Por desgracia, a ella le gustaban más los atardeceres que las llaves
y terminó desapareciendo en uno.
El inicio de algunas discusiones
es tan absolutamente absurdo, como estúpidas las consecuencias que acarrean. Basta
una chispa para que, cuando hay yesca acumulada, prenda sin control y acabe
arrasando con buena parte de lo que existió minutos antes, desapareciendo aquello que quizá no era tan sólido como se creía y lo convierta en
humo.
Retorcer las manos, contener la voz
que se agazapa en la boca del estómago, y dar media vuelta para evitar tener
que arrepentirse del siguiente paso. Cambiar el sentido del camino, alejarse incluso físicamente, dar la espalda para que la fractura quede, si
aun se está a tiempo, en un simple rasguño que se disimulará, casi siempre, bajo grandes dosis de silencio y
algo de obstinación.
Las relaciones personales son
frágiles, muy frágiles; y el bálsamo para su males, como el de Fierabrás, inútil
cuando la herida ya es demasiado profunda.
Aquí viene bien la máxima de que "eres dueño de lo que callas y esclavo de lo que dices". Aunque callar no sea nunca la solución.
ResponderEliminarNené