martes, 22 de diciembre de 2009

CARICATURAS


Desde que llegó se asentó en el extremo del salón, apoyado en un radiador que no ha funcionado nunca. A su espalda, una ventana por la que se cuela un frio intenso. Un cigarrillo en la mano y en la otra un cenicero. Si se trataba de pasar las horas y hacer acto de presencia, nadie podrá decir que no lo ha hecho. Observa con detalle los movimientos que se suceden en aquella sala y cree estar viendo una película a cámara lenta. No forma parte de aquella historia y sin embargo es el artista invitado. Cruza las piernas, con simulada desgana, en un gesto que parece buscar más intentar desquitarse de un peso invisible que recobrar una postura que le dé una aparente seguridad en sí mismo. Rodeado de gente y en realidad tan solo. Hoy es perfectamente consciente de ser una caricatura de quien siempre quiso ser, por eso sólo puede odiarse y el tiempo se le acaba.


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