Decir que el ser humano se ha vuelto esencialmente estúpido no es una novedad. A las seis de la tarde, como un reloj, me planto en un centro comercial que, debe ser por aquello de la globalización, tiene el mismo aspecto que cualquier centro comercial que uno pueda encontrar en Barcelona, en Madrid, en Delhi (sí, he dicho Delhi, de la India), en Baton Rouge, o en Tallin. Todos, absolutamente todos son iguales. Pero mi encuentro de esta tarde, nada romántico, festivo o incluso divertido, no sólo es patético por el destino del mismo, la elección del lugar, sino por la compañía, e incluso por la elección de lo que consumimos.
Café para todo el mundo. Café a 5,80 Euros cada taza ¿Una barbaridad? Pues sí. No digo ni media, manda el cliente, y el cliente no soy yo. Me explica el caballero en cuestión que el café que estamos tomando, y que amenizará esta entrevista profesional, es un café de lujo según dicen. Llevo la taza a mis labios, tomo un pequeño sorbo, lo saboreo y me sabe igual que el que tomo cada mañana. Debe ser algo espectacular pero, para mí, no deja se ser un simple café, en una bonita taza de diseño.
El caballero, paga rumbosamente, y se desenfunda con las bonanzas del grano del que procede el café que tomamos, un aromático ”kopi luwak”. Haciendo gala de mi ignorancia y manifestando que mi conocimiento sobre la excelencia de este fruto no va más allá del preciado “Blue mountain”, me explica, con una entrega absoluta, que el “Kopi luwak” es un grano de café de origen indonesio.
“Kopi” significa café y el” luwak” es una especie de civeta de la zona. Pues bien, al parecer, la civeta en cuestión se alimenta de los granos de café, digeriéndolos sólo en parte para, finalmente, excretar lo que no procesa del fruto. Estos restos son recolectados, tratados y finalmente llevados al mercado para que sean degustados.
Debe ser que la cara que pongo es de órdago porque el caballero, sin solución de continuidad, glosa con mayor fervor, si cabe, las bondades de la infusión que tengo en la taza.
Debo confesar que no me convence nada, y es que, digan lo que digan, acabo de beberme una mierda destilada, la llamen como la llamen y la paguen al precio que la paguen.
Había oído hablar de ese café, lo más idiota que había escuchado desde que oí lo de la carta de aguas e restaurantes de lujo. Hay expertos que describen los distintos sabores del agua como una sinfonía de sensaciones.
ResponderEliminarPues sí. En una ocasión, como un gran regalo, me entregaron una caja de botellas de agua, todas monísimas y de los lugares más variopintos del mundo. Durante la comida de navidad,y ante tamaña gilipolles (que yo soy de letras pero sé que el agua es inodora, incolora y sinsabor), las colamos todas en la misma jarra. Las risas de mis comensales se escuchan todavía en Sebastopol.
ResponderEliminarSí, lo he leído y lo he releído, y me he reído (ido, ido). Escribes genial.
ResponderEliminarUn chucho
Gracias kenit.
ResponderEliminarP.D.: ¿Te he contado que en mi tierra eso de chucho es un bollo hojaldrado relleno de crema? Pues eso :)
En mi tierra es perro sin pedigrí, con perdón
ResponderEliminarPues eso es que has salido poco a desayunar o merendar por la de adopción. Pásate por cualquier cafetería y lo verás.
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