jueves, 27 de diciembre de 2018

EL ELEVADOR


“No quiero que la gente sea muy agradable, pues así me ahorran la molestia de que me tengan que gustar demasiado”.
Jane Austen





Coincidimos en el ascensor. No hay otro lugar más anodino,incomodo e impersonal para encontrarse a alguien. Pero estábamos allí, en dos metros cuadrados con unos cinco años más a la espalda. Pulsó la tecla del ático, la cafetería, aún no me había visto. Yo iba al quinto, sección menaje. Al girarse, ya no quedó más remedio. ¿Qué tal? Preguntó, un qué tal que guardaba un mucho de turbación imprevista y otro tanto de intranquilidad a una respuesta que fuera más allá de lo cortés. Pero la inquietud reculó con un “bien, como siempre” y llegamos al quinto. La puerta se abrió sin hacer ruido. Él quedó dentro y yo me despedí, tocando ya el suelo, con un “nos vemos”. El aire se expandió de nuevo.  





domingo, 23 de diciembre de 2018

PAZ Y AMOR EN EL TELEVISOR



Me veo simple como una piedra o un árbol en este mundo y este tiempo sin fin. Me convierto en rey de las hormigas y de las moscas, soy el comandante de las nubes: antes de ir a la trinchera, las convoco para que desfilen y les ordeno que abandonen de inmediato nuestro cielo para encontrar otro azul en algún otro sitio, más tranquilo y sensato.

Velibor Čolić, Manual de exilio






Se nos ha acumulado tanto destrozo a lo largo del año que llegadas estas fechas es difícil recomponerlo y formular buenos deseos para toda la humanidad, sin que suene impostado y falto de verdad. Quizá en estos tiempos solo podamos pedir que los días, y las decisiones que no podemos controlar, no nos traigan todo lo que el ser humano es capaz de soportar. Vivimos al filo de una sociedad que está a punto de despeñarse. El respeto solo se consigue respetando al otro y ese camino siempre tiene dos direcciones, la de ida y la de vuelta, y sin ambas el respeto se convierte en sumisión que a la larga se traduce en un odio atroz, desmedido. Pero no hay tiempo y tampoco ganas. En unas cuantas horas será Navidad y yo, al menos, echo de menos no solo a los que no están, sea el motivo por el que sea, sino también la cordura,  la sensatez, el respeto y las ganas de no perder libertades a manos de quienes gritan en nombre de ella mientras intentan anular a los otros. Llegan tiempo de paz y de amor, al menos en el televisor y esto último es una gran pena.  




domingo, 16 de diciembre de 2018

UN INVIERNO EN SINGAPUR



Agarró su guitarra,dijo: "nos vemos", y se marchó. Fue tan duro para los niños como para mí. Peor aún cuando sin él encontramos una tumba zuni, y durante la danza del venado en San Felipe.


LUCIA BERLIN, Mi vida es un libro abierto






A veces, cuando se hace de noche demasiado pronto, intento recordar algunas cosas que existieron en el pasado. El invierno existía y las tardes se llenaban de manos frías, del vaho saliendo de la boca que las madres intentaban cubrir con bufandas que ellas mismas tejían mientras escuchaban la radio. La mía intentaba hacer lo mismo. Nos vestía de un modo un tanto estrafalario para que no nos resfriáramos, para que las anginas se quedaran quietas y ella pudiera irse a trabajar sin sobresaltos de avisos que nunca llegaban porque, por entonces, los niños que se ponían enfermos se quedaban en casa al cuidado de quién se podía y solo al día siguiente, en la cartera del hermano más mayor, se colocaba una nota explicativa para la escuela que, en nuestro caso escribía mi madre sentada en la mesa de la cocina. Se sentaba en una de las cuatro sillas que rodeaban una mesa de fórmica y se ajustaba al cuerpo un kimono finísimo, que creíamos de purísima seda de la China y que nunca supimos cómo llegó a casa, mientras apuraba el único cigarrillo que se permitía después de cenar. Las noches de invierno olían a tabaco aunque ella abriera la ventana intentando disimular el único vicio que decía que ya le quedaba. Ahora no sé si todo aquello de verdad fue así, o si es mi visión deformada y edulcorada de un tiempo en el que el butano de una catalítica no era suficiente para calentar toda una casa y en el que andabas todo el día con el frío metido en el cuerpo, porque por mucho que te riñeran no había manera de que te cerraras aquella bata de lana gruesa te habían regalado en tu último cumpleaños. Porque eso también era así, los regalos eran una excusa para comprar lo necesario y si acaso, y se podía, un detalle apenas menudo con el que te crecías frente a los hermanos porque ese día era tu día. La memoria es traicionera y, de vez en cuando, inventa una realidad inexistente, y lo que hoy parece el retrato exacto de un tiempo, el mañana, de un modo fugaz, lo arrasa hasta convertirlo en algo distinto y tan perecedero como lo anterior. Puede que por eso las tardes de invierno me traigan el recuerdo de una madre que no existió nunca y que he inventado a fuerza de recuerdos macerados por mi propia existencia y la fantasía de un mundo tan extraño y sorprendente como el cantón del que provenía la bata de mi madre. Una vida que ni siquiera sé si es inventada pero a la que me une un filamento extraño que marca el camino pese a que, como el humo de un último cigarrillo, solo queda el rastro de su aroma.



