jueves, 31 de diciembre de 2009

ADIOS 2009


Supongo que en el fondo, y no tan en el fondo, soy muy convencional, por eso ahora mismo, como millones de personas, me encuentro haciendo balance del año que hoy termina. Creo que es la primera vez en mi vida que me lo planteo así, de una manera global. Hasta hace poco tiempo la llegada del final del año no representaba nada en especial, solo el cambio de una cifra por otra. Todo estaba por llegar.

Hoy, plantada en medio de la calle de mi vida, miro atrás y pienso en el camino recorrido. Me asusto. Me doy cuenta que he llegado aquí casi sin darme cuenta. El tiempo siempre me pareció que transcurría despacio, poco a poco, pero no es cierto. Ha pasado tan rápido que ha devorado mi vida y tengo la sensación de que empiezan a haber pocas cosas que estén por llegar.

Sé que no estoy en el mejor momento para hacer balance de nada. Este año he dejado por el camino muchas cosas y sé que en los próximos meses voy a dejar muchísimas más. Es cuestión de ritmos, no de certezas, al menos en este caso. Pero también he tenido grandes sorpresas algunas tan agradables e imprevisibles que bien valdrían para compensar, en parte, la desequilibrada balanza de lo bueno y lo malo que manejo en este año.

Este ha sido un año malo, muy malo. Ahora mismo estoy escribiendo “malo” y me viene a la cabeza las palabras que continuamente alguien, a quien adoro, siempre me repite: “el día que yo hable se te van a caer las plumas. Parece que estás al borde del abismo y en realidad de eso nada”. Pero no es así y él lo sabe, me conoce bien. En realidad, durante los últimos meses, he estado asomada al abismo en más de una ocasión. Abismos íntimos y profundos por los que he transitado y aún transito en busca algo que no soy más que yo misma.

Complicado de explicar, complicado de comprender, porque para eso hay que quedarse en cueros, emocionalmente en pelotas, lo cual cuesta un horror. No es sencillo. Así que no tengo por costumbre vomitar a la cara de nadie mis angustias vitales, no me siento cómoda. Es la introversión. Sin embargo, en este aspecto, puedo decir que he tenido suerte, en este funesto año, en lo que a este aspecto se refiere. He tenido cerca a personas estupendas. Puedo contarlas con los dedos de las manos, y me sobra algún dedo, pero ellos, cada uno de ellos, sabe que les estoy agradecida hasta el tuétano por su incondicional apoyo en algunos casos, por su empatía en otros, por su sabios “no consejos”, por las copas compartidas, por las llamadas intempestivas, por los paquetes de kleenex prestados, y por las risas también. Así que mis besos, que acostumbran a ser escasos, van para ellos, en especial para: 1.- Mi sempiterno ”P”, que tiene la paciencia del Santo Job (años de asistencia remota lo confirman), siempre está disponible, como si se tratara del cuerpo de bomberos (en cualquier momento del día, de la noche, con fuego abrasador o con unas inundaciones del quince). 2.- A las famosas “Pld’s”, cuatro mujeres estupendas que, en ocasiones, sin saber de la misa a la mitad, intuyen que el patio anda revuelto y que me ha suministrado la mejor compañía que una “bipolar” como yo puede encontrar, ya sea para un café, una copa, o un intento de karaoke dentro de un coche con la radio a todo trapo. 3.- Para el Chico listo, que llegó un día de verano y se quedó varado en esta playa (ya tiene prohibido abandonar el barco, pese a que tengamos nuestros más y nuestros menos, es un cabezota), por la empatía, las risas y sus “radiografías” (a veces pienso que vino al mundo con una bola de cristal debajo del brazo). 4.- A “J” que pese a que quiere mostrar mis vergüenzas, es un trozo de pan bendecido y sé que cuento con su total apoyo. 5.- A "R" que pese a vivir la tormenta, la vive en silencio. 6.- A los que a lo largo de este año han respetado mis silencios y ausencias, que han sido muchas.

Finalmente, decir que sé que hay alguien que si lee ésto me querrá demandar por plagio,
porque creerá que le he “chuleado” el texto, pero es que a mí, como a él, también me ha salido de dentro y no iba a dejar de hacerlo. Será porque nos hacemos todos viejos.

Ahora, después de esta pequeña catarsis, vomitada sobre el papel, sólo cabe esperar que esta bruma que me encapota desde hace ya demasiado tiempo (empiezo a cansarme) escampe y deje entrar más luz de la que ha pasando durante estos meses. Así que esperemos que el 2009 se lleve con él toda la mierda que trajo y que el 2010 que llega nos dé un poco de tregua.

FELIZ AÑO NUEVO


miércoles, 30 de diciembre de 2009

IN NOMINE FILII (Fragmento)- Gabriel Ramírez Lozano

"Siendo un crio escuché decir a mi padre que la nausea que llega cuando haces lo que no quieres es tan agria como el nacimiento de un niño. Ahora lo comprendo. Los padres andan con náuseas recientes allá donde van, con la bilis dura en la garganta por no ser ellos, por tener que modelar niños con buenas maneras que siempre son absurdas. Amar es renunciar y, a veces, el precio es tan alto que resulta insoportable. Cuanto más amas, menos tienes. Poseer desde el amor te hace grande por dentro, pequeño por frente a los que no pueden tenerte. Necesito a Claudia, pero no puedo dejar de ser el policía pulcro, metódico y disciplinado que me impuse desde el principio. Ahora sé que camino en la dirección opuesta por un sendero de tierra blanda y pegajosa que terminará dejándome clavado en un punto aún desconocido. La ruta es de color amarillo, tan amarillo como lo fatal. Lo fatal. La existencia que se vacía. Dejar de ser para quererla."


