domingo, 31 de diciembre de 2023

COSAS QUE PASAN Y PASARÁN




Empezamos el año 2023 pensando que, después de vivir lo vivido, las cosas mejorarían. Pero está claro que esa esperanza con la que se inician los proyectos, los años, se va tiñendo de parduzco y se va consumiendo hasta convertirse en una bolita casi invisible a medida que avanza el tiempo. Llegado el 31, la bolita que albergaba la ilusión en el futuro próximo se funde en negro y se acabó. Otro año más al coleto con la sensación de que algo se nos ha escapado. Pero debe ser cosa de la magia o, mejor, de la necesidad de seguir en marcha que, apenas empieza a llegar el aroma al nuevo año, una nueva bola esperanzada y esperanzadora se va gestando dentro. Y la vida, al menos la mía, es así. Año tras año, envite tras envite, bolita tras bolita. Por eso, aunque no me gustan muchas cosas de las que hay a mi alrededor, sé que, en realidad, soy afortunada. La nueva bolita, la que corresponde al año que ya llega, está en marcha y por eso, porque la bolita de la esperanza está en su momento inicial, espero que el nuevo año nos haga mejores personas a todos, nos dé fuerza para resistir y seguir remando sin caer en el desaliento.
Doy carpetazo a 2023 sin darle más vueltas y con mis mejores deseos para todos en este próximo año. Para ti también.



viernes, 29 de diciembre de 2023

HUMO


 

Tengo un reservorio de palabras huecas que se acumulan formando ideas locas y un tanto estúpidas que solo puedo comprender yo misma en noches como las de hoy, cuando el sueño no alcanza y el silencio de la noche se llena del sonido del bombeo de mi cuerpo. A veces, mientras intento dormir, lo agito y se revuelve sin encontrar nada adecuado. Adecuado para nada que arroja sinsentidos que no interesan a nadie. Es la perversión del desvelo que me vuelve más yo y me acerca más de ti, hasta convertirme en humo.


domingo, 10 de diciembre de 2023

SO TENDER



 

Me dejé la bolsa preparada ayer noche para evitar que, esta mañana, la pereza me forzara una excusa tan mala como la de tener que buscar las cosas y meterlas en la mochila. Al llegar apenas hay un par de personas. Se mueven a un ritmo tranquilo, acariciando el agua. Dudo si unirme a ellos y entre los tres convertirnos en un ballet de indolentes acariciadores que buscan en el agua la calidez que las sábanas de un domingo a primera hora no dan. Pero yo, valiente como la que más, salgo al exterior y mido la temperatura del agua con la punta del pie. Está bien para morir al entrar y volver a morir al salir. Se entiende que no haya nadie aquí fuera y se entiende también que el socorrista, que se aburre mientras vigila la nada, me mire regular. Su misión, más allá de matar las horas mirando al vacío, está el salvar a cualquier loco que en diciembre entre en la pileta y le dé un patatús. Pero no hay nadie y a mí me apetece mucho, aunque haga frío y el socorrista me mire regular. Podría desistir del empeño, volver al interior y seguir la coreografía de los que nadan ahí dentro. Pero ya estoy aquí, frente al podio de los perdedores, ya no hay vuelta atrás. Me apetece la soledad de la brazada y el silencio que hay aquí fuera. El agua antes clorada, ahora ya no, me devuelve la tranquilidad que cuando estoy fuera se me escapa por las costuras. Pienso en cosas absurdas y le voy dando al reproductor para que las canciones avancen un poco más deprisa que mis vueltas a la piscina. Nado escuchado música de jazz, una locura que diría cualquiera. Pero hace ya mucho tiempo que dejó de importarme lo que diga cualquiera. Doy un par de vueltas y me tumbo bocarriba, pero aguanto poco. El frío te rompe pese al agua climatizada. Me muevo con calma porque soy una Esther Williams venida a menos; porque soy como una aceituna dentro de un Martini y porque “So tender” me agita y me calma y me vuelve a agitar. Y necesito tumbarme panza arriba, otra vez, aunque los dedos de los pies y los pezones se me congelen, y el corazón se me parta un poco más antes de llegar a la otra orilla.





miércoles, 6 de diciembre de 2023

DIEZ HORAS Y MEDIA

 

Llevo diez horas y media en la sala de espera de un gran hospital público. El tiempo de espera va subiendo de manera exponencial a medida que pasa el tiempo que se supone debía de reducir la espera que  empezó siendo de seis horas. No podía imaginar que mi puente iba a empezar así. Pero me sostengo a base de dosificar el optimismo al pensar que estamos así para ir a mejor. El optimismo del idiota esperanzado, no lo niego. Aquí todos estamos pendientes, todos esperamos toqueteando los teléfonos móviles para anestesiar la espera. Las app también han llegado a las urgencias hospitalarias para entretenerse activándolas, una y otra vez, como si de verdad hicieran un seguimiento en tiempo real del paso del paciente por urgencias. Una mentira más con la que nos miente la tecnología.

Las horas empiezan a pesar y ya queda poco por descubrir en esta sala. Tiene forma de L. En uno de los extremos estamos los familiares y acompañantes; en el otro, gente de la calle que ha encontrado en este 365/24 un lugar en el que pasar la noche alejados del peligro, cerca de un baño con agua y de enchufes en los que recargar el móvil. Al principio no me he dado cuenta, quizá porque andaba muy metida en lo mío, con la preocupación a cuestas del que llega por necesidad y sin saber nada. Pasan los vigilantes de seguridad y nos miran, les miran. Controlan y se van haciendo la vista gorda dejando a los durmientes haciendo su noche particular y a los demás, apesadumbrados en una vigilia nada querida.

