miércoles, 29 de febrero de 2012

CONFIANZA

 

Cuando uno decide hacer algo, algo importante para su vida (con independencia que para el resto del mundo lo sea  o no), debe confiar ciegamente, sin dudar un instante, en la decisión tomada. Puede que a los ojos ajenos uno se haya convertido en un loco, en un temerario o incluso en un próximo fracasado, pero lo fundamental es creer en uno mismo, en la propia valía. Hoy, mientras volvía en el autobús, escuchando "Muerte en Venecia" de Mahler, recordaba algo  que, hace algún tiempo, escribió Agota Kristof, algo que precisamente habla de la confianza en uno mismo. 
Llego a casa y sigue sonando la muerte, que de muerte no tiene nada, sino todo lo contrario, y busco, como si me fuera la vida en ello, el párrafo recordado. Lo leo, dos veces,  y me repito  mentalmente: aprender y seguir aprendiendo. Nada es sabido y todo está siempre por redescubrir. Esa es precisamente la postura que se debe adoptar, creer en lo que uno vale y no amedrentarse ante nada y ante nadie.

------------------------------------------------------------------

 “El día que lo llevo al correo, anuncio a mi hija mayor:
−He acabado mi novela
Ella me dice:
−¿Sí? ¿Y crees que alguien va a editarla?
Le digo:
−Sí, desde  luego.
Efectivamente, no tengo ninguna duda. Tengo la convicción, la certidumbre, de que mi novela es una buena novela y de que será publicada sin problemas. Así pues, me siento más sorprendida que decepcionada cuando, después de cuatro o cinco semanas, mi manuscrito regresa de Gallimard, y después de Grasset, acompañado por una carta de rechazo educada e impersonal. Me digo a mí misma que tengo que ponerme a buscar direcciones de otros editores cuando, una tarde de noviembre, recibo una llamada telefónica. Guilles Carpentier, de Éditions du Seuil. Me dice que acaba de leer mi manuscrito y que hace años que no leía algo tan bello. Me dice que lo ha leído por segunda vez y que piensa publicarlo. Pero para ello es preciso que obtenga el visto bueno de varias personas. Me volverá a llamar pasadas unas semanas. Una semana después me telefonea diciendo: “preparo su contrato…”
Tres años más tarde, me paseo  por las calles de Berlín con mi traductora, Erika Tophoven. Nos detenemos delante de las librerías. En los escaparates, mi segunda novela. En mi casa, en una estantería, El Gran Cuaderno, traducido a dieciocho idiomas.
En Berlín, por la noche, tenemos una velada de lectura. La gente viene a verme, para escucharme, para preguntarme cosas. Sobre mis libros, sobre mi vida, sobre mi trayectoria como escritora. He aquí la respuesta a la pregunta: uno se hace escritor escribiendo con paciencia y obstinación, sin perder nunca la fe en lo que escribe.”

VER, OIR Y CALLAR


“Todo lo que escribas en tu blog será utilizado en tu contra”.

 Ver, oír y callar. Cada uno a lo suyo y yo a lo mío...

 Un balcón por el que mirar.

 Un mar al que volver.

Una inocencia que envidiar.

Una ciudad para perderse.

 Un tiempo para recordar



Perseverancia para poder continuar.


Capacidad para seguir imaginando.


Algo sólido a lo que sujetarse.


En definitiva, vivir y dejar vivir.

lunes, 27 de febrero de 2012

MILAGROS


Ayer llegó Carla. Llega pronto, muy pronto, demasiado pronto, a los cinco meses de gestación de su madre. Pesa un kilo y mide menos que un comino. Los próximos meses su cuna estará en la incubadora de un fabuloso hospital público.

Ha sido una sorpresa. Hay que esperar a que crezca y crecerá. Estoy segura.

Bienvenida Carla.

--------------------------------------------------

"Mi pequeño tesoro
se halla escondido
entre el valle y el monte
que hay en mi ombligo.
Mi pequeño trocito de gloria,
es el alba que alumbra
una nueva historia".


Presuntos Implicados - Mi pequeno tesoro


 

domingo, 26 de febrero de 2012

LA COLA DE LA OSA MENOR (2.0)

Duerme, tendida en una postura de absoluto abandono. Un sueño balsámico. Recostado, junto a ella, en una postura nada abandonada, fuma y, mientras fuma, la mira, la observa, la estudia.

Las piernas reposan sobre la colcha, de cualquier manera, los brazos abrazados a la almohada, y el pecho, apenas cubierto, oscila al ritmo de la respiración pausada de quien descansa. Transformado en un observador privilegiado, se pasea por ella y queda atrapado en la cintura en la antes estuvo abrazado. Es el espectador de un cuerpo liviano que puede volver a tocar con sólo estirar el brazo. 