(Porque lo prometido es deuda y yo las mías las pago siempre)


martes, 29 de diciembre de 2009

ANTES DE MORIR PIENSA EN Mí


Se levanta de la cama tambaleándose. Apoya la mano en la pared buscando un punto en el que sostenerse, tiene nublada la vista. Procura caminar poco a poco, casi arrastrando los pies, manteniéndose pegada al suelo en un intento por encontrar la seguridad que ahora no tiene.
Si consigue llegar al baño y refrescarse la cara seguro que podrá controlar la angustia y recobrar el equilibrio perdido. Descansa el peso del cuerpo sobre el marco de la puerta . Dos pasos más y alcanzará el grifo del agua fría. Un poco de agua, un trago de agua y volverá la normalidad. Un chasquido de dedos y el mal sueño en el que se encuentra sumergida, desaparecerá. Se engaña con ello.
Apoya las manos en la loza, está helada, y como si la piel fuera un perfecto hilo conductor, el frio le alcanza el pecho. Se está apagando, ahora ya lo sabe.
Inclina la cabeza cerrando los ojos. Se sujeta fuertemente a la pila, concentrándose en no caer mientras ladea la cabeza, levemente, para ver su último reflejo en el espejo. No quedan más que unos segundos.
Su último pensamiento “él”.


lunes, 28 de diciembre de 2009

BESOS



Te tengo frente mí, me hipnotizan tus labios, no puedo dejar de mirarlos. Me llaman de una manera irresistible y tengo necesidad de hacerlos míos. Urgencia. Cierro los ojos y me inclino sobre ti hasta llegar a tu boca. La quiero mía, aprehenderla y aprenderla. Me recreo en tus labios, dibujándolos con la punta de mi lengua, marcando un perfil perfecto, serpenteando de comisura a comisura. Me entretengo en ellos, los mordisqueo, los beso hasta que venzo la minúscula resistencia con la que juegas y caigo en tu boca. Y es allí donde quiero estar, paseándome en tu humedad, la que me sabe a ti, jugando en un mundo ilimitado del que no quiero salir.


domingo, 27 de diciembre de 2009

CERRANDO CIRCULOS Y LA ESTUPIDEZ HUMANA

Se sientan en el suelo, con las piernas cruzadas, como hacían entonces. Sólo que hoy la facilidad para hacerlo ya no es la misma. Reina un silencio extraño mientras esperan. Siempre llega tarde, pero hoy tenía excusa, retrasar el encuentro lo más posible, no le gusta la decisión que han tomado. Entra en el salón, se sienta junto a los demás, las piernas dobladas en una complicada postura y coloca sobre ellas una bolsa de lona que se cae de puro vieja. La abre y saca con cuidado unos papeles doblados. Los coloca, de forma alineada, uno al lado del otro. Cada uno en su lugar, no es un espacio casual, los va ordenando cronológicamente sin mirar las fechas que en cada una de ellas consta, las sabe de memoria. Los suyos, los tuyos, los nuestros, todos.
Son sólo deseos, propósitos escritos cada 31 de diciembre, durante más de diez años. Esbozos en un trozo de papel, anhelos, planes que tenían que servir de preámbulo al año que llegaba. Sueños que no se cumplieron ni se cumplirán jamás. Los años, la vida y un golpe del destino quebraron cualquier posibilidad. El destino, aquel que compartían, no es más que polvo indefinido, materialmente descompuesto.
Algo hay de verdad en aquello de que uno no desaparece del todo mientras no se le olvida, precisamente por eso, hoy se reúnen una vez más.
Conocen el contenido de cada uno de aquellos papelitos, no les hace falta abrirlos, recuerdan a la perfección lo deseado, lo soñado, el momento en que lo anotaron y lo lejos que queda todo. Reconocen las notas por su textura, por el color parduzco que, con el paso de los años, ha ido adquiriendo cada trozo de cuartilla. Sólo hay una nota que nunca han leído, sólo una. Un extraño pudor lo ha impedido siempre.
Han decidido abrirla hoy. Reunirse de nuevo y poner fin a una costumbre que tenía sentido cuando todos tenían veinte años, cuando se reunían alrededor de una mesa, con dos duros en el bolsillo y hacían cientos de planes para un futuro que tenían que venir. El tiempo ha transcurrido, de aquello sólo quedan las notas y el triste recuerdo de la ausencia del que, año tras año, obligaba a los demás a escribirlas.
Hoy abrirán aquella nota cuyo contenido nadie conoce. El motivo de hacerlo ahora, ninguno en particular, sólo que ha llegado la hora. Y ahí está, sabía que se moría desde hacía mucho y su secreto, guardado en un trozo de papel amarillento durante años. El tiempo es tiempo, no es justo ni injusto, sólo los humanos somos más o menos estúpidos, pero eso sólo lo aprendemos con los años.
Recogen con sumo cuidado las notas, las coloca en el roído bolso. Una pregunta final: ¿Dónde te gustaría que terminara todo?, una respuesta fácil: En el mismo sitio que empezó. Hoy han cerrado un círculo.


