El legislador debe ser el eco de la razón, y el magistrado, el eco de la ley.
Pitágoras
Hay algo antinatural cuando la muerte del hijo precede
a la de su progenitor. Pero hay algo que va más allá de esa antinatura, que se emponzoña
en lo monstruoso, cuando es el propio progenitor quien pone fin a la vida de su
hijo. Nada lo justifica, nada absolutamente nada. La muerte utilizada como un
medio para herir a otro, con un golpe mortal que deja en una perpetua agonía
insuperable, empieza a ser algo que se repite con demasiada frecuencia. El último
episodio, unos niños degollados con una radial antes de volver con a su madre tras el periodo de vacaciones con su padre.
No cabe mayor maldad, porque en
una actuación como la llevada a cabo por el parricida de Moraña no hay
trastorno, ni enfermedad mental, ni estado de desesperación, ni enajenación
mental que valga. Cuando alguien es capaz de matar de un modo tan absolutamente
violento y premeditado a quien tiene el deber moral de proteger y cuidar es que
su interior está absolutamente podrido. No hay enfermedad, hay maldad. Y ahora,
a toro pasado, cuando todo termine diseccionado sobre la mesa de los medios, las voces clamarán por las
actuaciones judiciales contra actos de este tipo. Y volveremos a equivocarnos,
mucho, porque en el Código Penal no se encuentra la solución a brutalidades como la llevada a cabo por David Oubel, al menos no del
todo. Porque la actuación de los Tribunales, siempre posterior a la
comisión de hechos tan brutales, no tiene en estos casos una función disuasoria, ni ejemplificante.
La sociedad no aprende nada de estas condenas, porque la condena, la repulsa generalizada, ante
situaciones como ésta ya va calcada en el ADN del ser humano; y el que está dispuesto a llevarlas a cabo no le disuade una posible condena por muy larga y dura que sea. El hecho es repulsivo
y socialmente inaceptable en sí mismo. Los Tribunales llegan donde llegan, y
pocas veces son preventivos, sobre todo porque en casos como éste, el asesino
no avisa, sólo actúa.
Se
equivoca la sociedad si deja solo en manos de los Juzgados y Tribunales la resolución
de la violencia de género o doméstica, la solución está en otro sitio. La
justicia, por mandato legal, actúa siempre a posteriori y eso no debemos
olvidarlo.
Sí.
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