Busca su lugar cerca de la curvatura del escote. Ahí está su sitio, perdido entre esa oquedad fugaz, donde dos pequeños lunares, perfectamente alineados, formando la cola natural de una minúscula constelación. Vuelve y lo hace posando los labios sobre esos puntos infinitos. En la nuca una mano dormida que le atrapa en una húmeda duermevela.

sábado, 25 de febrero de 2012

TONTOS HUMEANTES


Decir que el ser humano se ha vuelto esencialmente estúpido no es una novedad. A las seis de la tarde, como un reloj, me planto en un centro comercial que, debe ser por aquello de la globalización, tiene el mismo aspecto que cualquier centro comercial que uno pueda encontrar en Barcelona, en Madrid, en Delhi (sí, he dicho Delhi, de la India), en Baton Rouge, o en Tallin.  Todos, absolutamente todos son iguales. Pero mi encuentro de esta tarde, nada romántico, festivo o  incluso divertido, no sólo es patético por el destino del mismo, la elección del lugar, sino por la compañía, e incluso por la elección de lo que consumimos.

Café para todo el mundo. Café a 5,80 Euros cada taza ¿Una barbaridad? Pues sí. No digo ni media, manda el cliente, y el cliente no soy yo. Me explica el caballero en cuestión que el café que estamos tomando, y que amenizará esta entrevista profesional, es un café de lujo según dicen. Llevo la taza a mis labios, tomo un pequeño sorbo, lo saboreo y me sabe igual que el que tomo cada mañana. Debe ser algo espectacular pero, para mí, no deja se ser un simple café, en una bonita taza de diseño.

El caballero, paga rumbosamente, y se desenfunda con las bonanzas del grano del que procede el café que tomamos, un aromático ”kopi luwak”. Haciendo gala de mi ignorancia y manifestando que mi conocimiento sobre la excelencia de este fruto no va más allá del preciado “Blue mountain”, me explica, con una entrega absoluta, que el “Kopi luwak” es un grano de café de origen indonesio. 
“Kopi” significa café y el” luwak” es una especie de civeta de la zona. Pues bien, al parecer, la civeta en cuestión se alimenta de los granos de café, digeriéndolos sólo en parte para, finalmente, excretar lo que no procesa del fruto. Estos restos son recolectados, tratados y finalmente llevados al mercado para que sean degustados.

Debe ser que la cara que pongo es de órdago porque el caballero, sin solución de continuidad, glosa con mayor fervor, si cabe, las bondades de la infusión que tengo en la taza. 
Debo confesar que no me convence nada, y es que, digan lo que digan, acabo de beberme una mierda destilada, la llamen como la llamen y la paguen al precio que la paguen.



viernes, 24 de febrero de 2012

MARCAR LA DIFERENCIA


Pensaba escribir sobre lo que pienso de la inexistencia de esos dos grandes bandos políticos con los que parece que el personal, anclados en momentos del pasado, se vienen llenando la boca desde hace semanas.  Las derechas, las izquierdas. Posicionamientos que han desaparecido, aunque algunos no lo crean, para convertirse en una amalgama de lo mismo. Los rojos y los azules desaparecieron hace mucho tiempo y en este momento sólo están los negros tirando a negro y los negros tirando a muy negro.


Pero estoy cansada, físicamente muy cansada. Mentalmente agotada, terriblemente agotada. No queda ingenio, a estas horas no queda nada. Por eso, puede que sobre eso escriba otro día, o tal vez nunca y sólo lo cuente en “petit comité”, ante personas que esté dispuestas a escuchar sin apedrear. Pero no será hoy y posiblemente tampoco mañana.

Creo que en días como hoy, sólo queda tumbarse, bajar la luz y esperar que el sueño llegue más pronto que tarde. Pero sé que tampoco será así.
No importa, he pulsado la repetición continua y así, una y otra vez,  Dina Washington  intenta convencerme de qué es lo que marca la diferencia entre un día y otro, pero eso, eso ya lo sé yo y tú, tú también.

jueves, 23 de febrero de 2012

PRESENTACIÓN DIARIO DE INVIERNO -PAUL AUSTER- (Barcelona, febrero 2012)


Estamos acostumbrados a ver cómo se llenan los estadios para ver señores en pantalón corto corriendo detrás de un balón, ver las salas de conciertos repletas de fans incondicionales del cantante de culto. Sin embargo, no es habitual que un escritor consiga congregar a ochocientos lectores en dos salas abarrotadas y que, con una naturalidad pasmosa, convierta la presentación de su último libro en una auténtica tertulia. Y eso que parece asombroso, por lo inusual, es lo que ha conseguido Paul Auster con la presentación en Barcelona, de su libro “Diario de invierno”. Es evidente que el escritor americano despierta una gran admiración entre los lectores de este país y se ha convertido, a golpe de novelas, en un autor de culto, adorado por algunos, despreciado por muchos otros. Auster no deja indiferente a nadie.