sábado, 26 de diciembre de 2009

LA NAVIDAD Y ESAS EXCUSAS MATADORAS

Fijar la residencia en un lugar distinto a áquel en el que lo hace la mayor parte de la familia, supone, cuando llegan estas fechas navideñas, que se prepare un "retorno", como el del anuncio de la televisión, "vuelve a casa, como el turrón, por Navidad".
No seré yo quien diga que eso no está muy bien, pero no está tan bien para aquellos que se ven arrastrados en este traslado, ya sea consorte (bien cuando es con "sorte" y peor cuando se es sin "sorte"), compañero, hijo, amante, padre-madre de hijos comunes. Y es que estos días fuerzan, en muchos casos, un "exilio navideño" que, no es por contradecir a los bien hablantes de la navidad, es bastante molesto, pues no sólo hay que pasar la servidumbre de "celebrar" estas fiestas sino que además hay que hacerlo fuera de casa, sin tener el refugio cerca para salir corriendo.
Y es que las fiestas de Navidad, vaciadas de hecho de cualquier contenido auténticamente religioso (que me perdonen los cristianos, pero ésto se ha laiquizado al máximo y ya son una fiesta social. Todo y que soy de la opinión que, los cristianos creyentes y practicantes, deberían liarse a gorrazos y reivindicar esta fiesta que es la suya y devolverle su verdadero sentido), nos hacen salir de nuestras rutinas, de la cotidianeidad de nuestras vidas para entrar en un laberinto de cenas, comidas, sobremesas y reuniones no siempre deseadas, que suelen provocar, además de más de un dolor de cabeza, un importante dispendio en productos farmaceuticos tales como almax, omeoprazol, sal de frutas, paracetamol, vitamina B y alguna que otra botellita de agua del carmen (producto hartamente consumido por mi abuela cuando entraba en crisis).

A todo ello se le une que es la época de las "EXCUSAS".
Hace un par de días, durante el trancurso de una comida ,de esas de confaternización, un ex- (gracias al cielo, hoy en día es un ex- con buen rollo), confesaba abiertamente que esta época le servía de excusa para reunirse con su familia a la que apenas veía el resto del año (debo añadir que viven todos en la misma ciudad)
Ahí es donde voy a "EXCUSAS PARA REUNIRSE". Yo no necesito excusas para ver a las personas que me apetece ver, no necesito excusas para llamar cuando me apetece hablar con alguien. Veo a quien quiero, si áquel también me quiere ver a mi; hablo con quien quiero, si esa persona también quiere hablar conmigo. Y es que cuando te apetece algo o deseas una cosa, no hacen falta excusas. Soy capaz de recorrer más de 3000 kilómetros para desayunar o comer con mi hermana (que vive en el extranjero), si tengo necesidad de verla; hacerme 2.000 Km para tomarme un café o una copa con un amig@ si se tercia, lo mismo que soy capaz de no andar los 50 metros que separan mi casa de la de álguien a quien la vida me ha llevado a colocarlo en el capazo de lo intrascendente.
Por eso, en mi caso, la Navidad no me sirve como excusa para nada, sino todo lo contrario, se convierte en un castigo. Y es que, si no quiero ser tachada de "sociopata irreconducible," a de "antitodo", debo acomodarme a esta enorme falsedad e hipocresía en que se han convertido las reuniones navideñas (familiares, empresariales, o de lo que sean), para pasar jornadas y veladas que no me interesan lo más mínimo, con algunas personas que no me gustan, que me la traen al pairo o, en el peor de los casos, que incluso detesto.
Así que por todos estos motivos, deseo que estos días pasen lo más rápidamente posible, para poder volver a la normalidad, ver a quien me apetece ver, hablar con quien me interese, dedicarle mis atenciones a quien creo que las merece, abrazar y besar a los que quiero de verdad o me apetece, dejar de hacer el panoli y de ingerir grasas a mansalva.
Pero soy consciente que no todo el mundo piensa como yo, en eso tengo buen talante, y como para gustos hay colores; sólo puedo decir a aquellos que les gusta la Navidad y que les sirve como excusa para reunirse con los suyos y hacer esas cosas que les parecen maravillosas (besar a la suegra, cocinar para un regimiento, tener acidez de estómago durante 6 días seguidos, aguantar a los cuñados que, como dice Cruz, "los carga el diablo", soplar el matasuegras con un gorrito ridículo, y gastar un dineral en estúpidos obsequios que irán a parar al fondo de un armario cualquiera), desearles FELIZ FIESTAS, y que no olviden llevar en el bolsillo un buen antiácido, sólo por si las moscas.

miércoles, 23 de diciembre de 2009

CLICK

Me tumbo en la cama. Siento una pesadez absoluta. Las piernas cuelgan por el empuje de un lastre mortal. Los pies no llegan a tocar el suelo, no se balancean, permanecen quietos, juntos, muertos. Siento un peso imposible de soportar. El desasosiego me obliga a mantener los brazos tendidos a lo largo del cuerpo, formando un todo único totalmente abandonado, con las alertas perdidas. El cansancio acumulado es infinito, lo mismo que la necesidad de parar el tiempo y el estado de incertidumbre que todo lo llena.

Mi cuerpo convertido en una masa que no reacciona a nada. Un tiempo indefinido, una cadencia infinita y sin proporción que provocan, de una forma delirante, la llegada del miedo que no puedo controlar. En mi cabeza una sola pregunta: ¿Quién soy?

Rodeo las piernas con mis brazos, acercándolas al pecho en un intento por conseguir formar, conmigo, una fortaleza infranqueable frente a la angustia que por momentos quiere dominarme por completo.

Me revuelvo, buscando una forma más cómoda, que me permita acompasar la respiración que he perdido. Mientras, con los ojos cerrados, rastreo dentro de mí, intentando encontrar una razón que me permita creer que todo es un sueño del que despertaré en un instante,cuando escuche un simple, "click" . A partir de ese momento, tendré mil razones para seguir viviendo.



martes, 22 de diciembre de 2009

¿ERES FELIZ?


La pregunta es ¿Eres feliz?. Como no la esperaba, me ha cogido a traición y me he quedado con auténtica cara de poker. He intentado balbucear algo. No tengo claro si estaba intentando buscar la respuesta adecuada o, si por el contrario, mi cerebro buscaba, a toda velocidad, una excusa que pareciera sincera, para salir del paso. Después de varios intentos por articular un discurso mínimamente artículado, abriéndo los ojos un poco más de lo normal, finalmente ha desistido con un "déjalo, ni siquiera lo sabes". Se ha levantado y le he visto salir por la puerta.
Lo único que he acertado a pensar en ese momento ha sido "que buenas espaldas tiene", y nada más. Algún neurotransmisor se me ha bloqueado y sólo he podido dar un último sorbo a la copa que hacía más de media hora reposaba en la mesa.

