lunes, 11 de marzo de 2024

OTRO 11 DE MARZO

 


Fue aquel 11M del que todos nos acordamos. Han pasado veinte años como si hubieran pasado veinte segundos. Un 11 de marzo que aún late y del que se sabe mucho menos de lo que se debería. Los atentados de aquel día acabaron con la vida de nuestros vecinos, los mutilaron y les dejaron secuelas difíciles de superar. Los delitos que es cometieron aquel día están a punto de prescribir. Es difícil para una sociedad asumir un carpetazo como este cuando el sistema no ha sido capaz de dar con los verdaderos responsables de aquella masacre, no ha conseguido que la verdad de ese día salga a la luz y no permite que la sociedad pueda cerrar una herida tan grande como lo fue aquella. Recuerdo aquel día, recuerdo el silencio, el miedo y la tremenda desolación de una sociedad que por un momento se unió en un esfuerzo titánico para sobrevivir a una tragedia horrible.

Soy de la opinión que lo que no se resuelve se cierra en falso. Resolver implica conocer la verdad, llegar hasta el fondo, enfangarse hasta los codos y arrastrar a la superficie todos los demonios que se esconde tras hechos tan graves como lo fue el 11M. Lo demás es insuficiente. Vivimos en la polarización más absoluta y no es algo nuevo. Imponemos nuestras versiones como si ella fuera las únicas, las ciertas y reales, y olvidamos que, como casi siempre, nuestras versiones no son más que opiniones forjadas a partir de unos pocos datos y unos muchos sesgos.

Aquellos hechos pronto prescribirán para el derecho, pero no lo harán para los cientos, miles, de personas, familias, a las que las bombas les giró la vida. Hoy, un pensamiento para todos ellos, en el convencimiento absoluto de que como sociedad hemos empeorado sustancialmente. Pero, aun así, recordar hechos como los que sucedieron en Madrid aquella mañana de marzo, nos obliga a replantearnos qué es lo que queremos como sociedad. Y yo, en un día, como hoy quiero que los delitos, como los que se cometieron aquel día, no prescriban nunca y que una justicia, dotada y preparada, que hoy no tenemos por la desidia e interés de la clase política, caiga con todo su peso sobre quien corresponda, incluso, incluso sobre aquellos que maliciosamente utilizan el terror, aunque sea producido por otro, en su propio beneficio.

domingo, 3 de marzo de 2024

FOU

 


Leo por ahí que hay que abrir una investigación un menor de 8 años de edad por comentarios racistas. No sigo leyendo. Me parece una aberración desmedida que a alguien se le haya pasado por la cabeza tan feliz idea. En lugar de educar, investigar. Supongo que mientras hablamos de estas estupideces, no lo hacemos de algo tan fundamental como el estado de quiebra de la Seguridad Social; de los sinvergüenzas que se envuelven en la bandera del progreso para robar a manos llenas; de la sinrazón de la política de un Gobierno que agoniza entre una amnistía repulsiva y una corrupción mayúscula que intenta taparla a gritos del “Y tú más”. Es todo como para empezar a vomitar y no parar. Es todo pesadísimo. A nivel doméstico, la cosa está que da pena; a nivel internacional, la cosa no le va a la zaga. Puede que el día menos pensado nos levantemos con aviones sobrevolando y dejando caer cuanta chatarra quieran sobre nosotros y que la vida en la que creímos una vez desaparezca del todo. Ucrania no está tan lejos, Rusia solo un poco más allá. Y nosotros, felices porque ha empezado a llover, nos creemos ajenos a todo ello. Menuda gran mentira.

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«Me gustas cuando callas porque estás como ausente. Y me oyes desde lejos y mi voz no te toca».  La verdad es que los versos de Neruda tiene tela. Alguien pensará que es una frase de amor perdido, pero parece la descripción de alguien que se mofa de la perdida de chaveta de otro. Todo muy loco. Muy pesado Neruda y muy pesados, también, los que se regodean en la debilidad del que cae de cuatro patas frente al magnetismo del amor “fou” del que también hay que disfrutar de vez en cuando si uno está mínimamente vivo. Será que “I don't have the pussy for little lanterns”, que dicho en inglés suena más fino, incluso más poético, pero es que me dan cierta grima los fortachones del mundo y los que desayunan con Fortasec. A mí, que la gente se calle no me gusta mucho, aunque es verdad que algunos son más interesantes cuando, pero como hay que ver las cosas en modo constructivo y hasta de un imbécil con verborrea hay algo positivo que sacar, por ejemplo, tener claro que es imbécil de remate, que no hay que dedicarle ni cinco minutos y que mejorar no tocarle ni con un palo. Válgase la metáfora del tocamiento y el palo por lo que uno quiera.

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Hay que confiar en ciertas dosis de optimismo y en el carácter positivo, en el buen hacer y la necesidad de colaborar y divulgar cosas buenas para hacer de este mundo un chabolo mejor.

