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domingo, 13 de septiembre de 2020

ANTIBES



“Me miró con comprensión, mucho más que con comprensión. Era una de esas raras sonrisas capaces de tranquilizarnos para toda la eternidad, que sólo encontramos cuatro o cinco veces en la vida. Aquella sonrisa se ofrecía —o parecía ofrecerse— al mundo entero y eterno, para luego concentrarse en ti, exclusivamente en ti, con una irresistible predisposición a tu favor”.

El Gran Gatsby. Francis Scott Fitzgerald






Busco la hamaca más retirada. Apenas hay nadie en la piscina. Estos días, aunque raros, parecen pintados para bajar a la playa, aunque para llegar haya que hacerlo con mascarilla y la suerte de frente. Los aforos han abortado muchos planes estos días y caminar, aunque sea a buen paso y bajo el calor sofocante del sol mediterráneo, no garantiza una plaza en la que acomodar la toalla y reposar la pereza a la hora de la siesta. Pero yo, que he aprendido a improvisarlo todo, decido quedarme en la finca y busco la sombra de la buganvilla que se descuelga del muro que la divide en dos.  A un lado, la piscina. Al otro, un jardín en el que los pinos se mezclan con hibiscos, los romeros y lavandas que al anochecer regalan el perfume de un verano que se agota.  Sopla una brisa suave y las gotas del chapuzón del niño de la casa me refrescan por unos segundos. Desde la tumbona miro al horizonte como si desde aquí, tan lejos y tan cerca, pudiera ver la silueta del cabo y el color verdoso del agua que lo bordea. La imaginación es un motor poderoso que nos rescata sin necesidad de pagar ni un solo céntimo. Llega hasta aquí el bullicio de la alegría de los que saltan las olas que, de modo intermitente, van barriendo la orilla de la playa. A la sombra de las hojas que cobijan las flores más diminutas del mundo, dejo que la razón se pierda y fluya, como el agua que se extiende al llegar a la orilla del mar, la idea tan extraordinaria como estúpida de volver a verte.



lunes, 6 de noviembre de 2017

LA PESTE




—Tío Bob, cuando las cosas se complican tanto que no hay solución, ¿usted qué hace?
—Sr. Fitzgerald —me dijo—, cuando las cosas se ponen así, yo trabajo.
Francis Scott Fitzgerald 





Una de las cosas que más me molesta de la situación actual es que nos está absorbiendo la vida propia, los espacios en los que podíamos perdernos sin temor a que, mientras andabas entretenido por ahí, llegara un cataclismo absoluto y te reventara el modo de vida. La política embrutece. Son tiempos de odios y desprecios, de negaciones y poco sentido común. Vivir desde la resistencia a caer en el rebuzno colectivo, intentando que nada de todo lo que viene de fuera se convierta en lo único que nos ocupa el espacio de dentro. Intento tranquilizarme pensando en que todo es pasajero y que el tiempo, más pronto que tarde, nos devolverá a ese momento en que podíamos aburrirnos sin tener en la cabeza la idiocia constante de unos cuantos. Algunos días cuesta dormir. Es imposible conciliar el sueño entre brumas histéricas y futuros imprecisos. Todo tiene un precio y de momento se lleva las horas se sueño haciéndonos vivir en una permanente vigilia de desconcierto e inseguridad.  Llueve en Barcelona como es habitual en noviembre. Tan habitual que, pese a todo, no me cuesta imaginarme frente a la ventana, hilvanando cuatro notas que al final nunca llevan a nada. Pero ahora solo espero que llegue el día en que sea sencillo volver a sentarse frente al ordenador y dejar cuatro cosas escritas sin mayor pretensión que reinterpretar la vida como se pueda. Mientras, y en tanto no llegan de nuevo esos días, reseguiré con el dedo la única gota de lluvia que ahora mismo recorre la ventana en busca de un final que se antoja lejano y olvidaré que esta noche, quizá, tampoco sea posible dormir.


martes, 12 de abril de 2016

CORAZÓN PIRATA


Tienes dos hermosos malos ejemplos por padres. Limítate 
a hacer todo lo que no hicimos y estarás perfectamente a salvo”.
F. Scott Fitzgerald



