lunes, 31 de agosto de 2015

DECIR ADIÓS


Existen dos medios de refugio de las miserias de la vida: la música y los gatos.
Albert Schweitzer


Hace unas semanas leía un artículo de Pilar Rahola en el que hablaba de la muerte de su perro. Por aquellos días Dalhman que, contrariamente a lo que muchos hayan podido creer no era un gato sino una preciosa gata común europea, se movía por la cuerda floja de una vida que había empezado a apagarse semanas antes. Entonces pensé que casi todos estamos sujetos al mismo tipo de emociones, al mismo tipo de desventuras. Este domingo para Dalhman fue su último domingo. Estirar la vida a veces puede ser una crueldad absoluta y, en este caso, arrancar un día más, unas horas más, no era más que desequilibrar la balanza del platillo del “un poco más, por favor” para mí que no para ella.

Diecisiete años son muchos años para un gato. Apareció entre los arbustos de unas viviendas del extrarradio de Barcelona y llegó a casa siendo una bolsita de piel y huesos que apenas había empezado a caminar. Desde entonces ha llovido mucho, para ella y para mí. Las últimas semanas apenas se movía, un único recorrido, más que repetido, entre el patio y la cabecera de una cama a la que ya había que subirla porque las fuerzas no le daban para más. Hoy la tristeza es mucha y el vacío se expande por la casa.
Sé que para muchos parecerá una frivolidad que la muerte de un animal nos conmocione tanto, pero para quienes convivimos con ellos sabemos que forman parte de nuestra vida, sabemos de su compañía, de su lealtad, de su estima y del vacío tremendo que provoca su desaparición. Ahora, después de una vida de gato de casa buena (aunque la casa no fuera tan buena como a ella le pudiera parecer), espero que la nada en la que ahora ya dormita la acune para siempre, aunque a mí me falte algo, no solo por entre los pies, mientras tecleo esta pequeña nota.




jueves, 27 de agosto de 2015

PANTALÁN



Algo absurdo, sí, pero este absurdo tiene una boca preciosa y sonríe.
Robert Walser



Al atardecer nos fuimos hacia el embarcadero, el único ferry que nos unía con la península no tardaría en llegar. Pese a la llovizna nos mantuvimos en el pantalán. El cielo sobre nosotros se oscurecía por momentos, confundiendo la hora baja con lo plomizo de los últimos días de septiembre. Estábamos solos, no era extraño, ni el día, ni el tiempo acompañaban. Una gaviota nos sobrevoló graznando y al fondo, en la línea del horizonte, la silueta del barco avanzaba lentamente. En ese momento sus facciones, menudas, se contrajeron en un gesto que no quise interpretar. Sus ojos se oscurecieron y se clavaron al frente,  ni siquiera el estruendo del petate al caer le hizo desviar la mirada. A veces los silencios se espesan y rellenan los huecos que las palabras ya no pueden llenar. Estaba ausente, o tal vez no. Tal vez estaba más presente que nunca, sabiendo que todo era cuestión de unas millas de más en las que ella ya no cabía. Por eso, cuando acerqué mis labios a su mano, menuda y tibia como ella, apenas se estremeció. Ahora tocaba desandar lo andado y echarla de menos para siempre.




martes, 25 de agosto de 2015

AGOSTO SE DISUELVE EN AGUA



El único misterio del universo es que exista un misterio del universo.
Fernando Pessoa


Agosto es un mes que pasa lento. Horas de páginas que giran hacia delante y hacia atrás porque la concentración es poca aunque las ganas son muchas. El fantasma de la nada llega una y otra vez y rompe el ritmo. Agosto es un tiempo que se mide entre la calima y el olvido, entre el suero y la calma, la risa y el llanto, entre la compañía veterana y las espantadas advenedizas. Agosto se llena de horas lentas que se mueren jugando a los chinos, entre historias mil veces repetidas porque el verano en la ciudad es lo que tiene, todo parece nuevo y en realidad todo es muy viejo. Decía Pessoa que "por la boca muere el pez y Oscar Wilde", pero  Don Fernando se dejó a la mitad de la humanidad en el tintero. Agosto es un mes que se disuelve en agua salada.



jueves, 6 de agosto de 2015

LOW COST



«Se me escapa la risa, Jean. Lo has adivinado, la frase me encanta y ahora no estoy más 
que reprimiendo mis deseos de abalanzarme sobre ella y hacerla inmediatamente mía».
Enrique Vila-Matas



