jueves, 30 de diciembre de 2021

A TRAICIÓN

 



Me siento en la parte trasera. Me recuesto contra el cristal aprovechado que la bufanda es gruesa y que no hace la humedad de estos días atrás.  Empiezo a contar los balcones en los que aún cuelgan las luces de navidad y cierro los ojos. Podría dormirme porque arrastro mal suelo de noches eternas y porque son las siete de la mañana. No hay pasaje y, aunque dicen que los días empiezan a crecer en este invierno estúpido, aquí sigue siendo noche cerrada.  Me pica la nariz y la mascarilla no ayuda nada. La bajo disimulando, como si estuviera cometiendo una acción atroz y el virus, que campa entre el asiento del conductor y la puerta de trasera, fuera a cogerme a traición. Apenas ha pasado la Navidad sin pena ni gloria, aunque a decir verdad, con un poco más de pena de la que estamos dispuestos a reconocer. Se acerca el final del año y, en una burla repetida mil veces, nos baila de frente con lo que parece la carta de un tiempo futuro que pretende mostrarse brillante y mejor. Pero hemos aprendido que los futuribles se sujetan sobre las alambres trileros de los tiempos inciertos. Los grandes objetivos quedarán aparcados en breve pero aun así jugueteamos con ellos sabiendo que la expectativa carece de fundamento y que solo se alimenta de necesidad. Bostezo con una desgana infinita, tan infinita como la línea de la calzada que engulle el autobús.



domingo, 19 de diciembre de 2021

ANTIGENOS, S'IL VOUS PLAIT

 


No sé si debo hacer caso a las recomendaciones que voy recibiendo. Mienten tanto que tomar una decisión, sin saber si lo que haces responde a un criterio científico o no, es parte de ese misterio que tal vez se desvelará cuando ya no importe. He sorteado al virus hasta este momento con la habilidad de una recortadora covid nivel avanzado. Pero ahora, mientras estoy sentada en la silla de pensar, garabateando las tonterías que corresponden a una tarde de domingo desahogada, me llega un mensaje al teléfono móvil. Ya son dos en lo que llevamos de fin de semana. La cabeza empieza a dar vueltas, a resituarse en el lunes pasado, incluso en el viernes anterior ¿Cuándo fue el último día que vinieron presencial?, ¿Estuve con ellos o no? Dos semanas y media atrás, yo no era siquiera persona humana, el trabajo me desbordó y apenas asomaba la cabeza por ningún sitio, pero la semana del puente, que no tuve puente, ya no sé si los vi o si no lo hice. Esta semana a saber.  La fuerza de la costumbre y la repetición de actos me hace difícil encajar los momentos con la gente del trabajo salvo que algo lo convierta en un momento estelar. No lo sé. Se abre grupo de urgencia ¿Comenzamos con teletrabajo o no hace falta?, ¿Hay que cerrar o no hace falta? El virus ha venido a demostrarnos, una vez más, que la vida se te desorganiza cada vez que a lo incontrolable le da la gana. Contesto en el chat un lacónico: Esperemos resultados e instrucciones de protocolo. Tengo que sacar al perro porque él, que puede que sea el único que está a salvo en este momento, no conoce de confinamientos, ni de pruebas de antígenos. Una prueba con traje de farsante que, aunque a veces dice “No” resulta que puede ser “Sí” y que, como la cigüeña en un predictor, te anuncian la buena nueva a base de rayitas.  El número de rayitas, una o dos, marca la diferencia y decidirá la foto de la navidad, un año más.




lunes, 6 de diciembre de 2021

PROBABILIDAD

 


Intento imaginar qué dirías si supieras que llevo semanas sentándome frente a la pantalla del ordenador, abriendo un archivo que escribo para borrar cada frase que intento añadir. Escribir para borrar. Así, una vez, dos veces, quinientas veces. Me levanto de la silla y me pongo a hacer cualquier otra cosa que me distraiga la cabeza. Cuando la tarde me pesa, me voy a la calle y empiezo a caminar hasta que me canso. Y entonces dudo entre deshacer el camino o coger un taxi porque me duelen los pies y  porque justo en ese momento en el que no tengo papel, ni batería en el móvil para crear una nota, algo asoma  en la cabeza que creo que tiene sentido y que se perderá porque lo habré olvidado en cuanto cruce el portal. Y me cago en la tecnología y en la mala suerte de no tenerte cerca. Y al final, derrotada por la contrariedad que construyo con los pequeños fracasos que voy acumulando, vuelvo caminando, aunque me duelen los pies o precisamente por eso, porque de esa manera, concentrada en el dolor que me marca el paso, dejo de sentir como si el mundo nos hubiera dado la espalda y tú pelearas tu vida y yo la mía. Una batalla perdida de antemano aunque tuvo su gracia Puede que hoy vuelva a sentarme para, una vez más, no escribir nada. y dar mil vueltas a la idea del aire y la nada  y esperar, como el que espera un soplo de aire caliente en diciembre, que seas tu quien lo hagas sabiendo que, con toda probabilidad, tu pantalla, si aun existe, seguirá tan vacía como la mía.



domingo, 14 de noviembre de 2021

TRAGOS

 



Una tarde que se prolonga más allá de las horas que marca el reloj. Un domingo que despista y encierra en el imaginario el olor de las chimeneas que alguien encendió en algún lugar lejano. El silencio roto por el murmullo que llega desde el otro lado de la ventana. Tu voz de manera inesperada. Una nota perdida entre la aburrida domesticidad. Un vaso olvidado en el alfeizar de la ventana. Un cabello en la almohada. La efímera felicidad 



domingo, 7 de noviembre de 2021

TRASIEGO Y PAPEL MANILA

 


Tengo que enviar unos cuantos libros a mi hermana pequeña. Vive fuera. En su pueblo, diminuto, apenas hay un supermercado, una farmacia y una papelería; poca cosa más. Hacerse con un ejemplar en español no solo es complicado, sino que es imposible. Los podría comprar por Amazon o bajárselos en un libro electrónico, pero nuestro sistema nos gusta mucho más. En realidad, ella juega con ventaja en lo monetario, los libros los compro yo, pero los disfrutamos las dos. Empezamos hace ya algunos años cuando después de unas navidades en casa volvió a la suya con el maletero lleno de paquetes de pañales, un jamón, antibióticos y un buen montón de libros. Se llevó también un segundo hijo engendrado, pero esa ya es otra historia. Cargó con todos los que pudo. Los que compró y los que fue repescando por ahí.  Las siguientes Navidades, acarreando dos bebes, los trajo todos de vuelta. El sistema lo hemos mantenido a lo largo de estos años, aunque lo hemos perfeccionado incluyendo las entregas a través de cualquiera que conozca a una u otra que vaya de visita por ahí y que no le importe llevarse un paquetito de 3 o 4 libros, si pasa por aquí. Estamos en deuda con sus amigos, con los míos, pero así es la vida.  Durante el confinamiento paramos como paró todo y porque además yo no leía, no podía, y ella, embutida entre bolsas de plástico, intentaba sujetar la vida de otros a base de ciencia, humanidad y dedicación. Este septiembre, después de más 22 meses de nuestro último encuentro en persona, volvimos a la carga. La gracia del intercambio de libros no está tanto en su aprovechamiento, sino en las notas que circulan arriba y abajo y en el papel manila en que los envuelven.  Queda poco para Navidad y dicen que los suministros van a fallar. Hay gente haciendo aprovisionamiento de ginebra y de infiernillos de camping gas. En casa lo hacemos de papel manila y bolis Bic Cristal, aunque de alguna botellita también. Y, mientras lo hacemos, miramos al cielo para que no nos mande otra pandemia, o cualquier otra boñiga, que nos fastidie la cosa.