Frente a noticias de aquel calibre nunca sabía si debía alegrarse o si por el contrario era mejor mostrarse contenido y esperar a estar solo para desbordarse. Aquello era lo que su madre le repetía desde siempre, aunque no sabía bien qué quería decir. Aquella idea, machaconamente repetida, le había vuelto reservado. Siempre le habían inquietado los que se mostraban excesivos, los glotones de helados enormes, los que repartían guantazos a los más enclenques durante la hora del recreo, y todos aquellos a los que no comprendía. Missy, a los ojos de cualquiera, también podía parecerlo. Pero era un gran día y nada lo podía cambiar. Para él era perturbadora, enorme en su naturalidad. Saber que había aceptado integrarle en su equipo de estudio era algo increíble. Siguió leyendo como si no pasara nada aunque, desde hacía unos buenos minutos, ni uno de los renglones que intentaba reseguir con el dedo índice parecía recto. Las letras se confundían unas con otras, un borrón oscuro en mitad del papel. 
Hacia una semana que había cumplido los trece y, desde entonces, el mundo parecía un poco más raro. Aquel día Missy le besó en la mejilla, le deseó que tuviera un día feliz y salió corriendo. Siempre corría, aunque no tuviera que ir más allá de la cerca de la escuela. Desde entonces, cada vez que la veía, el bom-bom de su corazón parecía un jilguero aleteando, intentado buscar una ventana por la que salir. Su mano se iba al pecho para intentar que siguiera ahí.
Ya no había vuelta atrás, al verla, su contenida presencia le transformaba en un bucanero, en un Capitán pirata en busca del pupitre más cercano.




jueves, 10 de septiembre de 2015

DIARIO 2.0


Evidentemente, la vida es sólo un continuo proceso de deterioro.
Francis Scott Fitzgerald



I) Existen muchas maneras de agotarse sin moverse de una silla. El teléfono, maldita sea, ese sí que es un verdadero invento del demonio y no el cinematógrafo.

II) A la pregunta: "¿Me quieres amor?" Solo cabe una respuesta: "Aha", dicen los activos sentimentalmente tóxicos. Y es que a ver quién contesta un "No" sin esperar un sopapo, una demanda, o una semana de nefasta convivencia dominical.

III) He dejado de leer el periódico mientras viajo en autobús. Desde que la presbicia ha llamado a mi puerta, hacerlo se ha convertido en una gincana ocular que termina en mareo consumado. La solución solo tiene dos caminos: a) Cambio de lentes. b) Pasmar a treinta por hora ante la ventana.

IV) Hoy he tomado conciencia de que mi mano izquierda tiene el pulgar en su derecha y de que mi mano derecha tiene el pulgar en su izquierda. Varias décadas conviviendo con ellas y hasta hoy sin darme cuenta de ello. El resto de dedos funcionan igual, pero ¿A quién le importan? Los gorditos siempre me han robado el corazón.





domingo, 12 de abril de 2015

IMBORRABLE


La vitalidad se revela no solamente en la capacidad de persistir sino en la de volver a empezar.
Francis Scott Fitzgerald



Recibir la noticia del suicidio de alguien cercano es una de las más impactantes que se pueden recibir. Con la noticia, y el inicial desconcierto, se inician toda una serie de preguntas que pocas veces obtendrán respuestas. El vacío y el sentimiento de culpa campa a sus anchas y la sensación de que tal vez algo más se pudo hacer quedan suspendidos en el aire transformándolo en algo denso, pegajoso y casi irrespirable.  Un diagnóstico médico no consuela, sino todo lo contrario. Los problemas de los demás acostumbran a parecer manejables cuando es otro el que los sostiene, y es así porque el escenario en el que ese tercero se mueve casi siempre está trucado por la distancia. Por eso, aunque se le de mil vueltas a aquellas frases pronunciadas en los últimos tiempos;  aunque se intente desgranar cada segundo compartido buscando alguna señal secreta (que nunca aparece) que de algún sentido al desenlace, nada explica la tragedia que queda para aquel que sigue viviendo, estupefacto, a veces inconsciente, el derrumbe personal de otro. Porque la desventura no es para quien se quita la vida (a esa ya le puso un fin premeditado su propietario), sino para todos aquellos que quedan dando vueltas a un final que casi siempre se muestra incomprensible e imborrable.









lunes, 9 de marzo de 2015

MANÍAS



La vitalidad se revela no solamente en la capacidad de persistir 
sino en la de volver a empezar.


