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domingo, 1 de mayo de 2022

INEXACTO


 

Quieres frenar la caída con una pirueta en mita del aire,

el pie no alcanza el suelo y la memoria olvida.

Cuentas hasta tres y te preguntas qué es lo siguiente.

Vuelves a contar y olvidas la de veces que volviste atrás.

No hay cuenta que valga. 

Los números se descuadran en una locura de inexactitud abismal.




viernes, 24 de abril de 2020

VENENO


¿Qué es un fantasma? preguntó Stephen. Un hombre que se ha desvanecido hasta ser impalpable, por muerto, por ausencia, por cambio de costumbres.


Ulises. James Joyce







Después de una semana atroz de lluvia por fin sale el sol. En el año de la pandemia, la primavera está pasando desapercibida. Todo anda descolocado y centrarse es tan complicado como ordenar un cubo de Rubik. Pero hoy se ha templado el día y su luz, por extraño que parezca, ayuda un poco, aunque no sea suficiente, suaviza las aristas de un tiempo más que difícil y hace que todo parezca más amable. Como si la enfermedad y sufrimiento fueran parte de un mal sueño del que estamos despertando. Pero no. Todo sigue ahí junto al desbarajuste continuo. 
Andamos confundidos, descolocados, y la prueba está en mi misma, que me encuentro sentada frente al escritorio con el delantal de la cocina puesto, los botines de tacón en los pies y una infusión de jengibre haciendo compañía, todo eso para contestar correos electrónicos y revisar, por no sé que vez ya, el documento que tenía que haber enviado hace ya dos semanas. 
Todo va despacio y a la vez tan rápido que nos confunde y los días parecen pasar sin haberles sacado provecho. No pasa día que no me pregunte cuántas veces habré deseado disponer de tiempo, frenar el ritmo, leer hasta que las legañas me peguen los ojos, desayunar con tiempo, improvisar flequillos imposibles y rascarme la barriga hasta que me duela la mano. Y ahora, todo eso que formaba parte de ese mundo ilusionante e inexistente, se presenta por obra y gracia de un virus. 
Empiezo a pensar que los deseos son bombas de relojería que explotan quemando el hocico del que ande por ahí. Ahora, socarrada por la ambición de horas muertas, dispongo de un tiempo que estiro y que pierdo entre el exceso de entusiasmo y el decaimiento que sin querer se pega al cuerpo. He dejado de ver la televisión, raciono las noticias e intento que la atención se fije en lo productivo, en lo auténtico, aunque a veces duela. De ésta saldremos tocados de necesidad.
Es viernes tarde. Dispongo de medio universo en horas para, entre cuatro paredes, hacer lo que quiera, o no hacer nada. Pero sé que durante este paréntesis de tiempo enfermo, la razón debe ser la búsqueda del equilibrio y el concentrarse en cada cosa, por menuda y simple que sea, que como si fuera fundamental. 
A veces, cuando llegan los deseos lo hacen envenenados y corremos el  peligro de desvanecernos como una voluta de humo.






domingo, 2 de febrero de 2020

AYER


All of me, why not take all of me?
Baby, can't you see I'm no good without you?
Take my lips, I'll never use them
Take my arms, I want to lose them

Billie Holiday. All of me





Empieza febrero de modo inesperado, agazapado tras una lluvia que cae sobre todo. Sobre la acera, sobre los balcones, sobre el mar, sobre el ánimo destemplado de un invierno tormentoso. Una lluvia desmayada que huele a desgana. Me siento de espaldas a la puerta para guarecerme de la corriente de aire. A la izquierda, un ventanal por el que se asoma la silueta del edificio que el viernes empezaron a derribar y muestra las paredes, aun alicatadas, de lo que debió de ser la cocina y un poco más atrás, donde los azulejos cambian de color, lo que sin duda fue el baño. Por detrás de la ruina, el cielo encapotado y ligeramente combado, con su gota a gota monótono. Más allá, la deformación que me devuelve la resistencia a ponerme las gafas, como si así parara, de un modo más torpe que coqueto, el paso del tiempo.  Entre el ruido de los platos y de la máquina del café, se escucha de fondo una canción de hace mil años que no pega nada a un día tan gris. Al día le viene bien una voz un tanto quebrada, acompañada de la vibración oscura de una trompeta. Solo tengo que buscarla en la memoria del teléfono y colocarme los auriculares porque la llevo encima. Acoplarle la banda sonora a esta mañana gris es sencillo, Chet Baker le viene bien. Porque los días así, en los que llueve mansamente, se me tuercen los adverbios que utilizo en exceso, se me quiebran las ganas y algo dentro de mí tararea, sin que sepa muy bien, la letra de una canción que invento más que recuerdo. Fuera sigue lloviendo y la camarera me sirve el segundo café de la mañana. Escribo una nota horrorosa que emborrono al segundo, pensando que a tamaña tontería le habría venido bien un poco de agua, aunque fuera tibia como esta lluvia de medio invierno, y sucia como corresponde a cualquier ciudad vieja. Dejo unas monedas sobre la mesa antes de salir para volver a casa. Acelero el paso bajo los balcones, esquivando las gotas de agua. Mañana, cuando queramos darnos cuenta, estaremos llegando a marzo. El invierno habrá muerto y seguiremos buscando, entre los restos demolidos de nuestra existencia, unos cuantos baldosines que, aun roñosos, nos digan que el ayer existió. 








