sábado, 29 de septiembre de 2018

ESPAÑA YA NO ES SPAIN


"Cada generación cree que su locura no tiene precedentes, pero somos humanos y tendemos a repetirnos a nosotros mismos". 
Gilbert Keith Chesterton

Ha llegado el momento de cambiar el nombre de este país. España, como denominación, ya no nos complace y se nos ha quedado hueca. Estoy segura de que no haría falta ni un referéndum, ni decretazo saltándose ningún tipo de legalidad, porque el sentir popular lo pide a fuerza de tweets, a fuerza de exabruptos cada vez que puede. España debería pasar a llamarse “Y tú más”. El cambio de denominación daría una descripción clara de la idiosincrasia de las gentes del personal.  En las últimas semanas hemos tenido la oportunidad de vernos reflejados en nuestra clase política. Ellos son nosotros, nosotros somos ellos pero a menor escala y en una medida bastante más modesta y doméstica. No nos engañemos, aunque nos dé una cierta grima. En el país “Y tú más” todo cabe y todo es posible,  sobre todo en lo peor. Hay espacio para la mentira, el chantaje, el descredito, la ofensa continuada, el quebrantamiento de la libertad y la censura como tirita contra el destape de lo escandaloso. Y cabe todo porque todo lo que lleves a cabo siempre será ampliado y mejorado por el que vengas después, se vista como se vista, se venda como se venda. 




domingo, 23 de septiembre de 2018

LA BOLSA DE LA COMPRA



Leve es la parte de la vida 
Que como dioses rescatan los poetas. 
El odio y destrucción perduran siempre 
Sordamente en la entraña 


Luís Cernuda





Cada vez se acostaban menos pero las veces que lo hacía casi siempre eran de una manera  concertada, aunque sin decirlo, sin palabras expresas, utilizando gestos, frases que sin decir decían. Con la sábana aun fría cubrían el pudor y era algo extraño, después de tantos años. Se habían visto desnudos cientos de veces, pero se cubrían con un recato incomprensible. Hacían el amor desde la distancia, sin que ni uno ni otro estuviera allí. Él rebuscaba en su cabeza imágenes sugerentes que veía por ahí y le ayudaban a mantener los escasos minutos que duraría aquella coreografía mil veces repetida. Ella se entretenía en un pasado distinto y pensaba en cien cosas a la vez. Se abrazaban y en ese abrazo desmayado el cuerpo se le transformaba dejándola, por un momento, colgada de sí misma. Era cuestión de unos pocos minutos que todo terminara y con la habitación en una penumbra, continuaran su historia de idas y venidas, de listas de compras que se reproducen cada día, de reuniones escolares y vacaciones que no llegaban nunca. Durante semanas fingían normalidad en un proyecto infinito en el que ninguno de los dos estaba seguro si creían. Pasaban los meses mezclando la resignación con las ganas, el amor con el descontento y los días cayendo en un saco que remendaban como podían, con torpeza, y esperando algo que ninguno de los dos sabían lo que era.



domingo, 16 de septiembre de 2018

DE LA DISCRECIÓN



Y te das cuenta de que todos los escaparates brillantes, todas las modelos de los catálogos, todos los colores, las ofertas, las recetas, Martha Stewart, el Día de Acción de Gracias, las películas de Julia Roberts, las montañas de comida grasienta, intentan alejarnos de la muerte. Sin conseguirlo (…). Nadie piensa en la muerte en un supermercado.” 

Mi vida sin mí -Isabel Coixet-






Existe un tipo de personas que son capaces de llevar una vida sin molestar a nadie,  y el día que se van alguien dice aquello de “se fue como vivió, sin hacer ruido”. Vivir de esa manera, con la férrea voluntad de hacerlo bajo la discreción del que rehúye de la notoriedad,  incluso en lo cotidiano, no debe de ser sencillo. Decidir el modo en que uno vive su propia vida a veces forma parte de una lotería en la que no siempre sacas el boleto esperado, pero aun así, siempre cabe la posibilidad de que alguna pedrea permita modelarla a voluntad. Pero con lo que no cabe demasiada preparación, ni capacidad de decisión, es con el momento del final. Vivimos como podemos, a veces incluso como queremos, pero casi siempre alejados del momento de nuestra propia desaparición. La duda se mece en la incertidumbre del saber si quien te da carrete es la vida o es la propia muerte. Y le damos la espalda a nuestra propia incertidumbre, sin querer reconocer que ahí están, una junto a la otra,  como las dos caras de la misma moneda. Los hilos que nos manejan, que nos enredan, parecen alejarnos del final  cuando en realidad nos acercan a él, manteniéndonos en un engaño poco lúcido al que no queremos renunciar. Con la vida hacemos lo que podemos, con la muerte, agazapada tras una existencia que nos la esconde con la torpeza del que se quiere sordo, ciego y mudo, no podemos hacer nada salvo esperar, al menos en mi caso, que sea sin hacer ruido, sin molestar a nadie y con la cama bien hecha.







lunes, 10 de septiembre de 2018

MARISMAS



Jamás me comporté así de adolescente. Nunca me atreví a nada. Hice lo que debía. Y tú también lo has hecho demasiado, si me permites que te lo diga. Ojalá encuentres a alguien con iniciativa.

