Me veo simple
como una piedra o un árbol en este mundo y este tiempo sin fin. Me convierto en
rey de las hormigas y de las moscas, soy el comandante de las nubes: antes de
ir a la trinchera, las convoco para que desfilen y les ordeno que abandonen de
inmediato nuestro cielo para encontrar otro azul en algún otro sitio, más
tranquilo y sensato.
Velibor Čolić, Manual de exilio
Se nos ha acumulado tanto destrozo a lo largo del año que
llegadas estas fechas es difícil recomponerlo y formular buenos deseos para
toda la humanidad, sin que suene impostado y falto de verdad. Quizá en estos
tiempos solo podamos pedir que los días, y las decisiones que no podemos
controlar, no nos traigan todo lo que el ser humano es capaz de soportar.
Vivimos al filo de una sociedad que está a punto de despeñarse. El respeto solo
se consigue respetando al otro y ese camino siempre tiene dos direcciones, la
de ida y la de vuelta, y sin ambas el respeto se convierte en sumisión que a la larga se traduce en un odio atroz, desmedido. Pero no hay tiempo y tampoco ganas. En unas cuantas
horas será Navidad y yo, al menos, echo de menos no solo a los que no están, sea
el motivo por el que sea, sino también la cordura, la sensatez, el respeto y las ganas de no
perder libertades a manos de quienes gritan en nombre de ella mientras intentan
anular a los otros. Llegan tiempo de paz y de amor, al menos en el televisor y
esto último es una gran pena.
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