miércoles, 12 de marzo de 2014

IL Y A LONG TEMPS QUE JE T'AIME - O CUANDO LAS COSAS SON COMO SON-


 


La sensibilidad es una característica difícil de esconder aunque uno trate de hablar de temas escabrosos, difíciles o tuertos. Con Philippe Claudel ocurre precisamente eso. Sus novelas, su película (esta es su opera prima), destilan siempre una suerte de sensibilidad que no se desprende, al menos en el caso del cine, de los argumentos que plantea, sino del trabajo que realiza con sus personajes y, en este caso, con la manera como dirige a sus actores. Un argumento mediocre puede resultar sublime al dotarle de cara, de vida, de movimientos a través del comportamiento de sus personajes. Eso se consigue en el cine, en la literatura.


 ”Il y a longtemps que je t’aime, se sostiene sobre dos mimbres. El primero, un argumento pobre, muy pobre y manido. Una mujer que pasa los últimos quince años de prisión por haber matado a su hijo. Al cumplir su condena, debe volver a emprender su vida y regresar a una sociedad que rechaza lo desconocido y oscuro. En este caso, las circunstancias objetivas de la muerte provocada del propio hijo, son las que impiden que la protagonista, Juliette (Kristin Scott Thomas), la incomprensión de los que nada quieren saber, ni entender, dificultan su regreso a su vida diaria
El segundo de los mimbres, la conjunción de dos actrices excepcionales en sus papeles, Kristin Scott Thomas (Juliette Fontaine) y Elsa Zylberstein (Léa Fontaine), dos hermanas distanciadas por la edad, por el destino y por vidas que nada tienen que ver la una con la de la otra. No me sorprende el papelón de Kristin Scott Thomas. Alejada de los estereotipos hollywoodianos, nos muestra, en esta ocasión, a una mujer corriente, desgarrada, solitaria, huidiza y hundida en el pesar de la decisión tomada. Scott Thomas es una actriz fabulosamente camaleónica, creíble, atractiva siempre y estupenda. Si unos ojos pueden hablar sin pronunciar palabra son los suyos.

Huera de efectos especiales, de grandes aspavientos técnicos, el director nos centra en la historia. Un debate entre la recuperación personal. La muerte como opción de un tercero, el silencio como modo de vida y la toma de decisiones dolorosas que marcan para siempre.



Una película que comienza con el deslizar de dos gotas de agua y finaliza de la misma manera. Una historia intensa personificada en la naturalidad de una mujer que encierra su vida en un silencio del que nadie, salvo su otra mitad (Léa), logra arrancarla. Una película  para verla centrando atención en la actuación de las dos actrices principales, en el entorno en el que se mueven, en el pesar en el que viven y olvídense del argumento, porque éste es pura anécdota.


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