El arroz calentado está siempre mejor que el recién hecho.
La gran belleza
Al cerrar los ojos la realidad se perdió de vista. Pero aun
en mitad de esa ceguera provocada, fría y lejana, le vio esconderse entre la
gente, caminando hacia atrás, esbozando una sonrisa un tanto exagerada. Ya no
hay nada que hacer, pensó. Todo pasa a ser relativo para que cada uno construya
su vida a su manera. El mundo vuelto del revés queda oculto tras los párpados
apretados.
Le imaginó rebuscando en los bolsillos, un gesto aprehendido por mil veces
repetidos entre el tintineo de monedas menudas; pero ya no hay cajetilla, ni encendedor, ni la libre elección de
matarse como cada uno quiera. La necesidad oculta el deseo y las ganas de vivir
de otro modo para morirse cuando a uno le de la gana y no cuando el destino se lo mande.
Cuatro juncos se mecen tras las dunas. Su boca, esbozada en el silencio, ya no sabe igual y correrse entre sus piernas es solo una lacónica extravagancia.
Cuatro juncos se mecen tras las dunas. Su boca, esbozada en el silencio, ya no sabe igual y correrse entre sus piernas es solo una lacónica extravagancia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario