domingo, 22 de noviembre de 2015

MATAR MOSCAS CON EL RABO



Si para Platón la vida es un olvido de la idea, para Clément Cadou toda su vida
 fue olvidarse de que un día tuvo la idea de querer ser escritor.

Enrique Vila-Matas




Voy llenando el contenedor doméstico de papeles que ya no sirven para nada, apuntes, copias y escritos de todo tipo más que obsoletos que, aun ahora, después de unas cuantas mudanzas, no sé por qué me acompañan. La única explicación posible es la vagancia de acometer la ardua labor de repasar los montoncitos de carpetas que acumulan más polvo que conocimiento, más ganas que valía. El triunfo de la facilidad del traslado, no por romanticismo, sino para no tener que escoger entre vida o muerte por pura holgazanería. Entre las montañitas de papel, el esbozo de una novela. Lo leo por encima antes de darle eterna sepultura, sin siquiera un rezó, pero con toda la solemnidad que el acto requiere, lo rompo, porque aunque el papel es mío, su contenido no lo es; y para que nadie pueda hacerse con aquellas líneas que, a buen seguro, costaron sangre, sudor y lágrimas (de las que van hacia adentro) del que las escribió y a saber qué fue de ellas.
Siempre he pensado que la necesidad de escribir proviene de cierto grado de insatisfacción, de una especie de vacío que algunos solo consiguen llenar frente a la tensión del folio en blanco que se va rellenando con la vida de otros,  vidas universales que el autor modela a demanda de cada uno de los que van apareciendo por el papel. Pero aunque eso es lo que pienso, yo no sé nada, solo que a veces al escribir uno se desmarca de sí mismo porque esa es la única manera de ser más auténtico, de ser de verdad. Aunque puede que esto solo sea una chorrada inmensa.

Cierro el contenedor y ahora pienso que debería salir a la calle y vaciarlo en el que el ayuntamiento colocó en la esquina cuando le entró la fiebre del reciclado. Pero el frío es mucho, las ganas pocas, con lo que me temo que el contenido de todas aquellas carpetas han pasado a convertirse en una especie de confetis y serpentinas aprisionados en un cajón de cartón que va a quedar arrinconado en el estudio, a saber hasta cuándo, puede que hasta la próxima chaladura doméstica o domingo en el que no haya moscas que matar con el rabo.



miércoles, 18 de noviembre de 2015

DIARIO 2.0




Abracadabra, pata de cabra.



Casi nadie cambia demasiado a lo largo de la vida. Los años solo son un elemento que agrava o suaviza determinados rasgos de carácter e incluso del comportamiento. Nadie cambia en exceso  y por eso somos capaces de reconocer a otro, en su forma y en sus modos, pese al transcurso del tiempo. Cuando dejamos de hacerlo de una manera absoluta detrás de ese cambio, que nos descuadra del todo, hay alguna circunstancias que trastocó su biografía aunque lo ignoremos. A grandes rasgos somos los mismos para siempre. La alegría y el optimismo siempre estuvieron allí; lo mismo que la angustia y la pesadumbre, aunque a veces no lo parezca porque la falta de experiencia vital, la edad (por mucha o por poca) y la vida, en definitiva, nos preservaba, o multiplica, la intensidad de las emociones, la definición de nuestros propios rasgos, pero nada más. Por eso es difícil esconder, a aquellos que nos conocen, lo que guardamos cada uno de nosotros. 


