domingo, 22 de enero de 2023

BASURA CHUSQUERA

 



La Ley de Enjuiciamiento Criminal establece aquellos casos en los que, encontrándose unos hechos bajo investigación pueden adoptarse medidas cautelares, a petición del ministerio fiscal o de la acusación particular, contra el investigado, presunto autor del delito. Las medidas cautelares en el ámbito penal tienen distintas finalidades, entre ellas que el presunto autor no pueda escapar a la acción de la justicia, destruir pruebas, etc., en incluso la protección de la víctima y requiere que concurran determinadas circunstancias como son la gravedad del delito, posibilidad y medios para la fuga, etc. La adopción de esas medidas cautelares no solo requiere de la petición expresa de las acusaciones, sino de una valoración y motivación fundada por parte del Juez instructor que las adopta. Hasta aquí un resumen cómodo para aquellos que no estén dispuestos a contaminarse y creerse, a veces de buena fe, los disparates que se leen a través de los medios.

Arden las redes sobre la violación denunciada por una mujer joven presuntamente llevada a cabo por un señor famoso. Da verdadera angustia leer los comentarios que ponen en duda la palabra de la víctima por el mero hecho de que el autor sea un futbolista de renombre internacional. Pero si lo anterior está a un paso de provocar el vómito, bastante más repugnante es que se cuestione la adopción de una medida cautelar, en este caso de prisión provisional, en función de quien sea el presunto autor y bajo la alegación de que tal medida puede ser excesiva y perjudicarle gravemente para el tipo en cuestión. Supongo que se colocan en esa tesitura no estiman que existe una víctima y todo un proceso encaminado a esclarecer los hechos. Obviamente, la prisión provisional es la medida más grave que existe durante un proceso en instrucción, pero es que hay circunstancias que por si mismas la hacen la más adecuada por muy gravosa que sea.

Pero volvemos a la grima de algunos posicionamientos que tiene como parte de su discurso un “depende” clasista que asoma en cuanto sale a la luz que el presunto autor del delito es una celebridad. Por eso conviene recordar que el Derecho penal castiga hechos, comportamientos. Da igual quién es el autor (salvo que tenga una especial conexión con el delito en sí mismo), pues lo reprochable, no lo olvidemos son los hechos. Un crimen no es menos crimen en función de quién lo cometa. Un crimen es lo que es, y la gravedad del mismo vendrá determinado por el hecho en si mismo y, en algunos casos, por la relación que el autor mantenga con la víctima. Por eso, es repugnante la postura de aquellos que consideran que se debe ser más benevolente con las caras conocidas que con aquel que no lo conocen más que en su casa. Todos esos deberían hacérselo mirar. Ser famoso solo debería servir, si ha de servir para algo, para entrar gratis en las discotecas. Lo demás es basura chusquera y acomplejada. La ley debe ser igual para todos, aunque a algunos les duela.



miércoles, 18 de enero de 2023

A CHORUS LINE

 


Lo escribí volviendo a casa con el desencanto colgado en el bolso. Las horas de viaje sirvieron para pensar que me había dejado llevar por algo lo suficientemente efímero como para que se esfumara en cero coma tres. Con la perspectiva del tiempo todo se ve diferente. Busco el pasaporte porque de repente creo tenerlo caducado y ahora, que no me puedo mover para nada, me preocupa haber caído en la indolencia de no haberlo renovado cuando tocaba. Cuando uno tiene poca ocupación hasta las moscas distraen. Entre los papeles amontonados en el cajón del mogollón, guardo algunas agendas viejas. Papel de biblia, tamaño reducido, letra enana. Allí anotaba cualquier cosa que no tuviera que ver con el trabajo, lo mismo anotaba un desfase menstrual, que la receta del flan chino, incluso los pálpitos de corazón que se calmaban a base de café con hielo. La mala letra y la vida se ha llevado todo aquello por delante. Ahora son apenas unos garabatos que soy incapaz de descifrar, salvo un escueto “nunca pensé que un silencio doliera tanto. La imbecilidad se ha instalado en mí. Ya soy imbécil”. Y debía serlo, o estarlo, cuando veo la fecha e intento tirar atrás. Recuerdo que bajé al andén después de buscar ir al baño. Me había refrescado un poco y se me había corrido el rímel. Vi mi cara, en ese momento de completa imbécil, que me miraba desde el espejo con una mueca que me negaba a mí misma aunque hoy sé que de manera un tanto dura.  Subí al tren, saqué la agenda y anoté alguna cosa que hoy soy incapaz de descifrar. Pero retrocedo un poco y soy capaz de  encontrar aquel retrato de mujer idiotizada a la que el humo la trastocó, que la convirtió en algo parecido a una corista de Broadway que canturreaba con los auriculares puestos mientras esperaba que el mundo explotara como una pompa de jabón. Anoto en un trozo de papel, que sé que perderé entre el salón y el dormitorio y aparecerá de aquí diez años: “Renovar el pasaporte y el puto título de corista a tiempo parcial”.