jueves, 4 de noviembre de 2021

VERGÜENZA PROPIA

 



Leo en uno de los Diarios de Iñaki Uriarte que escribir (en sus diarios) y leerse a sí mismo es una especie de narcisismo que no sabe si a la larga es bueno, pero que de momento le sirve. Y debe ser eso, precisamente, lo que yo hago en esta tablilla virtual. Me escribo, me leo y me vale porque me quedo con la sensación de algo hecho. Una impresión inespecífica que ahí queda, aunque solo sea para dar continuidad al monólogo permanente que mantengo, a veces contra toda lógica y razón, conmigo misma. 

Escribir sin más propósito que la de ordenar la propia vida, que casi siempre es la de otros, otros que ni siquiera existen; y dejar que las cuatro ideas sobre las que me manejo puedan asomarse, de vez en cuando, aún a costa de que al releerme pueda sentir el porrazo de la vergüenza propia.




jueves, 28 de octubre de 2021

LA PEZ

 



Esperé su nota como cada día. Me fui a la cocina, preparé un café y me puse a ordenar el cajón de los cubiertos. Coloqué las cucharillas de café sobre las de postre. Parecían todas iguales pero un pequeño gravado en la empuñadura las diferenciaba unas de otras.  Y las ordené en pequeñas montañas que quemaban el minutero a medida que las iba amontonando. Las pequeñas encima, las grandes debajo.  Seguí con los tenedores hasta que el orden melancólico de las pequeñas cosas se volatilizó y el tiempo muerto quedó sepultado bajo una cubertería barata de Ikea. Me acerqué al ordenador, refresqué el correo y me quedé esperando, con el pensamiento perdido en el cajón de los cubiertos, hasta que la pantalla se volvió negra.




domingo, 17 de octubre de 2021

VIVIR SIN MIEDO

 


En el pueblo de Samuel Paty no se atreven a poner su nombre a la escuela en la que trabajó. Alguien mintió, se divulgó la mentira y por ella fue decapitado. Algo va muy mal en Europa cuando el miedo no permite honrar a las víctimas de la barbarie y el terrorismo. La seguridad es un valor perdido. El miedo se expanda como una enfermedad y la negativa a reconocer que hay comportamientos terroríficos que no se ajustan a los estándares europeos de convivencia tan solo ayudan a blanquear comportamientos inaceptables. Puede que Europa se encuentre en entredicho, pero mientras una sola piedra de los países que la integran se mantenga en pie habrá que reivindicar la libertad, el derecho a la vida y a la integridad física como valores superiores sobre los que queremos seguir construyendo nuestros países y la vida de nuestras comunidades. Y habrá que empeñarse en señalar todo aquello que lo ataca y destacar todo aquello que suma y engrandece la idea de una Europa de civilización, derechos y cordura, pese a quien le pese. Hemos perdido la seguridad de la vida tranquila. Y aunque sentirse seguro es una aspiración legítima, no deja de ser una mera sensación que puede quebrarse en un segundo La seguridad es un concepto relativo que no depende siempre del actuar de uno.


Nos sentimos en la necesidad de poner en valor la seguridad porque tras ella esperamos vivir dentro de un marco de tranquilidad. Con ella buscamos la garantía de poder seguir funcionando de la manera esperada. Pero sin conocimiento y lealtad en el actuar del otro, no es posible la seguridad real. Cuando no hay reciprocidad, ni coincidencia en los códigos de comportamiento frente a la vida, es difícil hablar de la seguridad. Nos vemos obligados a movernos desde la cautela para elaborar, desde ahí, un nuevo modo de vida que, aun siendo más áspero, nos permita seguir siendo quienes somos, con nuestros principios, nuestros valores y nuestras propias contradicciones. Con maestros, como Paty, que sean capaces de introducir el debate en el respeto de la diferencia y que por ello no pierdan la vida, ni el respeto ni el reconocimiento de los suyos. El miedo es un mal compañero de viaje y la historia está llena de muestras.  Vivir sin miedo también tiene que hacernos diferentes.



domingo, 26 de septiembre de 2021

AFTER SEX

 



Llegas y las dudas se van disolviendo. Te reconoces de nuevo. Siempre has pertenecido a ese lugar. En realidad, eres ese lugar y ese lugar eres tú, sin saber dónde empieza uno y acaba el otro. Tierra y carne formando un todo un tanto extraño, que se hace evidente cuando cuando tus pies tocan el suelo que tanto conoces porque eres tú. Redescubres el espacio, el tiempo y la maraña en la que vives se aligera. Aparecen las líneas rectas y, al volver a respirar, tragas una bocanada de aire caliente que sale de la cafetería que olvidaste y te entran unas ganas enormes de entrar, sentarte en la barra y pedir unos boquerones en vinagre o un ponche de huevo que no sabes cómo aun, mil años después, puedes sentir en la punta de la lengua. La tentación es grande, pero acaba de amanecer y el cuerpo ya no es el que era. Pero saber que cabe la posibilidad, por minúscula que sea, a veces, es más que suficiente.



jueves, 16 de septiembre de 2021

SALDREMOS SUPERLATIVOS

 



Con la pandemia y el confinamiento llegó el teletrabajo. Se trabajó como se pudo y resultó que la presencialidad en las oficinas no era tan necesaria como se creía. Calentar silla ha sido siempre una de las actividades más comunes que se da en los despachos desde que Bartleby, de figura pálida, pulcra y respetable, pisó por primera vez unas oficinas en Wall Street. Durante meses, el deporte administrativo más ejercitado, el calentamiento de asiento, se trasladó de la oficina a casa y se perdió la esencia del mismo. Teletrabajamos y la silla se calentó en casa porque no había otra. El teletrabajo es un sistema discutido y hay motivos. Las jornadas se tornan inacabables, se pierde la sociabilización con los compañeros y la conciliación familiar a veces se convierte en un chiste. Durante el confinamiento, explotó todo, y la vida se convirtió en un revoltillo compacto de lo laboral, lo personal y lo familiar. 

Teletrabajar y conciliar no siempre es posible. El confinamiento lo ha demostrado. Se necesita adoptar medidas que limiten la actividad laboral para no convertirla en un infierno y poner freno a jornadas de conexión permanente en la que no se descansa porque, total, estoy en casa. Durante el confinamiento fue difícil trabajar y también lo fue conciliar  porque mientras se teletrabajaba no se puede estar pendiente de las trescientas cosas que ocurren alrededor. No se puede estar ayudando a los niños que están tele-estudiando o dando por saco como por edad les corresponde, como tampoco se puede estar pensando en  lavadoras, ni en lo que se va a preparar para que coma toda la familia. ay que reconocerlo, la falta de cambio de escenario también condiciona. 

