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martes, 4 de agosto de 2015

COMO BONNIE AND CLYDE



"Ahora leo; pero es como si escuchara. Porque podría leer todo esto con los ojos cerrados y la boca abierta. Leer con los dientes, masticando la arena que se mete por la boca abierta y tragando el recuerdo exacto de las palabras que es tanto más preciso”.
Rodrigo Fresán



He buscado expresamente el libro de Rodrigo Fresán para poder escribir con exactitud aquellas líneas que un día, no hace demasiado, leí mientras entretenía el tiempo en una librería del centor.
Había abierto el libro sin fijarme por dónde lo hacía. Leí aquellas líneas como podía haber leído cualquier otras. Pero fue ese párrafo y no otro. Lo cerré, pagué y salí de la librería, con el mismo dolor de pies con el había llegado, sólo que ahora me llevaba algo que, si bien aun era desconocido, me parecía que no lo era tanto. Sin esperar a llegar a casa, mientras el autobús brincaba entre los socavones que llenan la ciudad, busqué en el bolso un rotulador y marqué con un asterisco el margen derecho de la página y subrayé, de rojo intenso, el párrafo que hay transcrito un poco más arriba. Una especie de herida abierta. 

Semanas antes me había hecho llegar el extracto de su próximo trabajo. Lo leí y me encantó; lo releí y me pareció extraordinario; lo volví a leer de nuevo y pensé que lo que tenía entre mis manos no debía ser abandonado. Lo dejé en mi mesa a la espera de recibir la siguiente entrega. No llegó nunca.


Hace unos días, ordenando la mesa del estudio mientras intentaba sostener montaña de libros que amurallan su flanco izquierdo para que no se viniera abajo, encontré aquel extracto que casi podía leer con los ojos cerrados. Y lo leí, de nuevo, y fue como si le escuchara. Y curiosamente, mientras releía aquel amago de novela, pensé en Fresán, en aquel texto marcado que coincidió con la llegada de aquello que estaba naciendo. Volví a pensar que me hubiera gustado ser quien, de modo original, escribiera que "leerle era como escucharle". Y pensé que si esa frase hubiera sido mía se la habría regalado, porque no hay nada más preciado que alguien sea capaz de ponernos en marcha y que todo ello quede retratado mediante una combinación única de palabras expresamente escogidas. Pero se me adelantó Fresán y por eso sólo podría regalarle dos líneas copiadas que ojala fueran mías.


lunes, 27 de febrero de 2012

MILAGROS


Ayer llegó Carla. Llega pronto, muy pronto, demasiado pronto, a los cinco meses de gestación de su madre. Pesa un kilo y mide menos que un comino. Los próximos meses su cuna estará en la incubadora de un fabuloso hospital público.

Ha sido una sorpresa. Hay que esperar a que crezca y crecerá. Estoy segura.

Bienvenida Carla.

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"Mi pequeño tesoro
se halla escondido
entre el valle y el monte
que hay en mi ombligo.
Mi pequeño trocito de gloria,
es el alba que alumbra
una nueva historia".


Presuntos Implicados - Mi pequeno tesoro


 

sábado, 7 de enero de 2012

MILONGAS Y CADENAS PERPETUAS ENCUBIERTAS


Debe ser que estamos en Navidad, se nos reblandecen las cosas, y al igual que antes se llevaba lo de “sentar un pobre a la mesa” ahora se lleva aquello de la rebelación popular y populosa contra las supuestas “cadenas perpetuas encubiertas” que por lo visto existen en este país. 

Así es como se ha empezado a llamar lo que "sufren" quienes llevan cumpliendo condenas (no una sola, sino muchas de ellas), durante más de media vida. Una "condena" indecentemente larga. 