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Sus manos siempre están calientes, no es un casual. Sus manos doblan  las mías y, entre las suyas, las mías dejan de ser diminutas. Ante su voz siempre segura, la mía se crece y la busca. Me templa. Aunque no sé. 

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Me gusta Mia Hansen-Løve. Me gustan sus películas y me gusta que me guste tanto. Puede que sea una de esas filias con las que batallo día sí y día también, y con las que de vez en cuando me obsesiono. Así que no me queda otra que recomendar de una manera muy entusiasta su película «Un beau matin». Un tesoro delicioso. Aquí dejo el tráiler.







domingo, 25 de febrero de 2024

CÉFIRO


 

Cuando llegué llovía un poco. Llené la habitación de gotas de agua, desde la puerta hasta el baño compartido. Un reguero de agua que, al mirarlo desde su cama, le humedeció los ojos. La vida sigue fuera, dijo. Me acerqué a la ventana, ofreciéndole la espalda y desde allí, escondiéndome de ella y de mí misma, le dije que sí, que la vida seguía ahí afuera y allí mismo también.  

Ha pasado una semana. Entramos en la tercera semana del tercer ingreso y en la habitación, cuando llego, no hay nadie. Su compañera marchó el viernes y ella, mucho más delgada que el fin de semana pasado, está de viaje con el celador. Volverá cuando termine el turismo sanitario con el que cada cierto tiempo le desmadejan la rutina. No tengo nada que hacer, solo esperar. Y espero, y espero mucho, porque cada segundo que pasa se convierte en una carga pesada que hace que el reloj avance con una lentitud agónica. Fuera llueve, hoy también. Desde aquí, contemplando la lluvia caer, podría hablar de la sequía discontinua y de lo asombroso que resulta ver como cuatro gotas de agua devuelven algo de alegría a los parterres que rodean el edificio. Ayer tan pardos, hoy medianamente verdes. Saco el teléfono móvil y escribo en el buscador el nombre del viento que trae la suave brisa de la primavera. Céfiro. Lo pronuncio bajito, como si fuera un secreto. Vuelve medio dormida. Le toco la cara hinchada y caliente como una hogaza de pan recién hecho. Un día abriré esta ventana que alguien cegó para que nadie caiga en la tentación de perseguir la esperanza en que se convierte el velo de agua que queda entre las baldosas tras una lluvia que nadie espera. Y la abriré para que entre el aire y la primavera no pase de largo.




martes, 13 de febrero de 2024

GYPSOPHILA MON AMOUR

 



La paniculata es una flor menuda, nada ostentosa. De hecho, es una flor sencilla y su función, meramente decorativa, queda relegada casi siempre a acompañar a otras flores mucho más vistosas. Pero la paniculata, como suele ocurrir con las cosas pequeñas y puras, es preciosa por sí misma, aunque pueda parecer un poco cursi, y contribuye a elevar el grado de bienestar desde el mismo momento en el que se fija la atención sobre ella. Mai es la florista de referencia, la mía y la de medio distrito, y me hace inmensamente feliz sin ella saberlo, sin reparar en que cada vez que asomo a su quiosco, tan pequeño como abigarrado, mis niveles de dopamina suben hasta casi reventar y convierte, un día brumoso, mentalmente pesado y emocionalmente fluctuante, en algo totalmente distinto y medianamente convincente. La gypsophila, rotundo nombre científico de la flor en cuestión, combina muy bien con las hojas de eucalipto, con los pensamientos oscilantes, con el deseo que se desliza entre medias verdades, con "Blue bolero" de Abdullah Ibrahim, y con el recuerdo temblón de su aliento ausente. 




viernes, 2 de febrero de 2024

SIMPLES Y TAN BANALES

 

Amanece en Berlín. Suena una canción de Mina que nos viene al pelo. Subo el volumen y aprieto el paso. Somos “simples y tan banales, diría previsibles y siempre iguales”. Me duele la rodilla, el tacón del botín no ayuda. Pero el dolor llegó para quedarse y hay que hacerse a lo que hay. Es también así de simple y poco banal. ¿Dónde debe estar? ¿Qué estará haciendo? ¿Vive? Esquivo adoquines y los restos de la última nevada. Y sigo. Doblo la esquina y, como siempre que me encuentro lejos de casa, pienso en esa coincidencia de relato de revista en las que dos,que llevan sin verse una eternidad, se encuentran de manera inesperada, en un entorno impreciso, y el encuentro se badea entre entre la sorpresa y una leve felicidad que no deja de ser extraña. Pero tras la esquina solo hay el viento frío que llega del Havel y el cambio de ritmo de una canción que ya terminó, pero que deja la estela de perdida inasumible que siempre dejan las ausencias inexplicables. “Sin ti es como no ser nada”. Es todo raro, incluso aquí.