“Diario de invierno” es un libro autobiográfico y nos invita, desde la perspectiva del “tú” y del “él”, a sumergirnos en sus pensamientos, en sus reflexiones, en un pasado sorprendente en muchos casos que nos arrima a la nostalgia, al dolor, a sus íntimas heridas, todo ello desde la alerta de un cuerpo que ha entrado en la decadencia física que los años trae.
Auster define la escritura como una enfermedad y no duda en afirmar que todo escritor tiene un punto de locura del que no puede sustraerse. Y es que, según el autor, no puede entenderse de otra manera que alguien pase su vida prácticamente a solas, en una habitación, inventado historias, desconectado del mundo, sufriendo lo indecible por no poder articular una idea, un pensamiento, que le absorbe. Sólo en la necesidad de narrar, de mirar y escarbar en la base de la psique, dice Auster, encuentra el escritor un alivio temporal.
El origen de las obras de Auster es la gente corriente, las increíbles historias que les suceden. El mundo como un caos, como un todo imprevisible, que nos empeñamos en intentar ordenar para, inmediatamente volver a desordenarlo.  Sus libros contienen, casi siempre, historias propias que el autor pone en boca de otros.

Fue un auténtico placer escuchar de boca del propio escritor sobre su pasión por los cuadernos de notas que escribió Joseph Joubert y que perduraron en el tiempo gracias a la publicación que de los mismos hizo François-René de Chateaubriand. Cuadernos llenos de pensamientos y reflexiones, alejados de las notas que podría contener un diario personal. Diarios del que el propio Auster huía en su juventud. No hay nada más absurdo que escribir lo que se hace, lo que se siente, si el destinatario de eso que se escribe es uno mismo. Esta concepción de la escritura de diarios personales fue modificándose  con el tiempo al comprender que esos escritos nacen de la necesidad de poder recordar. Pero esta idea de diario como refugio de la memoria, como dice el escritor, le llega tarde, con la pereza instalada en su vida.
Con “Diario de invierno”, el autor, en el invierno de su vida, se nos desnuda, se nos entrega sin ambages y pone sobre la mesa una intimidad precisa para que el lector no se sienta defraudado por la falta de honestidad en el relato. Escribir es agotarse, experimentar una enorme sensación de excitación y fracaso. Y es frecuente, entre quienes escriben, vivir en la permanente sensación de sentirse mal, cuestionándose de manera continua lo que plasma en el papel. La figura de Samuel Beckett es recurrente en esta charla. La importancia del subconsciente del escritor es vital en el proceso creativo. Es fundamental para el novelista el apoyo de su esposa, la escritora Siri Hustvedt, por sus aportaciones literarias, por el sostén ante el derrumbe del autor que no puede situarse con objetividad frente a lo escrito porque lo tiene interiorizado.  Sus libros nacen, pese a que en ocasiones pueda parecer lo contrario, de procesos muy largos en el tiempo, procesos que se demoran hasta encontrar la frase precisa que le sirve de trampolín, una frase que surge del interior. Sin embargo, a pesar de ello, el propio Auster reconoce que, en ocasiones, el proceso es distinto y que lo que en otras novelas se ha dilatado indeciblemente en el tiempo en otras han bastado unos meses para que esas ideas que bullían en su cabeza encuentren asiento en un libro.

Paul Auster sigue escribiendo a día de hoy en una vieja máquina de escribir Olympia, transformada en una eficaz Frankenstein nacida de la necesidad de ser reparada, completada con los restos de otra máquina tan antigua como con la que de origen escribía. No deja de ser curioso que el autor rechace todo tipo de artilugios informáticos, asegure no tener correo electrónico y vivir en un aislamiento absoluto del mundo virtual que dice no interesarle en absoluto. Teclear con fuerza para que quede impreso lo que quiere mostrar al mundo tiene un efecto balsámico, incluso tranquilizador, por eso, los magníficos ordenadores, con sus suaves teclados,  no son para Auster.
Paul Auster sigue escribiendo, pensando, imaginando historias, pero de una manera más calmada. Afirma que, en el pasado, llegó a tener varios libros en la cabeza a la vez. Y en ese ir y venir de ideas continuas, unas eran escritas en un libro durante el día y otras pensadas durante la noche en las horas robadas al sueño para elaborarlas, no para lo que de día escribía, sino para lo que tal vez hiciera en un futuro.
Afirma el escritor haber escrito mucho, por eso cree que si no pudiera volver a escribir no pasaría absolutamente nada, no sería un problema. Porque no cabe el escribir por escribir, hacerlo de ese modo sería convertirlo en un trabajo y la escritura, vista de ese modo, no le interesa.
Escribir es un modo de vida, el suyo; el nuestro es leerle nuestro mientras se pueda.






