jueves, 18 de enero de 2024

PESTAÑEO Y MUERTE

 



Que la gente miente más que habla es una de esas frases que la realidad, la experiencia, convierte en una máxima a tener en cuenta. En la era de las redes sociales, donde todos somos más guapos, más altos, con menos kilos encima y unas pestañas kilométricas, la mentira es el comodín con el capear la vida sosa, triste y vacía de mucha gente. No me referiré a la política, campo que se abona trola tras trola sin consecuencia alguna y con escasa repercusión en la vida y reputación del trolero. Cuando alguien actúa mezquinamente, justifica su comportamiento lastimoso, incluso despreciable, utilizando la mentira sin pudor alguno y con ella se maquilla y se viste para intentar que el otro se trague el sapo, aunque no le pase por el cuello. En lo laboral, la cuestión de la bola, la trola, el mojón, también ha llegado para quedarse. Si en su momento los dinosaurios se extinguieron por el impacto del asteroide Chicxulu enfrió la tierra y palmaron todos de un fortísimo constipado; los seres humanos vamos a acabar igual, congelados y tiesos, por la falta de honradez, honestidad, y la consolidación mundial del funcionamiento ruin y hampón con el que nos movemos. Así están las cosas de feas, que se complican mucho más cuando la sociedad se sumerge en un infantilismo que se perpetúa, pese a que el personal vaya cumpliendo más años que Matusalén. Y no, no es que hoy me hayan mentido más que otras veces, ni que el aleteo de alguna que otra pestaña postiza haya sido más mortífera de lo habitual, sino que de algo había que hablar y la cosa se me ha puesto a tiro. 






martes, 9 de enero de 2024

COUNTRY ROAD

 


Cada cierto tiempo tengo la sensación de llegar al final de una etapa. No lo marca ningún hecho concreto, sino la sencilla sensación de que algo ha cambiado y nada volverá a ser lo mismo. Los finales avanzan a paso firme y nos van dejando atrás. Miro por la ventana y me sorprende descubriendo que el día que se mantiene igual de frío e igual de brumoso que ayer. Las gaviotas graznan. Puede que sea de hambre o quizás de puro hastío. El sol no consigue levantar el gris que cubre el cielo. Que lo cubre todo, en todos los sentidos. No sé por qué me sorprende. Enero y esta ciudad son así. La vida es así, con claroscuros que a veces se empeña en tornarse en grises intensos que desdibujan los apunte de color.  La edad madura relega a tiempos pasados lo particular de las alegrías espontáneas. Todo se magnificaba hasta convertirlo en un imprescindible. El ayer pierde fuelle frente a un hoy emborronado y pastoso. Algo se ha apoderado del tiempo y lo ha vuelto machaconamente triste.  Nos queda el cuaderno y desbarrar ahí, sin que nadie nos juzgue, sin que a nadie le importe nada, nada de lo que decimos, nada de lo que sentimos, nada de lo que nos mueve. No nos debemos a nadie, ni siquiera a nosotros mismos. Todo es relativo, menos el punto final y la sensación de que cuando algo desaparece lo hace para siempre.