Quizás deberían perder unos minutos de su tiempo, solo los casi ocho que dura la maravilla que empieza este texto. Quizá después de escucharla verán que lo de "perder el tiempo" era sólo una manera de hablar. 
Cada cosa tiene su tiempo, su momento preciso y adelantarse a su curso siempre nos coloca sobre la cuerda floja de las oportunidades que, casi siempre, se nos muestran esquivas cuando somos nosotros quienes pretendemos manejarlas. Jamás felicito un cumpleaños por adelantado, ni me congratulo por el futuro nacimiento de nadie hasta que la criatura en cuestión está en brazos de sus padres. Cada uno somos el producto de lo vivido.
Con el tiempo, ese espacio temporal que nos controla, he aprendido que bromas y seguridades las justas. Desde que empezó el año son muchos los días que he ido tachando, siempre hacia detrás, y contando poco hacia delante. Una especie de superstición, es lo que tú tienes, me apuntaban hace unos días. Pero no creo que sea eso, sino todo lo contrario. Quizá un miedo a que adelantando las cosas, las alegrías sobre todo, no acaben de llegar y queden tiradas por el camino.

Esta manía, costumbre (ya debo reconocerla como tal), adobada por los años que pasan, los míos propios incluidos, no hacen que olvide que tengo unos cuantos cumpleaños pendientes que no felicité y alguna otra cosa que dejé por el tintero. Así que para conjurar, también, el mal rollo que me dan los olvidos, dejo aquí un presente menudo y personal en forma de música (mi música), que creo que puede compensar mi, en ocasiones, accidentada cabeza.


viernes, 6 de febrero de 2015

SUAVE ES LA NOCHE


La misión del artista es examinar las fronteras de la conciencia.


Si tuviera que darle las gracias no sé si debería hacerlo por haber despertado mis ganas de volver a dibujar, o por haber conseguido que odiara el sexo vertical. La fractura de una vértebra, que se ha convertido en la muesca que mi cuerpo guarda de aquella relación tan primitiva, marca el ritmo de las estaciones, una cadencia que ha perdido los tempos.  Ya no existe la primavera, ni el otoño, solo nos queda lo extremo y de eso soy consciente desde entonces, desde que los juegos a cuatro manos, dos lenguas y una escasa media hora dejaron su tarjeta de visita en forma de dolor  lumbar estacional.
Escoger el subterráneo que comunica las dos bandas de la Gran Vía como escenario de nuestros escarceos rozaba lo infantil, lo escatológico y lo ridículamente gimnástico. Mientras su boca se afanaba en jugar buscando la mía, el olor a orín se colaba por todas partes, y aquel olor dulzón que por lo general desprendía su piel desaparecía sin que mi nariz, que buscaba entre su pelo, entre su clavícula, por detrás de sus orejas, encontrara el más mínimo rastro aun sabiendo que ahí debía estar, porque lo sabía, lo conocía, lo quería y lo necesitaba. El tufo reptaba por su cuerpo, por el mío, hasta provocarme una  arcada violenta que nos llevó al suelo, con la falda desmadejada y la espalda tocada para siempre. Fue una locura transitoria, grandiosa, que dejó su huella: una profunda aversión a la verticalidad amorosa y a cruzar cualquier paso ciego sin el salvoconducto de unas manos sosteniéndome en la oscuridad.
De eso hace más de tres años y desde entonces las cosas fluctúan con intermitencia y así ya están bien. Sé que tarde o temprano volverá a aparecer y sé, también, que es cuestión de añadir a la fuerza física del que puede sostenerlo todo en volandas, algo de cabeza para que las acrobacias no sean mortales. A veces, pese a su mala fama, la horizontalidad no es tan mala cosa.
Y todo eso acude sin pensar, mientras termino los cuatro apuntes que le enviaré a su estudio, como siempre; bebo una copa de vino blanco, restos de una anterior batalla,  y porque siento punzada que avisa del frío que vuelve. Pero algo pasa por ahí, pues la tarde se arrastra entre recuerdos que se muestran como posibles mañanas y los avisos llegan por el final de la columna. En la otra punta de la ciudad se escribe un futuro de promiscuidad genuina que busca más allá del simple sexo. Seguimos desperdigados, en contacto vertebral, un poco locos, un poco enfermos, y un poco reticentes a perder, por ahí, la fatalidad de la suave noche.