¿Eres feliz? Y así me voy a mi casa, con la pregunta ¿eres feliz?. Mientras intentaba sortear un tráfico infernal, con una lluvia matadora, he tenido la respuesta "no lo sé"

La diferencia entre su "no lo sabes" y mi "no lo sé" está en que yo no sé lo que es la felicidad y por tanto desconozco si lo soy o no. No me vale la definición que encontraría hasta en el wikipedia, porque en este tema hay algo que sí tengo claro, la felicidad es algo subjetivo y relativo. Por el contrario, su "no lo sabes", se sostiene sobre algo bien distinto, el cree que yo sé lo que es la felicidad pero que es mi estado actual, mi desconcierto, mi pasotismo vital, el que me impide ser consciente de lo feliz o infeliz que en realidad soy. Pero el verdadero problema está en que, de verdad, no sé lo que es la felicidad, por tanto no puedo saber si soy feliz. Así que necesito que alguien me diga si la felicidad es algo tangible o intangible, permanente o circunstancial, un estado alientante o un cúmulo de circunstancias a partir de las cuales la felicidad siempre aparece. Y más que nada lo necesito saber porque mañana, a la misma hora, he quedado en el mismo lugar y debería llevar preparada una respuesta convincente, pues no creo que por mucho tiempo pueda soportar ver esa espalda saliendo sin mirar atrás.


CARICATURAS


Desde que llegó se asentó en el extremo del salón, apoyado en un radiador que no ha funcionado nunca. A su espalda, una ventana por la que se cuela un frio intenso. Un cigarrillo en la mano y en la otra un cenicero. Si se trataba de pasar las horas y hacer acto de presencia, nadie podrá decir que no lo ha hecho. Observa con detalle los movimientos que se suceden en aquella sala y cree estar viendo una película a cámara lenta. No forma parte de aquella historia y sin embargo es el artista invitado. Cruza las piernas, con simulada desgana, en un gesto que parece buscar más intentar desquitarse de un peso invisible que recobrar una postura que le dé una aparente seguridad en sí mismo. Rodeado de gente y en realidad tan solo. Hoy es perfectamente consciente de ser una caricatura de quien siempre quiso ser, por eso sólo puede odiarse y el tiempo se le acaba.


lunes, 21 de diciembre de 2009

AMANTES

Acabamos de hablar y tu amor aún resuena en mis oídos. Sólo los amantes se cuchichean sobre el sabor de su sexo.
Hoy te esperaré donde siempre, ya lo sabes. Sin verte llegar sabré que te aproximas, mi cuerpo lo siente, y no es necesario que te vea para saber que hoy volveremos a perdernos.
Esta habitación se ha convertido en nuestro mundo. Cuatro paredes para conformar el espacio que nos sustenta. Una vida compuesta de escasos momentos que se diluyen tras permanecer uno dentro del otro. Apenas hay palabras, sólo murmullos, olores y caricias. Una vida tan fugaz que desaparece, dejándo un rastro insuficiente, cuando cruzamos el umbral de la puerta.

TAN POQUITA COSA -BIENVENIDO A CASA, JOSÉ-


Tiene prisa por salir en la semana más fría del año. No debería estar aquí, no era su hora, debería permanecer durante dos meses más a cobijo en el vientre de su madre, el hogar más confortable que jamás encontrará. Pero ha decidido imponerse al tiempo, a las inclemencias del mundo y presentarse inesperadamente para que, este año, las navidades de sus padres sean ya completamente distintas. Ha nacido con siete meses, toda una urgencia por llegar. Hoy ya está en su casa, con sus papás. Ha dormido plácidamente en su cuna, en la que fácilmente podría perderse, mientras su madre, su padre y la que escribe esto, le contemplaban sin acabar de creer que ya esté aquí. Y sí, tiene siete meses de gestación y cinco días de vida, es todo un campeón.

Hoy ha sido día muy especial. José por fin está en su casa y yo, como tía de adopción (conozco a su madre desde hace más de dos décadas y ya no me quita nadie el puesto), quiero desearle muchas cosas, entre otras todas aquellas que nada tienen que ver con lo material, pues eso cualquiera lo puede conseguir. Sólo quiero que la vida le sea amable, que no le falten las risas, que aprenda a pensar por si mismo, que tenga capacidad de crítica, que aprenda a escuchar, que no tenga miedo a los cambios, que se deje querer y ame con toda la pasión de la que sea capaz. Que no tenga miedo a las tempestades, ni a reconocer debilidades. Que no sufra por tener que girar a medio camino, que no se duela de las caídas de la vida y que se levante con firmeza cada vez que tropiece. Que sea lo más auténtico posible porque en la autenticidad está la verdadera distinción. Pero sobre todo, lo que más le deseo es que sea feliz y nos ayude a los demás a serlo un poco más como lo ha hecho viniendo al mundo.

Bienvenido a casa José.


domingo, 20 de diciembre de 2009

EL HILO ROJO Y COMO DECÍAMOS AYER

 
“Un hilo rojo invisible conecta a aquellos que están destinados a encontrarse,
 sin importar tiempo, lugar o circunstancias. 
El hilo se puede estirar o contraer, pero nunca romper”.



Existe una leyenda anónima de origen chino que dice que, entre dos personas que están destinadas a tener un lazo afectivo, existe un hilo rojo que las une, que viene con ellas desde su nacimiento. El hilo existe independientemente del momento de sus vidas en el que las personas vayan a conocerse. No se puede romper en ningún caso, aunque a veces pueda estar más o menos tenso. Ese hilo invisible es siempre una muestra del vínculo que existe entre ellas.