domingo, 29 de diciembre de 2019

EL EFECTO MARIPOSA


De hecho cualquier experiencia es infinitamente rica y profunda. Tenemos la sensación de que es intrínsecamente significativa porque podemos reflexionar sobre ella; pero la reflexión misma nos muestra que es infinitamente variada en su significado.


Nostalgia por lo particular. Iris Murdoch






Bastó que cerraras los ojos, un poco más fuerte de lo normal para que dentro de mí, a cientos de kilómetros, se desatara una tormenta difícil de explicar. Pero eso lo sé ahora, cuando pasó, no sabía nada. Solo sentí que en mi interior se abría una grieta producto de lo que ya había bautizado como un inespecífico ataque de melancolía, que siempre llega a destiempo y en el peor momento. Después supe que en el preciso instante que todo aquello pasaba, lidiabas una de las peores batallas. Y la librabas tan lejos de aquí, tan lejos de mí, que la vida se me desplomó a los pies, una vez más. Como una reacción en cadena, tu dolor,  creó una enorme borrasca que nos cubrió a la vez, sin que ninguno de los dos lo supiéramos. Desde el sofá miro a mi mujer que mata el tiempo viendo la televisión. Hacer ver que no sabe que me estoy quebrando por dentro, aunque el gesto de su boca, su silencio pesaroso, la delata. Ella es mi esposa, la quiero, y seguiremos juntos hasta que la muerte me lleve, pero poco puede hacer. A veces me siento un tramposo porque le escatimo una parte de mí que nunca podré entregarle, que nunca querré entregarle, porque ni siquiera ya me pertenece a mí mismo. Ella, que guarda sus propios secretos, se aleja con cautela para evitar que uno y otro caigamos en la brecha que a veces se abre entre nosotros. Hace ya años decidí tomar un camino en el que no tenías cabida, pero, aun así, a veces, sin saber el motivo, basta el aleteo de un insecto para sumirme en un estado de añoranza y no puedo evitar buscarte, observarte de lejos, sin dejar acercarme nunca. Es el efecto mariposa.




jueves, 11 de octubre de 2018

NO TODO VALE


El Ministerio Fiscal tiene por misión promover la acción de la justicia en defensa de la legalidad, de los derechos de los ciudadanos y del interés público tutelado por la ley, de oficio o a petición de los interesados, así como velar por la independencia de los Tribunales, y procurar ante éstos la satisfacción del interés social.


Art. 1 Estatuto Orgánico del Ministerio Fiscal






Durante un buen rato estuve escuchando las declaraciones de Delgado, la ex fiscal y actual Ministra, ante el Congreso de los Diputados con motivo de su relación con Villarejo, el policía corrupto. Debo decir que me repulsa tanto el segundo, como la primera. Esta mujer, que en su momento juro su cargo como miembro de la carrera Fiscal, se puso voluntariamente al servicio de la legalidad y de su defensa, no puede ni debe (porque entiendo que no ha renunciado a su condición de Fiscal y que solo goza de una excedencia temporal), desviarse ni un solo milímetro del lugar en el que se colocó cuando juró su destino como funcionaria pública en defensa del Estado de Derecho, la legalidad y los derechos de los ciudadanos. Me produce una basca absoluta todo lo que rodea este tema, el compadreo zafio con aquel que destila mierda por la boca porque no se sabe decir que no, porque no se sabe parar los pies al que se tiene delante, porque siempre es más fácil caer en lo sórdido que denunciar su existencia. Pero hay algo una me parece mucho más chusco, mucho más deleznable que se hizo evidente en la Comparecencia de Delgado. La manipulación de la información de los datos objetivos y el escudarse en la condición de mujer para defenderse de lo que se considera un ataque cuando no es más que el levantamiento de la tapa de otra alcantarilla más que existe en este país. No vale cualquier cosa, ser mujer no es prerrogativa de nada y no sirve para blanquear conductas que son absolutamente deleznables y reprobables. La excusa de encontrarnos ante conversaciones privadas, grabadas sin permiso, no hacen menos reprobable que quien tiene la obligación de perseguir el delitos, de defender la legalidad, le ría las gracias de quien  muestra no solo un comportamiento mafioso sino incluso misógino. No se le pide a nadie que sea un héroe, desde luego, pero uno puede levantarse de la mesa, irse o, en el peor de los casos, guardar un reprobador silencio. No todo vale. Como no vale tampoco intentar defender el posicionamiento particular de quien en un momento dado tenía unas relaciones más bien turbias alegando que se ataca al Gobierno porque ahora se ostenta la condición de Ministra. No Sra. Delgado, no, sería mucho más sencillo un poco de humildad y una explicación de lo que ha venido ocurriendo si es que no hay nada que ocultar. Todos somos esclavos de nuestras palabras. Y es cierto que en el armario cada uno tenemos nuestros propios muertos, pero hay que tener más señorío,  más honestidad y tener la valentía de retirarse a tiempo.