domingo, 11 de mayo de 2014

DANDO BOTES


«Y así vamos adelante, botes contra la corriente,
 incesantemente arrastrados hacia el pasado».

Me patinan algunas cosas, en el sentido de que soy incapaz de recordar cómo empezó algo, cómo fue girando el tema y el motivo por el que al final la cosa terminó de un modo u otro. Debe ser que aquella fantástica memoria que me acompañó durante años, empieza a hacer aguas por los cuatro costados. Vivo de agenda, y aunque a veces la nota, brevísima siempre, sobre aquello que busco me indica muy poco, al menos me sitúa en el momento concreto y aunque sea de modo vago, puedo tirar del hilo de mi propia trama.

En la agenda del año 2013, descubro que a finales de septiembre, una persona, por entonces muy querida, me dio un gran disgusto. Con la perspectiva del tiempo sé que ese momento marcó un antes y un después en mi modo de relacionarme con ella, de hacerle partícipe de mis cosas. Debo decir en mi descargo que durante meses, por lo que veo, intenté hacer borrón y cuenta nueva, olvidar el mal ánimo, pero no fue posible. Cuando uno no quiere, el otro no puede aunque lo quiera y lo intente. Por otro lado, el 30 de octubre de ese mismo año (que conociéndome debía andar con la guardia baja y con el disgusto aun a cuestas), tuve una gran alegría y una noticia personal estupenda. Un J anotado en el margen derecho del día no hace más que apostillarlo, aunque ese momento lo recuerdo sin esfuerzo. Sigo pasando página y encuentro: localizadores de vuelos, revisiones al dentista, libros recomendados, sensaciones que me remueven, alegrías y algunas penas tremendas, el principio de un relato cualquiera, los buenos deseos para alguien a quien ya no veo pero del que sé a través de amigos comunes. Cosas así que al releerlas algunas de ellas, con el tiempo, me parecen imposibles, improbables, increíbles y olvidables por necesidad. Son mis cuadernos, mi propia memoria histórica de andar por casa.

Sigo utilizando agendas de papel como si en mi vida personal la revolución tecnológica no existiera. Escribo con letra diminuta que con el tiempo se convierte en jeroglíficos que ni yo misma entiendo, aunque supongo que parte de la gracia de la cuestión está precisamente en eso, en que el paso del tiempo me permita no entender, ir atajando, dejando por el camino lo que realmente es irrelevante. Si no está en la cabeza, no está en el papel, si solo queda una vaga impresión, entonces seguro que no importa.


viernes, 19 de julio de 2013

DELAYED


"La vida no es para siempre".


Es en esta hora, en este momento, cuando debemos repartirnos la vida. Podemos decir que  hemos llegado a una estación de paso, aunque es siempre la misma historia dando vueltas una y otra vez. Cambia tu rostro, el mío, el tiempo se vuelve anciano. Pero la noche es la noche, nos convierte en misteriosos, en la llave de unas posibilidades tan infinitas como precarias.



martes, 17 de mayo de 2011

CONVERTIDOS EN AMORY BLAINE


¿Y si en realidad fuera un rasgo generalizado de inmadurez? 
Clasificamos a las personas, en un momento dado, con etiquetas que les colgamos, para bien o para mal, en ocasiones, inmerecidamente, por exceso o por defecto. Nos convertimos en terribles "Amory Blaine" sometidos a la risa de nuestros antagónicos.
La vida es un chiste, a veces, de mal gusto.

miles davis - blue in green



Amory Blaine es el protagonista de la novela "A este lado del paraíso" de Francis Scott Fitzgerald