Pero con el Covid nos vinimos todos arriba y decidimos que había que anunciar que, tras el desastre, saldríamos más fuertes, siendo mucho mejores y teletrabajando en unas condiciones inmejorables. Pero el tiempo nos ha colocado a cada uno en nuestros sitio. Primero dejamos de aplaudir, después de creernos todos hermanos y finalmente volvimos a las viejas costumbres que para eso lo son, viejas y costumbres,. La vuelta a la normalidad, esa nueva normalidad tan cacareada, ha supuesto el regreso al pasado. Los niños han regresado al colegio y el maravilloso paraíso que ahora sí, con los niños ya en clase, podía suponer el teletrabajo, se desvanece. Entre la quinta ola en remisión y la pronosticada sexta ola que llegará en invierno, el teletrabajo se va a tomar por saco. Las empresas y el sector publico vuelven a requerir la presencialidad. Así que aquel venturoso "el teletrabajo ha llegado para quedarse", no es más que otro de los muchos propósitos sociales que empieza a deslizarse por la resbaladiza pista del olvido. Pero no todo va a ser malo. Algunos descansaran volviendo a la oficina, bajando a fumar y a por café cada vez que la pulsera digital les indique que lleva demasiado tiempo sentados. Otros pelaran la pava con los vecinos de mesa para los que se ponen guapos por mañana mientras despiden a los niños que se van en la ruta escolar. Y el trabajo, como siempre, irá saliendo mientras los calienta-sillas se repantingan para empezar una jornada más de escaqueo y bienestar personal.



domingo, 12 de septiembre de 2021

PUZLES

 



Intento que tu imagen no se desvanezca. Apenas queda nada de ti. En los tiempos muertos, mientras resisto un día más, retomo la búsqueda de las milimétricas partículas que quedaron grabadas en el fondo de los sentidos.  Un olor, un gesto.  Sé que no son tuyos, pero, sin querer, construyo un puzle con esos retazos que se agrupan y forman algo en lo que creo encontrarte. Pero es tu voz, que sé que no es tuya, la que me aturde cuando aparece entre la gente que el tranvía de las seis. El viaje de vuelta, con el frío que la ventana cerrada no evita, los recuerdos se hielan, y se expande, sin tregua, la feroz idea de que nada vuelve.




lunes, 6 de septiembre de 2021

SILENCIO

 




Nos escribimos a través del tiempo con el engañoso resultado de tenernos presentes, sin que uno y otro decidamos cerrar las letras para decirnos adiós de manera definitiva. Ayer, sobre el papel, puse aquel momento en el que apoyé mi mano sobre la tuya y aun así, lejos de todo aquello, pude sentir la impresión del calor tu piel contra mi piel, tu aliento cercando del mío. Pero el papel que agotamos es sólo la impresión melancólica de un pasado que se escapó entre esas manos que se tocaron buscando el consuelo de un destino que se enredó más de lo conveniente. Escribimos para sentirnos cerca y que la inexcusable ausencia no se convierta en el un azucarillo que se disuelve en el último café de la tarde. Pero nos vamos abandonado y ya no hay nada que cubrir, nada  que descubrir entre unas letras que poco a poco se apagan. Cada uno por su lado, levantando cortafuegos y escogiendo, en cada encrucijada, el camino que menos descuadre. Tú para ti, yo para mí. Y en mitad de la arboleda, tus palabras despistadas y las mías enredadas buscan el sentido de nuestra contingencia. Nos faltaron rincones, nos faltaron letras y un poco de suerte.




martes, 31 de agosto de 2021

BOQUITA DE PIÑÓN

 



La seguridad existe o no existe. Sin embargo, la percepción que cada uno tiene de ella varía mucho de una persona a otra. Esta distinta manera de percibir las cosas depende de muchos condicionante. A veces depende de las experiencias propias y otras de la manipulación de la información que se recibe sobre esa cosa en concreto. La percepción de la ausencia de peligro, de confianza en lo que nos rodea, es lo que entendemos por seguridad. Debo decir que tanto yo como las mujeres que me rodean, que no son pocas, tenemos la suerte de haber nacido en un país seguro. La integridad física y psíquica está garantizada y sus ataques, que obviamente existen, se persiguen y se castigan. Me siento segura viviendo donde lo hago y puedo afirmar con toda rotundidad que mis actividades, tanto pública como privadas, no se han visto jamás limitadas ni cercenadas por mi condición de mujer. Sé que es una gran suerte, pero mi suerte, como digo, es en general la misma que la de mis vecinas. Y sé también, que cuando esta suerte no las acompaña existen remedios legales y personales para ello. Sin embargo, Irene Montero, a la sazón Ministra de Igualdad, ha incorporado como una actividad principal de su ministerio la generación de un estado de alarma constante y la divulgación del miedo. La Ministra tienen la lengua muy larga y el paso muy corto, por eso, entre su más que discutible capacidad para ocupar el puesto que ocupa, hace gala de un simpleza extraordinaria que produce bochorno en cualquier mujer con dos dedos de frente tenga la ideología política que tenga. 

La Ministra es boba y ligeramente malintencionada. España no es Afganistán y ella lo sabe, como lo sabemos todas. Pero cuando no se da para más, la torpeza y la estupidez se esparce sin dejar hueco a un pensamiento sensato. Es el problema de la Ministra. Por eso no estaría de más que entre el tiempo que le deja su ministerio intentara pulirse un poco y para ello podría empezar con el estupendo ejercicio de entrevistarse con alguna de las  mujeres afganas que acaban de llegar a nuestro país para que de viva voz le relataran, no solo como ha sido su vida a lo largo de estos años, sino como era la de su madre, la de su abuela. Pero la Ministra, a la que le mola rodearse de acolitas, acólitos y acolites que le bailen el agua, le pongan tartas y le cuiden a su hijita (no sabemos el motivo pero los dos hijitos varones nunca son mostrados en sus rondallas ministeriales), estos testimonios no le interesan para nada. Lo suyo es poner morritos de mucho interés y lanzar peroratas que la dejan a la altura del betún. Daría mucha pena si no fuera por el mal que causa y lo mucho que nos cuesta. Pero la culpa de esta mujer, de la que se desconoce el mérito profesional para ocupar el puesto que ocupa, sino de quien la sostiene, por puro interés, portando una cartera que le viene algo más que grande. Así que la próxima vez que la Ministra suelte una perla por la boquita de piñón que Dios le dio que nadie olvide quien hay detrás.




domingo, 22 de agosto de 2021

MOCHILAS


 

 