Tengo sueño, mucho. Tengo frío, bastante y tengo miedo. Quiero escuchar el “familiares de…” para poder gestionar la incerteza; para poder dejar de mirar con asombro al otro lado de esta sala; para saber qué más allá de los puentes rotos, del sueño que aprieta, de la enfermedad y de la tristeza, existe una casa caliente, mi casa, que me espera como refugio en todos los sentidos.


miércoles, 29 de noviembre de 2023

DIARIO 2.0

 


Que el papel me entierra a triple velocidad de la que me lleva sacar la mitad del mismo, no es un juego matemático, ni un ejercicio de lógica, sino el desesperado pensamiento con el que circuló entre la línea 5 y la 3 del metro. 

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Si hoy es lunes, hoy toca listar prioridades. Toca dejar para el final lo prescindible, pero no menos apetecible. Noire, algo has hecho mal y no solo el utilizar una crema hidratante buenísima, que prometía un cutis espectacular tras 15 días de uso, para cuidar tus pies. No, has hecho muchas cosas mal y ya no hay posibilidad de corregir, así que toca apechugar y al lío.

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Una mujer y su hija asesinadas a manos de su pareja y padre de la niña. No hay maldad más grande e inexplicable. No hay nada, absolutamente nada, más cruel y desdeñable. La culpa solo es de aquel que lleva a cabo la atrocidad, buscar más allá es solo una cortina de humo que tapa una única realidad: el que quiere matar, mata, no tiene límite.

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Son esos cinco minutos previos a que suene el despertador. La cama está caliente y te recolocas para cubrirte bien, acomodándote para apurar el poco tiempo que queda para pasar de lo confortable a lo hostil. 

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Nieva en Kiev. Nadie se acuerda.

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Creemos tener conocimiento del funcionamiento social, pero, en realidad, solo sabemos lo que quieren que sepamos. La historia se ha convertido en un agujero negro relativista. La existencia de vendedores humo, con grandes dosis de ignorancia e ideología, la modifican sin que tengamos demasiada opción a saber donde está el engaño. Ir por libre no es garantía de nada.

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Se acerca para darme un beso y, entre la torpeza de uno y la del otro, queda estampado en los labios. Nadie se disculpa, la torpeza es lista.



viernes, 17 de noviembre de 2023

TRASTORNARSE




El ruido mediático en las redes sociales trastorna. Caemos indefectiblemente (mis 
"-mente" adverbiales son muy criticados, pero son marca de la casa), y vamos generando un follón tremendo que nos exalta y convierte en títeres de un sistema que nos quiere gritones allí, en la nube, pero no en la vida real. El día a día nos prefiere serviles, arrodillados ante la aplastante realidad que nos supera y de la que controlamos menos que cero. Contribuyo y contribuye. Y quiero creer que lo hacemos un poco a ciegas, sin darnos cuenta, lo que al final nos ha llevado con esa “contribución chillona” a caer en la paradoja, como diría el padre de Verónica Raimo en “Nada es verdad”.


Perplejos, como un conejo ante un luces largas que le alumbran, vamos tirando mientras hacemos más grande el abismo entre ellos y nosotros. Buceo en la red buscando un mundo más ancho, alejándome de todo lo que huele a escándalo y decepción. Voy saltando de un sitio a otro, como un mono loco que va de rama en rama. Pero ahí fuera no hay nada. El eco me devuelve mi propia llamada y me obliga a tener que ser yo misma quien se detenga y aleje.

Echo de menos sus cosas, mis cosas. Echo de menos el espacio neutro que supone el juego de empezar a escribir con la consigna del “pásalo bien y que te guste”. Nada de todo eso está al alcance de un click. Ya nada está al alcance de nada.

 


domingo, 12 de noviembre de 2023

UNA VEZ MÁS Y TODAS LAS QUE HAGAN FALTA



Me despierto cada día a la misma hora, da igual que sea martes o que sea domingo. La diferencia entre un día y otro no es el tiempo que marca el reloj sino que, cuando no hay necesidad, intento estar un poco más en la cama antes de levantarme. Pero hoy vuelve a ser domingo y me despierto a la misma hora de siempre y no pienso en estirar un poquito más, no hay tiempo. Pongo los pies en el suelo, y aunque hay días que el desanimo es grande, creo que vale la pena volver a salir a la calle, hacernos oír y poner de manifiesto que estamos hartos del abuso y de que se nos venda siempre por el interés de los que comen del presupuesto y que fuera de él no saben que hacer. Ha ganado la mediocridad, el cortoplacismo y la ignorancia sobre lo que es el Estado de Derecho y la enorme pérdida que supone su falta de respeto. No todo vale y los acuerdos firmados por el PSOE con JUNTS PER CATLUNYA son una vergüenza y una verdadera infamia. Es difícil encontrarles una justificación más allá de la necesidad de vender a todo un país para seguir en la cabeza del gobierno. Ni la convivencia, ni un gobierno progresista, ni la comprensión a una posición nefasta para el global de la ciudadanía, son una explicación razonable. Los acuerdos gubernamentales deben respetar las Leyes, la separación de poderes y el control de su legitimidad. Los partidos, cuando acuerdan, deben respetar sus programas. Fuera del imperio de la Ley el futuro es oscuro y aciago. Es vergonzoso escuchar que los acuerdos a los que llega el PSOE son democracia; que los acuerdos son legítimos. Todas esas explicaciones son falsas en lo fundamental. Lo pactado por el PSOE no iba en su programa electoral.
Uno de los elementos fundamentales de las democracias y los Estados de Derecho es la total separación de poderes. Uno es contrapeso del otro. Y todos, absolutamente todos, estemos sometidos a leyes elaboradas bajo estrictos procedimiento y cuyo contenido debe respetar los principios y derechos que del marco constitucional que nos ampara a todos. El derecho a la igualdad, la seguridad jurídica, etc., no son cuestiones baladíes.
Los políticos deben ser servidores públicos cuando llegan a los órganos legislativos u ejecutivos y deben, porque así lo establece la propia Constitución, promover las condiciones para que la libertad y la igualdad del individuo y de los grupos en que se integra sean reales y efectivas. La Constitución es nuestro marco normativo y garantiza el principio de legalidad, la jerarquía normativa, la seguridad jurídica, la responsabilidad y la interdicción de la arbitrariedad de los poderes públicos. Parece que algunos, pese a que la juran lo olvidan con facilidad.
Lo que está pasando en este país con la firma del acuerdo por la amnistía y el "lawfare" con el que se llenan la boca los que más delinquen, no tiene nada que ver con la derecha, ni con la izquierda. Nadie con verdadero sentido democrático y de estado puede estar de acuerdo con semejante ignominia, sobre todo cuando los delincuentes no ha mostrado arrepentimiento alguno y ya vociferan que lo volverán a hacer. No hay mayor arbitrariedad que la que en estos momentos se está llevando a cabo. El acuerdo firmado entre un partido que perdió las elecciones y uno que con siete diputados, encabezado por un prófugo de la justicia, pretende el desmembramiento de este país, es la imposición de una arbitrariedad destructiva. Es una aberración jurídica que siembra la desigualdad entre los ciudadanos, que quiebra con el sistema judicial y, de paso, valida que en este país los políticos tienen bula para delinquir sin consecuencias. Saltarse la legalidad tiene consecuencias para el ciudadano de a pie como no puede ser de otra manera. Los políticos y representantes públicos tienen una mayor obligación, si cabe, al respecto de la ley. No pueden saltarse la legalidad sin consecuencias, no pueden vaciar las arcas públicas y manejar el dinero de nuestros impuestos sin ningún control ni consecuencias.
Pero parece que nada de todo eso importa. Nos gobiernan tipos sin escrúpulos, abonados en la mentira, el abuso y la arbitrariedad a los que parte de una sociedad enferma de ideología aplaude y mira a otro lado como si la ruptura del sistema de garantías no fuera con ellos.
Dicen que ganaron las elecciones y no es cierto. Por eso, aunque es domingo y tengo muchísimas cosas que hacer voy a salir una vez más a la calle y no me cansaré de repetir, una y otra vez, que no en mi nombre.