KENT HARUF,Nosotros en la noche 







Quisimos despedirnos en la entrada del puerto pero el tráfico lo hacía imposible. Quería evitar las despedidas dramáticas, los adioses que se extienden en el tiempo y que parecen atraparte sin salida. Le recoloqué el cuello de la camisa mientras él se miraba la punta de sus zapatos. Y así ¿ahora hasta cuándo?, me preguntó. Me dolía la cabeza y ya nos lo habíamos dicho todo, no quedaba mucho más. Hice un gesto con la cabeza que no llegó a ver porque seguía con la vista fijada en algún punto por debajo de sus rodillas. Le abracé en silencio y le olí cerrando los ojos. Solo de esa manera se pueden retener para siempre algunos aromas. Crucé la pasarela, me di la vuelta y levanté la mano en un gesto de despedida. Busqué mi butaca en una sala inmensa y me sorprendió que no hubiera demasiada gente. El ferry siempre va lleno y lo normal es viajar entre pasajeros de voces estridente que piden cambiar la butaca porque así están más cerca del baño, de su amigo o cualquier excusa.  
Me dolía la cabeza, metí la mano en la mochila y encontré una chocolatina. Estaba un poco desecha, me la  puse en la boca y dejé que se fuera deshaciendo poco a poco. Quizá fuera mi última provisión, no me quedaba dinero suelto y no sabía si la tarjeta de crédito podía hacerme servicio en aquella barcaza. Me levanté para subir a cubierta y contemplar la silueta de la costa. Ahora llegaba la hora de un hacer un inventario concreto con todo lo que con los años habíamos perdido por el camino, para descartarlo de manera definitiva y seguir. Vino a mi memoria un atardecer junto a la playa en el que Ramón, el hombre de la eterna mirada en los pies, recogía guijarros y los lanzaba levantando pequeños saltos de agua que se multiplicaban por mil mientras yo, su hermana pequeña, le aplaudía hasta que me escocían las manos. De todo eso hacía mucho tiempo. Nos habíamos perdido por el camino y ahora, tantos años después, una vez vaciada la casa familiar, ya no quedaba nada. El mundo nos reclamaba, a él el suyo y a mí el mío. Alcé la vista y apreté la bolsa contra el pecho. Vi la migración de las últimas cigüeñas. 





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miércoles, 5 de septiembre de 2018

NATURALMENTE



"Así es como se devora a una ballena, Doug. De un solo mordisco".
  Frank Underwood





Nos decidimos a salir del hotel y dar una vuelta por el centro para aprovechar las pocas horas de luz que quedaban. Apenas llevábamos unas horas en aquella ciudad pero tenía la sensación de haber estado allí en otras ocasiones. No la conocíamos de nada, de hecho íbamos por trabajo,  pero la impresión de caminar por calles y plazas conocidas avanzaba con cada paso que íbamos dando. Quizá sea porque con los años una ha estado en demasiados sitios y, al final, todas las ciudades europeas se parecen un poco.O puede que sea por la edad, que provoca que todo se nuble un poco y se acabe mezclando hasta componer un collage en el que es difícil discernir el origen de cada imagen. Nos paramos en un café buscando matar el tiempo y nos sentamos en la terraza para ver pasar la gente. Pasean igual que nosotros, corren igual que nosotros. Vi a unas cuantas personas apostados en la parada del tranvía que le tenía que llevar a sus casa. Las ciudades se parecen todas, las personas y las ilusiones también.



domingo, 2 de septiembre de 2018

OTOÑO CALIENTE

Con tanto ardor deben los ciudadanos pelear por la defensa de las leyes, como por la de sus murallas, no siendo menos necesarias aquéllas que éstas para la conservación de una ciudad.

Heráclito de Éfeso





Empieza el mes de septiembre y el ambiente está tan caldeado que vamos a tener que hacer grandes esfuerzos de contención si no queremos que en poco tiempo nos veamos abocados a una confrontación tan importante que nadie esté ya en posición de ningunearla, como está pasando hasta ahora.
En Cataluña se vive mal y decir eso cuando hasta ayer, como aquel que dice, teníamos unas de las mejores economías del país, unas ciudades preciosas y un buen nivel de vida, parece que sea una exageración. Sin embargo no lo es, porque incluso cuando las cosas en apariencia fluían, bajo esa tranquilidad, de "seny" y de "rauxa", había una parte importante de la sociedad que silenciaba el malestar por la imposición y la fagocitación que de la vida pública, y en algunos casos privada, han llevado a cabo los nacionalistas durante décadas, con unos intereses más particulares que pensados para el global de 
la ciudadanía. 
Pero hace ya muchos meses, más de la mitad de los ciudadanos de Cataluña decidieron dejar de callar y, en la medida de lo posible (no siempre lo es sin sufrir la muerte civil), ha empezado a manifestar su oposición a las tesis xenófobas, supremacistas y excluyentes que acompañan a la ideología nacionalista de los independentistas que en estos momentos, pese a su minoría, pese a sus mentiras, pese a su permanente corrupción, pretenden imponerse frente al Estado de Derecho.
Nos espera un otoño algo más que caliente. La equidistancia es un insulto a la inteligencia y los que todavía aun hoy no se han posicionado deberán hacerlo en algún momento porque toda esta situación tiene que acabar y, mucho me temo, que no quepan las tablas. Sería conveniente no olvidar que solo un Estado de Derecho fuerte puede garantizarnos la libertad, la seguridad e incluso el derecho a discrepar. Acabar con él, de una manera tan absolutamente irracional y suicida como la que están llevando a cabo los independentistas, es abocarnos a tiempos oscuros de los que ya tenemos conocimiento a través de la historia. Ojalá no tengamos que arrepentirnos de haber parido un monstruo que en estos momentos, pese a sus pies de barro, nos tiene presos.