Con el mes de agosto tocó hacer la maleta. Coloqué algunas cosas, siempre excesivas para el poco tiempo que iba a estar fuera de casa. Los "por si acaso", como los "ojalá", siempre ocupa mucho. Estos días se publican cientos de fotografía que nos muestran la marcha precipitada de los ciudadanos afganos en aviones que los trasladarán a territorio seguro. Apenas llevan una bolsa de mano, una maleta escueta. Les va toca empezar de cero, empezar desde la nada, sabiendo que una vez salvada la vida hay que continuar viviendo en un mundo que no es el suyo y al van por necesidad. La globalización solo existe para los negocios y para hacer turismo, pero a la hora de reconstruirse la globalidad es sólo un chiste. Lejos de casa todo es difícil, incluso cuando uno consigue salvar el pellejo. Lo desconocido, lo diferente, siempre es hostil y la desconfianza bidireccional. Pero Europa tiene una memoria de corto recorrido y en tres días nadie recordará nada. Seguiremos a lo nuestro, haciendo demagogia de cuanto podamos y esperando que nos toque la lotería. En el occidente de la opulencia y de la memoria diminuta somo capaces de grades aspavientos que duran un segundo y que apenas sirven para nada. La vida no se soluciona agolpe de tweet. Afganistán es un infierno, pero vivir en Europa o en EEUU, una vez se apaguen las luces de la tramoya, tampoco va a ser una fiesta para los que ahora llegan. Les va a requerir un esfuerzo titánico, nadar contracorriente, comprender un modo de vida diferente e integrarse para poder convivir sin caer en la tentación del gueto. Les tocará vaciar la mochila. La que llevan fuera y la que llevan dentro, mucho más grande y pesada. Ante la inmensa tragedia que supone la toma de poder de los talibanes en Afganistán y al éxodo de su población, debemos insistir en la necesidad de defender sin titubeos el ejercicio y la defensa de la libertad, la igualdad y la seguridad que es lo que, aun hoy, nos diferencia del régimen del terror.



martes, 17 de agosto de 2021

MENOS QUE CERO


 

Una ola de calor recorre Europa. España está de vacaciones y las golondrinas cruzan el aire anunciando las altas presiones que alejan la lluvia. El sofoco y la indolencia se ha instalado junto a la hamaca desde la que leemos las noticias que llegan desde Afganistán y ejercemos el derecho a opinar sobre lo que no sabemos o sobre lo que apenas podemos intuir. Pero en la era de la comunicación y del preciado derecho a la libertad de expresión, la posibilidad de decir o escribir cualquier burrada desde la Europa acomodaticia es posible. No quiero hablar de Afganistán, ni sobre la enorme tristeza que produce el fracaso absoluto de los valores occidentales sobre el régimen de la brutalidad y el horror. Lo esencial transciende al maniqueísmo en el que nos empleamos a fondos desde la tumbona y con la jarra de cerveza bien fría. Mañana lo habremos olvidado todo y correremos al supermercado, a la tienda de telefonía, y otra barbaridad, que olvidaremos tan pronto como nos llega, nos llenará las horas. Somos menos que cero.



jueves, 29 de julio de 2021

DELINCUENTE

 




No sé ni cuando fue, pero guarde la impresión de los relatos de un tercero y este fin de semana aparecieron en la parte baja de la librería. Los tenía olvidados, aunque en su momento, debieron de hacerme gracia y opté por consérvalos, en lugar de reciclarlos para hacer la lista de la compra. Quedaron sepultados en el último estante, donde agacharse para sacar el polvo da pereza, y perdieron su vida ahí enterrados. El tiempo es el enemigo de los entusiasmos, por eso que las cosas vayan perdiendo fuelle es lo normal. Lo que ayer era imprescindible, casi vital, mañana no sirve para nada. Pero aun sin servir, en este caso, encontrarlos tuvo su gracia. Abrí aquel manojo de papel y al azar y me puse a leer un rato. Me entraron ganas de simular ser la voz que no soy, intentando que no se notara demasiado y modificar los escrito por donde me venía bien. Pasé la tarde reescribiendo por el simple gusto de adulterar la mirada de otro. Cuando me cansé, guardé el archivador en el mismo sitio en el que estaba. Pasará allí un par de años, o tres o, con un poco de suerte, unos cincuenta y tres. Estoy segura que al autor de todo aquel tangai la perpetración de su obra le parecería una grosería colosal. Y no digo que no lo sea. Pero lo hecho, hecho está y al final estos malabares no importan tanto.


domingo, 25 de julio de 2021

JULIO EN LA NIEVE


 

Para aliviar el calor imagino un día de invierno. Nos hemos quedado sin electricidad. Dicen que un hidroavión tiene la culpa, aunque si se intenta ir un poco más allá, puede que la culpa no sea de un accidente casual sino producto de una mala política en materia de energía. Pero hace calor, demasiado, y los frentes abiertos son tantos que puede que lo mejor sea olvidarse de las macro decisiones que adoptan otros, y pasar las horas esperando que corra un poco de aire natural que refresque el ambiente pese a los aerosoles y la polución. Un soplo de aire sucio que se recibe con la alegría del que sabe que a poco más puede aspirar. Y aquí, sin televisor, sin aire acondicionado, sin internet, queda el consuelo del papel que permite viajar a la Patagonia o a Finlandia con la esperanza de olvidar el ochenta por ciento de humedad relativa que resbala por la espalda hasta perderse en la soledad de un amor desvencijado. Opto por  abanicarme con un suplemento dominical con fecha del mes de enero. La canícula se esparce arriba y abajo, desmayada. Recuerdo que la última vez que le abracé el frío me abrió las yemas de los dedos y el aire olía a ceniza. Pero ahora hace calor, mucho calor, y el cuerpo ansía agua fría, una ducha interminable y un negroni con mucho hielo mientras vuelve la luz.




domingo, 18 de julio de 2021

LA IRRESPONSABILIDAD COMO DESTINO

 


Estamos viviendo un momento muy oscuro en este país. El abuso de poder, el desprecio a la verdad, la falta de conocimiento y una inclinación desmedida por defender posturas contrarias no solo a la razón sino a los más elementales principios democráticos, empiezan a desgastar, incluso, a las propias instituciones. La separación de poderes funciona como contrapeso entre los tres poderes del Estado y el respeto a la independencia de cada uno de ellos es de primero de democracia. Pero estamos como estamos y no parece que a corto plazo vaya a solventarse nada, sino todo lo contrario. Se ha optado por premiar la necedad, el desconocimiento y el seguidismo ideológico sin cuestionar nada. El pensamiento crítico ha muerto y así lo llevamos mal. 

Una vez leí un artículo de Trapillo en el que explicaba que gran parte de las guerras se inician en verano. Las explicaciones no solo  obedecía a razones de orden táctico sino también psicológico. Como dice Trapiello, existe el condicionamiento psicológico y la complejidad del mismo. El buen tiempo favorece el optimismo y como recoge en su escrito: "¿Quién puede perder cuando el tiempo es tan bueno? En España no estamos en guerra y no me atrevería a decir que la posibilidad sea lejana, aunque yo no la desee. Pero lo cierto es que ahora, con el calor del verano, es más que probable que sigamos sufriendo el horror de unos Ministros y Ministras que han decidido que nuestro país merece pasar a engrosar la lista de los que van perdiendo su índice de democracia a medida que van quebrantando no solo las libertades civiles, sino el pluralismo y del control del poder ejecutivo por parte del Congreso de los Diputados y  de los propios Tribunales permanentemente cuestionados. Todo da a pensar que este verano seguirán calentado el ambiente, no solo desde los puestos de gobierno, sino desde los medios de comunicación afines y las propias redes sociales. Y llegaremos a un otoño que ya podemos prever insoportable.