domingo, 29 de octubre de 2023

LA NADA NADEA



Finales de octubre. La combinación de sandalias con jerséis de cuello vuelto no es lo único desconcertante. No piso La Ciudadela desde hace años. Queda demasiado lejos de casa, demasiado lejos de todo. Me sorprendo al descubrir que el parque se ha convertido en una zona de acampada de los que no tiene nada y que conviven con los que, al otro lado del mismo parque, se deslizan venenosamente por las alfombras del Parlament. Es la sociedad del "De ésta saldremos mejores", que ha resultado salir más infantilizada y déspota.Me doy una vuelta haciendo tiempo para que lleguen los demás. Tengo que encontrar la zona del parque infantil. Hemos quedado allí pese a que no va a venir ni un solo niño. El futuro era de ellos, pero ya no sé si pensar que es el futuro que está desaparecido, o si son aquellos niños, que ya no lo son, los que han salido por piernas escapando de lo que se veía venir. El panorama es desolador. Pero no quiero estropear el día, porque hace mucho que lo espero, porque tengo ganas, porque me apetece mucho, porque a veces el refugio tiene nombre propio. Y empiezo a organizar mi propio discurso interior con un manido "No sois vos, soy yo" para intentar convencerme de que está mierda que palpo no es real, que soy yo. Yo y mis cosas. Aunque yo qué sé. Me ordeno pensar algo positivo, algo como las deliciosas galletas de La Veleta que alguien traerá, como ya es tradición; que el pelo me ha quedado fantástico y que la última resolución de Naciones Unidas es un canto a la nada. Me siento en un banco, el que tiene menos mugre de todos los que hay en el paseo, estiro las piernas y escucho la última lista de reproducción. Empieza a ser hora de cambiar los auriculares si no quiero que se caigan de viejos. Pasan las pistas, una tras otra y me quedo quieta, escuchando y esperando. La nada nadea mientras octubre se estira. Mientras el mundo se muere un poco más cada día; mientras me pierdo entre los setos que huelen a orín y desgracia. Se acerca el día de difuntos y algunos aún se remojan en el estanque entre condones y urea. El sol cae a plomo, el asfalto se muestra temblón. Dan ganas de volver a casa, tirar la llave al río y seguir un rato más en la ignorancia buscada. Al final, gana la nada.




domingo, 22 de octubre de 2023

LA NADA MELANCÓLICA


Escojo la peor de las dos butacas. Está coja y con cada movimiento temo acabar en el suelo. En la televisión reponen "Indochina". He perdido la cuenta de las veces que la he visto, de las veces que Eliane (Catherine Deneuve), se convierte en la viva imagen del error, la perdida y de la infinita melancolía. Pero en el cúmulo de los desastres y antes de que llegue la famosa escena del lago, con Elian mirando a un horizonte del que no se sabe si pende el quebrando asumido de un ayer que dejó de asistir hace mucho o si, por el contrario, busca un futuro del que ya no forma parte. Indochina ya no existe. Y como no podía ser de otra manera, la pata acaba cediendo, me doy de bruces contra el suelo de una manera ridícula, triste, y la televisión se funde en negro pidiendo que recargue el saldo. Dudo entre acurrucarme a los pies de la cama en la que mi hermana duerme por primera vez después de tres días en los que intenta burla a todo mal, o levantarme con gran teatralidad, haciendo ver que me sacudo el mal fario que se nos ha pegado y que nos susurra un “es lo que hay” que bien se podría ahorrar. Pero me levanto y veo a mi hermana, despertada por el follón, que intenta reírse. No puedo evitar hacer una reverencia exageradísima y entregársela a ese público tan exclusivo al que tanto debo y admiro. Y mientras hago el payaso, con la rabadilla haciéndose notar, busco en el móvil el lector del código QR para cargar el saldo de la televisión y volver a ver a Eliane entre la gloria y la nada. Mientras, mi querida hermana vuelve a amodorrarse.