En Navidad suena bien, no lo negaré, pero alguien olvida poner sobre la mesa que ese que lleva media vida en prisión cumpliendo esas sucesivas condenas, lleva la otra mitad delinquiendo.
Es necesario recordar que cuando una persona comete un delito (comportamiento socialmente reprobable, recogido en un Código Penal que, en el mejor de los casos, al menos en el nuestro, es el resultado de la actividad legislativa de una cámara democráticamente escogida), queda sometida a un juicio en el que, tras ejercitarse las defensas y acusaciones correspondientes, se dictará una Sentencia en el que quedarán determinados los hechos que han quedado probados y, en consecuencia, la sanción penal o absolución que corresponda. Y esa condena, debidamente motivada, no será arbitraria, sino que se producirá tras la correspondiente actividad probatoria que habrá enervado la presunción de inocencia de la que goza todo ciudadano (delincuente o no), en virtud de los derechos fundamentales que nos reconoce la Constitución Española. Con ello quiero decir que nadie ingresa en prisión porque sí, salvo errores judiciales (que puede haberlos).

Por eso, me produce cierto sonrojo escuchar las cosas que se escuchan en estos días sobre estas “cadenas perpetuas encubiertas”. En este país, y en muchos otros también, existen sujetos que son condenados reiteradamente por la continua comisión de delitos. No pararon de delinquir con la primera, ni con la segunda, ni con la tercera condena. Entraron y salieron de los centros penitenciarios donde no sólo debían fajarse con el castigo social que la pena comporta, sino que, se supone, debían arrepentirse de sus comportamientos antisociales e intentar rehabilitarse. 
Obviamente, con determinadas personas eso no es posible, ni lo será jamás. Algunos claman diciendo que el sistema no funciona, que no da oportunidades al delincuente para que este se rehabilite. Puede que sea cierto, pero no sólo el sistema debe poner a trabajar su maquinaria en pro de esa rehabilitación, sino que el “trabajo” principal corresponde al propio penado que, en la mayoría de ocasiones (sobre todo en estos casos de reincidencia en la actividad delictiva) no se arrepiente jamás y tiene ahí, en la permanente comisión del delito, su modus vivendi. Arrepentirse y pedir perdón a las víctimas del delito es fundamental para que la rehabilitación del penado sea efectiva y cierta, sin eso, sin este elemento subjetivo en el comportamiento del delincuente, su rehabilitación no es posible. Estoy convencida de ello.

Por todo esto, me causa mucha pena, y muy poca gracia, las manifestaciones que se producen pidiendo la libertad de quien lleva muchos años de prisión por los delitos que ha cometido a lo largo de su vida. Y me produce mucha menos gracia cuando, por mantener una postura progre que nada tienen que ver con el día a día ni penitenciario, ni social, se dice que esos delitos cometidos “no eran tan graves” (creo que la gravedad la marca el código Penal cuando fija la pena a los delitos y las falta, no la época del año en que se discute sobre el tema). 

Creo que todos esos que abogan por indultar a un delincuente recalcitrante, que ha tenido oportunidades para dejar de delinquir, de arrepentirse, pedir perdón y no sólo no lo ha hecho, sino que  ha continuado delinquiendo en el tiempo, deberían colocarse en la posición de la victima que sufre las consecuencias de esos delitos “tan poco graves” de los que se habla y que, no es por desmontar el chiringuito demagógico de algunos, acostumbran a ser robos con violencia o intimidación, delitos en los que lo único que podía valer poco era el botín obtenido pero casi nunca el miedo causado a quien lo sufre. 
No olvidemos que la amenaza de muerte o de un mal, las agresiones pueden ser igual de violentas para robar una barra de pan como una cartera con un millón de euros dentro. La gravedad está en el hecho violento de la sustracción no en la rentabilidad para el delincuente, por poner un ejemplo.