martes, 10 de enero de 2023

NAVEGARÁS CON EL DOLOR DE TUS PULGARES

 



Cuando uno mira con los ojos del hoy el pasado que no conoció es capaz de pensar dos cosas muy distintas. Tan contradictorias entre ellas que al ponerlas una frente a la otra puede dar un ataque de risa bastante tonto. Existe una facción del personal que es capaz de pensar que vivimos un tiempo maravilloso en el que hemos alcanzado unas cotas de libertad, bonanza y bienestar difíciles de imaginar en otros tiempos. Pero existe otra banda, tan numerosa como la primera, que considera que vivimos tiempos atroces, con un retroceso brutal de las libertades, una desinformación dominante y una penuria futura para las generaciones futuras que nuestros ancestros no cataron ni por casualidad. Pero si nos colgamos de la cuerda floja del relativismo la conclusión es que ninguna de las dos la posiciones es cierta. Nada fue tan estupendo, ni nada fue tan tremendo, aunque es justo reconocer que la historia nos ha dado momentos de horror que legitima a los que los han sufrido a pensar lo que les venga en gana en relación a su antes y su después.  El infierno se le plantó en mitad de la vida, sin que nadie le invitara y se les despanzurró el presente y posiblemente el futuro.Pero todo es verdad y todo es mentira. Vivir en el año 2023 no parece una gran proeza cuando uno lo hace acomodado en el salón de su casa, con la calefacción puesta o incluso abrigado con un forro polar, y puede levantarse hasta la nevera abrir una lata de refresco, conectarse a las redes sociales y ciscarse en la madre que parió este mundo cruel y desdeñoso, mientras se limpia las gafas con los bajos de una camiseta n con una frase birriosamente del mundo del "wonderful". Pero todo es relativo, vivir en el año 2023 siendo mujer en Afganistán, o en el mismismo Irán, o vivir en el Donbás, por ejemplo, eso sí que es una gran hazaña. Las cosas no han cambiado tanto, solo se han sofisticado los medios. Lo único cierto es que continuamos siendo los mismos cainitas, pero vestidos de domingo y con conexión 5G. Es lo que hay.


miércoles, 4 de enero de 2023

IDIOTA

 


Habíamos trabajado juntas durante años, no éramos amigas, pero si compañeras de las que una se deja acompañar y acompaña con mucho gusto. Cuando llegó la pandemia, se despidió con un “podré descansar un poco”, no me encuentro bien. El cáncer se había reproducido de manera silenciosa y aunque aun no había vuelto a dar la cara, todo hacía presagiar que detrás de ese malestar, se removían, otra vez, las células que habían decidido ir a su aire y acabar con todo lo que encontraban por delante. En mitad del confinamiento, la peor de las sospechas se hizo realidad. Desde entonces y hasta ahora no nos hemos vuelto a ver. Nos llamábamos de vez en cuando, nos poníamos al día y seguimos riéndonos de las burradas de estados de WhatsApp que colgábamos y a lo que nos habíamos aficionado durante el encierro.  Pero la vida engulle y la comunicación se fue diluyendo a fuerza de rutina y prisas. Pero seguí viendo sus estados desternillantes y ella los míos como una manera de levantar la mano y señalar que estás por ahí, aunque no estés. Le felicité las Navidades. Le deseé que estuviera rodeada de amor, de la compañía de los suyos y recordarle que la llevaba en el corazón. Nada extraordinario porque sabía que eso era así y siempre lo había sido.

Tengo la sospecha, la triste sospecha, que su vida se está preparando para colgar el punto final. Es una corazonada ridícula, basada en la falta de contestación a mi último mensaje y a la inexistencia de nuevos estados. Sé, por antiguos compañeros de trabajo, que la última recaída ha sido tremenda y que ya no hay marcha atrás. A ratos, mientras miro el teléfono, pienso en lo sencillo que es llamar y no dejarme arrastrar por un presentimiento estúpido. Pero debo de ser terriblemente cobarde, o terriblemente idiota, o las dos cosas a la vez, y sigo mirando la foto, pensando que si algo así hubiera sucedido me habría enterado con toda seguridad y me escondo de mí misma, de mi incapacidad para levantar el teléfono y no saber que decir. Y dejo el teléfono, con la pantalla vuelta sobre la mesa, pensando que puede que tan solo esté cansada. 

A ratos me pregunto en qué momento me convertí en semejante idiota.