FREGOLI 2.0



Odio el método científico, prefiero la magia de las emociones, me da igual que las produzcan cosas cuyo nombre desconozco y que terminan por "-ina" o "-eno". El romanticismo incorregible es incompatible con el raciocinio.


-------------------------------------------
"Se conocieron y se gustaron. Nada excepcional. Los científicos lo tienen todo muy estudiado, han escarbado en el misterio del amor y han alcanzado conclusiones unánimes para reducirlo a una secuencia sencilla de reacciones hormonales de la que han informado puntualmente a los suplementos dominicales de los periódicos. Fabricaron fenilatinamina con las primeras miradas, las sonrisas cómplices, los comentarios banales. Y ambos sufrieron sendas descargas de dopamina que apresuraron las cosas -¿En tu casa o en mi hotel?-. Inundados por las ansias, andrógenos y estrógenos bailaron en la noche dentada del deseo. Las endorfinas fueron liberadas. Amaneció, y el bienestar, seguía estando allí, renovándose con cada gesto, con cada detalle."
-Frégoli-
--------------------------------------------

Anita dixit: ¿Realmente es así? Si lo es, se pierde la magia.





Morrisey - Every Like is a Sunday



martes, 21 de febrero de 2012

VENDEDORES DE HUMO


Unos días dedicados a la preceptiva reposición de chapa y pintura me han tenido apartada, por voluntad propia, de algunas cosas que conforman mi cotidianeidad: el teléfono,  las redes sociales, mi blog. El día 31 de diciembre, podía haber sido cualquier otro día, decidí, aún no sé demasiado bien el porqué, apartarme de lo que, en ocasiones, me hace perder el poco tiempo que tengo.

Estos días de retiro he leído mucho, he escrito otro poco. He visitado webs, blogs, he contemplado fotografías extraordinarias y he viajado, sin moverme del sofá, a lugares tan lejanos como Hohhot (Mongolia), tan fríos como Oymyakon (Yakutia), tan espectaculares como Bagan (Myanmar). Unos días extraordinarios.

Creo que ha llegado el momento hacer algunos cambios, de dejar atrás algunas cosas y de dar el valor, en su justa medida, a lo que, por un embobamiento generalizado, coloqué donde no debía, priorizando el humo a lo que con la mano puedo tocar, agarrar y acariciar.

He estado dando vueltas al motivo por el que perdemos tanto tiempo enredados en las redes sociales. ¿Por qué si puedo estar leyendo a uno de los grandes, disfrutando con los párrafos que sólo tipos geniales pueden escribir, lo pierdo leyendo las simplezas que colgamos en estados que duran vivos apenas unos minutos? Puede que esta reflexión sólo sea el producto de un hartazgo que yo sola me he provocado. Las redes sociales son adictivas, sin duda alguna. ¿Cuál es el motivo por el que es mejor tener setecientos, ochocientos, novecientos amigos en una red social a no tener ninguno? ¿Es para que nos rían más la gracia, para que sean más los que nos consideren ingeniosos, virtuosos, o incluso escandalosos? No tengo respuesta para ello.

Formo parte de la red, lo sé y la existencia de Anita Noire es producto precisamente de ella. Puede que se esté acercando la hora de matar a este personaje que ha acaparado un espacio en el ciberespacio que no da más de sí.
Ahora dispongo de un tiempo que he rescatado de las garras de lo absurdo, puede que empiece a pensar en la manera de terminar con algunas cosas, entre ellas conmigo misma y vuelva  a Roig, a Calders, a Pla, a Vila-Matas, a Laforet, a Guillen, a todo eso que aparqué mientras absorbía humo.

Supongo que esto es una especie de propósito de principio de año, no lo tengo claro.