martes, 4 de diciembre de 2018

OBSTINADAMENTE


Tardé en darme cuenta de que el dolor que soporté esos días no era el dolor de la responsabilidad. No era la consecuencia de mis desavenencias con Stefano, sino más bien el resultado de una crueldad calculada, no solo conmigo...
RACHEL CUSK, Prestigio





Y todas esas cosas que ahora dices buscar por ahí son las que yo encontré en ti, en todo lo que tú eras. Tu cuerpo, tu sangre, el musculo cavernoso que se esconde en tu pecho y que me sustraes sin pensar que me dejas hueco. Y todo eso por lo que ahora buceas entre verdes mares que solo existen en tu cabeza es lo mismo por lo que cavé buscando el fondo que escondías más allá de todo lo que era apariencia. Y ahora que te vas, debes saber que yo me quedé ahí, atrapado entre los cientos de silencios torpes, buscando entre ellos nuestro destino hacia ninguna parte.




domingo, 2 de diciembre de 2018

LOS REYES DEL MUNDO


Estas líneas rebosan tristeza. Lo que ama no le corresponde.
TEJU COLE, Cosas conocidas y extrañas




Intenta dar una vuelta alrededor del centro y sólo encontrarás turistas que buscan gangas, falsificaciones de marcas y ropa que se vende en los mismos países de los que vienen. No hay nada nuevo. La misma camisa, el mismo pantalón, la misma etiqueta globalizada y la misma sensación de estrechez de miras que el viajar no ha ensanchado en nada. Tú misma lo has sentido por ahí, en Varsovia viste en un escaparate los mismos pantalones que vestías y que habías comprado a miles de kilómetros de distancia dos años antes. A veces somos tan tontos como esos tipos que ahora mismo hacen grandes aspavientos frente a los escaparates de una tienda, que se repite a lo largo de todo el mundo, y no queremos verlo. La tontería es patrimonio universal de la humanidad, un rasgo que nos define aunque nos neguemos a aceptarlo sin ofrecer cierta estúpida resistencia. Porque el mundo ya no es mundo, ya no se concibe como aquella idea romántica, aventurera, que se escondía tras la idea de que más allá de nuestras fronteras había un algo casi inalcanzable que, por diferente, nos atraía de una manera poderosa. Pero al otro lado ya no queda nada distinto, es todo tan igual que si te despistas, aunque estés lejos de casa, siempre tienes la sensación de que llegarás a una plaza conocida, que girarás en la próxima esquina y que aquel café internacional rotulado en un idioma que no es el tuyo, es el mismo en el que cada tarde, al salir de trabajar, pides un capuccino para llevar. Quiero pensar que esta inmensa desgracia que lo ha igualado todo puede que esconda algún tipo de grandeza que yo aún no reconozco.




domingo, 25 de noviembre de 2018

MALDICIONES GITANAS



George se dio cuenta de que Ruth estaba pensando en eso, pero no se atrevía a confiar en su criterio. Se alteró y se puso colorado, y Ruth le puso la mano en el brazo.
ANITA BROOKNER, Un debut en la vida