Aún así, hay que diferenciar estas “conexiones” a través del invisible “hilo rojo” de lo que son afinidades en un momento dado, de los enamoramientos locos, del “buen rollismo” o de lo que sea que en un momento concreto convierte a alguien en especial. Y es así porque estas conexiones están por encima de eso, sin perjuicio de que puedan, o no, superponerse y llegar a confundirse.

La existencia del famoso “hilo rojo” se mantiene pese al transcurso del tiempo y a las putadas de la vida, y nos concede la gran satisfacción de que cuando te reencuentras (porque el hilo estaba tirando), puedas repetir aquella famosa frase de Fray Luis de León “Como decíamos ayer” y sentirte de nuevo como en casa. 

Siempre he creído que existen los lazos especiales que nos unen a determinadas personas, pero no fue hasta que tuve conocimiento de esta famosa leyenda que pude visualizar lo que durante años (creo que desde que era muy pequeña) he creído a pies juntillas. Y lo creo porqué así lo he sentido.

Con los años vividos, que empiezan a ser unos cuantos, he constatado que estos lazos, pase lo que pase, para mejor o para peor, mantienen las conexiones a través del tiempo y las circunstancias. Sin embargo, no todos estos engarces son positivos. Lo afectivo no siempre es delicioso. Así que, en ocasiones, quisiéramos romper, cortar, arrancar el maldito lazo porque nos incomoda, nos molesta o nos duele, pero eso no es posible. Estamos unidos por un fino cordón que tiene la consistencia de un sedal casi imposible de romper. Sólo casi imposible, porque finalmente se romperá  en el momento en que nos despedimos de este mundo y pasemos a ser polvo.

Aún así, lo cierto es que, en mi caso, puedo afirmar que, pese a tener mejor o peores momentos con las personas  a las que sé estoy unida, en mi balance, casi todas se sitúan en la columna de las ganancias. Sólo espero que ellos puedan decir lo mismo, aunque en muchos momentos quisieran coger la tijera, también invisible, y poner fin a “eso” que nos arrastra por el mundo. Pero como digo, no es posible. Sólo podemos esperar a convertirnos en polvo para que “eso” desaparezca y, a veces, ni tan sólo así.
  

sábado, 19 de diciembre de 2009

ELLA Y LA NAVIDAD

Tiene la capacidad de hacerme sonreír y de arrancarme de casa aunque esté atascada en mil batallas. Así que hoy recibo una llamada al móvil cuando andaba en pleno trance, bajando a los infiernos, y me reclama para que pase por su casa, la coja de la mano y la lleve a ver los portales de Belén que tanto le gustan. Me abrigo a lo esquimal y me voy a recogerla. En veinte minutos la tengo agarrada a mi mano, de la que sé no se soltará durante las siguientes dos horas. Ella es así.

Tengo flojera por esta niña. Es mi ahijada, a nada sé decirle que no. Hoy quería ver camellos. Dice que los que ha puesto en el belén, junto con las ovejas, los pastores, un cochecito de bomberos de su hermano, un muñecote de Winnie de Pooh más viejo que ella, el castillo de hadas de playmovil por portal; no le gustan, son feos. Tras una tabarra fenomenal, ha conseguido que sus padres le marcaran mi teléfono. Es una fenómeno.

Lo de los camellos es una excusa. En realidad es una excusa que repite habitualmente, hoy camellos, otro día las cintas del pelo, otro los dibujos que quiere que le pinte o el cuento que le expliqué hace algunos días. Sé que lo que quiere es que la baje a la feria de Santa LLucia y que le explique, por cuarentava vez, como nació el niño Jesús y después la lleve a merendar a la calle Petritxol, donde sin ningún cuidado se comerá un inmenso chocolate con churros, llenándose la cara de churretones que a mí, por no ser su madre, harán que me muera de la risa.

Y yo, que siento debilidad por ella desde que nació, porque es una niña la mar de inteligente, de simpática y cariñosa, porque le ha ganado la partida a la vida en más de una ocasión, porque consigue que la vida sea más amable, me la llevo donde quiera, aunque tenga que recorrer la feria cuarenta veces arribar y abajo, escuchar los villancicos por vía estereofónica y después justificar antes sus padres que no va a cenar pero que dormirá como un lirón. Ratos como los de hoy valen la pena, pese a la profunda melancolía en la que a mí, por muy distintos motivos, me sume la Navidad.



viernes, 18 de diciembre de 2009

HOY SÓLO ESCRIBO: TE EXTRAÑO


Paso el dedo por el cristal llevándome el rastro de tu último aliento.

Con el frío de la tarde y el vaho en la ventana, jugamos a escribir los últimos deseos (tú, yo, hoy). Pero es tan frágil la consistencia de un aliento que el calor del índice ha diluido cualquier atisbo de realidad y permanencia. Hoy, sólo escribo "te extraño"


Ray LaMontagne - Until the sun turns black

miércoles, 16 de diciembre de 2009

QUE NO, QUE NO SON SÓLO LA SUSTANCIAS QUÍMICAS



Pienso en la química. Últimamente es recurrente la palabra “química”. Todo es culpa o gracias a la “química”, a la combinación de sustancias con nombres extraños que yo no llego a comprender. No lo entiendo y no me interesa. En estos temas prefiero vivir en una total ignorancia y pensar que las cosas que siento, las emociones que me llenan, las cosas que pienso, no son producto del combinado que se fragua en mi coctelera cerebral, sino de algo más elaborado y mucho más alejado de lo racional que la mixtura de extrañas materias. Prefiero pensar en la magia, en lo inexplicable de algunas coincidencias, en las empatías, en las filias, en las fobias y en la descarga eléctrica que sentimos, para bien o para mal, en determinadas ocasiones.

