"Tú no has visto nada en Hiroshima, nada".
Hace unas semanas en una tertulia de sobremesa alguien me preguntó, tú que escribes cosas de cine ¿Cuál
es tu película favorita? Contesté
que no lo sabía. No me creyó. Supongo que
jamás ha leído lo que escribo y por eso no sabía que tengo muchas películas
entre mis favoritas. Cuando me
hacen este tipo de preguntas, me siento incapaz de decidirme por una en concreto, porque si bien la lista casi
siempre es la misma, el orden de preferencia
depende mucho del momento personal en el que me encuentre, lo mismo me pasa con
los libros, incluso con la música.
Por eso no puedo dar un único
título. Unas me gustan mucho y
con el tiempo se difuminan hasta desaparecer, pero hay otras que son eternas, y esas
sé que permanecen siempre conmigo.
Una de ellas es "Hiroshima mon amour" de Alain Resnais.
El guión de "Hiroshima mon amour" fue escrito por Marguerite
Duras, garantía
más que segura de que la historia que contiene no es cualquier cosa. Aquí, un amor pasado que lo condiciona
todo. Una historia triste,
desgarradora que de la mano de Resnais se transforma en un espectáculo magnifico. Una película que me
cautivó la primera vez que la vi y que cada vez que vuelvo a ella algo encuentro de nuevo, no me deja indiferente. Es una combinación perfecta de imagen (en blanco y
negro), de sonido, de diálogos. Una
maravilla del cine. ¿Cabe la poesía a través de un montaje visual? Resnais nos
demuestra que sí, es posible.
El comienzo como si de un documental se tratara, muestra los
desastres de la bomba atómica sobre Hiroshima
y su población. Desde ahí parte la historia; un actriz francesa, (Emmanuelle Riva) que se
encuentra en Hiroshima para rodar una película sobre la paz, vive un intenso idilio con un arquitecto japonés (Eijida
Okada). Una aventura entre dos desconocidos, que no
debía tener mayor trascendencia,
pero aquellas escasas horas de intimidad, esa última noche de pasión, devuelven a la protagonista al doloroso recuerdo del amor imposible que quedó en Francia. Un viaje al interior de sus personajes, con continuos retrocesos al
pasado y vuelta al instante en que explotó la bomba atómica.
Regresos a los momentos en que su protagonista tuvo en Francia y a una vida que no fue que se encadenan con unas conversaciones de una intimidad abrumadora, una evidencia de la fragilidad humana, de la necesidad de amar y de las profundas huellas que deja el dolor.
Puedo afirmar que
nos encontramos ante una de las películas más bellas de la historia
del cine. Bella en su fotografía, en sus
diálogos, en su historia, en lo que cuenta y en lo que tenemos que intuir porque la guionista y su director sólo
nos lo apuntan.
Resnais utiliza con toda perfección los recursos. La voz en off
de Emmannuelle Riva, a lo largo de la película, trasforma en especial, en
verdaderamente especial, los momentos en los
que estos monólogos se producen. Los cambios de color, apreciables por el contraste del blanco y negro más duro del
documental, a la tonalidad de grisáceos
en las escenas donde se desarrolla el romance de los protagonistas. Estos cambios tienen todo su
sentido y al espectador no le pasan desapercibidos en momento alguno. Miles de
detalles que convierten esta historia
de amor en una obra de arte. Los diálogos, escritos como he dicho por Marguerite Duras, tienen
tal intensidad que es imposible no sucumbir a la pasión y sensibilidad que desprenden.
“Hiroshima mon amour” es una
vida vivida en una jornada. Hiroshima
el lugar común donde dos desconocidos, tan lejanos uno del otro, con vidas ajenas e irreconciliables,
encuentran un territorio en el que todo puede ser, donde se pueden amar, y ese lugar es tan material como
imaginado. Por eso él no tiene nombre,
ni ella tampoco, por eso ella le dirá: Hiroshima, ése es tu nombre. Hoy contestaría que mi película favorita, sin
duda, es “Hiroshima mon amour”.
(*) Texto escrito en noviembre de 2010
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