domingo, 24 de abril de 2022

ABRIL




* Nadar con gafas no es cualquier cosa. Uno podría pensar que es lo habitual pero no cuando las gafas se sujetan con dos patillas y un puente de carey sobre la nariz. Recordarle a doña Emilia que se ha metido en el agua con las gafas de ver es algo innecesario, lo sabe, pero pasa de todo. Ojalá así si algún día llego a los ochenta y ocho y sigo con las clases de aguagym.

* La globalización pasa por compartir banalidades que en momentos aciagos se convierten en un alivio. Entro a tomarme una café en el Mc Donalds de la estación. Apenas hay nadie y ya es extraño.  Al fondo, una mujer y dos críos desenvuelven con un cuidado extremo unas hamburguesas. Nadie habla. Los niños, comen despacio, a bocaditos diminutos. La mujer mira a través de la cristalera, su comida sigue sobre la mesa. Sé de dónde vienen, sé de lo que escapan. Dentro de mi resuena un ¡Madre mía!  El punto de recepción se encuentra junto al restaurante. La niña, sentada frente a su madre, empieza a tararear. La madre sonríe y en mi cabeza, una y otra vez resuena un ¡madre mía!, que no puedo evitar.

* Le eché tanto de menos que a veces me costaba respirar. Me acostaba pensando que un día más era un día menos. La vida se había presentado así y había que dejarse llevar. Ella manda. Hoy le sigo echando de menos, mucho, aunque respiro con cierta normalidad. Aún así, sigo pensando que la vida manda y que ya puedes hacer el pino puente que cuando se pone cabrona no hay quien le gane.

*Dije que no volvería a comprar ni un solo libro hasta que no volviera a leer con ganas. Falté a mi palabra. Acumulo sobre la mesa unos cuantos ejemplares y ahora me debato entre rendirme y volver al redil entre “Los inquietos” y “No y mil veces no”. Quizá la solución sea quemar la tarjeta de crédito.

* El pelo ha vuelto a crecer. Me sentía extraña después del corte con el que sacrifiqué la melena a base de un “corta algo más que las puntas”. Ahora vuelvo a ser yo pero con bastantes más canas.

* Leí que, en una ocasión, cuando le preguntaron a Tolstoi por cómo iba la novela que andaba escribiendo y que no terminaba de entregar nunca, solo pudo decir “Ana Karenina se fue”.  ¿Cuántas Kareninas andan a la fuga? La inspiración no siempre es para el que se la trabaja, o puede que sí, yo qué sé.

* Abril deja cuatro ideas apuntaladas y unas cuantas imágenes que más pronto que tarde sé que olvidaré porque, aunque ahora las anote como algo relevante, no volveré a ellas y se difuminaran hasta desaparecer. Polvo de la nada que a la nada vuelve. Nadie me ha robado el mes de abril, pero ojalá lo hubieran hecho.




domingo, 3 de abril de 2022

MAREA

 


No existe semana en la que no recordemos hechos, casi siempre luctuosos, que han pasado en algún momento del que se estima es la vida del ciudadano medio. El día en que un avión se estrelló contra las torres gemelas; el día que reventaron los trenes en Madrid; el día que le descerrajaron un tiro en la cabeza a Miguel Angel Blanco; el día que Filomena dejó a Madrid encerrada entre nieve y descontrol. Ni un solo día durante el que no podamos recordar algo tremendo que durante semanas nos tuvo el pensamiento ocupado, el ánimo decaído y la sensación de que el mundo dejaba de ser lo que era para ser otra cosa distinta, casi siempre peor. 

En los dos últimos años acumulamos sucesos que nos recuerdan que somos mínimos, insignificantes. Seres enanos arrastrados por el barro de los acontecimientos. Una pandemia que mata, pero que ahora ya poco, según dicen; un volcán que sepulta la vida de unos cuantos y hemos olvidado; y una guerra que nos desveló una madrugada de invierno y hasta ayer parecía imposible. Europa se llena de muertos y son los nuestros. ¿Quién lo iba a decir? En el siglo XXI se mata como siempre, llevando a cabo carnicerías que superan la razón y el estómago de cualquiera que se considere un ser humano. ¿Dónde estabas cuando llegó el horror? Creo recordar los lugares en los que me encontraba cuando pasó cada una de las cosas que menciono. Pero el tiempo corre muy rápido, a veces tanto que es imposible que los recuerdos se fijen de una manera clara y terminan desvaneciéndose poco a poco, confundidos entre las cosas de otros que nos cometan, que nos dicen, y que hacemos nuestras sin que lo fueran.  Imágenes desvaídas de una realidad que olvidamos a la misma velocidad que el chasquido de dedos.

La pregunta equivocada: ¿Quién nos iba a decir que el mundo reventaría de nuevo? Nunca ha dejado de hacerlo. Nos confiamos, nos acomodamos y terminamos por embrutecernos bajo la apariencia de una civilización prospera, sin darnos cuenta que hay mareas que reculan para avanzar y ahogar sin clemencia alguna. Dejamos que la maldad siguiera campando a sus anchas y ahora, con nuestra propia miseria a cuestas, no nos queda otra que intentar no olvidar quien somos y qué es lo que queremos.