domingo, 15 de noviembre de 2015

TINTES Y OTRAS BAGATELAS


Liberté, égalité, fraternité



Es imposible negar lo negro y triste de este fin de semana. Los atentados en París, al lado de casa, no son más que la sucesión de las aberraciones que tenemos día sí y día también a lo largo y a lo ancho del planeta. También aquí tuvimos nuestra ración de brutalidad aquel terrible once de marzo. Salvajadas en nombre de un Alá del que se han apropiado unos cuantos. El imperio del terror y la sinrazón. Pero París es anecdótico, aunque suene tremendo decirlo. No hace ni una semana, los mismos animales se llevaban por delante la vida de un buen número de personas, pero aquello pasó en el Líbano. Familias, personas, que viven en mitad de una zona de conflicto del que poco o nada pueden apartarse porque, al contrario de lo que sucede en Europa donde uno puede apearse de aquello en lo que no cree, o le disgusta, allí es lo que hay y uno no puede moverse si quiere seguir saliendo en la foto que, en este caso, es seguir con vida. 
Nuevamente el imperio del terror, del fanatismo más recalcitrante. Pero aquellos muertos, que aquí apenas pasó de noticia en la apertura del telediaro, también son nuestros muertos aunque la solidaridad europea, en este caso, brille por su ausencia. 
Este fin de semana es un fin de semana triste, pero no menos triste que el jueves pasado. Apenas dos días antes de lo de París, en el sur de Beirut murieron cuarenta personas y fueron heridas más de cien a manos de dos suicidas yihaidistas. Poco verde, poco rojo se ha visto desde entonces.  Pero somos así, tan absurdos como asépticos; tan solidarios de salón como olvidadizos; tan selectivos como acomodaticios. En estos dos días, la bandera francesa tiñe las redes sociales como muestra de lo anterior. Cada uno puede colorearse de lo que tenga por conveniente y mostrar su consternación como tenga por oportuno, pero no nos engañemos, esta marea tricolor va a quedar en nada, como siempre en lo que nace en la red. El próximo viernes pocos pensarán en nada de lo que ha ocurrido, ni recordarán que en una parte del mundo la personas mueren como chinches a manos de unos cuantos malvados. Y pocos tendrán en cuentas que es necesario comprender que estamos en una guerra absoluta porque, contra lo que algunos puedan pensar, no estamos frente a un choque de religiones, sino ante la monstruosa intención de acabar con la libertad.


miércoles, 11 de noviembre de 2015

BLANCO SOBRE BLANCO



De todas las historias de la Historia la más triste sin duda es la de España porque termina mal.
Jaime Gil de Biedma




Para que un sistema democrático funcione es imprescindible que la sociedad crea en él, en las normas que lo regulan y en la voluntad de que las decisiones sean adoptadas por la mayoría. Hasta la fecha el democrático es el que han permitido una mayor participación de la ciudadanía en la gestión y administración del Estado, y ha sido entendido, aceptado, como el sistema de gobierno menos malo. Pero vivimos unos tiempos extraños, de perversión en el lenguaje, de las forma e incluso en las instituciones. La desconexión catalana no es más que una prueba de lo todo ello. Unos cuantos, una minoría (cualificada, hay que reconocerlo) que frente a la mayoría desoye lo que durante décadas se ha respetado, la democracia consensuada y una sociedad en equilibrio. La política de altura ya no existe, y por estos pagos el provincianismo reduccionista, con tintes excluyentes de aquellos a los que consideran menos que ellos, es ya la moneda de cambio.
En estos momentos, cuando el mundo tiende a globalizarse, a tenderse lazos para la supervivencia conjunta, unos cuantos (menos de los que quisieran) se transforman en una ola de fervor patriótico que navega sin rumbo y al albur de descuelgues incluso internacionales. No les duelen mentir, modificar lo dicho en el sentido que consideren conveniente, y olvidarse de las hemerotecas que guardan las vergüenzas, en este momento, de personajes como Pujol, Mas, entre muchos otros. Sin embargo, aunque no son la mayoría, nos lleva a maltraer.

Cabe esperar que por esta locura nacionalista e independentista en la que viven, con la que nos arrastran a futuros poco plácidos, recaiga todo el peso de esa justicia y de las fuerzas democráticas que, no olvidemos, no son ellos. Nada más vergonzoso que la Presidenta del Parlament, Sra. Forcadell, institución que representa a todo el pueblo catalán, lanzando desde el estrado sus proclamas nacionalistas como si estuviera en una reunión de colegas a la salida del trabajo. 
Las irresponsabilidades deben tener consecuencias. Este mar de desencuentros en el que nos obligan a vivir, con una fractura social sin precedentes, con un desgobierno absoluto en el que los recursos se dedican al autombombo nacionalista y a no cubrir lo prioritario (farmacias, educación, justicia, etc.) no puede quedar sin respuesta porque no debemos olvidar que quienes se visten con la bandera a toda costa lo que están pretendiendo, en realidad, es seguir exprimiendo la naranja hasta dejarla seca (como llevan haciendo desde hace décadas), sin oposición porque se la han fulminado a base de pervertir la legalidad y olvidando a la mayoría de una sociedad que no comprende nada, a la que obligan a sentirse extraña, y sin voz, en su propia casa.





domingo, 8 de noviembre de 2015

¿HAY ALGUIEN?