sábado, 4 de agosto de 2018

FOR YOUR INFORMATION



Nada saben, los hombres, de ella:
la fugitiva de los siglos.

Harold Alvarado Tenorio




Te tocas los brazos y notas la flacidez de los años, el abandono, el cuerpo tierno que encierra afectos prohibidos que entregan y reciben con fecha de caducidad tatuada en el centro del pecho. Le buscas con la vista porque con las manos ya no puedes y ahí está, entre momentos de gloria y momentos de mierda, sobreviviendo a la calima del verano, al frío del invierno y a ese tedio por el que se arrastra desde que hace mil años entregó su alma al diablo. Piensas en los te quiero que han quedado colgados en el aire como ropa tendida, ropa que se orea al son de un saxofón que solo tú puedes escuchar, lo mismo que esos te quiero que no tiene explicación alguna, que no tienen justificación que los sostenga. El olor a almizcle, a sudor tibio y a encuentros estrechos en mundos paralelos que un día establecisteis frente a todos.  Abres una cerveza fría y lanzas la chapa al aire haciendo trampas al destino, si cae de cara bien, si queda bocarriba peor. Mañana llegará y seguirás añorando ese instante estúpido en el que le señalaste el cielo turbio de Madrid y le dijiste que ahí, entre la nada, se encierra una vida entera.  









domingo, 13 de mayo de 2018

DE LA DISTORSIÓN


Y ese fue el final de la historia, 
un gran malentendido de principio a fin.

Estrellas y Santos -Lucia Berlin-





Empecé a ver el primer capítulo de “The affair”, una voz en off anunciaba la primera parte, por lo que no había que hacer ningún ejercicio para imaginar que tras esa primera parte iba a venir una segunda y podía ser que incluso, dentro de ese capítulo, una tercera. La historia relata el affaire entre un hombre y una mujer, ambos casados pero entre ellos, claro. El primero con cuatro hijos y una vida a la sombra de una familia política que le empequeñece; ella con el recuerdo de un hijo muerto cuando apenas empezaba a vivir (cuatro años siempre son pocos para cualquier cosa). Podría ser una serie más sobre la infidelidad y sus consecuencias, pero no está ahí la gracia sino en cómo, dividida en partes, nos muestran como cada uno de los protagonistas va viviendo una historia que empieza como una aventura de verano y se prolonga a lo largo de los años y las consecuencias que para ellos y sus familias va a tener aquello que empezó de la nada. ¿Dónde está la diferencia con otras historias de igual contenido, mil veces contadas? Pues en el mostrar las diferentes caras de una misma situación,  en cómo cada uno de ellos vive lo mismo, recordándolo de manera absolutamente distinta, sintiendo de manera absolutamente dispar, percibiendo realidades completamente distintas. Es por eso que, a medida que va avanzando la historia, podemos empatizar con unos o con otros en función de cómo se nos van descubriendo los entresijos vividos por cada uno de los distintos personajes. Podemos colocarnos al lado del tipo absorbido por una familia en la que se encuentra reducido, o al lado de una mujer descolocada por una culpa que no le corresponde. Los damnificados por esta historia de amor y desencuentros no son solo ellos, sino todos los que les rodean.

