domingo, 26 de julio de 2020

CITA PREVIA



«A veces, la matriz de un puzle no se detecta una vez montado — hay creadores de puzles magistrales que presumen de esas cosas—, pero en general, se nota»
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Despojos. Rachel Cusk




Me bajo una aplicación para pedir cita previa. No tengo que renovar el DNI, ni ir al médico, de eso desistí en el mes de marzo y aun sigo en las mismas. Solo quiero ir a nadar a la piscina de siempre, en el horario en el que algunos se acuestan y otros empiezan a despertar y tomarse el café, pero mi horario. Llego cinco minutos antes de la hora indicada y me toca esperar en la recepción con la mascarilla bien calada sobre la cara y el carnet de socia en la mano. Sigo las instrucciones al pie de la letra, por mi salud y, como si fuera un brindis, pienso que también por la de todos mis compañeros. Me desvisto con la mascarilla puesta y guardo mis cosas en una bolsa de basura, que me han entregado a la entrada, antes de colocarlas en la taquilla. El espejo me devuelve mis carnes blancas y blandas. Son las mías y me vienen bien. Soy Lilith paseando un siglo acuestas en busca del agua prometida. Cruzo el vestuario en bañador y zapatillas, con las gafas, el gorro y los auriculares en la mano y, por supuesto, la mascarilla que solo me retiraré, en el inmediato momento anterior a lanzarme al agua, con un gesto preciso que controlo a fuerza de enviar varios tapabocas. La nueva normalidad le llaman. 
Me sumerjo dándole al botón del play que tiento por la goma de las gafas. Brazada a brazada, intento olvidarme de todo. Dicen que el agua no es el medio natural del hombre o de la mujer pero en ella siempre me siento feliz, relajada, protegida. Tarareo hacia dentro, no puedo evitarlo. Y de impulos en impulso voy "rayando el sol", recorriendo metro tras metro en un "My way” que rebota a “we’ll keep laughing” con el que doy patada a la pared y me lleva, sin solución de continuidad, a “I am a fool to want you” de Chet Baker. Durante unos minutos, al ritmo de la trompeta y la visión deformada por el plástico de las gafas, me hago la muerta panza arriba y me dejo flotar, como flota el corcho, dejando que sea la fuerza del agua quien me lleve donde ella quiera. Emborrachada de normalidad, mi normalidad, olvido que el mundo se deshace como un azucarillo y que, fuera de aquí, la hostilidad espera agazapada sin pedir hora.




jueves, 23 de julio de 2020

PALPITAR





Estamos en racha. ¡Menuda frase! El peligro de verbalizar algunas cosa es que, tal cual salen por la boca, se desintegran y desaparecen en lo que se tarda en chasquear los dedos. El día amanece maravilloso. Ha dejado de llover y por encima del rodar de los coches aún es posible escuchar el canto de algún pájaro. Todo se mantiene dentro de la monótona rutina acomodaticia. Pero las rachas son caprichosas, escurridizas y el vivir embriagados de la grandiosidad del buen momento dura lo que tarda en caer te encima, como una tremenda maldición, una inmensa mierda de gaviota. Y a partir de ahí, aquella racha de la que te vanagloriabas, queda reducida a una monumental cagada que marca el principio del revés. La inmersión hacia el desastre está servida. Cae la bolsa, los contagios aumentan, falta material, las perdidas personales crecen en una progresión que asusta, y quedan pocas cosas a las que asirse cuando todo se tambalea. Poco nos pasa, escuchas decir. Y no sabes si es poco o mucho, pero de lo que no tienes duda es que lo tosco ha llegado para quedarse un rato. Desaparecido el tiempo de bonanza, las cosas se vuelven relativas con una acusada tendencia a estrellarse contra la pared de la apatía. Falta alternativa y una buena ventolera. Se impone la necesidad de no dejar de palpitar y cierto grado extravagancia para que no acabemos todos muertos de asco









Fotografía: Designed by Freepik

domingo, 19 de julio de 2020

PALABRAS






Te pregunta de qué va todo esto y tú, tan perdida como tu interlocutor, solo puedes encogerte de hombros, contestar que no tienes respuestas y poner buena cara para apuntalar una despreocupación que no sientes. En el bolsillo guardas el temor a lo que no se toca, a lo que no se ve, a lo que se va diluyendo con un azucarillo en un vaso de agua, y lo aprietas hacia abajo para que no salga y que no se te nuble la vista. Pero el desconcierto hurga y se coloca dentro y reconcome poco o poco, agujereando la idea estúpida de que podemos controlarlo todo. 
Respiras hondo y cierras los ojos. Esperas que al abrirlos todo siga igual, que nada se mueva y que cuando alargues la mano encuentres, al otro lado, una excusa para respirar, para mantenerte a flote. Sabes que perder, a veces, es cosa de unos pocos segundos. Rebuscas, pero no encuentras la explicación al motivo por el que lo bueno se diluyen tan deprisa y lo malo se enquistan una eternidad. Y empiezas a echar de menos algunas cosas que hasta ayer creías irrelevantes y todo, absolutamente todo, se transforma en una ausencia que abruma y que te convierte en un ser extraño que espera.