Este texto fue escrito durante los primeros días del mes de enero. No sé el motivo por el que quedó descansando, el sueño de los justos, en el escritorio de mi ordenador. Queda rescatado, sigo pensando lo mismo, un par de meses después.

lunes, 20 de febrero de 2012

REHAB

 

Nunca me ha llamado la atención ver a personas hablando solas, a fin de cuentas, a lo largo de toda mi vida he mantenido inacabables monólogos conmigo misma y diálogos con personas que no estaban presentes. Una manera que ordenar mi pensamiento, de ordenar las cosas que pensaba debía decir y no decía, de envenenarme o complacerme adelantándome un paso a lo que preveía iba a venir. También es verdad que con el tiempo, y a la vista del adelantamiento de acontecimientos que me causaban más preocupación que gusto, empecé a aparcar las conversaciones a uno porque devenían poco efectivas. Cuando tenían un interlocutor que no estaba presente, eran la antesala de un fiasco. Así que reservé esa costumbre para momentos muy concretos y sólo para conversar conmigo misma.

Puede que por eso no me he sorprendido cuando este mediodía, mientras ahogaba las ganas de fundirme en negro en un triste café americano, mi vecino de mesa ha empezado a sostener un largo discurso sobre la influencia anglosajona en los países asiáticos y sobre como vivir con eso. Parecía que leía el periódico y eso despistaba al principio. De vez en cuando levantaba el bolígrafo apuntando enérgicamente sus admoniciones y seguía con un discurso que, apenas que uno prestara atención, carecía de todo sentido. Debo reconocer que el anciano, con un aspecto medianamente descuidado, tenía la voz modulada de un locutor de radio pronunciando un discurso disparatado

En la televisión plana que pende sobre la cabeza del viejo venerable, un video de Amy Winehouse. Hace semanas que no tomo un café tan malo; ni escucho una canción tan terrible; ni que el discurso de alguien, que cree que nadie le escucha, me parece tan interesante.

Salgo a la calle y por un minuto le contemplo tras el cristal. Frente a su café aguado, continúa apuntalando su discurso a base de golpecitos al aire. Es hora de volver al trabajo. Mientras desando los cincuenta metros caminados, me doy cuenta que estoy hablando sola, casi murmurando y que mi abrigo, ese que ayer era maravilloso, parece un poco más deslucido que hace unas horas.

Alguien pensará que he perdido el norte, es posible pero a mí me parece, como poco, entretenido.


Amy Winehouse - rehab






domingo, 19 de febrero de 2012

*****


Y todo cae con un estrépito espantoso, sólo es domingo.

-------------------------------------------

"Entre tu verdad más honda
y yo
me pones siempre tus besos.
La presiento, cerca ya,
la deseo, no la alcanzo;
cuando estoy más cerca de ella
me cierras el paso tú,
te me ofreces en los labios.
Y ya no voy más allá.
Triunfas. Olvido, besando,
tu secreto encastillado.
Y me truecas el afán
de seguir más hacia ti,
en deseo
de que no me dejes ir
y me beses.
  Ten cuidado.
Te vas a vender, así.
Porque un día el beso tuyo,
de tan lejos, de tan hondo
te va a nacer,
que lo que estás escondiendo
detrás de él
te salte todo a los labios.
Y lo que tú me negabas
—alma delgada y esquiva—
se me entregue, me lo des
sin querer
donde querías negármelo".
-Entre tu verdad más honda-

sábado, 18 de febrero de 2012

INDOLENTIA


Andamos de descanso. La actividad cerebral bajo mínimos, sólo la imprescindible. Es difícil escribir nada así. Porque, junto a esa casi nula actividad, hay una terrible indolencia. Sí.  Vencerla es difícil cuando la fuerza de voluntad es tan escasa como la mía.  Me refugio en la agenda. Estos días las entradas y salidas dependen de los horarios de Dalhman, todo se coloca en fracciones de no más de tres horas, las mismas que pasan entre toma y toma.

Bajar al centro a comprar la prensa, un café apresurado mientras miro el reloj. Hace menos frio que ayer, y menos que anteayer, pero las motocicletas son para el verano. Vuelta a casa, tres horas de nuevo, las suficientes para que todo huela a bizcocho, para que Billie Holiday ponga la banda sonora y me pierda un rato de la mano de “El último encuentro” de Márai. Y vuelta a empezar, paréntesis para comer y que se llene la casa en busca de café y libros. Y de nuevo, otro paréntesis que da tiempo para perderlo en una sesión de cine de tarde. A veces me sorprendo de los bodrios que soy capaz de ver.

 Sin perder tiempo, toca empezar de nuevo y ahora, estamos en el último paréntesis y aprovecho para calentar la tetera, colocar un par de terrones de azúcar que mordisqueo mientras busco una cuchara y una servilleta de papel y anoto dos ideas tontas que deben pesar como el plomo porque terminan esparcidas sobre el mármol, expulsadas del cordón que sujetaba las cuatro hojas muertas de la intendencia, en las que he dejado el rastro de un día medianamente absurdo.