 

miércoles, 18 de octubre de 2023

VIVIR EN EL HARTAZGO

 




¡Qué harta estoy! Creo que he resoplado un poco mientras el quejido se me escapa entre los dientes. Cierro la nevera y sigo empujando el carrito hasta el siguiente lineal. Miro la etiqueta, sigo harta, pero es lo que hay. Hablar de los yogures, la quinoa o de las compresas para las pérdidas de orina, es entrar en el hiperbólico mundo de las mentiras y las medias verdades. Lo que ocurre en el supermercado no es muy distinto a lo que ocurre en cualquier otro ámbito de la vida. Ni los yogures son yogures, ni nada es lo que parece. La desinformación; las noticias enmascaradas para que parezcan una cosa o la contraria en función de quien las da; los muertos buenos y los muertos malos; la negligencia y la impericia; la falta de moral y de decencia. Cada uno somos hijos de nuestro tiempo y que eso sea así, como lo es, nos convierte en una masa viscosa a la que nadie querría acercarse ni con un palo.

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Me froto lo nariz por encima de la mascarilla, aunque a ratos, casi sin darme cuenta, cuelo el dedo para rascarme un poco más fuerte y casi de inmediato me siento mal. No me he lavado las manos desde hace un par de horas y, con esa mala suerte que nos persigue, cabe la posibilidad de que me lleve a casa el bichito que a ella la tiene hospitalizada y a los demás dando tumbos entre el miedo y la rabia. 

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Me pruebo los pantalones. La cinturilla baila un poco y eso es siempre una alegría Pero la fiesta en un probador siempre es fugaz y dura hasta que te da cuenta que, entre las dos prendas elegidas, has escogido la de tallaje mayor para probarte primero. Se diluye la alegría y llega el hastío. Se los devuelves a la chica que pliega la ropa entre la resignación y el cabreo porque lo del cuerpo normativo será una esclavitud pero ahí está, dando por saco a diestro y siniestro por mucho que cada día te cisques en la norma.

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Intento tomar un café en Villanueva, nada. Bajo hasta Serrano, nada. Subo al apartamento, enciendo la cafetera y nada, no funciona. Me tumbo sobre la cama y, desde el hueco que dejan los edificios que me rodean, veo el único metro cuadrado de cielo en el que brilla el sol. Anuncian bajada de temperaturas y una lluvia que tarda en llegar. Tengo todo el día por delante para buscar quién repare la cafetera; para acomodarme a una habitación que se ha convertido en mi casa; para echarle de menos, y para olvidar que en algún lugar del ordenador espera una historia preciosa que ya no es mía.

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No hablo de la guerra. Hoy no.




domingo, 8 de octubre de 2023

NO TODO VALE. NO EN MI NOMBRE

  


Corría el año 2017 y entonces ya empezamos a sospechar que algún día, sobre todo aquello que estaba pasando, vendrían a explicarnos lo que "realmente" ocurrió. Ya en aquel momento, también, empezamos a vislumbrar que el interés de unos pocos iba a blanquear la trascendencia que todo aquello tuvo y que tendrá. El parlamento autonómico se convirtió en la sede de la prevaricación y la corrupción con sus leyes de desconexión y el desconcierto y el temor se fue extendiendo como una mancha de aceite pegajosa. Tomaron las instituciones y lo tiñeron todo con sus lazos amarillosa e impusieron la omertá como principio. Quemaron las calles, quebrantaron la paz social y miles de cosas más que en lo particular convirtió el día a día en algo más que una incomodidad. La calle era suya y nosotros, los que no pensamos como ellos nos convertimos a través de su mala boca en unos colonos, unos ñordos, unos fachas, unos indeseables que no merecíamos vivir donde lo hacíamos porque siempre lo habíamos hecho o simplemente porque nos daba la gana. No fue fácil para casi nadie pero para algunos muy difícil. El señalamiento corría de boca en boca y tus vecinos se convertían en unos chivatos mal nacidos. Hoy, seis años después, todo aquél quebranto se niega incluso por los que lo sufrieron en su propia carne y es utilizado como moneda de cambio por quienes quieren ocupar el gobierno al precio que sea. El insulto, la humillación no tiene límites. Hablar de amnistía, de resolver políticamente las consecuencias jurídicas que conllevó a todo aquello es de una bajeza política sin límites. Porque ni el indulto, ni la amnistía, ni el cambio del Código Penal que tanto benefició a los que delinquieron contra su propio pueblo, nada tiene que ver con la concordia, ni con el mirar adelante. Tiene que ver con una megalomanía rayana a la demencia de quien se cree Dios, Padre y Espíritu Santo. El daño institucional y social de entonces fue muy grave, pero el de hoy, ejecutado por quienes deberían abanderar el Estado de Derecho, es de una magnitud cuyas consecuencias son difíciles de prever. La caída de principios fundamentales como la igualdad, la libertada, el respeto de la Ley y la separación de poderes, no puede dar lugar a nada bueno. Intentan confundirnos dividiendo a la ciudadanía en derechas e izquierdas, pero nada de lo que está pasando tiene que ver con eso. Viene tiempos aciagos. Agarrarse al poder con saña, despreciando a la mayor parte de la sociedad, no es propio de una democracia evolucionada donde políticos se encuentran al servicio de los ciudadanos y no al revés. Cuesta creer que nadie pueda poner coto a tanta locura. Mientras, los que nos quieren gobernar, arrimándose a lo más extremo, a lo más alejado de los derechos fundamentales, siguen jugueteando con todo aquello a un día despreciamos: el miedo, la falta de garantías y la libertad, entre otras cosas. Llega el tiempo de blanquearlo todo para que el futuro sea negro como la noche más cerrada. La deslegitimación ya es absoluta. Conviene no olvidar de dónde venimos y la responsabilidad que en ello tenemos. No vale que nadie nos intenté engañar inventando un relato conveniente para cabezas acomodaticias que han dejado de pensar y se mece entre una ideología que les anestesia sin respetar lo fundamental. Nosotros lo vivimos, estuvimos allí, no lo olvidamos y nos mantendremos en pie.