Contra el argumento de la “química”, como motor del todo que un querido amigo me blandía ayer, sólo puedo esgrimir la eterna pregunta: pero ¿qué fue lo primero, el huevo o la gallina?, ¿Es la química la que provoca determinadas emociones, pensamientos, reacciones, etc.?, o por el contrario, ¿son precisamente todas esas cosas las que generan el movimiento de las sustancias químicas? Ahí nos quedamos, y decidimos firmar un empate técnico, el mío en base a que no tenía razonado lo que en ese momento decía, y el suyo porque lo defendía a través de teléfono móvil y prefería hacerlo frente a una taza de café. En eso es un tramposo, sabe que en las distancias cortas me puede ganar por goleada, tiene un discurso inagotable.
Pero hoy, he seguido dándole vueltas a lo mismo: la maldita química. Y sigue sin gustarme nada el pensar que son esas sustancias las que nos gobiernan, las que mueven el mundo porque si es así, por simple compensación de sustancias, podríamos terminar con nuestra forma de ser, de pensar, con nuestros sentimientos, nuestras emociones y, que yo sepa, eso no pasa, con mezclitas indeseadas. Porque los sentimientos, los pensamientos, las emociones, cuando uno no está enfermo o no son producto de algún “taramiento mental” transitorio, no desaparecen a golpe de “pastillazos”. Si así fuera, sería muy sencillo, bastaría con irse al médico o al farmacéutico y contarle que uno se muere de amor, o de tristeza o de euforia, o de asco y el diagnostico sería fácil: Descompensación de la “hormona gelita” y segregación en exceso de testosterona, o de dopamina, o de oxitocina o cualquiera de esas cosas que se ha ido al garete, y el tratamiento a prescribir, sabido de antemano: ingesta de unas dosis de pastillas rositas, verdes y violetas, a razón de 1-0-2. 
Pero para mí que las cosas no son así, o tal vez sí, pero a mí no me interesa. Prefiero vivir en la ignorancia y en la estúpida creencia de que los humanos somos individualmente especiales y que además de la química, la física o lo que sea, tenemos un “cuadro de mandos” interior, invisible, único, un código emocional concreto grabado como si de nuestro ADN se tratara, que nos hace sentir, pensar, emocionarnos de una particular manera a cada uno, algo absolutamente inexplicable para la química que a fin de cuentas todos tenemos dentro, incluso los bichos más raros.



martes, 15 de diciembre de 2009

PARALELISMOS-NO SIN MI BOLSO

Un bolso puede ser muchas cosas, desde un simple complemento de moda sin trascendencia alguna, a un símbolo distintivo que caracteriza a quien lo lleva. 
Si das una vuelta por el centro de la “city”, a fuerza de observar a las mujeres y sus bolsos, puedes llegar a conclusiones extraordinarias sobre el uso y disfrute de esos "portatodo" que llevamos. 
Hace unos días, unos amigos y la que suscribe se sentaron en una terraza (de esas que tienen estufas en forma de hongo gigante), en plena Rambla de Catalunya para tomar unas copitas y disfrutar del calor del butano. Una que anda un poco dispersa y las historias contadas eran harto conocidas, desconectó y se dedicó a observar concienzudamente al personal que por allí paseaba y los bolsos que portaban. Fue una experiencia curiosa. Después de ver cientos de ellos, llegué a varias conclusiones. 

Quien conozca Barcelona, sabe que esta calle, y sus aledaños, es el centro neurálgicos de las “compras” en esta ciudad. El “glamour”, la distinción y el buen gusto concentrado en escasos kilómetros. Todos guapos, bronceados pese a los 3 grados de temperatura, los bodies fitneados, las mechas perfectas, las gafas de sol por doquier y los bolsos, los encantadores bolsos, portados por cientos de encarnaciones de “Barbie Super Star”. Unos colgados, otros cruzados y los menos asidos como preciados tesoros. Pero, como las propia mechas que lucían las transmutadas valkirias de esta ciudad, esos bolsos (enormes algunos, diminutos otros) eran, mayoritariamente, más falsos que un duro sevillano. 
Los “chinos” han hecho mucho daño al buen gusto. Los zambos que pueblan el Paseo de Gracia, cargados de falsos “Louis Putton” o estrafalarios “Parda”, han convertido esta ciudad en el escaparate de la falsificación y del gusto fatal.

Pero volviendo al tema que nos ocupa, siempre he pensado que los bolsos y lo que en ellos se contienen, cuentan mucho de quien los lleva. Las falsificaciones compradas en cualquier avenida de nuestras ciudades, sólo los llevan las pretenciosas venidas a menos. ¿Qué necesidad hay de lucir un bolso que es más falso que los ojos de Espinete, por el simple hecho de llevar impreso un feo logotipo o anagrama, y más cuando todo “quisqui” sabe que un bolso de esa marca no se lo podría costear su portadora ni que vendiera su alma al diablo? Yo eso no lo entiendo. Mejor bueno desconocido que malo falsamente conocido, pero en fin, para mal gusto hay colores. 
Después tenemos los tamaños. Los bolsos diminutos, esos en los que sólo cabe una tarjeta de crédito y una cajetilla de tabaco, son estupendos. Porque son lo que sólo pueden lucir las más ociosas y las más pastosas. Porque, ¿Quién puede ir a trabajar sin llevar un arsenal de cosas en un bolso? Estos, normalmente estupendos, suelen tener un precio inversamente proporcional a su tamaño, cuanto más pequeño más caro. Sus portadoras suelen tener ese aspecto medianamente descuidado que sólo el ocio, la pasta y la falta de complejos proporciona. Frente a estos, los enormes bolsones, esos en los que cabe un arsenal. Uno de esos uso yo. Creo que podría irme de mi casa, no volver en diez días y sobrevivir con lo que llevo dentro. A veces me sorprendo de las cosas que transporto. Hoy sin ir más lejos he encontrado, además de los habituales cargadores de teléfono, doscientos juegos de llaves, un montón de rotuladores de punta fina, un libro, dos barritas de cereales, un cepillo para el pelo, un adaptador de corriente a enchufes británicos, una cucharilla de café, una caja de antigripales, un tarjetero con etiquetas arrancadas de botellines de coca-cola, una bombilla, un elefante de la suerte, atención, una pinza de esas que se utilizan en natación sincronizada para que no se cuele el agua por la nariz al hacer las acrobacias acuáticas, cosas curiosas. Así que, si los bolsos son el reflejo de la personalidad, no quiero pensar en qué estado me encuentro.