No ha pasado nada extraordinario, ni pasará. Un sábado como el anterior, como el que llegará la próxima semana. Un sábado, extraordinariamente normal, con los paréntesis de Dalhman y la idea equivocada de que el mundo es una línea recta cuyo horizonte es un precipicio a la nada.

---------------------------------------------------------

"Porque la amistad no es un estado de ánimo ideal.  La amistad es una ley humana muy severa.  En la antigüedad, era la ley más importante, y en ella se basaba todo el sistema jurídico de las grandes civilizaciones.  Más allá de las pasiones, los egoísmos, esta ley, la ley de la amistad, prevalecía en el corazón de los hombres.  Era más poderosa que la pasión que une a hombres y a mujeres con fuerza desesperada; la amistad no podía conducir al desengaño, porque en la amistad no se desea nada del otro; se puede matar a un amigo, pero la amistad nacida entre dos personas en la infancia no la puede matar ni siquiera la muerte, puesto que su recuerdo permanece en la conciencia de los hombres, como permanece el recuerdo de una hazaña, en el sentido fatal y silencioso de la palabra, donde no resuenan ni sables ni espadas: una hazaña, como cualquier otra actitud desinteresada".


Angus & Julia Stone - Black Crow

viernes, 17 de febrero de 2012

HAZ Y ENVÉS

 

Alguien me comentó que era un tipo extraño. A mí me daba igual. Necesitaba encontrar una habitación para estar un par de meses, tres a lo sumo. Estaba de paso y no tenía intención de quedarme en la ciudad.

Un piso en el centro, por ese precio, era una ganga. Entré en el portal, era amplio, luminoso. Decidí subir a pié y comprobar si aquello era simple apariencia que se desmoronaría en el primer piso. A medida que fui subiendo, las paredes empezaron a amarillear y una ligera pátina de polvo cubrió el pasamano. Me limpié  la mano frotándola contra la pernera de mi pantalón  y descubrí que  esa dejadez, un tanto decadente, que se asomaba por los desconchones de la pintura, era lo que en ese momento quería.
Cuando alcancé el rellano, me faltaba el aliento. Con todo, me sentí bien. Respiré hondo y le vi esperándome apoyado en el marco de la puerta. Un tipo de mediana edad, pelo desordenado y un jersey roído, manchado de pintura. Me estrechó la mano con fuerza. El contraste entre la energía de la encajada y la suavidad casi femenina de la piel, me resultó familiar.

Me cedió el paso y entré. Un aire cálido, casi pegajoso, me rodeó mientras avanzaba por un pasillo tan estrecho que apenas me permitían abrir los brazos en cruz. Era extraño pero reconfortante. Había encontrado mi sitio, aunque fuera por un mes, por un día, por unos segundos. Entre esas cuatro paredes me anclaría, de nuevo, al mundo. Llevaba demasiado tiempo en una zozobra personal que me hacía extrañar continuamente sitios en los que no  había estado nunca, echar de menos a los que no tenía, a los que ni tan sólo conocía. Empezaba a desterrar la desconcertante sensación de no estar, de no ser.
Al final, una habitación perfectamente distribuida.  A un lado, frente al ventanal, un caballete tapado con una lona. Sentí curiosidad, no podía apartar la vista de lo que imagine sólo podía ser un retrato. Un retrato de mujer. Pero no pregunté,ni hice el menor gesto por acercarme.
No había dejado de observarme desde que aparecí por la escalera y aún así, no me molestó.
Me acompañó hasta la que iba a ser mi habitación. Por un momento pensé en la curiosa distribución de la casa. Un angosto pasillo que daba una habitación rodeada de puertas como si fuera un acertijo. Una de ellas era la mía,
Tras la puerta, un cuarto espacioso, un ventana, una cama y poco más. Demasiado, incluso, para quien no tiene nada. No necesitaba más.
Me dejó en mi nuevo espacio y cerró la puerta. Oí la puerta de la calle y unos pasos que se alejaban. Me senté en la esquina de la cama, miré por la ventana y vi mi reflejo doblado en el cristal. 
Me giré hacia la pared que tenía a mi espalda y allí, colgado, mi propio retrato. Una acuarela envejecida por el paso del tiempo en la que sin duda me reconocí. Yo, en un tiempo que no existí, o tal vez sí.
No me extrañó, aún no sé por qué. Esa pintura podía tener mis mismos años. Había llegado con el alma descascarillada y allí, en un lugar en el que no había estado jamás, sentí que empezaba a recomponerme por dentro.
Salí de la habitación y me acerqué hasta el caballete. Levanté la lona y me vi, sentada en la esquina de la cama, mirando por la ventana.
Intenté no preguntarme nada, sólo me senté y fumé.