domingo, 12 de julio de 2020

TECHO DE ESCAYOLA






Esta semana España perdió la presidencia del Eurogrupo, órgano informal de la eurozona que trata cuestiones relativas a la economía y el euro. La pretendía Nadia Calviño, nuestra Ministra de Asuntos Económicos y Transformación Digital además de tercera vicepresidenta del Gobierno de España. A Calviño la apoyaban, al menos de cara al balcón, las grandes potencias europeas. Y aquello que parecía fácil no lo fue. La política es como un gran iceberg, apenas vemos la punta de lo que nos quieren mostrar; y los que se proclaman amigos pueden trabajar para que el vecino te ponga la zancadilla mientras te dedican una gran sonrisa. Nada que alguien que  se dedique al juego del poder no sepa.
Al día siguiente de la derrota, Calviño dio una entrevista en un programa de radio en el que apuntaba el detalle de que ella era la única mujer de la mesa, declaración de lo que parecía desprenderse que aquella circunstancia algo tenía que ver en su inesperada derrota. Ni a la que suscribe le coló el intento de gol y al entrevistador tampoco. Al ser preguntada por la cuestión, esquivó el tema y se dedicó a contestar a otras cuestiones sobre el sentido de los votos. Calviño ya no volvió más sobre el tema.
La interpelación a su condición de mujer para justificar una derrota como la suya fue bastante vergonzosa. Nadia Calviño no ha perdido la presidencia por su condición de mujer, los motivos son otros. Puede que esa pérdida tenga más que ver con la inestable situación gubernamental de España, sus finanzas desastrosas y una previsión fiscal y de cobertura asistencial que hace temblar al más firme, que con el uso de la falda y al pañuelo de Hermés que acompaña a la ministra.
No es la primera vez que escucho una mala justificación como esa y me temo que la escucharé cientos de veces más de una manera totalmente injustificada. No seré yo quien diga que no existen situaciones injustas en las que la condición de mujer puede perjudicar las expectativas, pero en este país, mucho menos de las que algunas están dispuestas a reconocer. Se habla con frecuencia de la existencia de la igualdad formal y de la inexistencia de la igualdad material, del techo de cristal, de la brecha salarial. ¿Existen? Sí, pero todos estos conceptos, para que puedan ser tomados en serio, deben ser objeto de un análisis cuidadoso y vacío de ideología. En el caso de la ministra nada de lo anterior propició la derrota. 
Nadia Calviño es una mujer extraordinariamente inteligente y válida, no le hacen falta los gestos mezquinos, y éste lo fue. Es inadmisible que alguien que ostenta su cuota de poder se presente, ni que sea con la boca menuda, como una víctima derrotada por su sexo. 
La actuación de Calviño, parapetándose tras una escusa, en este caso, tan burda y como falsa, hace un flaco a la mujeres que, día a día, trabajan aceptando los aciertos y las derrotas sin necesidad de mirar la ropa interior que llevan. Pero lo preocupante de lo ocurrido, que no pasará de ser una anécdota y que no importará a nadie, es el discurso victimista que se distribuye desde el Gobierno, que vende una imagen de mujer víctima  que deben ser tuteladas, un discurso interesado que va calando en la sociedad. Las campañas del Ministerio de Igualdad son una buena prueba, por no hablar de las declaraciones del vicepresidente del Gobierno, Pablo Iglesias, que pretende camuflar la presunta comisión de un delito alegando retener la tarjeta  de un teléfono que no es de su propiedad para evitarle, a una mujer mayor y con responsabilidades, unas supuestas presiones. 
En estos tiempos de cambios y desasosiego no debemos permitir los discursos, en los que se ven involucradas mujeres, que hemos escuchado a los vicepresidentes.
Las mujeres de este país no somos víctimas, gozamos de una igualdad que podemos ejercitar cuando nos es vulnerada y podemos acudir a los Tribunales cuando se nos conculquen. Es nuestra obligación no permitir que nadie juegue con nuestra libertad y nuestra igualdad por intereses partidistas. No necesitamos que nos tutelen, ni que nadie justifique una derrota acudiendo a la sexualidad, al género o a como ahora buenamente se le quiera llamar al ser mujer. En este caso, la política jugo fuerte y la señora Calviño, perdió. Las mujeres de este país, con sus declaraciones, también.



lunes, 6 de julio de 2020

LA ENCUESTADORA







Revisar notas viejas tiene el efecto, a veces desolador, de poner en evidencia lo poco que se sabe de nada, la inconsistencia de la vida e incluso la falta de peso que pueden llegar a ser algunas posturas, algunos recuerdos. Cuesta mostrarse conforme, e incluso reconocerse, en el momento en que se extendieron las palabras que tiempo más tarde, sin darnos cuenta, han perdido su sentido y también su fuerza.  La exploración vital de uno mismo no es suficiente para encontrar el origen de la idea y su búsqueda se  convierte en un juego de malabares vital pero cansado. Limpiar el polvo del presente para volver a ese momento del pasado. El contexto, casi siempre, lo es todo. El transcurso del tiempo tiene el efecto de relativizar, de emborronar el ayer y la transcendencia que entonces impostábamos para sentirnos un poco mejor de lo que somos.