Me lanzó una especie de maldición gitana que yo no escuché, pero las malas lenguas que por entonces nos unían me ofrecían día tras día la última versión que entre ellos circulaba. Parar el carrusel de maledicencias no fue tarea menor, tener preparada la permanente respuesta de “no me interesa”, fue algo así como un mantra que tuve que repetir en muchas ocasiones. Por aquellos días a menudo pensaba en si alguien tan insignificante como yo (y como el otro), podía recibir tal alud de insultos, halagos y preguntas interesadas, qué no sería de aquellos que por una razón u otra tenían una relevancia que yo no he tenido jamás. Hay gente que lleva mal el perder un mínimo de atención y protagonismo, y algo de todo eso hubo en el giro que tuvo todo aquello. Y aunque, en realidad, era yo la expulsada de la casa del Gran Hermano, el hecho de que no hiciera comentario alguno, que no rabiara por lo que otro habría considerado una injusticia y me dedicara a sacar adelante lo mío, que bastante tenía, incrementó las dosis de agresividad indirecta que lanzaba contra mi persona. Con el tiempo, bastantes meses, aquel tsunami de noticias desconcertantes, que evitaba como podía, fue difuminándose hasta desaparecer. Este viernes me encontré a una persona conocida de aquellos tiempos y, en los pocos minutos que da un encuentro casual, nos pusimos al corriente de nuestra vida, nuestras familias, nuestros actuales trabajos y sobre las aficiones que habíamos compartido. Hacia al final, me preguntó si sabía qué había sido de Menganito, al que también había perdido la pista, le dije que lo ignoraba. Esa es la verdad, no hay otra. Despareció como lo hacen las  volutas de humo, dejando el leve aroma del tabaco que primero se extraña pero que luego se vuelve rancio y que el tiempo termina por borrar. Volviendo a casa, recordé algunas de las cosas que entonces ocurrieron, las verdades dichas a medias, las mentiras esbozadas con apariencia de realidad, la sensación de injusticia, y la impresión de que todo aquello, con el terremoto que supuso, en realidad no existió. Como tampoco debió existir la maldición gitana que todos mentaban porque, a día de hoy, aún como, conozco y no le guardo ningún rencor en mi inmensa irrelevancia.




martes, 20 de noviembre de 2018

NOSOTROS, LOS INÚTILES


- El espejo se ha roto. 
- Ya lo sé, me gusta así. Así me veo tal y como me siento. 


El apartamento - Billy Wilder






Estoy esperando que llegue el fontanero. Es un hombre muy dispuesto que siempre acude con rapidez cuando le llamo. Nunca me ha puesto ni un solo problema para venir, sea la hora que sea, a reparar todos los estropicios que día a día se van produciendo en esta casa que maldita sea la hora en que alquilé. No sé la de veces que ha venido en el último año. En todas ellas vestía una de mono viejo que dejaba al aire unos brazos que en otro momento debieron de ser fuertes y ahora son poco más que pellejo y hueso, hoy viste igual pero arrastra los pies. Nunca me había fijado en eso. Le dirijo al baño, otra vez la cisterna pierde agua. Se detiene frente al inodoro mirando el botón que regula el flujo de agua. Se queda quieto, en silencio, y por un momento temo que certifique la defunción del baño y me condene al infierno de una obra más que el propietario no va a pagar.
Se mueve en silencio, apenas me pide que le encienda también la luz del pasillo porque su propia sombra le dificulta el trabajo. Intento imaginar los años que debe tener el hombre, no me hago a la idea, quizá Matusalén fuera su hermano menor. Me pregunto cómo puede seguir trabajando, qué clase de penuria le tendrá encadenado a ir de chapuza en chapuza. Un golpe seco me devuelve a la realidad, se ha roto la tapadera de la cisterna y ahora sí que pienso que el fin del mundo ya está aquí, que tendré que pagar el destrozo del que a fin de cuentas no tengo culpa alguna, pero que deja la cuba al aire y así no se puede quedar eternamente. Pero le miro inclinado sobre la cisterna, sin levantar la cabeza, con los pies rodeado de trozos de loza y no me atrevo a rechistar, me bloqueo, y aunque mi lado perverso y vengativo piensa en apretarle la cabeza dentro del tanque hasta que se ahogue, solo voy a por la escoba y el recogedor. Empiezo a calcular el coste que la reparación me va a suponer y en lo tiritando que tengo la cuenta en el banco. Por debajo de mis pensamientos y del arrastre de las cerdas de la escoba, escucho una disculpa y aunque sigo con ganas de matar, no puedo por menos que aceptarlas y sentirme una miserable. Siento vergüenza y rabia, quizá no a partes iguales, pero puede que sí. Le digo que no se preocupe, que vuelva cuando encuentre el recambio y le entrego los últimos cincuenta euros que me quedan en la cartera para que pueda comprarlo, y acabo por darle las gracias. Debí imaginar que esos brazos no soportarían el peso de la loza, debí imaginar que nada podía salir bien porque desde que puse el pie en esta casa no hay semana que no me azote una desgracia doméstica, debí imaginar que las desgracias nunca vienen solas y que a veces se acompañan de viejos que te dan pena. Miro la cisterna, sin cubierta, llena de agua correosa y pienso que esa imagen, como metáfora de la vida, no tiene precio.





