martes, 23 de julio de 2024

SOME LIKE IT HOT

 


Si tuviera que escoger en que lugar querría estar en este momento, si pudiera teletransportarme, escogería mi casa. La de ahora, la que deshabito más que habito. Es un pensamiento un poco loco que se va expandiendo mientras intento concentrarme y me pierdo pensando en cuál es el motivo por el que la media de las horas que paso sentada en esta silla supera con creces las que propone la ministra de trabajo. Y me sigo perdiendo, vagando por ahí, pensando en cosas que se me entrecruzan porque estoy quemada y necesito parar. Leo tres tweets y le murmullo a la pantalla que opinar está bien, pero que informarse un poco antes de hacerlo, tampoco está tan mal. Ser atrevido y osado es una corriente social que corre pareja a la desinformación, que es lo que se lleva ahora. Quizá también por eso, pienso que querría estar en casa, mi casa, la casa que deshabito, porque allí no hay soplapolleces que esquivar, y porque esta noche he dormido mal pensando que el día empuja la mugre y que mañana, por hoy, aún queda un buen lote por aventar. Con la mitad del día consumido y la confirmación fáctica de que hoy tampoco haremos limpio, solo me apetece sentarme en el patio a la sombra del limero, a esperar a que oscurezca y olvidarme de que mañana, aun sin ganas, hay que seguir remando.



lunes, 15 de julio de 2024

VIVIR MONTADO EN UN COLAJET



 

Mientras nos tomamos el primer café de la mañana, me explica que el fin de semana estuvo en una gran superficie y que la mayor parte del presupuesto se lo llevó la compra de granizados, helados y latas de cerveza al 0%. Cosa del calor, la desgana y de andar de Rodríguez desde la verbena de San Juan. Sus niños, que ya no son lo son tanto, han desaparecido del hogar y andan haciendo el penco por ahí, que es lo que toca hasta que un día, sin saber muy bien cómo, las obligaciones llaman a la puerta y el pago del impuesto sobre la renta, en pleno veranito, te recuerda que eres un mortal adulto de mediopelo. Pero ahora toca lo que toca y olvidarse de tener que llenar la nevera para centrarse solo en el congelador, es una opción nada desdeñable. Le entiendo. El verano se creó para dar vidilla y resucitar a los helados, a las jarras de cerveza congeladas, y a los cubitos de hielo enormes como el peñón de Gibraltar. El edén veraniego es eso y poco más.

Un verano de esperanza y satisfacción es un congelador libre de carne y pescado. Casi he tenido envidia, pero no. El calor insano y matador de la humedad asfixiante de esta ciudad y el ahorro energético al que nos tienen sometidos sin el aire acondicionado, me llevo a pensar que el paraíso no es vivir lamiendo cornetes y chupeteando helados, aunque sean de vainilla, ni siquiera bebiendo cerveza en jarras bien frías. No. El paraíso es una sillita de playa apostada en el pasillo de los congelados de una gran superficie al socaire del aire fresco que fluye entre la nevera de la verdura congelada y tu cuerpo serrano, al que abrigas con una rebequita de punto, no vaya a ser que te constipes.



 


domingo, 7 de julio de 2024

CUESTA ARRIBA


 

El espacio entre los dos lo ocupa un silencio excesivo. Concluyó que algo le preocupa más de la cuenta. Y aunque puede contarlo, lo evita. Trampeo como puedo y sorteo sus caballones marcándome un farol tras otro para poder seguir.
Acumulamos unos cuantos desastres. Un fajo de ilusiones que, por obsoletas, se convirtieron en una sarta de ambiciones aparcadas con los que nos adornamos la vida durante tanto tiempo que ahora parece imposible medirlo de una manera racional. Quiero marcharme de esa ofuscación, tanto como quedarme. La diferencia entre lo uno y lo otro, no depende de nada, ni siquiera de nadie. Dispara y la bala se extravía entre su mugre y la mía. Pero la culpa no es suya, tampoco mía. Es solo la vida que acostumbra a ponerse cuesta arriba y al final, cuando crees tener una respuesta, todo se esfuma y vuelta a empezar.




miércoles, 3 de julio de 2024

PATADAS



Todos somos el ombligo de nuestro propio mundo. Pensamos las cosas desde nuestro punto de vista y las interpretamos desde ahí, sin tener en cuenta que no existe una única versión de nada y que la nuestra la vamos moldeando desde nuestra realidad, nuestros sesgos e incluso desde nuestro estado de ánimo. Salirse de ahí, reconocer que lo que “vemos” puede que no tenga nada que ver con lo que otro “ve”, no siempre es sencillo. Hay un vídeo del profesor Fernández Bravo que lo explica de una manera muy sencilla y entretenida.  Clicando sobre el nombre, se puede disfrutar del mismo. Una maravilla.

Muchos de los conflictos y de los malos entendidos provienen de no tener en cuenta que hay tantas versiones, opiniones y formas de hacer, como personas que las emiten. Ser consciente de la mirada de otro puede ayudar a entenderle y a buscar soluciones donde antes éramos incapaces de ir a encontrarlas. Hacer el ejercicio de intentar comprender por qué alguien actúa de un modo u otro, no es fácil y nos coloca muchas veces frente a un espejo del que rehuimos con frecuencia. Lo sencillo es dejar que la cosa fluya. Pero como todo lo fácil, es pan para hoy y hambre para mañana. El universo es global y avanza desde la discrepancia. Y es desde ahí, desde lo diferente, incluso lo opuesto, desde donde hay que buscar, incluso inventar, soluciones y medidas creativas que permitan la convivencia. Discrepar no puede significar eliminar o ningunear al otro. Los límites se encuentran en el respeto a lo fundamental: la vida, la libertad y la seguridad. Fuera de ahí, no hay nada.
Acoger la diferencia, aun desde el polo opuesto, acostumbra a ser un elemento enriquecedor. Del inmovilismo nunca nació nada bueno y de las patas en la espinilla cuando son gratuitas, tampoco.


 

sábado, 29 de junio de 2024

DIARIO 3.0

 


Todos conocemos a alguien que nos parece un saco de mierda y si bien es verdad que las ganas de escupírselo a la cara no son pocas, la urbanidad y el control de los impulsos evitan que se lo soltemos en cuanto el sujeto asoma la patita por nuestro horizonte. Pero, parece que si quien suelta la burrada es un ministro, y lo hace en las redes sociales, la gravedad es menor y hordas de seguidores, olvidando el buen hacer, aplauden la boutade que no tolerarían en otro. La altura de la política actual, ya la tienen, la de un saco de mierda.

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Miró al frente, como si supiera que a la caída de la línea del horizonte le esperaba de pie, con las manos en los bolsillos, mirando al frente y con la misma idea loca de que ese espacio que existía entre los dos les unía más que lo que les separaba. Arde Berlín.

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Pasó mayo y con los primeros días de junio, cuando el calor empezaba a colarse de rondón, estalló una extraña primavera que se llevó por delante los trazos marcados hasta entonces. Y llegó el verano, suelto y ansioso, dibujando a cada minuto una línea apenas visible que llevaba desde la nada hasta las ganas feroces de besar su boca. Y llegó septiembre, el ansia se convirtió en barro, sin que un puto semáforo cambiara su luz roja por una alentadora ámbar.