El ser humano es maravilloso sin dejar de ser desconcertante. Algunos juegos precisan de todos los naipes de una baraja, pero en la vida real eso no es posible. De ahí que al afrontar algunas situaciones aunque procuremos hacerlo de la mejor manera posible, intentando causar el menor destrozo posible, solo acabemos abriendo la caja de las afrentas. Lo de colocarnos en los zapatos de otro, como decía Atticus Finch en” Matar a un ruiseñor”,  no es fácil y requiere desprenderse de prejuicios  y de historias propias, por eso en la mayoría de ocasiones las conclusiones a las que nos enfrentamos están  distorsionadas. Existen miles de condicionantes, miles de sensaciones y de sentimientos propios que no son más que el resultado de una subjetividad que no tiene que ser necesariamente ni cierta ni real.  Por eso es imposible discutir desde las emociones, o intentar solventar cualquier conflicto desde los sentimientos, porque cada uno se mueve con los suyos y estos crecen, como pueden, casi siempre alejados de la razón. La vida es poliédrica, con medias verdades ocultas por medias mentiras, y al revés, que lo distorsionan todo, por eso a veces nos resulta incomprensible.





domingo, 14 de enero de 2018

EL ORIGEN


"Los placeres solo puede soñarlos. Es por eso, seguramente, por lo que no tiene ninguna gana de abrir los ojos, de abandonar su lecho, de saludar al sol oscuro, de sentir el sufrimiento de la guerra, de buscar su voz desaparecida, de pensar en su crimen..."

Maldito sea Dostoievski -Atiq Rahimi





Al entrar volviste a oler aquel extraño olor. Un olor que tal vez solo tuviera de especial que hacía poco que lo notabas. Estabas casi seguro de que hasta hacía apenas unas semanas, al cruzar el umbral, jamás lo habías olido, pero la duda se tambaleaba a la que intentabas asegurarla, convertirla en algo potente que guardar para lanzarla en cuanto te conviniera. Pero tal vez hiciera poco que alguien hubiera pasado por casa, llamado al timbre y, equivocadamente, preguntado por alguien que jamás ha vivido aquí. Una historia parecida te contó cuando preguntaste la primera vez.
Pero la encontraste sentada en el sofá ojeando una revista, la televisión sin sonido y una nube de nicotina ocultando unos rasgos aburridos que solo podías adivinar. El ruido de una bocanada de humo interrumpió el silencio y siguió leyendo, o quizá haciendo ver que leía para no tener que abrir la boca. Fuiste a la habitación, dejaste sobre la cama la americana y como un enfermo intentaste intuir una arruga extraña en la colcha, una colilla de más en el cenicero de la mesilla de noche. Revolviste en el cajón buscando la última prueba que te permita justificar un escándalo y salir dando un golpe de puerta, pero nada. Entraste en el baño, te sentaste en el inodoro para hacer tiempo y al salir, allí continuaba, ojeando la misma revista simple. Te sentaste a su lado y la cogiste de la mano. Fue entonces cuando pensantes, una vez más, que el mundo se había ido a la mierda el día en que todo empezó a oler diferente. 


jueves, 9 de marzo de 2017

NO NEWS, GOOD NEWS



No es coraje, es elegancia.
 Quizá la elegancia es la forma suprema del coraje 
o el coraje es la forma suprema de elegancia.

António Lobo Antunes





Estos días mi madre se encuentra por la costa alicantina, disfrutando de unos días de vacaciones que, a su provecta edad, tiene más que merecidas. Nos comunicamos con ella menos de lo habitual, sabemos que está bien aunque no tengamos noticias. En esta familia, la máxima “no news, good news” ha funcionado siempre. De vez en cuando, alguna de sus hijas realiza la llamada de rigor y pasa el parte al resto mediante un mensaje de whatsapp. 
Para mi madre el teléfono, sin más función que la de llamar y descolgar, es un aparato que la mantiene unida, como si de un cordón umbilical se tratara, a su familia, a sus amigos y al ambulatorio de referencia, pero nada más. Ni hay aplicaciones, ni redes sociales, ni nada que no sea la posibilidad de hablar con otro y escucharle la voz. Cuando nos ve tecleando como si no hubiera un mañana se lamenta de lo simples que le hemos salido. Eso da paso a un discurso sobre la generación perdida y el exceso de información inmediata. Y tiene razón. 
Ayer era un día propicio para morir de un colapso informativo en menos de cinco minutos. Ayer era 8 de marzo, un día estupendo para mucho follón mediático con poco fondo, para expandir información desinformada, y para acabar metido en charcos que no llevan a nada con gente que te interesa menos que cero. Por eso ayer me acordé de los discursos maternos y de la necesidad de cierta higiene informativa. Ayer el teléfono permaneció en el bolso hasta bien entrada la tarde, cuando por la calle ya no quedaban más que unos cuantos coches que se apresuraban porque Dios, en forma de balón, estaba a punto de hacer su estelar aparición. Las ciudades descansan a ratos gracias al fútbol, aunque no lo parezca. 
Volviendo a casa, llamé a mi madre. No me atendió, me saltó el buzón y no le dejé mensaje porque a buen seguro no lo va a escuchar. Seguramente andaba jugando a las cartas con sus compañeros de viaje o, simplemente, mirando por la ventana mientras descansaba su cuerpo de mujer trabajada, sin preocuparse de teléfonos, aplicaciones, ni informaciones intoxicadas.  
A veces me da envidia. Porque la vida es eso que ella vive tocándolo con la punta de los dedos. Eso y un poco de Chet Baker a horas tardías mientras te acaricio la espalda.