domingo, 18 de noviembre de 2018

COSAS SIN IMPORTANCIA, A VECES



"I don't think I ever really liked the world until I met him".
Lucia Berlin






A nadie escapa que el tiempo vuela y que la tecnología nos ha facilitado de una manera extraordinaria algunas cosas, aunque  haya terminado por desvencijar algunas otras. Entre las muchas facilidades está el libro electrónico. No es poca cosa poder llevar en el bolsillo todo lo que uno quiera, lo lea o no. No le niego las ventajas, poco peso y mucho contenido con el que puedes dar la vuelta al mundo sin que apenas ocupe espacio. Pero el soporte, si creemos que los libros son algo más que contenido, también es importante. Los libros han sido desde siempre objetos preciados. Puede que en estos tiempos en los que es fácil obtener cualquier cosa y algunos circunscriben sus lecturas a 140 caracteres,  los libros hayan perdido parte de la magia y el valor que comportaba, en otros tiempos, poseer un ejemplar y que el contenido en soporte electrónico haya ganado posición frente al  libro encuadernado.
Sin embargo y pese a las ventajas, hay algo que nunca podrá tener el libro electrónico y es que las pantallas también tienen sus complejidades y sus carencias, y es que nunca podrá ser dedicado a aquella persona para la que lo adquirimos. Porque aun hoy en día hay libros que  los adquirimos para ser regalados, que nos hacemos con ellos pensando otro, en aquel que lo va a recibir. Puede que este detalle no tenga mayor importancia en los tiempos atropellados en los que vivimos. Pero quedamos un bueno puñado de raros que consideramos esencial que cuando regalamos un libro, el que lo recibe sepa que lo escogimos expresamente para  él y no para otra persona y que se lo hagamos saber mediante una dedicatoria manuscrita que posiblemente solo él comprenda. En la elección del ejemplar  su existencia fue fundamental. Quizá este grupo de raros, de románticos poco ecológicos seamos lo que consigamos que el libro en papel sobreviva. Pero cabe la posibilidad de que esto solo sea el desvarío de alguien que, como yo, compra libros de viejo, libros de segunda mano, en los que puede leer lo que algunos escribieron pensando en otros y consigan que se me erice la piel aunque sirva para bien poco.




sábado, 3 de noviembre de 2018

CONVALECIENTE

 

-Soy muy feliz, Dev, ¿por qué no me dejas ser feliz?
-Nadie te lo impide.
-¿Por qué no le das a ese cerebro de policía un descanso? Cada vez que te miro veo en tus ojos "Estafador una vez, estafador para siempre". Vamos, puedes coger mi mano, no te haré chantaje por eso. ¿Asustado?
-Siempre me han asustado las mujeres, pero lo supero.
-Y ahora tienes miedo de ti mismo. Tienes miedo de enamorarte de mi.
-No sería difícil.
-Ten cuidado, ten cuidado.
-Te gusta burlarte de mí, ¿no?
-No, Dev. Me río de mi misma. Intento ser una niña buena y mimada, con el corazón lleno de flores y mariposas.
-Bonito sueño.
Notorius - Alfred Hitchcock