Todo eso es lo que creo yo. Y si un señor tiene  un historial de 30 años atracando, robando, etc., aunque no tenga “delitos de sangre”, pues creo debe cumplir con su condena, y si resulta que ahora socialmente eso ya no está bien visto pues habrá que reformar las Leyes para que esos que se han pasado media vida jodiendo a la sociedad, sin voluntad de enmienda, salgan a la calle en loor de multitud y una pensión a cargo del Estado.

lunes, 2 de mayo de 2011

ALEGRÍAS Y DESEOS

Me recibe con una buena noticia. La llegada de un niño siempre lo es. Una alegría de las de verdad. 
Con cada nacimiento renace la esperanza, la posibilidad de cambiar el mundo. De momento hoy ya ha cambiado. 
Me apresuro en preparar el primer regalo que tendrá de mí, un post en un blog del S.XXI. Cuatro letras para celebrar su llegada y para desearle que se rodee siempre de lo excelente, de la bondad y del pensamiento crítico. Que ame y se deje amar. 
Un mundo a sus pies, una vida para que la viva intensamente.
Hoy, su primer regalo, esta tontería que aquí dejo y un poema de Victor Hugo que reposaba guardado en un expediente con aroma a papel de arroz y que desde hoy también es suyo.

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Te deseo primero que ames,
y que amando, también seas amado.
Y que, de no ser así, seas breve en olvidar
y que después de olvidar, no guardes rencores.
Deseo, pues, que no sea así, pero que si es,
sepas ser sin desesperar.
.
Te deseo también que tengas amigos,
y que, incluso malos e inconsecuentes,
sean valientes y fieles, y que por lo menos
haya uno en quien confiar sin dudar.
.
Y porque la vida es así,
te deseo también que tengas enemigos.
Ni muchos ni pocos, en la medida exacta,
para que, algunas veces, te cuestiones
tus propias certezas. Y que entre ellos,
haya por lo menos uno que sea justo,
para que no te sientas demasiado seguro.
.
Te deseo además que seas útil,
más no insustituible.
Y que en los momentos malos,
cuando no quede más nada,
esa utilidad sea suficiente
para mantenerte en pie.
.
Igualmente, te deseo que seas tolerante,
no con los que se equivocan poco,
porque eso es fácil, sino con los que
se equivocan mucho e irremediablemente
y que haciendo buen uso de esa tolerancia,
sirvas de ejemplo a otros.
.
Te deseo que siendo joven
no madures demasiado deprisa,
y que ya maduro, no insistas en rejuvenecer,
y que siendo viejo no te dediques al desespero.
Porque cada edad tiene su placer y su dolor
y es necesario dejar
que fluyan entre nosostros.
.
Te deseo de paso que seas triste.
No todo el año sino apenas un dia.
Pero que en ese dia descubras
que la risa diaria es buena,
que la risa habitual es sosa y
la risa constante es malsana.
.
Te deseo que descubras,
con urgencia máxima,
por encima y a pesar de todo,
que existen, y que te rodean,
seres oprimidos,
tratados con injusticia y personas infelices.
.
Te deseo que acaricies un perro
alimentes a un pájaro
y oigas a un jilguero erguir triunfante su canto matinal,
porque de esa manera,
te sentirás bien por nada.
.
Deseo también que plantes una semilla,
por más minúscula que sea,
y la acompañes en su crecimiento,
para que descubras de cuántas vidas
está hecho un árbol.
.
Te deseo además, que tengas dinero,
porque es necesario ser práctico,
y que por lo menos una vez por año
pongas algo de ese dinero frente a ti y digas
"Esto es mío"
sólo para que quede claro
quien es el dueño de quien.
.
Te deseo también
que ninguno de tus afectos muera,
pero que si muere alguno,
puedas llorar sin lamentarte y sufrir
sin sentirte culpable
.
Te deseo por fín que
siendo hombre, tengas una buena mujer
y que siendo mujer, tengas un buen hombre,
mañana y al dia siguiente,
y que cuando estén exhaustos y sonrientes,
hablen sobre amor para recomenzar.
.
Si todas estas cosas llegaran a pasar
no tengo más nada que desearte.
 -Te deseo-
Víctor Hugo

