martes, 9 de enero de 2024

COUNTRY ROAD

 


Cada cierto tiempo tengo la sensación de llegar al final de una etapa. No lo marca ningún hecho concreto, sino la sencilla sensación de que algo ha cambiado y nada volverá a ser lo mismo. Los finales avanzan a paso firme y nos van dejando atrás. Miro por la ventana y me sorprende descubriendo que el día que se mantiene igual de frío e igual de brumoso que ayer. Las gaviotas graznan. Puede que sea de hambre o quizás de puro hastío. El sol no consigue levantar el gris que cubre el cielo. Que lo cubre todo, en todos los sentidos. No sé por qué me sorprende. Enero y esta ciudad son así. La vida es así, con claroscuros que a veces se empeña en tornarse en grises intensos que desdibujan los apunte de color.  La edad madura relega a tiempos pasados lo particular de las alegrías espontáneas. Todo se magnificaba hasta convertirlo en un imprescindible. El ayer pierde fuelle frente a un hoy emborronado y pastoso. Algo se ha apoderado del tiempo y lo ha vuelto machaconamente triste.  Nos queda el cuaderno y desbarrar ahí, sin que nadie nos juzgue, sin que a nadie le importe nada, nada de lo que decimos, nada de lo que sentimos, nada de lo que nos mueve. No nos debemos a nadie, ni siquiera a nosotros mismos. Todo es relativo, menos el punto final y la sensación de que cuando algo desaparece lo hace para siempre.



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