El ser humano tiene tendencia a creer que las desgracias siempre caen lejos. Pero ignorar las tensiones que se generan en el seno de una sociedad cada vez más divida y confrontada; que es cada más pobre y despreciada en sus derechos y libertades, nunca sale gratis. Algunos olvidan que gobernar no es jugar y que sus errores los pagamos todos y nos salen carísimos.



domingo, 11 de julio de 2021

ESPECULACIONES


 

Él graba un video que cuelga en una red social para que ella, que sabe que le espía a ratos, sepa que se acuerda de ella. No quiere llamarla y tampoco que ella lo haga, solo quiere que sepa que sabe. Ella se lo pone unas cien veces, arrima el aparato al oído intentando despistar el ruido que llega desde el salón. Analiza palabra por palabra, las anota en el reverso de la lista de la compra para después leerlas despacio sin tener que volver a la aplicación. Se va al baño para encerrarse. Allí no hay que dar explicaciones. Enciende la radio y sube el volumen. Con la voz gritona del locutor de radiofórmula, arranca a llorar e hipar hasta que ve su reflejo en el espejo y se siente idiota. Debería parar. Ella ya no es nadie, se deshinchó poco a poco, como un globo de helio. Tira de la cadena y apaga la radio. Abre el grifo, pone la cabeza debajo y ahora los ojos rojos pueden ser cosa del champú. Se acomoda apoyándose en la bañera y se fija en que debería cambiar las toallas y llamar al fontanero para que repare el goteo continuo de la cisterna.  El partido ha llegado a la media parte. No queda cerveza en la nevera y el revuelo, entre chistoso y tosco, le da una excusa.  Se ofrece para salir, traerá unos cuantos botellines y un par de paquetes de panchitos. Antes de salir, se pasa la mano por el cabello mojado, coge el paraguas y coloca el móvil en el bolsillo.



domingo, 4 de julio de 2021

Y SIN EMBARGO


 

Intentas que el domingo sea un día tranquilo, que nada lo altere para que al llegar la tarde, cuando se cruza esa sensación de cansancio que nada tiene que ver con el exceso de actividad, ni con la ausencia de ella, sino con la proximidad de la vuelta a las obligaciones y al abandono de uno mismo, el abatimiento no se haga excesivo. Pero es inevitable, las tardes de los domingos pesan. Aun así, quieres demostrarte entereza, que has superado esa estupidez que consiste en creer que los domingos terminan con algo más que no sea el fin de semana. Y amagas el azar con unas pocas risas, un café que pide hielo y unas hojas que lees despacio para no perderte. Aunque sabes que parte de tu vida espera agazapada detrás de las próximas horas, igual que sabes que el recibo de la luz está por llegar y que te escandalizarás cuando compruebes que el saldo de tu cuenta bancaria, de una manera incomprensible, ha menguado durante el fin de semana mientras te preguntarás en qué ha sido, si no te moviste de casa, si no hiciste nada, si solo estuviste esperado que las horas del sábado se multiplicaran por tres para estirar el tiempo que ya añoras. Y al caer el sol, como una maldición, la humedad se triplicará dejando que la ropa se convierta en una segunda piel que te agobia pero que necesitas mientras agotas tu escasa libertad condicional.



domingo, 20 de junio de 2021

REINO WATUSI

 


Me senté de cara a la puerta. Había llegado demasiado pronto y sabía que tu llegarías tarde. La espera se convertiría en una hora de especulaciones. Quería verte llegar, adivinarte desde lejos, pero tampoco demasiado. Te reconocería al bulto. La miopía no perdona, pero los andares no cambian, se quedan pegados al cuerpo y lo convierten a uno en un fotograma de uno mismo. Sería fácil reconocerte. Me quité la chaqueta, me pedí un mojito y al poco otro más. De fondo sonaba una canción pasada de moda que me recordó los veranos en la playa, cuando caía la tarde y el paseo se llenaba de veraneantes. Entonces, apenas vestidos con cuatro trapos, nos escapábamos hasta el embarcadero para olvidarnos de las normas. Me achispé y ahora también las normas se iban a ir de paseo un rato. Después de todo, para eso están, para poder saltárselas, aunque solo sea un rato. Recordé que odiabas el sabor del ron y me puse a buscar en el bolso algo con lo que disimularlo. Encontré un chicle, me lo puse en la boca y masqué lento, muy lento, como si de esa manera se borrara el rastro. No tenía intención de besarte, después de tanto tiempo no parecía apropiado, pero las cosas nunca salen como uno planea en la cabeza, ni como se ensaya en los trayectos muertos del trabajo a casa y de casa a la nada. Así que masqué, casi rumié, y me pedí un agua. Miré alrededor, ¡menudo cuadro de sitio! Lo había escogido porque alguien me había hablado del buen ambiente, la música y de las copas sin garrafón.  Así que cuando me dijiste, veámonos, te solté el nombre sin saber que una alineación de papagayos de madera y enormes plantas de plástico serían testigos silenciosos de nuestro encuentro. La música era buena y la bebida también. Algo era algo. Comprobé la cobertura  del teléfono. Te estabas haciendo de rogar y te imagine haciendo tiempo, recorriendo la acera de enfrente de arriba abajo, arreglándote el pelo frente cristal de la farmacia. Nos queremos saber guapos para no defraudar al otro o, mejor, para no defraudarnos a nosotros mismos. Con un gesto reflejo, me pasé la mano por el cabello, lo ahuequé un poco y me recoloqué en la silla para que no se notara que había llegado demasiado pronto y que había matado el tiempo a base de ron y hierbabuena. Aunque ya me daba lo mismo. Quería que llegaras, acabar con la arrogancia que da la distancia, el tiempo. Si salía mal siempre me marcharía sin más, aunque primero tendría que ponerme de nuevo los zapatos que me dolían como si el mismísimo demonio estuviera jugando con ellos. Acaricié la base de la mesa con el pie desnudo y recordé aquella vez que volví descalza a casa. No me di cuenta hasta subí al coche. Quedaron en tu apartamento, pero ya no volví a por ellos. Las prisas, siempre las prisas. Primero para quitárselo todo, dejarlo por ahí perdido y después para recogerlo como si nunca hubiera pasado nada. No nos volvimos a ver. ¿Qué harías con los zapatos? Me pedí un agua, la boca se me había secado. La lengua como un raspajo y las ganas hechas un lío Quería que llegaras, que siguieras pensando que no hay nada como la hora de la siesta para acostarse, aunque ahora fueran las seis de la tarde. Que confirmaras que echarse de menos forma parte de esa extraña relación que tenemos. 



domingo, 13 de junio de 2021

APAGUEN LOS ALTAVOCES


 

En el último año hemos vivido momentos terribles pero hemos aprendido muy poco. Aun así, como sociedad, hemos sido incapaces de dar la vuelta a la polarización en la que nos hemos visto empujados casi sin darnos cuenta. Seguimos viviendo en mitad de un estercolero y lo hacemos de una manera mansa. La ideología lo ha llenado todo y ya no importa si las cosas están bien o mal. Todo eso ya da igual. En estos tiempos que corren lo importante es colocar al sujeto activo del hecho a un lado o al otro de esa línea invisible que algunos trazaron para dividir sin tener en cuenta que el punto de mira debe de centrarse en aquel que sufre las consecuencias de un acto. Son los hechos los que importan, son las víctimas sobre las que hay que colocar el foco que amplifica. Pero la ideología ha arrasado la igualdad dejándola como un campo yermo en el que ya no es posible arar. El debate social, más allá del estás conmigo o contra mí ya no existe y solo quedan los huesos roídos del discurso vacío que deja el “estás conmigo o contra mí” y todo lo que se sale de esta frontera tan difusa que muchas veces marca el propio yo con los anteojos de un tercero interesado, es solo fanfarria de la mala. El juego de los bandos es peligroso y mezquino. Mientras escribo esto pienso en las tres criaturas que estos días atrás han muerto a manos de sus progenitores. Unas a manos de su padre, la otra a mano de su madre. La muerte violenta de estas niñas es una terrible desgracia que pone cara a la maldad y la bajeza moral. No hay crimen más repulsivo que acabar con la vida de los propios hijos.