domingo, 1 de octubre de 2023

AUTUM LEAVES O ESO PARECE

 



Me levanto con picor en la garganta y, como alma que lleva el diablo, me lanzo a por un paracetamol. ¡Lo sabía! Lo supe ayer mismo nada más subir al autobús. En el exterior Cancún, en el interior algo parecido a Siberia en un día tonto. Y ahora ya, casi veinticuatro horas después, los estornudos y el goteo de nariz confirman la predicción formulada entre Balmes y Muntaner. No hizo falta más. Fuera hace un sol espatarrante que no voy a disfrutar. Paso el día regular, leyendo cosas viejas de otros viejos que, como yo, combaten el tedio escribiendo cosas que a nadie interesan. La blogosfera y sus cosas. No tengo hambre, no huelo y me saltan unos lagrimones tristísimos cada vez que intento reprimir un estornudo para no matar de un infarto al perro. Si fuera Nora Ephron, y viviera en Manhattan, esperaría que un ex amante bondadoso o incluso el conserje del Apthorp me trajera una sopa de pollo para arrasar la colonia de virus que campa a sus anchas. Pero solo soy yo, tirada en un sofá mirando a una ladera del Tibidabo que queda tan lejos como Pekín, agotando la única caja de pañuelos de papel que mañana tendré que reponer sin falta y una infusión hecha con agua del grifo. Ahora sí, el otoño ya llegó. Felicidades.



domingo, 17 de septiembre de 2023

BREA




Habíamos reñido por una tontería, una discusión absurda que desencadenó en un silencio que cuanto más se estiraba más escocía. Decidió ignorarme y mi autoestima, en aquel momento hinchada de aire, se vino abajo. No eran los otros, posiblemente ni siguiera él, era yo, así de sencillo. Su silencio, mi desespero; su ausencia, mi ruina. Meses después, en la vorágine absurda que da el vivir en descuento, entré en un centro comercial para emborracharme de música hortera y escaparates tan iguales aquí como en Pekín. Y le llamé. Puede que fuera el algo que vi, o que escuche por la megafonía, ni siquiera lo recuerdo, pero llamé.  Sonó un par de veces y se cortó. De manera inmediata recibí un mensaje sencillo: “Disculpa, ahora no puedo hablar.” Me quedé muda, con el discurso atravesado y solo pude pensar que las plantillas de respuesta son o útiles y criminales a la misma vez. Aquel “ahora no puedo hablar” me persiguió por todo el centro comercial y se fue extendiendo como una mancha de petróleo que me cubrió el cuerpo entero, desde los pies hasta el último recodo que encontró y me dejó la pez pegad durante algún tiempo, hasta que se acabó disolviendo en el olvido, después de hacerme todas las trampas que pude. Tiempo después, me encontré a un amigo de aquellos tiempos atroces. Nos reconocimos enseguida pero en cinco minutos agotamos la conversación. Nos despedimos con un abrazo cálido, la promesa fácil y vacía de volver a verlos. En mi boca un ligero sabor amargo.  Al llegar a casa, Carlos me espera con la mesa puesta y un periódico doblado por la mitad. Le reconocí el gesto y supe que lo que veía después no iba a ser bueno. No lo fue, o tal vez sí. Los puntos suspensivos casi nunca son buenos, necesitan un punto final. El caso es que aquel día, me acosté y un olor a brea, que nadie más olía, me dejó sin dormir durante semanas.










martes, 5 de septiembre de 2023

DEL EXPERIMENTO STRACK Y YOLANDA DIAZ


 

El estado en el que nos encontramos en cada momento tiene una gran importancia para enfrentar las cuestiones del día a día. Si estamos contentos, sonreímos, nos mostramos orgullosos de nosotros mismos, las cosas las encajamos mejor. Es un hecho científicamente comprobado y, si no lo es, que seguro que sí, mi experiencia personal así lo avala. Ayer, mientras mataba el tiempo en el aeropuerto, estuve viendo la intervención artista visual, Mago More, hablando del experimento llevado a cabo por el psicólogo social Fritz Strack, sobre el poder de los cambios conductuales. Para ello el Sr. More, siguiendo las instrucciones del experimento, se valió de un lapicero, unas viñetas y un público curioso. El artista, con el público ya entregado, utilizando el lapicero, puso de manifiesto como nuestra actitud corporal (fruncir el ceño para sostener el lapicero entre la nariz y el labio superior; o sonreír para poder aguantar el lapicero entre los dientes), influye en nuestra actitud mental. Si tengo el ceño fruncido no recibo, ni transmito, la información de la misma manera que si lo tengo distendido y con una sonrisa en los labios que es la conclusión a la que llegó Strak, no el Sr. More. Dejo el enlace para el que tenga curiosidad.

