Estamos viviendo un momento muy oscuro en este país. El abuso de poder, el desprecio a la verdad, la falta de conocimiento y una inclinación desmedida por defender posturas contrarias no solo a la razón sino a los más elementales principios democráticos, empiezan a desgastar, incluso, a las propias instituciones. La separación de poderes funciona como contrapeso entre los tres poderes del Estado y el respeto a la independencia de cada uno de ellos es de primero de democracia. Pero estamos como estamos y no parece que a corto plazo vaya a solventarse nada, sino todo lo contrario. Se ha optado por premiar la necedad, el desconocimiento y el seguidismo ideológico sin cuestionar nada. El pensamiento crítico ha muerto y así lo llevamos mal.
Una vez leí un artículo de Trapillo en el que explicaba que gran parte de las guerras se inician en verano. Las explicaciones no solo obedecía a razones de orden táctico sino también psicológico. Como dice Trapiello, existe el condicionamiento psicológico y la complejidad del mismo. El buen tiempo favorece el optimismo y como recoge en su escrito: "¿Quién puede perder cuando el tiempo es tan bueno? En España no estamos en guerra y no me atrevería a decir que la posibilidad sea lejana, aunque yo no la desee. Pero lo cierto es que ahora, con el calor del verano, es más que probable que sigamos sufriendo el horror de unos Ministros y Ministras que han decidido que nuestro país merece pasar a engrosar la lista de los que van perdiendo su índice de democracia a medida que van quebrantando no solo las libertades civiles, sino el pluralismo y del control del poder ejecutivo por parte del Congreso de los Diputados y de los propios Tribunales permanentemente cuestionados. Todo da a pensar que este verano seguirán calentado el ambiente, no solo desde los puestos de gobierno, sino desde los medios de comunicación afines y las propias redes sociales. Y llegaremos a un otoño que ya podemos prever insoportable.
El ser humano tiene tendencia a creer que las desgracias siempre caen lejos. Pero ignorar las tensiones que se generan en el seno de una sociedad cada vez más divida y confrontada; que es cada más pobre y despreciada en sus derechos y libertades, nunca sale gratis. Algunos olvidan que gobernar no es jugar y que sus errores los pagamos todos y nos salen carísimos.
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