Cuenta las veces que ha suena el teléfono. Una vez más y saltará el buzón, y después escuchará el mensaje sin que el mensajero lo sepa. Cada vez coge menos llamadas. Dice que el contestador es la coartada perfecta para librarse de todo aquello que molesta o simplemente no interesa. Basta con excusarse con un “no lo escuche”, “lo oí tarde”, seguido de un compungido, "lo siento" más vacío que el ojo de un tuerto. No es cuestión de egoísmo, se justifica frente a  su mujer, sino de cuidarse un poco y evitar las molestas conversaciones que pocas veces llevan a nada. Hoy también ha dejado saltar el buzón, pero  en cuanto aparece el símbolo de mensaje pendiente coge el aparato sin dejar que se apague la luz. Va a pulsar la contraseña, pero primero mira a un lado y a otro, no quiere que su mujer le acuse, repitiendo el mismo sermón de siempre, que su indiferencia es fingida, que solo se hace el interesante y que un día tendrán una desgracia y se enterarán tarde y mal. Pero él tiene el discurso aprendido y sin apenas darse cuenta, en cuanto la escucha, se le escapa por la boca un ¡Qué más dará! Para cuadrarse ante las desventuras siempre hay tiempo. Sin perder de vista el final del pasillo que lleva a la cocina, pulsa la contraseña. Una decepción más, la compañía del gas quiere concertar una visita para revisar la instalación. La trascendencia de las llamadas que se esperan se muere poco a poco a fuerza de indiferencia y del bulto de lo previsible. Deja el teléfono sobre la mesilla, bloqueado pero siempre cerca. Vertical de seis letras, engreído sin fundamento para ello: I— - o - a. Hoy pondrá la mesa para cenar ante de que se lo reclame Carmen desde el otro extremo del pasillo. Habrá que cenar.






sábado, 27 de octubre de 2018

LA BUENA ESPOSA


¿Quieres un infierno particular? 
Enamórate y siéntate a esperar a que ese amor te destruya.
Anita Noire





Hubo un tiempo, no demasiado lejano, en que las mujeres occidentales hacían enormes renuncias personales y profesionales en nombre del amor y de la familia. La vida era así. Y aunque aquellas mujeres sabían que su destino no dependía de ellas mismas, sino de la voluntad universal de los hombres, se acomodaban a aquella manera de vivir, bien porque así querían hacerlo, bien porque no conocía otra cosa, bien porque la sociedad se lo imponía sin posibilidad de modificar por sí misma el sistema que las había engullido. Las cosas han cambiado mucho desde entonces y nuestros problemas, los de las mujeres, pueden ser otros, pero no los de la falta de libertad para decidir nuestro futuro, no al menos en este parte del globo.
Hace unos días viendo "La buena esposa” de Björn Runge, me vino a la cabeza todo eso, lo destructivo que puede llegar a ser el amor cuando implica una renuncia colosal a ser uno mismo; y el resentimiento que puede nacer de las posiciones desiguales, aun cuando uno cree haberse colocado allí porque precisamente eso era lo que quería. 
¿Cuánto tarda en llegar la decepción? ¿Cuánto tarda en llegar el resentimiento y el reproche? Porque el ser humano es cambiante, al igual que las circunstancias con las que cada uno se va encontrando en distintos momentos de su vida. 
Cambiamos por fuera y también lo hacemos por dentro. Por eso las entregas incondicionales pocas veces encuentran la reciprocidad que casi siempre espera aquel que entrega. Dejar de ser para que el otro lo sea todo, es una apuesta demasiado grande y con demasiados números para estrellarse. La vida es compleja y la evolución constante nos metamorfosea hasta convertirnos en seres distintos a cada paso que damos. Porque lo que hasta ayer nos parecía suficiente, mañana puede ser el desencadenante de una insatisfacción que sea irrecuperable. Acostumbra a pasar que el que entrega, aun cuando diga no esperar nada, lo espera casi todo, y entre esa expectativa vital se encuentra el reconocimiento a su entrega con una lealtad inquebrantable que pocas veces puede ofrecer el ser humano porque, precisamente, la vida da demasiadas vueltas y todo, absolutamente todo, está en permanente movimiento. 
En estos tiempos es difícil encontrar una buena excusa para que una mujer, en occidente, no sea lo que quiera ser; y puede que por ese motivo las buenas esposas como Joan ya ni siquiera nos interesen, salvo que nos las encontremos ante una gran pantalla, en una interpretación brutal de una espectacular Glenn Close, y nos pongan frente a una realidad que hoy, aquí, se nos hace difícil.