jueves, 24 de marzo de 2011

EL TRAMPOSO GORRO DE CARLITOS


Desde hace unos meses vive dos pisos por encima del mío. Esta noche ha tirado por la ventana su gorro de lana. Ha aterrizado sobre la mesa de la terraza. Lo veo posado, con la borla respingona, es como una señal. Salgo a la terraza, miro hacia arriba y veo a Carlitos sentado en el balcón. Tiene las piernas y los brazos cruzados. Chisto un poco, para que mire hacia abajo. No lo hace, mueve la cabeza negando con el gesto. Le llamo por su nombre y le digo que  tengo su gorro, que si baja a buscarlo o si quiere que se lo suba.
No se mueve. No pronuncia ni una sola palabra. Me va a tocar subir y llevarle el gorro.
No hace frío pero lo necesita, eso lo sé.  Por eso,  vuelvo a colocarme los zapatos y subo a su piso.
Oigo voces a través de la puerta. Me da apuro tocar al timbre pero mientras dudo si dejar el gorro colgado en el picaporte, Clara abre la puerta. Me ha oído llegar, el ascensor  de esta comunidad no es nada discreto, sabemos de las idas y venidas de unos y otros por los ruidos del elevador. Así que, sin quererlo,  me encuentro con una madre desesperada que me pide que entre a ver si puedo arrancar a Carlitos del balcón.
Pienso que menudo lío, lo cansada que estoy, que sólo tengo ganas de darme una ducha, ponerme el pijama y sentarme a pasmar. Pero veo a Carlitos, con la cabeza entre las piernas, no está bien, lleva dos horas al raso.  Me siento a su lado y le digo que tengo su gorro, que si lo quiere. No dice nada. 
El suelo está frío pero en el balcón no hay sitio para una silla, menos para dos, así que resisto estoicamente. Estamos callados. Carlitos ya no llora, ahora sólo se acuna entre sus brazos y sus piernas.
No sé cuando rato llevamos sentados. A mi me parece una eternidad, pero no puedo marcharme dejándolo en el balcón. No sé porqué me obligo a quedarme.
Miro a Carlitos y  tal vez sea por solidaridad mal entendida pero, sin quererlo, me encuentro secando, con el dorso de la mano,  los primeros vestigios de unas lágrimas que me esfuerzo en parar porque no responden a nada.
Aguanto en la mano el gorro de Carlos. Menudo panorama. Inspiro hondo y me repito que basta, que si estoy perdiendo el juicio.  Noto como pasa el brazo por el hombro, me da un beso ruidoso en la mejilla y me pide que no llore. A veces pienso que este chico tiene un radar.  Se pone el gorro y me coge de la mano. Carlitos es down, tiene 18 años. Me cuenta que llora por su chica, Sara. Llora porque mañana cambia de centro de día. Me lo cuenta entre lloros, de nuevo. Su chica se puso triste y lloró todo el día y ahora sí que ya no puedo evitarlo. Parecemos dos tontos en apuros, llorando a mares en un balcón en el que ahora ya hace un frío que pela.
Y yo, yo no sé porque lloro, puede que porque Carlitos se ha quedado sin chica, porque no tengo gorro, porque se me enfrió el trasero mientras acompañaba a Carlitos, porque aún tengo que ducharme, preparar la cena y volver al mundo de los adultos. 
Bajo en el  ascensor y el espejo de la cabina me recuerda que mis cromosomas están en orden, pero mis problemas, al menos esta noche, son más absurdos que los de Carlitos.
Esta primavera me está matando y sólo llevamos dos días. 