En la sala de espera apenas  tres o cuatro personas. Miro alrededor y empiezo a pensar en cómo entretener las dos horas que permanecerá en sus manos y yo sentada aquí. Me recomiendan que vaya a tomar un café, a desayunar si no lo he hecho ya, o incluso a darme una vuelta, pero no me muevo, hay aire acondicionado y una pantalla de plasma que va alternando imágenes de la sabana. Llevo un libro en la bolsa, el móvil (del que no voy a hacer uso, no hay cobertura) y una ventana. No puedo pedir más o sí, y puestos a pedir podría pedir un billete de avión en una compañía que no huela a low-cost, sobrevolar media Europa y aterrizar allí donde tenga a bien el piloto, que escoja él siempre que sea un destino fresco.
Llueve en Bruselas, o algo así. En la  televisión aparece un león y antes de que el compañero de bancada empiece a hacerme apología de Cecil (el famoso león muerto a manos de un dentista americano), me coloco los auriculares simulando que escucho algo, aunque en realidad no escucho nada, aquí no hay cobertura, ni nada que se le parezca. Con los oídos amortiguados intento leer, pero me he dejado las gafas y de un tiempo a esta parte la presbicia me tiene en un sinvivir. Así que vuelvo al ejercicio anterior, sobrevuelo el cielo europeo y como si fuera una paloma en son de paz le entrego una ramita de olivo que se coloca entre los dientes y masca con cierto rencor porque no hay paz que valga. Ya lo dijo Ezequiel, o alguien con un nombre igual de tremendo.
Suena un timbre y las enfermeras empiezan a correr. En la pantalla, el león arranca a dentelladas los restos de algo que parece una hiena y me entra basca.
En el mostrador ya no queda nadie pero yo necesitaría un optalidón y un poco de Agua del Carmen rebajada. Soy una antigua, está claro.


miércoles, 5 de agosto de 2015

A VUELTAS CON LA JUSTICIA



El legislador debe ser el eco de la razón, y el magistrado, el eco de la ley. 
Pitágoras



Hay algo antinatural cuando la muerte del hijo precede a la de su progenitor. Pero hay algo que va más allá de esa antinatura, que se emponzoña en lo monstruoso, cuando es el propio progenitor quien pone fin a la vida de su hijo. Nada lo justifica, nada absolutamente nada. La muerte utilizada como un medio para herir a otro, con un golpe mortal que deja en una perpetua agonía insuperable, empieza a ser algo que se repite con demasiada frecuencia. El último episodio, unos niños degollados con una radial antes de volver con a su madre tras el periodo de vacaciones con su padre. 
No cabe mayor maldad, porque en una actuación como la llevada a cabo por el parricida de Moraña no hay trastorno, ni enfermedad mental, ni estado de desesperación, ni enajenación mental que valga. Cuando alguien es capaz de matar de un modo tan absolutamente violento y premeditado a quien tiene el deber moral de proteger y cuidar es que su interior está absolutamente podrido. No hay enfermedad, hay maldad. Y ahora, a toro pasado, cuando todo termine diseccionado sobre la mesa de los medios, las voces clamarán por las actuaciones judiciales contra actos de este tipo. Y volveremos a equivocarnos, mucho, porque en el Código Penal no se encuentra la solución a brutalidades como la llevada a cabo por David Oubel, al menos no del todo. Porque la actuación de los Tribunales, siempre posterior a la comisión de hechos tan brutales, no tiene en estos casos una función disuasoria, ni ejemplificante. La sociedad no aprende nada de estas condenas, porque la condena, la repulsa generalizada, ante situaciones como ésta ya va calcada en el ADN del ser humano; y el que está dispuesto a llevarlas a cabo no le disuade una posible condena por muy larga y dura que sea. El hecho es repulsivo y socialmente inaceptable en sí mismo. Los Tribunales llegan donde llegan, y pocas veces son preventivos, sobre todo porque en casos como éste, el asesino no avisa, sólo actúa.
Se equivoca la sociedad si deja solo en manos de los Juzgados y Tribunales la resolución de la violencia de género o doméstica, la solución está en otro sitio. La justicia, por mandato legal, actúa siempre a posteriori y eso no debemos olvidarlo.