Así que cojo un lápiz, me lo pongo entre los dientes y mi cara dibuja una sonrisa que se sostiene a base de madera, grafito y la necesidad de no arrojarme en brazos de la mala leche. Quiero leer la prensa. No pienso dejar caer el lapicero hasta que cierre el último de los digitales con los que intento ponerme al día sobre lo que pasa en este país, después de la bochornosa jornada que nos regaló la vicepresidenta del Gobierno. Ayer, Yolanda Díaz se reunió, entre sonrisas y toqueteos, con un prófugo de la justicia que, tras intentar quebrar un país, dividir a su sociedad, dejar colgados a los suyos, termino huyendo en el maletero de un coche. Sus actos delictivos están pendientes de ser enjuiciados. La búsqueda de los votos del partido que preside, arañándolos a la decencia democrática y al código penal, es una de las mayores vergüenzas que sufre nuestra maltratada democracia. Pero a la señora sonriente, con bastante poco mérito para estar donde está, todo eso se lo pasa por el arco de la Tena Lady. Conviene no olvidar que el tipo en cuestión es el representante de una derecha carrinclona, xenófoba y malversadora, con unos "principios" que casan mal casa mal el comunismo del que presume la vicepresidenta. Conviene recordar, también, que a día de hoy, Puigdemont se encuentra pendiente de juicio por hechos gravísimos que atentaron contra el Estado de Derecho. Delinquir en este país, si eres político, sale gratis si conviene para mantenerse en el poder. No otra explicación tiene la modificación del Código Penal que eliminó el delito de sedición, como tampoco la tiene la búsqueda de una amnistía que la Constitución Española no permite. Así que aprieto el lápiz para que mi sonrisa Denticlor no decaiga, pese al profundo que me produce el juego sucio que se está llevando a cabo. Cierro las pantallas, una tras otra, intentando olvidar el ruido para centrarme en lo que tengo por delante y dejar de pensar qué más tenemos que soportar. Dejo en paz al lápiz que hoy, se lleva la marca de mis incisivos como premio. Pero en un rato me lo colocaré de nuevo porque esto ya no hay quien lo aguante y la sonrisa, al soltar el lapicero, ha desaparecido por arte de magia potagia.



martes, 29 de agosto de 2023

LEVANTARSE FEROZ

 


Me levanto feroz. No descarto que sea por la pesadilla de una noche de sueño más que movido. Noche de linchamiento que se lleva ahora, y da igual de quién o de qué hables, que estés despierto o que estés dormido. Mal rollo total, lapidación y Código Penal a tutiplén. Aunque estos dos últimos van por barrios en función de quién y de qué. Y me levanto feroz, con el pelo más enmarañado que de costumbre y un dolor de dentadura que se explica por el abandono de la férula de descanso que me mandó el dentista. Feroz, como un caperucita que, por osmosis, se contagia del lobo fiero pero que me dura lo que tardo para el despertador, levantar la persiana y aliviar la vejiga. Y ahora, con menos agua en el cuerpo, pago las consecuencias de un dolor de cabeza que vibra sin parar por desgañitarme en sueños repitiendo que ser un gañan, un machista, un sinvergüenza y un grosero, no te coloca en la casilla del disparadero del Código Penal. Pero, ¿Qué más da? La consigna está en la calle para que abreve la muchedumbre pastoreada por los eslóganes de rigor y se haga política de todo que es lo que ahora se lleva. Vivir en la confrontación del que opina contracorriente es agotador, incluso en sueños. Así que después del primer café de la mañana, mientras intento recolocar la mandíbula como puedo, pienso en la mascarilla natural para el encrespamiento capilar, las pocas ganas que tengo de hacer nada y lo mucho que me está gustando “La primera mano que sostuvo la mía”, de Maggie O’Farrell. Ahí lo dejo, para que puestos a perder el tiempo, al menos se pierda en algo bueno y menos fiero.




viernes, 18 de agosto de 2023

VOMITAR



Una de las mejores maneras de provocarse el vómito es poner en el televisor, o en la radio, da igual, y seguir durante un tiempo prudencial, tirando a corto, cualquier actuación política de este país. Esta mañana, contra lo que muchos puedan creer, mientras se elegía la presidenta del Congreso de los Diputados y su Mesa, no se estaba celebrando la fiesta de la democracia, sino la perpetuación en el poder de un sujeto siniestro, mentiroso, con un ego desmedido y una falta de principios que no tiene parangón y el ascenso al olimpo de los políticos que quieren acabar con este país y la Constitución que lo sujeta, en este momento, ya de manera maltrecha . El panorama político de este país, decidido por los que quieren acabar con él, es como para echarse a llorar hoy y no acabar hasta el 2030 (por aquello de hacer el chascarrillo con la Agenda a la que todos nos remiten). El espectáculo no solo es lamentable, sino que contraviene las más elementales normas de la lealtad institucional y el respeto a la voluntad popular, por decir un par de cosas. La alta política ya no existe. La vocación de servicio mucho menos. Ahora lo que manda es medrar, tener una buena nómina a cargo del presupuesto del Estado e ir añadiendo contactos con los que ir engrasando las puertas giratorias para que no paren nunca.
A los políticos de este país sus ciudadanos les importan menos que cero. Lo fundamental es mantenerse, incluso mediante el equilibrio sostenido entre mentiras, corrupción, deslealtad, falta de solidaridad y la terca tendencia de la ciudadanía a aceptar lo inaceptable cuando los abyectos que promueven esa mierda que huele a kilómetros son "los nuestros". Es lo que este país, cainita hasta la medula, celebra y bendice. Son unos malvados pero son los nuestros, es la bendición de los alienados ideológicos que, por desgracia, se expanden sin vergüenza a reconocer que toda esa basura huele pero es su basura.
Así que ahora solo queda apretarse el cinturón (salvo que se sea diputado, enchufado o delincuente), ver como aumenta la deuda pública; como se asfixia a la ciudadanía con impuestos imposibles y precios desorbitados; como se gasta en lo coyuntural y se olvida lo necesario; como se destruye con saña; como se maquillan los números y se retuercen los conceptos para aventurar una subida en el empleo irreal que contrasta con las colas del hambre que, desde hace muchos meses, discurren como anguilas escurridizas entre las babas de los que salivan por seguir ostentando el poder sin gestionar de manera eficaz y eficiente para los ciudadanos. El tiempo de los lamentos ya ha pasado, ya no hay marcha atrás. El retroceso real del Estado de Derecho y de la separación de poderes entre otras muchas cosas, ya está aquí, por mucho que se niegue y se siga escupiendo al cielo mientras los politicastros de marras dividen en todo una sociedad entre izquierdas y derechas descafeinadas e inexistentes. Es por eso que, en el ecuador de un verano asfixiante, el pensamiento recurrente, cada vez que escucho a la clase política de este país, es "váyanse a la mierda". Y debe ser cosa del calor, o del empacho de leer sobre negociaciones vergonzantes que, al final del día, las ganas de vomitar son muchas. La inteligencia ha muerto, la ideología gana por goleada y el espíritu crítico levita en la nada, pero por aquí seguimos, resistiendo a esta mansedumbre social que atufa.