miércoles, 19 de enero de 2011

FALLEN


Bajé por Paseo de Gracia sin prisa. Había recibido una llamada, un número que no reconocí y una petición que me causó sopresa. Había borrado cualquier vestigio de su vida, no conservaba su número de teléfono, ni su dirección, nada. Almacenar, guardar aquello que no se va a utilizar, siempre me pareció una mala manera de gestionar el espacio. Me sorprendió. Acepté verle después de no saber de su vida en los últimos años. No sé porqué lo hice.
Nos vimos en el café de la radio. Traía bajo el brazo un sobre grande, oscuro, doblado en sus extremos. Me saludó con un beso en la mejilla, apenas un roce, y sin cruzar más que un escueto "hola", como si nos hubieramos visto ayer, me entregó aquel bulto sin más ceremonia.
Lo abrí con cuidado y saqué de su interior un libro. Su nombre aparecía en la portada. Reconocí el título.
Cuando levanté la vista me pareció que esperaba que le agradeciera el gesto, pero no supe que decir. Lo dejé sobre la mesa, dejé que mis manos reposaran en mi regazo y esperé que iniciara él la conversación. Sonrió y yo seguí sin saber que decir. Los minutos se espesaron, el silencio empezó a pesar y yo seguía sin saber que decir.
Me levanté para ir al baño y mientras caminaba supe que dejaba a mi espalda la decepción del que espera un reconocimiento que no recibe. Todo me quedaba demasiado lejos. 
Me lavé las manos dejando corre el agua. Cuando volví a la mesa, ya se había marchado. Sobresalía un punto de libro y la curiosidad me pudo. Leí los únicas cuatro frases que se recogían en aquella hoja y pensé que el mundo o simplemente nosotros, nos hemos vuelto locos.
Recogí mis cosas, sólo las mías. Dejé unas monedas sobre la mesa y salí caminando hacia la esquina. Sentí frio. Paré el primer taxí que pasó y le indiqué una dirección cualquiera.

Randy Crawford i Presuntos Implicados - Fallen


© Fotografía naq



domingo, 28 de marzo de 2010

COMO HEMOS CAMBIADO


Te dejo escoger: ¿mar o montaña? Cuando me hacen esa pregunta siempre devuelvo otra: ¿Importa distancia? Y es que para estos temas, igual que para muchos otros, soy muy mía. Cuando la respuesta es que la distancia importa, me pido la Barceloneta, con su olor a fritanga y miles de personas caminando por el paseo marítimo. Si la distancia no importa, pero el tiempo es corto, escojo Sitges y, cuando ni la distancia ni el tiempo importan, no hay nada como escaparse al Empordà.
Pero como hoy todo importa relativamente poco, ahora mismo “Els Balmins”, en Sitges, es un buen sitio. Llegar, toda una aventura. Mil años sin montarnos en el mehari y resulta que sigue siendo tan incomodo como siempre. Nos disfrazamos. Gafas enormes (Audrey Hepburn se queda en nada a nuestro lado), pañuelos en la cabeza (ríanse de Grace Kelly), y no lo vamos a negar, llevamos un termo en el coche porque ya tenemos una edad.
Somos del género raro y hacemos gala de ello. A fin de cuentas, ¿a quién hacemos daño?.
”P”, se ha traído su caja de acuarelas (pinta horrorosamente, pero dice que le relaja); “M”, una bolsa con unas agujas de hacer punto y, como poseída por el espíritu de Helena, está tejiendo una bufanda infinita, o algo así,  (se la regalará a “J” cuando vuelva de Puerto Rico); “R” un libro sobre el arte de Cúchares y amenaza con hacernos un pase de muletas con el foular de “M”; “C”, que corre arena arriba y abajo con un cubo en la mano, intentando encontrar alguna concha que regalarle a su madre (cumple los 82 esta misma semana;) y la que ahora escribe, con un aparato tecnológicamente muy cualificado que le permite hacer estas tonterías mientras apura unos rayitos de sol.
Todo está bien. Quizás no mejor que nunca, pero estamos aquí, vivos. Unos más cerca, otros más lejos, cada uno con nuestros secretos y misterios, pero vivos a fin de cuentas.

La fotografía: La Barceloneta (inevitable, es la mía)

Presuntos Implicados - Como Hermos Cambiados