Pero debemos ser capaces de ver más allá y observar dónde se coloca la sociedad ante hechos tan dramáticos como éstos. Estos días, las muestras de bajeza y la falta de catadura moral no han sido pocas. La tecnología ha servido para amplificar el discurso de aquellos que solo saben vociferar y lanzar soflamas de las que ni siquiera son capaces de calibrar sus consecuencias. La posibilidad de un debate, no ya jurídico, sino ético, está perdido, como lo está la consistencia del recuerdo y la necesidad de bajar el tono.  En las últimas semanas, el concepto “violencia vicaria” está en boca de todo el mundo, desbancando a cualquier otra cuestión, y olvidamos que la cosa no la hace el nombre. Los hechos, su explicación y sus consecuencias son las que deberían servir de eje de discusión para buscar la manera de prevenirlos, para ayudar a reducir su impacto disfuncional.  Y eso, sirve para todo.

Pero en mitad de la conmoción social nos vamos alejando del objetivo final y la sociedad, de una manera inexplicable, muestra mayor repulsa ante idénticos hechos en función del sexo de quien los ha llevado a cabo. ¿Es un monstruo la madre que mata a un hijo? ¿Es un monstruo el padre que mata a un hijo?  En ambos casos, y sin hacer supuestos de laboratorio, la respuesta es la misma, sin lugar a duda lo son. Nada lo justifica, nada lo explica. Por eso es tan desolador ver el diferente tratamiento mediático y social que se ha dado a la muerte de una niña en Sant Joan Despí a manos de su madre, del que ha recibido la muerte de otras dos niñas a manos de su padre en Tenerife. De la primera apenas sabemos nada; de las segundas es imposible no tropezar con los datos que, hora a hora, van apareciendo en los medios de comunicación. Desolador en ambos casos. Tan desolador como ver que parte de la sociedad ha hecho suyo el discurso ideologizado de los políticos que intentan sacar rédito del asesinato de unas niñas y son capaces de dar un distinto tratamiento a la muerte de unas criaturas en función de quién la ha llevado a cabo. Pero este camino, emprendido a base de empellones de los que nos gobiernan, va calando entre la ciudadanía que traga sin ser consciente de lo peligroso de todo ello.

En este caso, como en muchos otros, es mejor apartarse de la lenguaraz furia de algunos y de sus cámaras de resonancia y meditar, de una manera sosegada, en qué nos estamos convirtiendo. La muerte de estas tres niñas pone sobre el tablero una cuestión de una trascendencia mayúscula: ¿Tenemos niños, vivos o muertos, de primera y de segunda categoría?  No debería, pero la sociedad parece ser que es lo que demanda. Lo que está pasando con las niñas de Tenerife y Sant Joan Despí debería hacernos reflexionar sobre este extremo a la vista de las trascendencia social y mediática que ha tenido uno y otro hecho. ¿Tienen más derechos unos niños que otros? En estos momentos, los derechos y oportunidades de los niños, ante idénticos hechos, no son iguales. En estos momentos, sin que nadie se rasgue las vestiduras, en este país, los niños que quedan sin padre a manos de su madre no reciben el complemento de la pensión de orfandad que reciben los niños que se quedan sin madre a manos de su padre. Tremendo. La Ley 3/2019, de 1 de marzo, de mejora de la situación de orfandad de las hijas e hijos de víctimas de violencia de género y otras formas de violencia contra la mujer, así lo recoge. Incomprensible y vergonzoso. Y no se trata de si hay más huérfanos de madre que de padre. El tema no es ese. Hemos entrado en un terreno peligroso al relegar el derecho a la igualdad en pro de una ideología que, como en este caso, no protege, sino que señala y discrimina.

La muerte de un niño es una desgracia que jamás se supera, se convive con ello, pero queda ahí para siempre en la intimidad de su familia. Pero la muerte violenta de un niño a manos de quien debe de cuidarle, quererle y proporcionarle una posibilidad de futuro, no solo un drama en lo personal y familiar, sino que es una tragedia que debería remover la conciencia de la sociedad, venga de donde venga. Hace falta bajar el volumen de la amplificación de la demagogia y de la ideología que discrimina. Debemos asumir que como sociedad necesitamos una buena dosis de humildad, de valores, de empatía y de responsabilidad. Deberíamos bajar el volumen del ruido y pensar qué es lo que queremos para los más pequeños. El futuro es de los niños. Su muerte violenta es siempre una tragedia irreparable, pero su discriminación, su ninguneo, es un fracaso del conjunto de la sociedad.

 

 

lunes, 7 de junio de 2021

DOS SIN TRES

 



La expresión "No hay dos sin tres" es una de esas mentiras que la gente ha decido creer y elevarla a los altares de los dichos populares porque con ella mantienen la esperanza. Y se colocan en un estado de espera positivo. Pero no hay "dos sin tres" es un salto al vacío del que no se puede aventurar como se va a llegar al suelo. Y porque puede que esa probabilidad del "dos sin tres" no sea más que un regalo envenenado; o una ilusión inexistente. Porque puede ser que, tanto para lo bueno como también para lo malo, haya un tremendo "dos" pero nunca "tres"; o puede que, mientras fundes el "dos" desees que nunca llegue ese "tres" que pesa como el plomo.  Nunca llueve al gusto de todos y en el mundo de las probabilidades personales no hay exactitud en nada y los "dos" no necesariamente llevan al "tres". Debe ser por eso que nos enfadamos y nos reconciliamos dos veces y que, cuando llegó la tercera discusión, ya solo quedó espacio para un mutis por el foro más largo que la media, que dio al traste con la posibilidad de un tercer apaciguamiento. Pero no fue ese silencio impuesto por la soberbia y la gilipollez congénita lo que se cargó la viabilidad de reconducir aquella relación, sino el cansancio y la decepción. Puede que fuera por eso que, cuando a los meses de la segunda discusión llegó la tercera, las ofensas no daban demasiado de sí y el cansancio de tener que volver sobre las explicaciones inexplicables, allanó la distancia y dejó que las palabras quedaran muertas en mitad de la garganta. Hay historias que se fraguan al socaire de tres broncas monumentales, dos reconciliaciones y un silencio tan espeso como necesario. ¡Vaya que sí!




domingo, 30 de mayo de 2021

RIO REVUELTO

 


La separación de poderes es uno de los pilares que parece que el Gobierno quiere derribar. No es una impresión mía sino la de muchos ciudadanos que día a día observamos, desde la impaciencia y la desazón, como sistemáticamente se ataca al poder legislativo, cercenando las facultades de la cámara parlamentaria en la elaboración de normas. Legislar a golpe de Decreto Ley es una anormalidad que no debería producirse, lo mismo que no debe incluirse en una Ley sobre infancia las prerrogativas que benefician a los presos de ETA, por poner un ejemplo. Pero no sólo el poder legislativo sufre el desprecio de un ejecutivo fragmentado que es capaz de mentir hasta el infinito con tal de mantenerse en un poder que solo gestiona para su propia supervivencia. 