martes, 8 de agosto de 2023

TE LLAMARÉ MARTES


 

Sin pestañear, sin haber emitido ni un solo suspiro veraniego, llegamos al 8 de agosto. La primera cuarta parte del mes de vacaciones se ha ido a tomar viento sin que haya notado la más ligera brisa a su paso. Acabo "No me gusta mi cuello" de Nora Ephron. Lo empecé a finales del mes de julio, pero perdí la bolsa en la que lo llevaba y hasta ayer, en mitad de la hecatombe que supone guardar tu vida en un trastero prepago, no lo recuperé. Son cosas que pasan cuando vas de un sitio a otro, como si fueran casillas de la oca y tiras porque te toca. Las cosas están, mañana desparecen y, con suerte, vuelven a estar ya no se sabe cuándo. Así que sentada en el suelo de una casa vacía, aprovechando las dos horas de espera a las que me ha sometido el técnico de la caldera, lo he terminado. Mato el tiempo escogiendo el relato con el que me quedaría, si tuviera que hacerlo con alguno. Me decido por "Cosas que me gustaría haber sabido", supongo que porque a todos hay cosas que nos habría gustado saber ante de ser conscientes de que no las sabíamos. Me quedo con "Los secretos no existen" y con "Nunca se sabe". Pero la verdad es que esas dos cosas me las sé, aunque no sé si las he sabido lo suficientemente pronto o lo suficientemente tarde. El tiempo siempre es relativo pero la falta de conocimiento, de cierta consciencia no lo es. Hacer el panoli es muy fácil. Hacer el panoli, el canelo, el bobo, poco tiene que ver con la edad y mucho con algunas dosis mal repartidas de ingenuidad. Pero estamos a 8 de agosto. Sé que los secretos no existen; que nunca se sabe y que las cosas, con el tiempo, no siempre mejoran, pero tampoco empeoran. Los secretos solo son realidades que se intentan ocultar a otros, no siempre con éxito, aunque otros disimulen. Pero puede, aunque nunca se sabe, que algunos secretos queden bajo el cobijo exclusivo de dos cuerpos y cuatro piernas que hoy se evitan. El tiempo pasa demasiado rápido y no hay marcha atrás (ésta también debió de anotarla la Sra. Ephron, aunque tal vez también lo hizo).

El calor aprieta y, desde este suelo que he convertido en mi tablero de juego, pienso en la secreta historia que nació al socaire de un encuentro extraño que le dejó en el cuello la marca de unos dientes que apretaron un poco más de lo prudente y un poco menos de lo ansiado. Un verano que se partía entre dos juegos de piernas que se entrelazaban pese al calor, pese a la humedad y las pocas posibilidades de que de entre ellas saliera algo más que el rastro acuoso de una locura. Un secreto raro.




lunes, 31 de julio de 2023

AGOSTO LLAMANDO A LA PUERTA




 

Armada con el abanico y una botella de litro y medio de agua congelada, veo los anuncios del verano. Pieles tersas y morenas que corren ligeras por playas que susurran un “Volver a verte, volver a verte”. Cuerpos tan esbeltos que no existen o, al menos no por aquí, gracias a Dios y a los carbohidratos. Pero la tele vende lo que vende y muestra unas fantasías estupendas que se da de bofetadas con la vida que late fuera de la pantalla. Lo mismo ocurre con las revistas de moda que se empeñan en colocar, a quien pueda pagarlas, cremas anticelulíticas, reafirmantes, exfoliantes e intenta maravillarnos con sus efectos y cualidades milagrosas, mostrando cuerpos que no lo necesitan, por edad y porque se les ha pasado Photoshop como a una paletilla de jamón de york se la pasa por el cortafiambre. Los publicistas odian la realidad y se les nota. Y es que la realidad pesa, cruje, huele y con el tiempo se vuelve tozuda. Es entonces cuando, entre la nebulosa publicitaria que hemos engullido, se empeña en devolvernos la imagen de alguien que creemos que es otro, porque no queremos reconocerlo, pero no, somos nosotros con su correspondiente dosis de objetividad. 

Somos lo que somos. Con los años encojemos; engordamos o adelgazamos en exceso; perdemos o ganamos vello; y la gravedad se pone exquisita. Frente al empecinamiento de la naturaleza no cabe otra que la resignación y relajarse un poco, aunque intentemos disimularlo haciendo complicadas y repetitivas tablas de ejercicios de fuerza que nos agotan, dietas que empiezan cada lunes y no llegan al martes, cremas que nos vacían el bolsillo y espejos combados con los que nos engañamos un rato. Pero, no somos tontos del todo y por eso, con la estocada de realidad en todo lo alto, nos gusta escoger el “Volver a verte, volver a verte”, aunque sea para hacer la croqueta, con nuestras lorzas por bandera, en una playa cualquiera del litoral mediterráneo. Feliz Verano, con sus cañas y sus cosas.


