domingo, 31 de julio de 2016

CUALQUIER TIEMPO PASADO FUE SIEMPRE ANTERIOR

La cura para todo es siempre el agua salada: 
el sudor, o las lágrimas o el mar.
Karen Blixen



31 de julio de 2016: El cielo se nubla en cuanto piso la arena de la playa. Un avión sobrevuela el mar. No hay destinos cerrados, siempre existe un viaje con billete de vuelta abierto.

31 de julio de 2015: Improvisa una intimidad durante dos días, al tercero muere.

31 de julio 2014: Esprinta por el costado, me doy cuenta y se me revuelven las entrañas. El silencio no siempre es la muerte aunque ya no existas.

31 de julio 2013: Llueve en París. Lo dicen las noticias.

31 de julio de 2012: Cada día que termina haciendo lo que debo, sin hacer lo que quisiera, lo vivo como una victoria aunque, en realidad, sé que es una tremenda derrota.

31 de julio de 2011: Yangon. La distancia no se mide en kilómetros. Dos ampollas en los pies y un pasaporte sudoroso.

31 de julio 2010: Corregir a otro puede ser un ejercicio de generosidad o la muestra de un profundo egocentrismo.

31 de julio de 2009: Mirando el lado equivocado junto a un vaso de agua helada.


Cualquier 31 de julio anterior está prescrito por el mero transcurso del tiempo, de los plazos prudenciales de supervivencia, y de la destrucción de las correspondientes agendas de papel.





lunes, 25 de julio de 2016

COURAGES

Le plus beau des courages est celui d'être heureux.
Joseph Joubert




Es entre la confusión de ideas entre lo que me muevo. Entre lo contradictorio de lo necesario, lo deseado, y el resultado imperfecto de la concatenación de hechos del día a día. Conservo pocas ideas claras al respecto de lo que nos ocupa. La primera, ¿Qué es lo que nos ocupa? La segunda, ¿Cuándo dejó de ocuparnos? Nadie se preocupó de que el cuchillo no tuviera el filo romo y ahora los márgenes restan confusos, bizarros, inabordables. Los objetivos se tornan débiles e imprecisos y divago, divagamos, dándole vueltas a los cantos que nos orillan sin darnos descanso. Y la vida, a veces, insípida, se aleja oprimida por la nostalgia que nunca se despeja, que cubre la semana, los días sin fin. Nos convertimos en mendigos a los que les sobran sacas porque la nada, con un peso específico exagerado, apenas ocupa espacio.




jueves, 21 de julio de 2016

LO QUE IMPORTA ES LA ILUSIÓN

El pueblo, del que en otro tiempo dependían el gobierno,
 la justicia, las fuerzas armadas, todo, ahora se desentiende
 y sólo desea con ansia dos cosas: pan y circo.
Juvenal





Si algo define los tiempos en los que vivimos es la falta de ilusión. Una tremenda falta que se ha expandido sin dejar a nadie a salvo. Y con la falta de ilusión, la perdida de la esperanza, porque ya no creemos en nada,o en casi nada. Perdimos la perspectiva del mañana y la creencia en que una nueva forma de vivir, de convivir, en definitiva, era posible. Algo ha cambiado, y a peor, no cabe duda. Somos incapaces incluso de engañarnos para que la soga de la que se vale la desesperanza no nos apriete cada día un poco más. El desencanto es colectivo y traspasa de manera silenciosa el día a día de cada uno, transformándolo en una suerte de desvelo desangelado. Todos se va convirtiendo en un una ficción bizarra, en la que el pulso vital de la sociedad se apaga poco a poco. No soy yo, eres tú; o quizá es al revés, no eres tú, soy yo. Una grieta inmensa en la que caben mil vidas enteras aplastadas por el amansamiento y la bajeza de quienes nos gobiernan.
En los años ochenta, Golpes bajos cantaba aquello de "malos tiempos para la lírica" y se quedaron cortos, aunque algo intuían en aquella otra canción en la que decían "no mires a los ojos de la gente, me dan miedo, mienten siempre". Así andamos, con el estribillo entre los labios, un estribillo que un día coreábamos pensando que aquello era solo una canción porque el mundo era nuestro y otra forma de entender la vida era posible. Pero no. El tiempo, maldita sea, corrompe y pierde. pero aun así, de vez en cuando, de un modo absolutamente irracional, sobrevuela un poco de la esperanza que no ha muerto del todo y el deseo feroz de que algo cambie.