domingo, 21 de octubre de 2018

FUNNY GIRL



"Estaba tan cansada que me entró la risa, con lo que se enojó aún más. Violación estatutaria. Me asaltan visiones de Pigmalión o algún italiano violando la Pietà.
LUCIA BERLIN, A ver esa sonrisa






La primera luz se cuela por el estor de la habitación. Llevas un tiempo con los ojos abiertos, no puedes dormir pero necesitas descansar y te esfuerzas por mantenerte en la cama, por no moverte demasiado y esperar a que con un poco de suerte, aunque sea por un rato corto, puedas volver a conciliar el sueño y que el domingo sea un domingo de verdad, desde primera hora. Pero van pasando los minutos, que no sabes si son muchos o pocos, y sigues esperando. Esperando y desesperando pero en la cama, con la colcha cubriéndote hasta el mentón y la mano sujetándola fuerte para que se mantenga ahí. Todo se mueve despacio. Desde la cama el futuro es inmediato y sin ninguna expectativa. Cierras los ojos y aflojas la respiración, imitando el dormir inicial, pero sabes que es mentira y la cabeza se te va, vuela sola hacia las cosas del día a día, y te das cuenta de eso, de lo poco que queda en la imaginación y de las escasa ganas que te quedan de tocarte aunque sea solo por reconocerte el cuerpo. Te preguntas en qué momento la rutina se comió el mundo de las ideas y cuándo se empezaron a borrar las cuatro cosas que servían para escapar sin mover un dedo. Miras el reloj y sigues con los ojos el filo de luz que ahora ya atraviesa el cuarto. Alguien olvidó quitar la alarma al despertador, aunque no sabes si es en el segundo o tal vez en el tercero. Una cisterna se vacía al ritmo de una tos bronca. Quedan muy pocos domingos de verdad para nadie.












miércoles, 17 de octubre de 2018

CALYPSO


Toma, bebe.
–No tengo sed.
–Con esto conseguirás dormir.
–Ya lo intenté y no me sirvió de nada.
–¿A cuántos hombres has tenido que olvidar?
–A tantos como mujeres recuerdas tú.
–No te vayas.
–No me he movido.
–Dime algo agradable
–Sí, ¿qué quieres que te diga?
–Engáñame, dime que siempre me has esperado, dímelo.