jueves, 6 de agosto de 2015

LOW COST



«Se me escapa la risa, Jean. Lo has adivinado, la frase me encanta y ahora no estoy más 
que reprimiendo mis deseos de abalanzarme sobre ella y hacerla inmediatamente mía».
Enrique Vila-Matas



En la sala de espera apenas  tres o cuatro personas. Miro alrededor y empiezo a pensar en cómo entretener las dos horas que permanecerá en sus manos y yo sentada aquí. Me recomiendan que vaya a tomar un café, a desayunar si no lo he hecho ya, o incluso a darme una vuelta, pero no me muevo, hay aire acondicionado y una pantalla de plasma que va alternando imágenes de la sabana. Llevo un libro en la bolsa, el móvil (del que no voy a hacer uso, no hay cobertura) y una ventana. No puedo pedir más o sí, y puestos a pedir podría pedir un billete de avión en una compañía que no huela a low-cost, sobrevolar media Europa y aterrizar allí donde tenga a bien el piloto, que escoja él siempre que sea un destino fresco.
Llueve en Bruselas, o algo así. En la  televisión aparece un león y antes de que el compañero de bancada empiece a hacerme apología de Cecil (el famoso león muerto a manos de un dentista americano), me coloco los auriculares simulando que escucho algo, aunque en realidad no escucho nada, aquí no hay cobertura, ni nada que se le parezca. Con los oídos amortiguados intento leer, pero me he dejado las gafas y de un tiempo a esta parte la presbicia me tiene en un sinvivir. Así que vuelvo al ejercicio anterior, sobrevuelo el cielo europeo y como si fuera una paloma en son de paz le entrego una ramita de olivo que se coloca entre los dientes y masca con cierto rencor porque no hay paz que valga. Ya lo dijo Ezequiel, o alguien con un nombre igual de tremendo.
Suena un timbre y las enfermeras empiezan a correr. En la pantalla, el león arranca a dentelladas los restos de algo que parece una hiena y me entra basca.
En el mostrador ya no queda nadie pero yo necesitaría un optalidón y un poco de Agua del Carmen rebajada. Soy una antigua, está claro.


martes, 14 de abril de 2015

TUS PASOS DESNUDOS


Nunca hay que dejarse dominar, incluso cuando crees que el otro sabe lo que más te conviene.
Paul Auster

La vida le había puesto en la tesitura de tener que escoger entre hacer lo que quería o hacer lo que debía, decía. Recuerdo la última vez que nos vimos. Era noviembre. Como en una mala película, nos despedimos bajo la luz escarchada de una farola con un leve beso y un “que tengas suerte”.

Caminé escuchando el sonido de mis pasos para acallar los gemidos de un juicio endiablado y aceleré para que resonaran con insistencia en una noche muda. Conté los tres mil quinientos sesenta y tres pasos que separaban aquella esquina del garaje en el que había dejado el coche, y memoricé cada uno de los gestos hechos desde que le dejé caminando en sentido contrario al mío. Así es la vida, elegir y apropiarse de las elecciones que otro hace por ti, inapelables, mil veces malditas.
Una película acuosa cubría el asfalto y las luces de los faros proyectaban frente a mí, sombríos espectros en una noche calma que había dejado de existir para convertirse en el principio de la nada.

Escoger entre el querer y el deber. Una disculpa para justificar el miedo a un mañana incierto. Al llegar a casa, borré cualquier vestigio de su existencia. Vacié el armario, su estante, tiré su almohada, y mientras llenaba una bolsa de plástico con las pocas cosas que conformaban su rutina conmigo, abracé por última vez su efímera existencia. El olor a almizcle llenó la estancia durante semanas.

***

"Podemos tomar un café o pasear si quiere. Esta es una ciudad impresionante", dijo sin demasiado convencimiento. Su pereza en el trato me permitió despedirla hasta la mañana siguiente. Daría una vuelta por la ciudad, intentaría descubrir algo para contar cuando volviera a casa. Su cara de alivio, de casi agradecimiento, me divirtió. La despedí encajando su mano menuda y sentí el peso de los años.