martes, 19 de julio de 2016

OMBLIGOS

¿Es usted un demonio? Soy un hombre. 
Y por lo tanto tengo dentro de mí todos los demonios.
Gilbert Keith Chesterton




Vamos de atentado en atentado aunque nos duelen los que pasan al lado de casa. Pero cada día, a pocas horas de vuelo de nuestra ciudad, mueren cientos de personas y otros miles viven bajo el terror y la perdida de unas libertades que en ocasiones solo las conocen de oídas. El reguero de sangre  y miseria parece imparable. El viernes por la noche, mientras cenaba con unos amigos, recibí un mensaje en mi teléfono: Golpe de Estado en Turquía. Un buen número de muertos más y otra gran patraña para procesar. Al día siguiente, el golpe fue menos golpes, mientras los oscuros intereses de un poder más que mentiroso se cuelan por las costuras de Europa.
Vivimos en una gran mentira que se dulcifica a base de juegos estúpidos. Escapamos de la sangre que se va derramando mirando hacia otro lado. Lamentamos mucho, muchísimo, nos incendiamos otro tanto pero, al poco, volvemos al Pokemon Go, a las hamacas de la playa, a lo injusto que es la perdida de las fidelidades ramplonas,  y a un gobierno que no acaba de llegar nunca porque ninguno de los que medran por ahí piensa en el bien común.
Nuestra peor desgracia no es que seamos objetivo de un terrorismo inhumano que no solo quiere acaba con nuestra vida y con una civilización entera, sino que somos capaces de olvidarlo en cuanto dejamos de ver las noticias y volvemos a contemplarnos el ombligo.




domingo, 17 de julio de 2016

HÁMSTERS


"Volvimos a hacer el amor y debíamos de estar cansados porque cuando me desperté había pasado, por lo menos, dos horas. Temblaba de frío y Jamila dormía todavía profundamente con la mitad del cuerpo bajo la sábana".
Hanif Kureishi





Entro en modo hámster, vueltas y más vueltas hasta la extenuación. La voz que proviene de las rodillas, de las yemas de los dedos, murmura por lo bajo que no habrá paz para los malditos, que no habrá paz para ti, ni para mí. Anochece un día más, la marea pegajosa se escapa de las cajas de madera y de las redes empapadas de salitre viejo. El mar se embravece en algún sitio que no ves. Se ha estropea el calentador del agua, y la rueda gira a una velocidad de vértigo. No queda cerveza fría en la nevera, ni poesía, ni una brizna de aire fresco.  Echo de menos la luna, y echo de más las risas histriónicas de las noches de verano que se cuelan por el balcón. En modo incontinente empiezo un discurso con expresiones que no son mías, que no reconocería aunque quisiera adoptarlas.  A dos manzanas de casa empiezo a arrepentirme de haber salido, hace tanto calor. Miro el teléfono, quedan horas para que amanezca. Subo el volumen de los auriculares. Por debajo de la música se oye un zumbido, el chirrío de unos frenos y vuelve el silencio que nunca lo es en esta ciudad. El aire se ha contamina más de lo normal, medio neumático flota entre la calima y en unos segundos en mis pulmones. En el hueco de un platanero exhausto, alguien abandonó un anunció de crema solar.  Faltan unos cuantos pavos reales para que la escena sea conmovedora. L’amour est un oiseau rebelle. Quiero vomitar.





domingo, 10 de julio de 2016

QUERIDO JOHN


"Los arcos de piedra por encima del jardín poseían la curva exacta de cejas asombradas por encontrarse allí, junto a la confusión de hormiguero anárquico del Rato, y el psiquiatra tuvo la sensación de que era como si un rostro de muchos siglos estuviese examinando, sorprendido y grave, los columpios y el tobogán que había entre los árboles y que nunca había visto utilizar por ningún niño, abandonados como los tiovivos de una feria difunta".

