"Odioso para mí, como las puertas del Hades,
es el hombre que oculta una cosa en su seno y dice otra".
Cuando los discos eran de vinilo cabía la posibilidad de lanzarlos
contra el suelo, romperlos con furia, llorar hasta inundar los surcos y
dejarlos muertos. Ahora solo queda el lamento digital. Tengo que ir a trabajar.
Dos días, cuarenta y ocho horas después, sobre la cómoda sus llaves, la nada y el resguardo de la tintorería. Dos chaquetas, un pantalón, una blusa y una gabardina. A la vuelta lo
recogeré todo. Lo suyo lo dejaré sobre la silla, esperaré a que por arte de magia
desaparezca, aunque sé que antes de que eso ocurra se derretirán los casquetes polares. Del gris
marengo al azul marino y vuelta a empezar.
Buscar un poco de felicidad para ahogar cualquiera amago de desánimo.
Pero la tristeza es tenaz y maneja la rutina con la habilidad de un prestidigitador de tercera, intenta esconderse sin
demasiado éxito y acaba mostrando el hocico. La tristeza es como el agua, fluye y empapa, te convierte en
algo resbaladizo, inaccesible. Ahora falta aire y sobra agua.
Tengo que cambiar la placa del buzón. Mañana la encargaré, compraré un
emparedado de atún con mayonesa, una botella de vino; y un cepillo para el cabello que, en silencio, ofreceré como sacrificio a los dioses para que me concedan el sueño
tranquilo.
ODIOSO, sòlo eso, sì
ResponderEliminarMuchas Gracias, Anita, bella, un placer leerte, siempre :*
Muchas gracias a ti, Celina. Saludos
Eliminarpara los Dioses eso es una baratija.
ResponderEliminarMe lo temía.
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