Pienso que murió inmediatamente después. Su cuerpo resistió tres semanas más todavía, pero su espíritu se extinguió al final del pase, porque sabía que era mejor así, porque me había dicho adiós en la sala oscura, sin anhelos desgarradores en exceso, porque había hallado la paz así...
Muriel Barbery


Un día te levantas, te cepillas los dientes, y el espejo te devuelve una cara que te recuerda a ti, pero que no reconoces con esas bolsas alrededor de los ojos, las arrugas del entrecejo y esa ligera caída del labio que antes nunca estuvo allí. Y mientras contemplas el borrón que te devuelve la madrastra de Blancanieves que habita tras el espejo, te preguntas: ¿Qué diablos hemos venido a hacer aquí? Pero el espejo no dice ni media, y salvo que tengas una imaginación desbordada o una fe inquebrantable, irás a vestir ese cuerpo que tampoco ya es el tuyo (o sí), y te quedarás con la pregunta pegada a los dientes o a las ojeras que vistes ya cada día.
Lo misterioso de la vida, de lo que hay o no hay después, no ha sido resuelto. Nada no es suficiente, ni la religión, ni la ciencia. No, al menos no todos los días. Pero a los descreídos a veces nos vence una especie de creencia infundada, casi folclórica,  y una extraña esperanza aparece por la esquina sin saber demasiado bien en qué y para qué. Pero nos agarramos a ella porque también nos entra flojera vital y, a fin de cuentas, es esperanza que por unos minutos templa y serena el ánimo.

Pero el tiempo pasa, desaparece, y después de la explosión de vivir, un montoncito de ceniza reposará sobre una repisa o dentro de la covacha de un campo santo; aunque algunos, de la mano de gente de gustos extravagantes, se convertirán en diminutos diamantes, preciosas piedras muertas que nadie se atreverá a lucir y descansarán, también, en pulidos estuches de terciopelo hasta que alguien los pierda. Llegado ese día, nada importará. Dará igual si vestías una casulla, un kimono, o un taparrabos minúsculo; si eras de la línea naturalista, positivista o científica radial. Nada importará salvo que en el presunto más allá (si existe), algún idiota haya triunfado y entremos en una rueda infinita de la que ya no nos libre ni Dios. 





miércoles, 4 de noviembre de 2015

PLEXUS




Me gusta que me busques pero que no estés seguro de que vas a encontrarme.
Antonio Muñoz Molina



Enredó los pies entre los suyos. Buscaba más la cercanía que aplacar el frío que sentía. Esperó un movimiento, aunque fuera ligero, que denotara que todo quedaba olvidado, que aún quedaba un resquicio por el que colarse aunque fuera estrechando las miras que en un principio manejaban. Insistió empujándolos con delicadeza hasta encontrar la curvatura de su espalda. Allí estaba el todo. Recordó los momentos en los que aquella misma cama les había convertido a uno en la prolongación del otro y supo que aquella respiración que ahora se acompasaba con la suya era la que quería tener siempre cerca. Ya no recordaba cómo había empezado la última discusión, algo intrascendente buscado como una excusa para expulsar el veneno que llevaban dentro. Pero ahora, cuando los trastos restaban ardiendo junto a la mesa del salón, buscó su nuca para inspirar su olor y saberse a salvo.  Respiró y en duermevela sintió que sus manos cálidas, como sus pies, se acoplaban entre sus muslos y supo que todo estaba bien.


lunes, 2 de noviembre de 2015

DIARIO 2.0



No hay errores. Solo hay actos extraños.
Marguerite Duras


I.- Desde hace un par de semanas me niego a que durante las comidas, o las cenas, me da igual, se hable de política. Tengo malas digestiones y no quiero que se acrecienten a base de escuchar barbaridades a todas horas. Algunos términos, de las discusiones que escucho, son tan grotescos que bien cabrían en una antología del disparate, nacional o nacionalista, escójase lo que se quiera.