El poder judicial sufre de una manera brutal y constante el cuestionamiento y ataque por parte de los miembros del Gobierno que ponen en tela de juicio las decisiones adoptadas en aplicación de la Ley. Esta semana tenemos dos ejemplos claros. El anuncio del indulto gubernamental de los políticos catalanes que están presos por intentar poner en jaque el orden constitucional y, por otro lado, las declaraciones de la Ministra de Igualdad ante el llamamiento del Juzgado para que Juana Rivas cumpla la condena por la sustracción de sus hijos que ha sido dictada y ratificada judicialmente. Andamos en manos de necios, de personajes anclados a la vida política que difícilmente pueden sobrevivir fuera del amparo la vida pública. Son personajes siniestros, con poco bagaje democrático y faltos de conocimientos jurídicos que son incapaces de calibrar, a largo plazo, las consecuencias de su falta de escrúpulos a la hora de dirigir y gestionar un país. Los indultos deben desaparecer de la legislación. Las declaraciones de ministras incultas, mendaces y faltas de toda formación, también. Nos esperan malos tiempos. Tiempos de políticos que creen que la impunidad es consustancial a los puestos que ocupan. Pero se equivocan, sus actuaciones tendrán respuesta en las urnas y en los Tribunales. Los ciudadanos no son idiotas y saben reconocer cuando se les toma el pelo, se les miente y se les ningunea. Y el poder judicial, vapuleado por oscuros intereses partidistas, seguirá en pie, aplicando la Ley porque esa es su obligación, aunque con ello le salga un sarpullido a más de uno de los que hoy, sin vergüenza ni rubor, ocupa butaca y acarrea cartera de cuero.






viernes, 21 de mayo de 2021

CIGARRILLOS

 



De la ridícula idea de no volver a verte a la temerosa alucinación de encontrarte y no saber que decirte. La primera frase es el título de un libro de Rosa Montero, la segunda, la idea que cruza por mi cabeza cada vez que paso por los últimos sitios en los que nos vimos. Un pensamiento que no puedo evitar y que el paso tiempo no ha modificado demasiado. Sólo ha atemperado la ansiedad que me producía aquella remota posibilidad que existe mientras sigue vivo. Pero ahora, enmohecidos los recuerdos, queda el runrún de la remota posibilidad. ¿Qué habrá sido de ti? De mí, bien poco, podría decir.  Pero no diré nada y seguiré caminando, pisando el mismo suelo que tú pisas, dejando que la improbable posibilidad de que te cruces en mi camino, pase sin hacer ruido. Luce el sol en el Retiro, como siempre.   



domingo, 16 de mayo de 2021

STAY WITH ME

 



El tipo levantó el reposabrazos que separaba los dos asientos, se sentó a mi lado sin decirme nada y se hizo espacio arrinconándome contra la ventana. Quedé pegada al cristal sin posibilidad de moverme. El trayecto nos llevaría unas cuantas horas, pero, de esa manera, la eternidad sería más breve que mi viaje. Apoyé el codo en el escueto marco de la ventana y la mejilla en la palma de la mano. Nos alejamos de la estación central y el tipo sacó un teléfono del bolsillo en un ejercicio de contorsionismo alucinante. Empezó a teclear a una velocidad vertiginosa, respirando de una manera entrecortada, como si le faltara el aliento y se le escapara la fuerza por los dedos. Siguió escribiendo durante kilómetros y perdí interés. Me dormí. Al despertar, el reposabrazos volvía a estar en su sitio y el asiento vacío. El autobús no hacía paradas. Imaginé que el tipo se había cambiado de asiento y le busqué alzando el cuello, pero no le vi. Me desconcertó. ¿Por qué se había ido? Su cuerpo, su Había ocupado un espacio que era mío, pero era él el que se había ido. En su asiendo solo quedaban el envoltorio de un caramelo de café. Me sentí un poco abandonada y me guardé en el bolsillo aquel papelito. Deseé escribir un mensaje con la misma intensidad con la que lo había hecho aquel tipo y saqué el teléfono del bolsillo sin la menor dificultad, pero, maldita sea, no tenía nada que decir.



domingo, 9 de mayo de 2021

¿Y AHORA QUÉ?

 



El autobús enfiló la carretera. Dejó atrás un secarral tras otro. A veces, por el horizonte asomaban algunos puntos blancos que salpicaban el paisaje. Durante horas no cambiamos de dirección, ni una curva, ni un repecho, nada, absolutamente nada. Al anochecer, después de una infinita monotonía de naturaleza muerta, a lo lejos aparecieron los pequeños destellos de unas luces. Mi parada estaba allí. Había reservado una habitación en lo que se anunciaba como el único hotel en kilómetros a la redonda. Vi partir el autobús y el eco de la nada me retumbó por dentro. Ya no cabía arrepentimiento, ni pensamientos desbordantes. Dejé la bolsa sobre una silla y abrí la ventana a un infinito de piedra y arena que ni siquiera podía ver. Busqué un enchufe, encendí el ordenador, puse un poco de música y leí unos cuantos correos.  Al cabo de unos minutos, arrastrando el cansancio de los climas extremos, entré en el baño y me sumergí en el agua más tibia que caliente. Cerré los ojos, con los dedos pincé la nariz, y deslicé el cuerpo hasta quedar todo cubierto. De fondo, deformadas por el agua, llegaban las notas de I’ll be seeing you. Me quedé hasta que sentí frío. Fuera solo eran las seis, pero el tiempo se había detenido y allí, tan lejos, todo se hizo inmortal.



martes, 27 de abril de 2021

A DIEZ MIL REVOLUCIONES

 



Se podría decir que a grandes rasgos, los países,  como las personas, no cambian. Hay algo en ellos que, pese a los avances, al enriquecimiento o al aumento de su población, siempre se mantiene igual. Es su condición. Con las personas pasa tres cuartos de lo mismo. Lo de fuera cambia, ropaje sobre ropaje, disfraz sobre disfraz pero al final, bajo todas las capas que intentan tapar y disimular, casi siempre  asoma el pelo de la dehesa. España siempre ha sido un país de grandes contracciones y enormes dosis de visceralidad. Odiamos como nadie y queremos los que más.  Un país bipolar de acentuados momentos maniacos y desconcertantes periodos depresivos que cada cierto tiempo se descontrola. El momento que nos ha tocado vivir, con las elecciones a la Comunidad de Madrid entre otras muchas cosas, es una prueba para el que lo quiera ver. España es un país metido de una centrifugadora del que esta vez le toca salir encogida y enana. No pasa nada, o tal vez sí, pero saldremos de este charco porque este país tiene una gran capacidad de recuperación, necesaria, por otro lado, para volver a hundirlo en cuanto se pueda.  Mientras tanto, en este devenir de irse al carajo y volver a remontar, la historia nos da momentos preciosos. Ahora mismo no sabría decir, pero igual me viene a la cabeza cuando bajen las revoluciones.



viernes, 23 de abril de 2021

QUE LA PANDEMIA NO TE QUITE EL GUSTO

 



Cuando naces en una familia en la que las mujeres ganan por goleada, la cuestión de las rosas y los libros se multiplica por dos. En casa siempre hubo rosas para todas y libros también. Porque una cosa no quita la otra, porque las revoluciones empiezan en la casa de cada uno y en la nuestra se avanzaba a pasos de gigante cuando conseguías colocarte en posición de discutir sin menospreciar y sin caer en el capricho para el que no había ni espacio, ni suficientes horas en el reloj que tirar.