Algo no va bien, mi bolso es un puro caos. Creo que voy a tomarme unas vacaciones porque no es posible sobrevivir con semejante batiburrillo. A los Reyes Magos, el próximo año, les pediré uno chiquito, extraplano, y tamaño VISA para ser la más fashion y ociosa del lugar.

lunes, 14 de diciembre de 2009

CONTANDO HASTA DIEZ


Voy a cerrar los ojos y contaré hasta diez. Contendré la respiración para concentrarme solamente en la oscuridad que ahora anhelo, sólo entonces, después de envolverme de negro, volveré a abrirlos. Tal vez así consiga empezar a olvidar. No debo entreabrirlos. Debo llegar al final de la cuenta, si no lo hago de esa manera puede que esta especie de sortilegio tengan un efecto totalmente contrario y sólo consiga fijar, con mayor detalle, los recuerdos que preciso eliminar. Apoyo los codos en la mesa, inclino la cabeza y coloco las palmas de mis manos en el centro de mi cara. Oscuridad total y la tibieza de las expiraciones que rítmicamente fluyen en la oquedad que las manos han formado apoyadas en mi rostro. Un refugio infranqueable durante diez segundos. Empieza la cuenta atrás, la necesidad de borrar suprimir, anular y empezar de nuevo.

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domingo, 13 de diciembre de 2009

EL ÚLTIMO BAILE



Le tiende la mano mientras le sonríe. Un ligero roce de dedos ya nudosos antes de atrapar su mano con firmeza para llevarla a sus labios y depositar sobre ella un beso que se convierte en una leve caricia. La contempla con una mirada acuosa mientras le pregunta “¿bailas?”, “por supuesto”, parece decir ella con una casi imperceptible inclinación de cabeza. Llevan media vida esperando este baile. La pista, una azotea pobremente iluminada por el reflejo de los balcones y ventanas cercanas. ¿Bailas? Dos ancianos frente al mundo. Media vida en vilo y ahora, cogidos de la cintura, intentan acompasar los pies cansados a una vieja balada que se oye por el tragaluz, no es una casualidad. Noche de primavera, las primeras canículas y dos personas en un terrado en un eterno ceremonial. Hoy vuelven a unir su azar en un momento final, un último baile, los dos lo saben. Han atravesado media vida, buscándose, escapándose, siempre presentes el uno en la vida del otro. Años pasados, matrimonios llevados hasta el final, hijos y un amor que nunca se perdió. Ahora bailan y seguirán así durante horas, lo sé porque en los últimos años me han deleitado con la misma imagen, dos ancianos bailando, abrazados como sólo pueden hacerlo los que se aman de verdad. Hoy miro desde el terrado contiguo, no pueda reprimir una extraña sensación de invadir una intimidad que no me pertenece. Mientras, fumo el último cigarrillo esperando a que termine el Cd que coloqué a las diez en punto, como hago desde hace ya varios años todos los 5 de junio.
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sábado, 12 de diciembre de 2009

ESTRATEGIAS PERDIDAS

Ha llegado el frio. Abandonarse a la nada es tan sencillo. No hay excusas para no seguir con la vida de siempre, la elegida. Si espera que algo cambie, algo debería hacer y si no lo hace, no tiene derecho a quejarse, así de sencillo. Es fácil. Hoy nada va a cambiar, mañana tampoco, tal vez nunca. No vale la pena seguir pensando en ello, hacerlo sólo lleva a sentirse mal, y eso terminó, es un padecimiento inútil. La única manera de no sentirse así es no pensar. Para ello, ha encontrado el método perfecto, concentrarse en todos y cada uno de los movimientos que  hace, hasta en los más pequeños e insignificantes. Haciéndolo así, consigue que cada gesto lo llene todo. No hay espacio para nada más. De esa manera, el tiempo pasa sin crear grandes conflictos. 
Se cuelga un bolso enorme al hombro, lo acomoda cuidadosamente para que la cinta quede perfectamente apoyada sobre el lado derecho, en bandolera. El peso reposa sobre el costado izquierdo, sobre la cadera. Se mira en el espejo, recoloca los pendientes. Ladea la cabeza buscando el reflejo adecuado de su rostro, fija un mechón con un horquilla. Sí, ha conseguido que transcurran cinco minutos sin pensar en nada.  
Sale a la calle, un golpe de aire gélido le azota la cara. Agacha la cabeza dirigiendo su mirada al suelo y empieza a caminar despacio, pasos pequeños, poco a poco, primero un pie, apoyándolo completamente en el suelo antes de levantar su par para avanzar a pequeños impulsos. Calza deportivas, no ha sido una buena decisión, hace frio y la lona no proporciona más que unos milímetros de cobertura. Unos vaqueros viejos, un abrigo cualquiera y una larguísima bufanda la envuelve buscando el abrigo que ya nada le proporciona. 
Primera parada, un café, mira el reloj y sonríe, media hora transcurrida desde que dejó de pensar y sigue sin hacerlo. Llega la taza de café humeante y espera a que se enfríe, no tiene prisa, sólo debe esperar a que el tiempo transcurra poco a poco. Mientras, contempla como las luces navideñas del local de la acera de enfrente parpadean incansablemente. Pasan  del rojo, al azul, al verde, así una y otra vez. La curiosa cadencia por poco le estropea su propósito, un pensamiento empieza a asomarse. Lo detiene antes de que llegue a construirse en su cabeza. Concentrarse en los gestos menudos. Coge el sobre de azúcar, lo abre cuidadosamente, rasgándolo sólo por la esquina derecha, lo vierte con cuidado en la taza y remueve siguiendo el sentido contrario a las agujas del reloj, una vieja costumbre. Saca un cuaderno, no va a anotar nada. Para anotar, tendría que pensar y eso ya no es posible. Lee lo último que escribió, curiosidad, simple curiosidad y lo guarda de nuevo, con celo, es lo último que le queda. Deja unas monedas sobre la mesa y sale de nuevo a la calle. 
Un giro a la derecha y llega a la avenida, el aire le golpea de nuevo pero ya no puede dejar de mirar, tiene al frente la visión de la ladera de la montaña totalmente iluminada. Una fotografía perfecta. Un recuerdo que vuelve y que golpea como un mazazo. Acaba de perder en su juego. Su estrategia, un fracaso más. Un pensamiento se escapa, y es que la vida, a veces, es una mierda.