II.- Hay gente tan borde que corta la leche con solo mirar el envase.

III.- Le dije que le quería y que le quería mucho. Me regaló un cartucho de castañas asadas. Lástima que fuera en pleno mes de julio y la cosa quedara extraña. Pero desde entonces y hasta ahora, no hay amor que valga que no tenga el aroma de un otoño anticipado.


IV.- La modernidad impone la copa menstrual para los días raros, eso sin olvidar una buena copa de vino tinto a la par. Lo rouge siempre tiene un efecto euforizante, como poco, en mi vertiente femenina.


domingo, 1 de noviembre de 2015

CASARSE EN EL ARMARIO


El problema del matrimonio es que se acaba todas las noches después de hacer el amor, 
y hay que volver a reconstruirlo todas las mañanas antes del desayuno.
Gabriel García Márquez


A la ley todo el mundo le da coces, en muchas ocasiones por pura ignorancia. En una tertulia de tres al cuarto, un personaje típico de las crónicas del corazón, pone a caer de un burro a una conocida presentadora de televisión y a un cocinero de postín que han decidido casarse en el vestidor de su casa. Una elección curiosa como escenario, no diré que no. Pero en estos momentos, en el que uno puede casarse en una ceremonia que puede ser oficiada por un ministro de confesión religiosa, un Juez, un Alcalde, un Concejal delegado, o un Notario, debemos empezar a pensar que también el decorado va a ser variopinto. Pero eso es lo anecdótico, lo importante es qué significa ese acto para las partes contrayentes y para el universo.
La gran mayoría de parejas que se forman en el llamado primero mundo (motivos espurios a parte), esperan encontrar en el otro: respeto, apoyo, una convivencia sincera, socorro mutuo y compartir las responsabilidades. No conozco a nadie que busque una  cosa muy distinta cuando decide compartir su vida con otra persona. Para casi todos, esas cosas son los pilares de la vida en común. Estos elementos tan sustanciales y que parecen tan obvios no son ni más ni menos que (¡Oh, sopresa!), los derechos y las obligaciones que la ley vincula al matrimonio. Cuando escucho a determinadas personas denostar el matrimonio y alabar la constitución de parejas estables siempre les pregunto: ¿Qué esperas de tu pareja? La respuesta casi siempre es la misma: el soporte, la fidelidad (no solo física), la ayuda, etc., y entonces, no sin cierto regocijo travieso, repregunto: ¿Y por qué no te casas? La respuesta es casi siempre la misma, “no quiero que unos papeles gobiernen mi vida”.  Y ahí ya no me queda otra que decir que eso está muy bien, y dejarlo ahí si la cosa no se tercia amable y con ganas de seguir la charla. No albergo ninguna duda de que esa afirmación casi nunca es cierta, al menos no con una perspectiva de futuro. Cuando llega la desgracia de la ruptura, o incluso del fallecimiento de alguno de los miembros de la pareja, los papeles vuelan arriba y abajo porque aquel que en un momento de su vida decidió que no quería que "nadie" (la ley, la institución del matrimonio, o lo que fuera) gobernara su destino, ahora necesita de la fuerza de una Ley que le amparare para que se le reconozca lo que cree que le pertenece por esa comunidad de vida que formó. 
La realidad es tozuda y al final, las cosas son lo que son, y se necesitan mucha honradez para asumir las consecuencias de las decisiones que se adoptan, no solo en el matrimonio, obviamente. La elección de lo que cada uno quiere hacer con su vida es cosa de cada uno, pero tampoco hay que ser ingenuos, ni ser unos “anti” porque eso sea lo moderno. Casarse o no casarse es mucho más que meterse en un armario, o sentarse al borde de un acantilado para prestar un consentimiento a algo que va a trascender en el futuro. La vida en pareja es una aventura extraordinaria, y ahí que cada uno incline la balanza hacia donde quiera, para bien o para mal. Y todo eso sin hablar del amor, ni mucho menos del enamoramiento, porque ese es otro tema.
En todo caso, felicidades pareja, dentro y fuera del armario.