Hubo un tiempo en el que algunos consideraron que las mujeres que leían eran peligrosas. Nuestra suerte, la mía, la de mis hermanas y la de mi madre fue que mi padre considerara que nos prefería peligrosas y leídas a incultas, dejadas o planas de pensamiento como una línea recta. Así que casa, la fiesta de San Jorge siempre fue una fiesta grande en el que hubo rosas y libros que formaban parte del mismo equipo.

Mi padre ya no está y la casa familiar se fue vaciando. Pero mi madre sigue remando y, pese a la edad, al covid y a los males que la acompañan sigue, año tras año, con la búsqueda disfrutona de libros y rosas para su familia, bisnieta ya incluida.  Y es que para ella, nacida durante una guerra con más escasez que abundancia, leer es fundamental y lo del rosa y el azul siempre le importó un bledo.



domingo, 18 de abril de 2021

DEL INCOMODO GESTO DE MORIRSE

 


Dijo un hasta luego y solo puede contestarle que tal vez.



A los entierros no se invita, se va. Son jornadas de puertas abiertas a la tristeza casi siempre de otros. Alguien avisa de la muerte de alguien y la noticia empieza a expandirse como un reguero de aceite que cubre la voluntad, la tapa y la disimula. Sabe mal, pero meter un entierro a media mañana, un lunes, un jueves o un día cualquiera, es un problema, un lío, una incomodidad. Pero ahí está, junto a la creencia de que acudir es una obligación, aunque no se sepa bien el porqué, porque todo queda lejos: el tiempo, las personas, el ayer. Todo es relativo, el interés también. La idea del "ahora ya, qué más da", va, viene y se estrella contra el rompiente de los gestos. Y se acude, como va la mayoría, ocupando un asiento discreto, que confirmar la asistencia pero que no demorare la salida y la vuelta a la vida. Casi siempre es así. Lo funerales, también los velatorios, se han convertido en una obligación social que pesa a quien nada tiene que hacer allí. El confinamiento y las medidas de aforo limitado han sido un calvario para las familias, para los amigos de verdad; y un alivio para muchos otros. La obligación es la tragedia viva de los funerales.




domingo, 11 de abril de 2021

CAGADA



La complejidad de las emociones, la confusión de sentimientos y la vida eterna. La charla naufragaba desde hacía ya algún tiempo. Los últimos veinte minutos había estado dando vueltas a la idea del amor adulto, a la necesidad perentoria del ser humano de sentir que la vida es algo más que rutinas y el pago de facturas. Y aunque al principio pareció interesante, al poco empezó a llenarse de tópicos y boutades para impresionar a un público entregado desde el comienzo. Al escuchar lo de la vida eterna resoplé y pensé que algunas de aquellas personas, que atendían con las cámaras y los micrófonos cerrados, acabarían por escribir en el chat de la sesión un rendido amén. Cerré la aplicación, me fui a la cocina, me preparé un gin-tonic, llené una botella térmica en la que empujé un trozo de limón y tres cubitos, le puse la correa al perro y salí a la calle. La complejidad de los sentimientos es solo una idea barroca que no responde a su realidad. Los sentimientos son básicos y son nuestras limitaciones para aceptar la incomodidad que a veces suponen lo que los hace parecer complejos. El amor, el dolor, la soledad, la ira, la euforia son todo fichas de un mismo puzzle. Tiré del perro para sacarlo del hueco del árbol al que entró para husmear, una vez más, y caminé dejando que fuera él quien dirigiera el paseo. Duró lo que tardé en acabar con la última gota del termo y en achisparme el monólogo. Volví sobre mis pasos, con el perro aliviado y la cabeza llena de burbujas.



domingo, 4 de abril de 2021

TAKE AWAY

 



Llevan semanas prediciendo mal tiempo, pero a la gente le da igual. No hay virus que pare las ganas de salir corriendo y los que han podido han liado el petate y cogido carretera y manta. Pero otros, quizá los extremadamente cobardones y pelados, nos hemos quedado en casa manteniendo la distancia de seguridad, la mascarilla y las burbujas que, de tanto cambio normativo, ya no se sabe si son de cuatro o de cincuenta y cuatro. Por suerte nos quedan las cafeterías abiertas y algunas terrazas en las que se puede desayunar, con el permiso de la autorizad incompetente. Es pronto, ni siquiera son las nueve, pero unos cuantos parroquianos, que sufrimos las secuelas de aquel temor que impuso el cierre de las cafeterías antes de las diez, ocupamos las mesa de aforo limitado antes de quedarnos sin ellas. Un café, un agua y un croissant. Más o menos lo de siempre. Al otro lado del mostrador, una señora pide un café con leche, tres azucarillos y un brioche. Todo para llevar. Pienso que la cosa de las restricciones ha impuesto la moda del “Take away” que tanta gracia nos hacía cuando lo veíamos por ahí y que ahora, siguiendo con la desgracia, nos da tres patadas. El “para llevar” implica vaso de cartón, cucharilla de plástico y un sobre de papel con el bollo que la dependienta coloca en una bandeja de plástico que la mujer coge con cuidado y que lleva a una mesa al final del local, frente al ventanal. Abre una bolsa de tela que colgaba de su brazo y saca un vaso de cristal, una cucharilla, un plato pequeño y empieza por verter el café con leche en el vaso, el brioche en el plato y todos los envoltorios los amontona en la bandeja que arrincona en la esquina de la mesa. Casi espero que saque una servilleta de tela o algo parecido, pero no. Me viene a la cabeza aquella película en la que un Jack Nicholson trastornado mareaba a una camarera con sus manías y sus cosas. Le doy un par de vueltas a mi café que se enfría en una tacita de loza. Empieza a llover y un viento del carajo arrastra unas cuantas hojas secas que golpean contra el cristal. La mujer sigue desayunando, sostiene en la mano una novela de tapa blanda que lee sin importarle ni ocho, ni ochenta y ocho, que me tenga atrapada.  Me intriga lo que hará cuando acabe pero dejo de mirarla, aunque de vez en cuando alzo un poco la vista por encima de las gafas para ver si sigue allí.  No somos nada, escucho al vecino de mesa y pienso que eso no es verdad. Somos tela marinera.