martes, 4 de agosto de 2015

COMO BONNIE AND CLYDE



"Ahora leo; pero es como si escuchara. Porque podría leer todo esto con los ojos cerrados y la boca abierta. Leer con los dientes, masticando la arena que se mete por la boca abierta y tragando el recuerdo exacto de las palabras que es tanto más preciso”.
Rodrigo Fresán



He buscado expresamente el libro de Rodrigo Fresán para poder escribir con exactitud aquellas líneas que un día, no hace demasiado, leí mientras entretenía el tiempo en una librería del centor.
Había abierto el libro sin fijarme por dónde lo hacía. Leí aquellas líneas como podía haber leído cualquier otras. Pero fue ese párrafo y no otro. Lo cerré, pagué y salí de la librería, con el mismo dolor de pies con el había llegado, sólo que ahora me llevaba algo que, si bien aun era desconocido, me parecía que no lo era tanto. Sin esperar a llegar a casa, mientras el autobús brincaba entre los socavones que llenan la ciudad, busqué en el bolso un rotulador y marqué con un asterisco el margen derecho de la página y subrayé, de rojo intenso, el párrafo que hay transcrito un poco más arriba. Una especie de herida abierta. 

Semanas antes me había hecho llegar el extracto de su próximo trabajo. Lo leí y me encantó; lo releí y me pareció extraordinario; lo volví a leer de nuevo y pensé que lo que tenía entre mis manos no debía ser abandonado. Lo dejé en mi mesa a la espera de recibir la siguiente entrega. No llegó nunca.


Hace unos días, ordenando la mesa del estudio mientras intentaba sostener montaña de libros que amurallan su flanco izquierdo para que no se viniera abajo, encontré aquel extracto que casi podía leer con los ojos cerrados. Y lo leí, de nuevo, y fue como si le escuchara. Y curiosamente, mientras releía aquel amago de novela, pensé en Fresán, en aquel texto marcado que coincidió con la llegada de aquello que estaba naciendo. Volví a pensar que me hubiera gustado ser quien, de modo original, escribiera que "leerle era como escucharle". Y pensé que si esa frase hubiera sido mía se la habría regalado, porque no hay nada más preciado que alguien sea capaz de ponernos en marcha y que todo ello quede retratado mediante una combinación única de palabras expresamente escogidas. Pero se me adelantó Fresán y por eso sólo podría regalarle dos líneas copiadas que ojala fueran mías.


lunes, 3 de agosto de 2015

LUNES




«Las formas en que las cosas son superficialmente similares pero también distintas es interesante para mí».
Richard Ford



Primer lunes de agosto, un lunes tan bueno o tan malo como otro cualquiera, que solo se distingue por ser lunes de pendencia, lunes de suspenses, de suspensos, de llamadas a teléfonos que no contestan, de correos que vienen devueltos por destinatarios que se ausentan hasta que el calendario no de más de sí, o hasta que la tarjeta de crédito reviente. Lunes de borrones húmedos, de deserciones inesperadas, de poca contención, de alzar los hombros en un gesto que lo dice todo, que lo comprende todo porque nada se intuye. De cafés aguados y granizados tardíos, de aroma a brea y a jazmín.

Lunes al sol, para algunos, a la sombra para otros, y en el limbo para los que pendemos de todo. Y aunque es un día tan bueno o tan malo como cualquier otro, las horas pasan lentas sin terminar de poner fin a este lunes, que podría ser como otro cualquiera pero no.





domingo, 2 de agosto de 2015

AMIGAS



"Por supuesto que es posible amar a un ser humano si no lo conoces demasiado".
Charles Bukowski



Una de las principales diferencias entre una y otra era que mientras por la primera los medios se mataban por cualquier cosa que versara sobre ella; cualquier cosa que tocara, hiciera o vistiera, marcaba tendencia en las revistas del colorín. La otra se encontraba en la primera línea de la mala leche y de la perversión explícita. Sus mulos, su culo, sus pechos, se convertían en la mercancía por la que se desvivían aquellos otros que durante horas bostezaban frente a vasos de whisky de malta antes de que sus tarjetas de crédito terminaran por engordar la cuenta de quien, sin remilgos, terminaba insertando la lengua en su ano en una suerte de final feliz, marca de la casa.
La distancia entre ellas la marcó la suerte. Mientras la una se limpiaba con el dorso de la mano los restos de polvo por el que se desvivía en los baños de un cinco estrellas superior; la otra se buscaba una vena entre los dedos de los pies para dejar de lamer miseria y podredumbre. El final, de una y de otra, iba a ser el mismo.