viernes, 11 de diciembre de 2009

¿ME DESEAS AMOR?

Saboreo la pregunta que pende de mis labios antes de lanzarla al infinito ¿Me deseas, amor? Me deslizo entre tus días para acompañarte y enredarme entre tus cosas, como a los dos nos gusta. Sabes que estoy contigo, Amor. 
Me pierdo por los recodos de tu mente y ahí me entretengo entre tus idas y venidas. ¿Me sientes, amor?
Mis manos tibias descansan sobre tus hombros y te susurro al oídos nuestros secretos de siempre y te siento temblar, es la proximidad de la piel ¿Lo notas mi amor? 
Ronroneo. Es la fortuna que siento de tu cuerpo adorado, permanentemente soñado.
Me contorsiono al compás de tus respiraciones adheridas, esbozando, palmo a palmo, la silueta de tu cuerpo. Me abruma la vehemencia de nuestros cuerpos ¿La sientes, amor? 
Te has clavado en mis entrañas y me comprimo para que permanezcas en mí y bucees entre mis profundidades más sutiles hasta encontrar tu rincón preferido, ese que sólo lleva tu nombre. Soy tu puro reflejo ¿Cómo te sientes, amor? 
Cierro los ojos, y ahora sólo juego a imaginarte, una venda perfecta e invisible. Sin verte te veo, azorado, encogiendo los hombros mientras adivinas el irreal aliento que emana de mí y templa ya tu nunca, ¿Lo notas, amor? 
Infinito. Nos anclamos en lo eterno al posar los labios mientras una lengua sutil  los entreabre para adentrarnos en nuestras bocas y saborearnos, milímetro a milímetro. Un viaje en el tiempo, en el espacio, un corto paseo hasta encontrarnos en medio del deseo que  lo cubre todo. 
Mi mano se desliza por tu espalda, centímetro a centímetro, y  te encadena a  mi tibia humedad. Y te sostengo mientras  te mantengo atrapado en  infinito beso vertical, al que ya nos hemos abandonado ¿Me besas, amor? 
Dentro de mí, licuado.  
Juegos acuoso y tibios. Pasatiempo de antesala que distraen lo que  ya no vamos a parar.
¿Te estremeces, amor? porque yo sí lo hago.
La turbación se me ha clavado indefectiblemente donde la humedad ha creado su feudo. Envenéname y lléname de tí antes de que acabe esta hora.


Sade - Your Love Is King

jueves, 10 de diciembre de 2009

UNAS LLAVES EN EL BUZÓN Y ANCLARSE AL MUNDO


Hacía dias que no se veían. El recibidor de casa convertido en el lugar común. Un “hola” por las noches que se sostiene en dos caras consumidas por el cansancio, un “buenos dias” mientras cae el primer café de la mañana. Sin embargo, hoy será distinto.
Sale por la puerta, cuando ya no hay nadie en casa, el silencio que ha pesado como una losa durante meses hoy es más liviano que nunca. En su mano una maleta, en bandolera un bolso enorme. Nada más, el resto se queda dentro, no habrán repartos, no habrán miserias. No quiere nada. Las cosas son sólo cosas, lastre de una forma de vida que ya terminó. Los objetos que durante años adquirieron deben quedarse allí, porque ese es su sitio, no le pertenecen, ya no forman parte de su vida, son sólo el recuerdo de una existencia pasada que se ha agotado, se ha consumido en si misma.
Ha dejado una nota. Sólo le explica lo que le gustaría que hiciera con cuatro de aquellas cosas que ahí se quedan. Apenas unos libros, unos discos, unas fotografías viejas. Lo demás le da igual, puede hacer lo que quiera, ya no conforman su vida.
Cierra la puerta con cuidado, deja las llaves en el buzón. No hay vuelta atrás, ni retorno posible. Los caminos son para andarlos hacia delante.
No siente tristeza ni aflicción. En realidad no siente nada. Ayer se lo dijo. No por no dicho antes no era sabido. No hubo sorpresas, no hubieron lágrimas, sólo el abrazo de dos personas que dejaron de reconocerse hace ya mucho tiempo.
Se encamina al aeropuerto, nada le ata a la ciudad, necesita tiempo, espacio y aire, poder ver el mundo desde otra prespectiva.
Ahora sólo hay la incertidumbre de llevar como compañero de viaje el alma en carne viva y la certeza de que no se puede vagar eternamente y que, más pronto que tarde, deberá volver a aclarse al mundo. Pero eso es ya otra historia.