Caminé dejando que fueran los pies quienes escogieran el camino. Cuando se pierde la prisa, cuando nadie espera, cualquier lugar es bueno. El Stare Mesto, con su infinita nostalgia, me entregó unas calles de bruma serena, de recuerdos lejanos.  Escribir sobre el fracaso, sobre la nada, como si la nada fuera algo excepcional y no el resultado del común de nuestras vidas. ¿Para qué estaba allí? ¿Por qué allí?

Al llegar a Parizska, una tristeza desconocida cobró forma. Puede percibir una presencia invisible que me condujo al viejo cementerio judío. Caminé por el pasado, sobrecogido, evocando el recuerdo de un ayer que casi no fue. Pude percibir que la lluvia que empezaba a caer traía con ella un penetrante olor a almizcle que me recordó que mi vida era infinita, que todo silencio tiende a romperse y que yo debía volver, desandar los tres mil quinientos sesenta y tres pasos que dejamos atrás.


***

Tus pasos,
por el silencio creados,
avanzan santa, lentamente,
hacia el lecho de mi impaciente vigilar,
fríos, callados.

Queridos,
adorados pasos mudos,
que sin oír mis ansias adivinan,
¡Qué regalos celestes se encaminan
hacia mi lecho
en unos pies desnudos.

Si, para mi sueño obseso,
tu bocas haces avanzar
yo preparo el paladar
al alimento de un beso.

No lo apresures,
ten calma,
dulzura de ser no siendo,
que de esperar voy viviendo
y son tus pasos mi alma. 
-Paul Valéry-



martes, 13 de mayo de 2014

TRÁGICAMENTE TUYA


Es el pintor de lo que pasa cuando parece que no pasa nada.


Cada día muere un buen número de personas, nada extraordinario, es el ciclo de la vida. Pero tal día como hoy, de hace 26 años, murió Chet Baker. Sobre su vida, sus adicciones, sobre su música ya se ha escrito todo. Ahora sólo queda escuchar y anotar, pese a la lluvia, al vacío,"Trágicamente tuya. Siempre".


domingo, 9 de marzo de 2014

EL BÁLSAMO DE FIERABRÁS

Por desgracia, a ella le gustaban más los atardeceres que las llaves
 y terminó desapareciendo en uno.


El inicio de algunas discusiones es tan absolutamente absurdo, como estúpidas las consecuencias que acarrean. Basta una chispa para que, cuando hay yesca acumulada, prenda sin control y acabe arrasando con buena parte de lo que existió minutos antes, desapareciendo aquello que quizá no era tan sólido como se creía y lo convierta en humo.

Retorcer las manos, contener la voz que se agazapa en la boca del estómago, y dar media vuelta para evitar tener que arrepentirse del siguiente paso. Cambiar el sentido del camino, alejarse incluso físicamente, dar la espalda para que la fractura quede, si aun se está a tiempo, en un simple rasguño que se disimulará, casi siempre, bajo grandes dosis de silencio y algo de obstinación.

Las relaciones personales son frágiles, muy frágiles; y el bálsamo para su males, como el de Fierabrás, inútil cuando la herida ya es demasiado profunda.




domingo, 9 de febrero de 2014

PASOS PERDIDOS


"La vida no merece que uno se preocupe tanto."

El pasado es un planeta imaginario al que escapar cuando el presente se vuelve taciturno. Un viaje engañoso para el que no se necesita billete. Guardas en la memoria infinitos retazos de una vida vivida, de una vida inventada, de lugares que has modificado hasta dejarlos escenarios inexistentes. Personas que dejaron de existir, que ni siquiera recuerdas en realidad, que olvidaste y reaparecen cuando buscas motivos para pensar que algo tuvo, tiene, sentido. Por eso las inventas a tu medida, cada día un poco. Les concedes una vida de la que dudas, pero la acepta, porque es tuya, aunque nazcan del recuerdo manipulado que te hace el presente cómodo, llevadero y en el que te encuentras anclado al socaire de tormentas feroces y calma chicha.

Tus sueños, tus deseos, puede que también fueran los míos. Pero el paso del tiempo los ha enterrados bajo la nube de polvo. Un mal año, un mal día, quizás. Todo pareció cambiar para terminar por no cambiar nada. Y te preguntas en qué momento despareció la expectación por el futuro.

La melancolía es una enfermedad que adelanta la vejez volviéndonos difusos.  Una negativa interior a aceptar que nada fue como esperabas y por eso juegas con un pasado, al que vuelves para jugar y recrearlo como quieras aunque dentro de ti sabes que aquel fulano es sólo un universo paranoico de tu memoria, que aquella habitación, prolongación de un paraíso para dos, estaba tan desierta como lo sigue estando ahora. Y llega la cochambre, la desidia y miles de caras que pueblan tus recuerdos. Idas y venidas que ni siquiera sabes a hacia dónde se dirigen y te dejan vacío

Pero el vacío se hace necesario, imprescindible, para poder husmear, para  poder escuchar de nuevo hasta convertirnos en ancianos obstinados con pasados invisibles que sólo nosotros vemos.



lunes, 6 de enero de 2014

ESOS LOCOS BAJITOS


"Me asombra el mundo cada vez más, y los niños
y la nieve me asombran; pero la sonrisa es verdadera, 
como el camino, ni dócil, ni servil".