Johnny Guitar






Deben asistir vestidos de negro y esperar en la recepción del hotel, una persona de la organización pasará a recogerles. Junta a esta nota venía el billete de avión y las indicaciones del hotel en que nos hospedaríamos todos los participantes en aquel congreso. En el último año había preparado un par de publicaciones que habían tenido un cierto éxito y aunque mi nombre sonaba más bien poco, alguien había dado con aquellos artículos y había decidido que merecía una invitación a participar en aquellas jornadas. Quedaban apenas dos semanas para el inicio y aunque tuve que mover la agenda de un modo precipitado, pasar el mal rato de preguntarle  a Pablo si podría hacerse cargo de los niños aunque no le tocaran, acabé aceptando. No me vendría mal un viaje, descansar un poco en una cama grande sin tener que estar pendiente del reloj y de las necesidades de unos críos que me fagotizaban desde que su padre y yo nos habíamos separado. Solo eran cuatro días y participaría en dos mesas redondas. No era tanto pero a mí me pareció ver el cielo abierto, una especie de regalo inesperado que me puso casi al borde de las lágrimas. No me iban a pagar pero nada me iba a costa por lo que el cambio por mi rescate, en ese momento, me pareció más que razonable. Empecé a pensar en cómo organizar el tiempo para que en las dos semanas que quedaban me diera tiempo a preparar las notas, a controlar el nerviosismo de la puesta en escena que aquello iba a suponer y en la ropa, esa ropa negra tenía que vestir. Abrí el armario, empecé a correr las perchas con prendas medio muertas. Ropa negra. Todo el mundo tiene ropa negra, debería ser algo fácil encontrar, entre todo el maremágnum de vestidos, algo negro pero no. Lo había desterrado de mi vestuario el mismo día que cerré la puerta por dentro y dejé en el descansillo cuatro cajas llenas de los bultos que Pablo había traído cuando se vino a vivir conmigo. Me quedaba dentro, entre cuatro paredes, el resultado de siete años de convivencia y uno de destrucción recíproca. Me senté en la cama, mientras los gemelos se mataban en el comedor y mis dudas se empezaron a agrandar por dentro. Vestir de negro y olvidarme por unos días de ser quien en realidad era. Empezar por desobedecer ese extremo estético del negro impuesto y seguir con los colores con los que me disfrazaba desde que mi vida era otra. Cuatro días vestida de negro era algo que no podría cumplir. No tenía ropa para eso ni tampoco el bolsillo para dedicarme a ir de tiendas. Siempre podía teñir un par de camisetas, recogerme el pelo con un pañuelo oscuro y esperar que los únicos vaqueros, que me quedaban decentes, pasaran desapercibidos. Cerré el armario y me tiré sobre la cama. En el salón reinaba un silencio absoluto, algo terrible debía de estar sucediendo fuera, pero yo ya no quería saber nada, solo podía pensar en una cama ancha y en cuatro días de libertad, en los que lo de menos era que hubiera que hablar de lo que fuera, porque yo solo quería dormir, dormir y nada más. 










lunes, 15 de octubre de 2018

DIARIO 2.0


Pero en cuanto pasaron los primeros meses de humillación y de soledad lo que hice, sin proponérmelo, fue empezar a disfrutar la vida que me había dejado secuestrar por él.
ANTONIO MUÑOZ MOLINA,Plenilunio 







Me hubiera gustado despedirme de una manera mucho más directa y sencilla pero aún no he encontrado la forma de hacerlo y me pierdo entre circunloquios pesados intento componer algo llano y franco, pero lo demoro una y otra vez. Miro por la ventana y el cristal se empaña mientras intento descubrir si la tormenta me acompañará todo el viaje de vuelta o si la dejaré en Atocha. Al final solo tres palabras: Llueve en Madrid. No es mucho pero con eso basta, sabrá entenderlo.







jueves, 11 de octubre de 2018

NO TODO VALE


El Ministerio Fiscal tiene por misión promover la acción de la justicia en defensa de la legalidad, de los derechos de los ciudadanos y del interés público tutelado por la ley, de oficio o a petición de los interesados, así como velar por la independencia de los Tribunales, y procurar ante éstos la satisfacción del interés social.