Concha Buika - No Habra Nadie En El Mundo


 

miércoles, 15 de febrero de 2012

ALL OUR YESTERDAYS


Y no puedo fijar con claridad el momento en el que perdió el interés, aunque siempre pensé que fue tras un julio revuelto, ni el momento en que su ausencia se había hecho cotidiana, hasta el punto que sus apariciones, precisamente, eran lo que me resultaba extraño. Fue una exageración innecesaria intentar tirar tanto de la maroma, quería marcharse.

Crucé el Cabo de Hornos en solitario y una vez llegué a aguas más serenas, miré mis manos, las rozaduras del cabo, del que absurdamente tiraba, terminaron por sangrar. Empezaban a curar.

Había llegado la hora. Me coloqué un aro, diminuto, y le despedí.

         -------------------------------------------------

Quiero saber de quién es mi pasado.
¿De cuál de los que fui? ¿Del ginebrino
que trazó algún hexámetro latino
que los lustrales años han borrado?

¿Es de aquel niño que buscó en la entera

biblioteca del padre las puntuales
curvaturas del mapa y las ferales
formas que son el tigre y la pantera?

¿O de aquel otro que empujó una puerta

detrás de la que un hombre se moría
para siempre, y besó en el blanco día

la cara que se va y la cara muerta?

Soy los que ya no son. Inútilmente
soy en la tarde esa perdida gente.

-All our yesterdays- J.L. Borges

martes, 14 de febrero de 2012

AMOR: (Del lat. amor, -ōris)


Como necesito de certezas, porque de incertezas tengo la vida llena, últimamente me ha dado por tirar de la Real Academia de la Lengua Española, en concreto por el diccionario de la RAE. Y es que es la única manera de llamar a las cosas por su nombre. Si yo digo "A," me refiero al "A "que se contiene en aquel diccionario, no a ninguna otra cosa, así no dudas sobre lo que estoy hablando.

Esta perorata tiene su sentido y viene a propósito del “amor”, de una conversación mantenida ayer mismo acerca del amor. Es curioso, ahora a los adultos nos ha dado por hablar continuamente del amor o hablamos lo mismo que siempre solo que yo tengo la sensación de que la palabra amor va de un lado a otro, de boca en boca y vuelta otra vez. Puede que sea porque andamos un tanto revueltos y, junto a los problemas para llegar a fin de mes, el colegio de los niños, las dudas existenciales, nos hemos empezado a plantear ¿Qué pasa con el amor?
Sí, preguntas como ¿Dónde ha ido a parar el amor? ¿Dónde está aquel sentimiento amoroso que profesaba a mi compañero? ¿Por qué no siento lo mismo? ¿Por qué nos siento nada? ¿Debo quedarme porque un día inicie un proyecto que hoy está muerto? ¿Cuántos “cadáveres” cuesta mi amor?
Soy tozuda hasta morir y por eso, mientras consumíamos cafés y copas a desmano, y discutían una y otra vez sobre eso que decían que era el amor, lo mucho que cambia todo, lo poco que cambian algunas cosas, decidí que había llegado la hora de acudir al auxilio del diccionario de la RAE.  Y es que, en estos momentos, yo ando en busca de realidades tangibles lejanas a filosofías de salón.  
AMOR: (Del lat. amor, -ōris).

1. m. Sentimiento intenso del ser humano que, partiendo de su propia insuficiencia, necesita y busca el encuentro y unión con otro ser.
2. m. Sentimiento hacia otra persona que naturalmente nos atrae y que, procurando reciprocidad en el deseo de unión, nos completa, alegra y da energía para convivir, comunicarnos y crear.
3. m. Sentimiento de afecto, inclinación y entrega a alguien o algo.
4. m. Tendencia a la unión sexual.

Me quedé con estas cuatro acepciones, las demás no me interesaban. Y después de leerlas en voz alta, se inició una discusión que ya no me interesaba. Los tópicos y las explicaciones esperadas (tener a la pareja al lado cuando se habla de determinados temas no es lo mejor si se quiere ser sincero) me hicieron desistir, así que me sumí en mi propia reflexión.

Sólo un chasquido de dedos frente a mi nariz, me hizo volver a la realidad. Alguien me preguntó en que estaba pensando y a mí sólo me vino a la cabeza aquello que ya dijo Wong Kar Wai en "2046":


“El amor es una cuestión de oportunidad de nada sirve encontrar a la persona idónea demasiado pronto o demasiado tarde”.

