“Hay algunas cosas que sólo se pueden hacer por verdadera vocación”. A esta conclusión llegábamos este mediodía mientras apurábamos una ensalada mustia como pocas y unos huevos fritos que rezumaban colesterol. Conozco a Jaime desde que compartimos banco en la facultad. Entonces, mientras pasábamos las horas, él se dedicaba a redactar interminables monólogos sobre lo más variopinto, a leer novela tras novela y, de vez en cuando, a tomar apuntes que tiraba al contenedor del papel nada más salir de clase. Nunca le interesó lo que nos llegaba desde la tarima.
Hoy comíamos para intentar sacar punta a un tema laboral que le preocupa. En apenas una hora lo hemos destripado y encauzado. Cuando uno se atasca sólo tiene que aparcarlo, dejar que repose y, si tienes suerte, que alguien ajeno le eche un vistazo. Casi siempre se solventa así. Hoy no ha sido distinto, así que problema resuelto.
Aún nos queda media hora y en el café me habla de sus hijos, de lo que quiere para ellos. Últimamente es un tema recurrente, más desde que hace un mes enterró a su padre. Me recuerda la tarima y lo desubicado de entonces y las consecuencias en el hoy. Y ahí es donde llega aquello de que “hay algunas cosas que sólo se pueden hacer por verdadera vocación”, y tiene razón.
Levantarse cada día y dejarte media vida en el trabajo sólo se compensa si te apasiona lo que haces y lo disfrutas, pese a los sinsabores que te pueda dar. En lo nuestro, los disgustos suelen ser más habituales que las alegrías. Y estas, cuando llegan, duran lo que dura una leída en diagonal y directa al último folio.
Me decía Jaime, mientras apurábamos el segundo café, que en estos momentos sólo le preocupa el futuro de sus hijos. No el que él puede darles a modo inmediato, sino el de verdad, el que ellos escojan. Dice que espera que acaben haciendo lo que verdaderamente quieran, sin condicionarse por nada que no sea esa "vocación de lo que sea" que espera les llegue más pronto que tarde. Y es que, como afirma con contundencia, la mierda siempre llega de oficio, así que mejor que sea por algo que escogiste por gusto. Sólo puedo decirle "Amén".
Podría decirse que la vocación está en la curiosidad y el placer por la realización de una tarea misma, y no sólo por sus logros. O se podría defir de otra forma más exacta. No sé.
ResponderEliminar¿Pero en estos tiempos se mira eso?
¿Con la que cae se puede elegir?
No sé.
Un chucho.
También creo que la vocación es eso, pero tampoco lo sé. Mi natural indeciso,me lleva a estas cosas. Yo no sé si en estos tiempos se mira eso o no, y estamos en momentos complicados para escoger nada. Pero los hijos de Jaime tienen tiempo, con ocho y seis años tiene todo el camino por delante.
ResponderEliminarOjala escojan lo que les apasione, es la única manera de sobrevivir cuando vienen momentos como estos.
bss
En estos momentos tan duros me parece verdaderamente complicado poder elegir un trabajo vocacional. Esperemos que la situación cambie y vaya evolucionando para mejor.
ResponderEliminarPor otro lado, pienso que hay mucha gente que no siente vocación para nada, ni siquiera por la vida.
Por mi parte, soy de vocación cambiante: tenía vocación de madre (la sigo teniendo), tuve vocación de decoradora y ahora la tengo de escritora! Más adelante, no sé!
Besos.
Anne
Al final, creo que lo que importa es que uno se sienta a gusto con lo que hace, le apasione mínimamente. Una vocación cambiante no es falta de vocación, sólo es eso, cambiante. Y no creo que la decoración y la escritura estén tan lejos, al menos como manifestación de algo. No sé. Y si, son tiempos difíciles, pero insisto, lo mejor es desarrollar una vocación, al menos el que la tenga.
ResponderEliminarbesos
Anne.