Antonio Lobo Antunes





Querido John:

Prometí tenerte al día pero como no soy personas de promesas lo he incumplido. Pero hoy, mientras contemplaba el tambor de la lavadora dando vueltas, me he acordado de ti y de aquella promesa olvidada. Querido John, sigo aquí, en la misma ciudad, con el mismo polvo y la misma calima, pero no en la misma casa, ni con el mismo trabajo, ni con las mismas angustias, ni con las mismas expectativas de hace ya tantos años. Ahora vivo en un piso aún más pequeño que aquel que conociste, pero tengo un limonero, una buganvilla y dos macetas con lavanda. Siempre me gustó tener el balcón florido, unos cuantos suspiros vegetales que humanizara aquella perra vida que nos tocó vivir de horarios enloquecidos, perdidas irrecuperables y cortisona a tutiplén. Perdí un hijo después de abrazarlo durante unos días (pero eso ya lo sabes) y me volví loca, colgué el traje de luces y senté la cabeza, aunque bien pensado lo que hice con ella, la cabeza, fue ponerla en reposo y dejar que las ideas no se enquistaran y que los pensamientos surcaran entre neuronas calmas. El tiempo puso en mi camino algún que otro enamoramiento loco pero, como todo lo loco, acabaron encerrados en el cuarto oscuro, muertos de pura demencia poco compartida. ¿Y tú, John? ¿Qué hiciste con tu vida? He encontrado tus señas en la red. Sí, la privacidad en este mundo ya no existe, aunque puede que lo que navega por ahí no sea más que una huella del pasado que nadie ha rectificado y ahí sigue para que alguien como yo lo encuentre, después de ver rodar las sábanas durante más de veinte minutos, y por eso las guardo, las capturo (como dicen los modernos), para no olvidar de nuevo que debo ponerte al día. 
Mis días, como los de cualquiera, reparto las horas entre la lavandería pública, la biblioteca, el diván y el supermercado;  una madre medio loca y un perro que no deja de ladrar cada vez que ve pasar una chilaba. Nunca pensé que tendría un perro chauvinista, pero así es. ¡Ay, querido John! La vida es una carrera de obstáculos en la que vamos tropezando, y entre poste y mojón, una botella de brandy, dos orfidales y alguna que otra revista del corazón en modo casero. Aun guardo aquel diccionario que olvidaste sobre la cama, una costumbre rara la de memorizar dos palabras nuevas cada día antes de dormir. Recuerdo cuando escribiste en la cara interior de mis muslos “jugoso” y a fuerza de lengua conseguiste no dejar ni una sola curva de tanta letra redonda. ¡Ay, querido John! Alguien debería de recordarte, quizá también el tambor de una lavadora, que me debes una promesa. Pero eras tipo de no cumplir promesas, al igual que yo, y así estamos tanto tiempo después. Pero ahora tengo que dejarte, querido John. La secadora ha dejado de funcionar y hoy, después de dar algo de marcha atrás, me toca limpiar los cristales e imaginar un par de palabras para, a la caída del sol, dibujarlas en alguna cadera banal. 

Siempre tuya, Grace.



sábado, 2 de julio de 2016

RIBERA


Lo que transforma un sueño en un proyecto solo
 es la fecha cierta que le pongas al primero.
A.N




Los jilgueros vuelan hiperbólicamente casi rozando el suelo, remontan y se aposentan en el alfeizar de la ventana para verle escribir. Sobre la mesa, el periódico de hace un par de días, una taza vacía y un jarrón con cuatro caléndulas para espantar los mosquitos.  De vez en cuando levanta la vista. Desde su diminuta y estrecha atalaya, sin cruzar jamás el marco de la ventana,  le muestra su pecho penígero y le regala unos cuantos trinos. Mañanas mansas de julio en las que se abandona la compostura para pasear disfrazado, con las pantorrillas al aire, la necesidad clandestina de no romper del todo la baraja.