Con esto último es con lo que me quedo, porque es tal cual, el amor a destiempo no sirve de nada.

lunes, 13 de febrero de 2012

DE VOCACIONES Y ESAS COSAS


“Hay algunas cosas que sólo se pueden hacer por verdadera vocación”. A esta conclusión llegábamos este mediodía mientras apurábamos una ensalada mustia como pocas y unos huevos fritos que rezumaban colesterol. Conozco a Jaime desde que compartimos banco en la facultad. Entonces, mientras pasábamos las horas, él se dedicaba a redactar interminables monólogos sobre lo más variopinto, a leer novela tras novela y, de vez en cuando, a tomar apuntes que tiraba al contenedor del papel nada más salir de clase. Nunca le interesó lo que nos llegaba desde la tarima.

Hoy comíamos para intentar sacar punta a un tema laboral que le preocupa. En apenas una hora lo hemos destripado y encauzado. Cuando uno se atasca sólo tiene que aparcarlo, dejar que repose y, si tienes suerte, que alguien ajeno le eche un vistazo. Casi siempre se solventa así. Hoy no ha sido distinto, así que problema resuelto.

Aún nos queda media hora y en el café me habla de sus hijos, de lo que quiere para ellos.  Últimamente es un tema recurrente, más desde que hace un mes enterró a su padre. Me recuerda la tarima y lo desubicado de entonces y las consecuencias en el hoy. Y ahí es donde llega aquello de que “hay algunas cosas que sólo se pueden hacer por verdadera vocación”, y tiene razón. 

Levantarse cada día y dejarte media vida en el trabajo sólo se compensa si te apasiona lo que haces y lo disfrutas, pese a los sinsabores que te pueda dar. En lo nuestro, los disgustos suelen ser más habituales que las alegrías. Y estas, cuando llegan, duran  lo que dura una leída en diagonal y directa al último folio.   

Me decía Jaime, mientras apurábamos el segundo café, que en estos momentos sólo le preocupa el futuro de sus hijos. No el que él puede darles a modo inmediato, sino el de verdad, el que ellos escojan. Dice que espera que acaben haciendo lo que verdaderamente quieran, sin condicionarse por nada que no sea esa "vocación de lo que sea" que espera les llegue más pronto que tarde. Y es que, como afirma con contundencia, la mierda siempre llega de oficio, así que mejor que sea por algo que escogiste por gusto. Sólo puedo decirle "Amén".


domingo, 12 de febrero de 2012

DON'T DISTURB


Una sola palabra de un mal gusto increíble, al menos para dejarla por escrito, me ha torcido el gesto y la tarde. Me la tuerce, me la fastidia y me la manda al guano. Empecemos de nuevo.

Un par de tapones de silicona, Ray-Ban de espejo para oscurecer la tarde ya gris, todos los suplementos dominicales y mi butaca preferida para una silente sobremesa que, contra todo pronóstico, comienza a las siete de la tarde. Guardo el reloj bajo el cojín y miro al techo mientras pienso que me viene al pelo aquello de “Me relaciono muy bien con animales, bebes y amantes, todo lo que no habla”, es como si Alicia Giménez Bartlett hubiera diseccionado mi cabeza.

De fondo Domenico Scarlatti para no oír. Creo que voy a colgar el cartel de cerrado en breve.

sábado, 11 de febrero de 2012

PERHAPS, PERHAPS


No es por falta de empeño. A veces es que los elementos se confabulan para que aquello que quieres no sea posible. Eso que ahora digo me recuerda mucho aquella famosa frase de la película “2046” de Wong Kar Wai, que decía algo así como: "No sirve de nada encontrar a la persona indicada si el momento no es el adecuado. El amor es una cuestión de tiempo". Pues lo mismo, puedes tener la intención de nadar, pero si el momento no es el adecuado, a buen seguro no nadarás. El nadar es cuestión de tiempo.

Y no es por falta de empeño que aparco muchas cosas por el camino. A veces es por falta de reciprocidad, de complicidad o incluso de falta del lustre en la ilusión. 

Pero yo quería hablar de nadar, de lo difícil que, algunos días, es poner el pie dentro de la pileta. Hoy no hubo brazada alguna, sólo un chorro malintencionado de agua que casi me destroza las cervicales.

Pero de momento no voy a desistir, seguiré bajando a la piscina aunque eso me suponga volver con la bolsa a cuestas sin remojar un centímetro de piel y acarreando una insana envidia ante la excelsa visión de los cuerpos desnudos de nadadoras que aún andan en la veintena. Envidia que se me cura en cuanto pienso que no volvería a los veinte, sabiendo lo que sé hoy, ni que me administraran doscientos litros de cloro en vena.