Art. 1 Estatuto Orgánico del Ministerio Fiscal






Durante un buen rato estuve escuchando las declaraciones de Delgado, la ex fiscal y actual Ministra, ante el Congreso de los Diputados con motivo de su relación con Villarejo, el policía corrupto. Debo decir que me repulsa tanto el segundo, como la primera. Esta mujer, que en su momento juro su cargo como miembro de la carrera Fiscal, se puso voluntariamente al servicio de la legalidad y de su defensa, no puede ni debe (porque entiendo que no ha renunciado a su condición de Fiscal y que solo goza de una excedencia temporal), desviarse ni un solo milímetro del lugar en el que se colocó cuando juró su destino como funcionaria pública en defensa del Estado de Derecho, la legalidad y los derechos de los ciudadanos. Me produce una basca absoluta todo lo que rodea este tema, el compadreo zafio con aquel que destila mierda por la boca porque no se sabe decir que no, porque no se sabe parar los pies al que se tiene delante, porque siempre es más fácil caer en lo sórdido que denunciar su existencia. Pero hay algo una me parece mucho más chusco, mucho más deleznable que se hizo evidente en la Comparecencia de Delgado. La manipulación de la información de los datos objetivos y el escudarse en la condición de mujer para defenderse de lo que se considera un ataque cuando no es más que el levantamiento de la tapa de otra alcantarilla más que existe en este país. No vale cualquier cosa, ser mujer no es prerrogativa de nada y no sirve para blanquear conductas que son absolutamente deleznables y reprobables. La excusa de encontrarnos ante conversaciones privadas, grabadas sin permiso, no hacen menos reprobable que quien tiene la obligación de perseguir el delitos, de defender la legalidad, le ría las gracias de quien  muestra no solo un comportamiento mafioso sino incluso misógino. No se le pide a nadie que sea un héroe, desde luego, pero uno puede levantarse de la mesa, irse o, en el peor de los casos, guardar un reprobador silencio. No todo vale. Como no vale tampoco intentar defender el posicionamiento particular de quien en un momento dado tenía unas relaciones más bien turbias alegando que se ataca al Gobierno porque ahora se ostenta la condición de Ministra. No Sra. Delgado, no, sería mucho más sencillo un poco de humildad y una explicación de lo que ha venido ocurriendo si es que no hay nada que ocultar. Todos somos esclavos de nuestras palabras. Y es cierto que en el armario cada uno tenemos nuestros propios muertos, pero hay que tener más señorío,  más honestidad y tener la valentía de retirarse a tiempo.



lunes, 8 de octubre de 2018

DIARIO 2.0


Niña querida: 
Acabo de leer tu dulce carta y no sabes lo contento que me he puesto al recibirla, pues me siento terriblemente solo y triste. ¿Por qué me dices que no sabías si la iba a aceptar o no? 

Cartas de Clyde a Bonnie
  19 de abril de 1930. Waco, Texas






Ayer me enteré que un tipo al que conocí hace ya muchos años acaba de publicar un nuevo libro. Al leer el título con el que lo ha bautizado, lo he reconocido. Cuando dejé de saber de él, esa novela llevaba años gestándose y los borradores iban e mano en mano entre los conocidos. Eran tan públicos que siempre pensé que el día que, de manera definitiva, pariera aquel libro, si algún día llegaba a hacerlo, tendría muy poco de novedad porque apenas quedaría nadie que no hubiera leído lo que llevaba años construyendo y destruyendo con el mismo empeño. 
Actualmente, es un escritor conocido, y aunque no he leído nada de lo que ha ido publicando en los últimos años, creo que esta vez compraré un ejemplar. Hacerle un poco más rico de lo que ya lo es no me importa. Pero debo reconocer que tengo curiosidad por saber si entre las líneas que ahora publica aun se le reconoce y si aquel proyecto se ha visto muy modificado por el paso del tiempo, que no ha sido poco. Puede que mi curiosidad sea un experimento para mí misma, sobre si leo de la misma manera tantos años después. Puede que incluso me divierta intentando averiguar hasta qué punto esa tendencia al mal humor, con el que se vadeaba mientras la escribía, se ha corregido o si por el contrario se le ha convertido en la marca de la casa, como nos ocurre al resto de los mortales con algunas cosas.








miércoles, 3 de octubre de 2018

DIARIO 2.0


Con la mirada clavada en el cielo, que se veía más luminoso que la tierra según caía la noche, no consideraba los copos cada vez más grandes que esparcía el viento como signos de un desastre que se aproximaba sino como señales de que por fin habían regresado la felicidad y la pureza de los días de su infancia. 
Orhan Pamuk





Ha pasado una semana desde mi cumpleaños y nada especial le ha ocurrido a mi cuerpo, ni a mi cabeza, aunque saltara de una decena de años a otra distinta. Los aniversarios nunca son un gran acontecimiento salvo para uno mismo, que ve cómo va sobreviviendo a las bombas de flotación que la vida. Pero como dice aquel lo importante es vivir, vivir con ganas y no descontar ni un solo año de lo que la mala prensa de algunas cosas intentan arrancarte. No acortar por nada y seguir ahí, intentando que el cerebro no se desamueble, que el cuerpo aguante, que el humor no decaiga y que las ganas se sostengan aunque sea sobre un par de palillos chinos.