagancia.



jueves, 4 de agosto de 2016

SOPLA



- Ginger dijo que tuviste un colapso nervioso. 
- Ella tiende a ser muy dramática. 
- Dijo que estabas en la calle, hablando sola
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Blue Jasmine





La calma de estos días atrás trae ahora, incorporada, una especie de espesura mental que es difícil de sortear. Hace falta mucho más que un reguero de palabras, de imágenes para que poco a poco y con una concentración estratosférica cuatro ideas vuelvan a recolocarse. El cerebro es una maleta y en la última semana todo se ha ido amontonando dentro sin ordenar, sin doblar. Sigo fondeando en la nada del verano, dejándome llevar por esa nada tan perniciosa a veces y tan sana en muchas otras.  El calor siempre me despista. Cuatro pensamientos  enquistados que, aunque intento remplazar con tesón, la corriente del aire acondicionado los saca a dar una vuelta entre la canícula de esta ciudad que en verano se multiplica por mil. Me acaloro. He vuelto a leer cosas viejas, nunca mías (me avergüenzan demasiado como para hacerlo). El verano es un paréntesis que cede sin rarezas, ni melancolías. Esta tarde, a la caída del sol, me esconderé en un cine.