Las seis es la hora de salida, las seis es, casi siempre, la hora de llegada. Esta tarde, a las seis en punto, les cierro la puerta del coche para comenzar la vuelta a casa, mil doscientos cincuenta kilómetros, dos países por cruzar y unos cuantos meses por delante, son una distancia brutal, en todos los sentidos, sobre todo cuando tu estatura no pasa del metro treinta y tu vida gira alrededor de los tuyos.

A los primeros lamentos, intento quitarle hierro al tema, decirles que aquí también vamos a la escuela y trabajamos, que no estamos siempre de fiesta, que las verbenas de San Juan y San Pedro solo se dan una vez al año, que los Reyes vienen sólo en navidad, que no siempre vamos de casa en casa, de salto en salto y que no siempre las cosas son así de divertidas. Les aseguro que, aunque no lo crean, hay muchas cosas por las que, pasadas las vacaciones, uno tiene que volver a casa, a su casa, por ejemplo: los amigos, los paseos en bici, las clases de clarinete, sus cosas. Pero seguir insistiendo es absurdo cuando escuchas, en primera persona y sin ningún tipo de complejo, que todo eso que les dices es así, pero que su familia, sus tías, sus primos, su abuela, están aquí y que ellos quieren quedarse aquí, forzando al máximo esa última -í-.

Con las siguientes protestas y antes de que la cosa pase a mayores y que asistamos a un amotinamiento que ni sus padres puedan controlar, insisto en que la vida de aquí es igual que allí, solo que aquí todo es más grande, pero nada más. Que nosotros estando aquí, o allí, seguimos siendo de los suyos y que el tiempo, el espacio, no importan tanto desde que tenemos skype (una herramienta casi siempre chorra, pero que alivia lo suyo). Les aseguro que los animales del zoo seguirán en el mismo sitio cuando llegue el mes de julio, que volveremos a cocinar y que tenemos que darnos un descanso, un descanso entre locos chiflados, para no empacharnos los unos de otros, sobre todo para que ellos no se empachen de nosotros.

No consigo convencerlos, pero la resignación hace milagros. Que sean más bajitos que yo y que les multiplique por muchísimo los años, no los convierte en tontos, sólo son más pequeños, faltos de experiencia y limpios de malicia.

Se les hace difícil marchar, y a mí (a nosotros), que se marchen, por eso ya no alargamos las despedidas, y nuestros adioses son cada vez más cortos. Tiro del cinturón de seguridad para comprobar que está bien anclado y cierro la puerta con una sonrisa que se me cae por los costados. 

Ya no cabe más que mirar hacia delante y esperar una llamada, quizá un mensaje, dentro de doce horas, para aliviarnos de la espera de la llegada a casa, a su casa, mientras la nuestra queda, desde ya, un poco más vacía.

domingo, 24 de noviembre de 2013

NOVIEMBRE


"La complejidad de las cosas, las cosas dentro de las cosas, 
parece sencillamente inagotable".

Un veinticuatro de noviembre, escribí “sorprendente”. Las anotaciones de los siguientes días podrían esclarecen a un profano el misterio de aquella palabra que ocupaba el hueco de un día completo en el agenda, y que se sobrescribía sobre anotaciones de reuniones, horas de salida y localizadores. Un misterio sin gran misterio.

Aquellos días las cosas se sucedían de un modo rápido, casi feroz. Las semanas pesaban como losas, y aunque por sí sola aquella sorpresa anotada al final de un día pudiera apuntar a una cierta nota de color y esperanza, no era así. Se había desvanecido como un anillo de humo y, aunque intenté comprenderlo, no encontré ni razón, ni motivo. Dejé de esperar que esa desaparición gaseosa se transmutara en una aparición de carne y hueso, de su carne, de mis huesos. No quedaba ningún rastro, quizá el leve recuerdo de un aroma impreciso y difícil de asociar a nada que no fuera una manera de vivir. La mía que, durante algún tiempo, fue la suya, o eso creí yo.

Había vuelto en muchas otras ocasiones después y recorrido en solitario el mismo trayecto. Le pedí al taxista que me dejara a la altura de Ortega y Gasset, prefería caminar los últimos metros. Los pies se hundieron en una alfombra de hojas pardas que se arremolinaban sobre la acera y se me escapó una sonrisa, el descuido o la leve decadencia de un noviembre conflictivo, aquí era imperdonable. Intenté esquivar  las ráfagas de un viento mortal refugiándome bajo el saledizo del portal, había llegado. En aquel momento, en la acera de enfrente se abrió de golpe una puerta y un grupo de gente salió alzándose los cuellos de los abrigos. Una ráfaga de viento helado cruzó la calle y le vi, me vio, nos vimos. Continuó caminando, encendiendo un cigarrillo en un gesto mil veces repetido, y yo abrí la puerta dejando atrás el sonido metálico de una puerta segura.

Unos copos de nieve temprana habían empezado a cubrir la acera. Al subir, me senté en la esquina de la mesa, frente a la ventana y, aunque las ráfagas no arreciaron en toda la mañana, nada consiguió llevarse la imagen, casi difusa, de su aparición casi desvanecida en un portal cualquiera.

Al volver, con el último traqueteo, anoté “sorprendente”. No había muerto y la cabeza, después de todo, seguía entera. Puse la mano sobre el cuello y noté mi pulso sin quebrantos y me alivió saber de su disipada existencia que, de un modo fortuito, dormía enterrada entre los copos de una nieve temprana y las hojas terrosas consumidas tras un tiempo esplendoroso y una vida forjada a la medida de una esfera de cristal.

Han pasado cuatro años exactos desde aquel día y, al igual que entonces, aunque a cientos de miles de kilómetros vitales después, el viento sigue arremolinando hojas que esconden pasados delgados como los filamentos de una candela.



jueves, 26 de septiembre de 2013

E PUR SI MUOVE

"Y construye a tu antojo situaciones e imágenes 
que rompan la barrera que aseguran existe entre la realidad y la utopía".

Cumplo un buen puñado de años, exactamente a las cinco de la tarde, una mujer abría las carnes para lanzarme al mundo y por aquí ando. No sé cómo es posible que el tiempo pase tan deprisa. Hasta anteayer, la manida frase: "el tiempo pasa volando", me parecía cosa de ancianos. Pero va a ser que no solo es verdad sino que es incluso es un poco más. No pasa volando, no, pasa a la velocidad de la luz.

Empiezo el descenso de la colina y como dijo aquel, espero que el camino sea bonito y en buena compañía. No pido más. Supongo que eso también es cosa de la edad, pero es así.

No tengo claro si ha sido la vida quien me ha domado, o he sido yo quien ha domado a la vida, pero en algunos momentos creo que ambas "la vida en abstracto" y "la mía propia" libran una feroz batalla. Supongo que por eso, cuando las cosas se me giran, me muestran el trasero y están a punto de vencerme, sigo murmuran, como Galileo Galilei, "e pur si muove".


domingo, 19 de mayo de 2013

NOSOTROS LOS JUNTALETRAS


"Lo importante es transformar la pasión en carácter."


Si lees este blog casi con toda seguridad la literatura no es tu oficio. Quienes tienen la suerte, o la desgracia (¡Vaya uno a saber!), de dedicarse profesionalmente al mundo de las letras no acostumbran a asomar la nariz por los territorios comanches de los que tenemos por hobby juntar letras. Pero si eres un “juntaletras”,  como ésta que ahora reúne unas cuantas,  no olvides que lo que importa es que puedes juntar lo que te dé la gana, porque a nadie debes nada. Y da igual si lo que escribes le gusta a tu madre, a tu padre, a tu pareja o no le gusta absolutamente a nadie. A nadie debes nada, ni nada debes a nadie. Lo que hagas debe parecerte bien a ti, gustarte a ti, que te mueres por dar sentido a esa otra vida que llevas dentro.


Los “juntaletras” acostumbramos a leer mucho, a escuchar más y tenemos nuestros propios referentes. El mío, Enrique Vila-Matas. Mi filia por el escritor barcelonés es ya un clásico que no oculto nunca, y recurro a él con frecuencia. Y es así porque me gusta lo que escribe, cómo lo escribe y lo que piensa sobre la cosa de escribir.


Así que como no hay mal que por bien no venga, una que lee y rebusca, a veces encuentra. Aquí dejo transcrito un fragmento de una entrevista realizada a Enrique Vila-Matas que vale tanto para los que tienen su oficio en la literatura como para los que nos dedicamos jugar a “juntaletras”.



Cuando encuentras algo que es para ti, que es algo tuyo, que sientes realmente como algo tuyo, ya da igual si está bien o mal. Ya da igual que sea una frase ridícula o patética, da igual porque es tuyo, y te gusta tanto que ya da igual el criterio de cualquier lector que se acerque al libro, es tuya y sabes que te gusta”.

                                                                           - EVM-