 

lunes, 24 de julio de 2023

DEL ESTADO DE MI CUESTIÓN




El país ha votado y a mí, que el sábado me dio un golpe de calor morrocotudo, me tiene desganada, desvaída, incluso un tanto indiferente. Y no es que me importe poco lo que pase a mi alrededor, no es eso. Es que con el tiempo y un par de bofetones de realidad inmediata, he aprendido que si de alguien no te puedes fiar es de los políticos. Da igual lo que salga en las urnas porque después pastelearán entre unos y otros para que aquello que la gente votó no valga para nada. Por aquí sabemos de qué va el tema. Supongo que es por eso que, entre vomitona y vomitona (que no negaré que como attrezzo de lo que vivimos, le viene al pelo), pongo la directa y paso de comentaristas, presuntos pactos y cualquier cosa que se nos escapa de las manos y que, me atrevo a decir, poco tienen que ver con el interés general y mucho más con el apego de unos cuantos a sus nóminas a cargo de un Estado en el que se ciscan día sí y día también. La relación que tiene este país con su Gobierno es enfermiza desde hace muchas legislaturas. Puede que esta extraña manera de vincularse con quien manda forme parte del hecho diferencial de los ciudadanos de este país, incluidos aquellos que se consideran extranjeros dentro del mismo. No hemos aprendido, pese a que para otras cosas parece que lo tenemos muy claro que si te mienten, te roban y te chulean lo que hay que hacer es salir corriendo del lado de ese que te tima, te engaña y te sablea sin compasión. Tampoco hemos aprendido que hay cosas que no se pueden consentir y que, a veces, incluso a los “nuestros”, los que sean, hay que decirles basta. Pero da igual, aquí nos quedamos anclados en una dicotomía que soporta mal la realidad.  Ha llegado la hora del ruido y del esperpento. Veremos actitudes y actuaciones que de democráticas tendrán poco, pese a que se diga lo contrario.  Toca replegarse a los campamentos de invierno, refugiarse en uno mismo, hacer hucha, reivindicar que a las cosas se las empiece a llamar por su nombre y que alguien, con sentido común, baje el volumen a este ruido insoportable. Yo de momento, estoy que no puedo y voy a vomitar un rato. El sol de verano a veces te deja hecho polvo.



martes, 18 de julio de 2023

AMARILLO, SUBMARINO NO ES

 


Primero unos zumbidos. Después, unos golpecitos. Uno tras otro y vuelta a empezar. Podría estar en el interior de un submarino. El sonido debe ser similar. Pero no, esto no es un submarino, ni tampoco en un paseo de veinte mil leguas. Me entra claustrofobia. Pero soy obediente, ahora incluso un poco temerosa e intento concentrarme en un paisaje agradable. Pienso en agua fresca. Un río, una playa, una piscina. Una alberca arrullada por el sonido de las chicharras un mediodía de agosto. Todo vale, nada sobra. Llegan nuevos golpes, ahora un poco más intensos y estoy tentada de apretar el botón. Me pica la nariz. Pero aquí no se rasca ni Dios. Y me quedo adormecida. Lo sé porque siento un poco de frío y en la vida despierta el calor no da tregua. Sólo aquí puede hacer frío. Aquí todo es distinto. Áspero, frío, incierto, incómodo. Me viene a la cabeza algo que recoge Uriarte en sus “Diarios”. Se puede ser un cabrón y escribir bien, y que es posible que solo los cabrones escriban bien. Espero que pase lo mismo con el tipo que ahora mismo me remira por dentro. Es un cabrón petulante, pero espero que sea el mejor. 



viernes, 7 de julio de 2023

PUTO JULIO

 



El metro va medio vacío, hace frío aunque julio aprieta con un calor y una humedad imposible. Google te recuerda y, de paso, me envía una notificación para que yo también me acuerde. el pasado bucea entre bit y se queda tan ancho ¡Qué locura! Entra un tipo con un equipo de música más grande que el mismo. Empieza a sonar un ritmo machacón, un chunda-chunda que no presagia nada bueno pero, como no hay posibilidad de escape, habrá que conformarse y reconocer, pasado el primer minuto y antes de llegar a la siguiente estación, que la cosa no está tan mal. Nada mal. El acompañamiento no le acompaña, pero menuda voz. Una estación más y ahora pasa con un sombrerito para la propina y un letrero con sus datos de Instagram. Lo busco, me pongo los auriculares y escucho un par de grabaciones. Le doy a seguir, aumento su lista de seguidores y voy pasando de vídeo en vídeo mientras alucino con el vozarrón. Si eso no es talento yo ya no sé. Pero también es verdad que yo hace mucho que ya no sé nada y que me conformo con asombrarme yo sola aunque eso, que a mi me parece maravilloso, no sorprenda a nadie. Veo y escucho las doce grabaciones que tiene colgadas y me asombro. Lo maravilloso y extraordinario que tiene el talento es que es particular. Y la naturaleza, sabia y tacaña, lo reparte con cuenta gotas. Vuelvo al recuerdo de Google, pulso el visto y sigo mientras me froto la frente. Quiero llegar a la siguiente estación, escapar del frío del aire acondicionado y endilgarme un helado, de vainilla a poder ser, que no se lo salta un gitano. Puto julio.



miércoles, 28 de junio de 2023

COMO LA GRAN DUQUESA


 

Doña Cortes, nacida en Jaén, es una mujer encantadora a la que la vida se le puso de canto cuando aun no levantaba un palmo del suelo, y se le volvió del revés cuando la AP7 le arranco a su marido. Siempre habla de la autopista, nunca del camión contra el que se empotró. Y la penas quedaron selladas, para siempre, bajo el gris oscuro casi negro del asfalto. La vida es así, una grandísima hija de su madre, dice. Mi relación con Cortes una tarde en el supermercado comenzó hace ya algunos años. No funcionaba el pago con tarjeta y me faltaban unos cuantos euros para pagar la compra. Empecé retirar productos con un “quítame esto y esto otro, espera, esto también”. Cortes, que no anda nada boyante, se ofreció a prestarme el dinero. Que ya se lo devolvería, que sabía dónde encontrarme, que me conocía del barrio. Juro que no la había visto en mi vida, pero ella a mí sí. Se lo agradecí mucho, muchísimo, pero le dije que no era necesario, que lo imprescindible lo llevaba y lo otro podía esperar a otro momento. Volvimos caminando juntas hacia casa, vivimos a la escasa distancia de dos portales. Ella lo sabía, yo no. Su casa tiene vistas a la calle y yo más ciega que Santa Lucía. Ahora lo sé, antes no lo sabía. Desde entonces, cuando paso por delante de su portal, levanto la vista por si la veo en su ventana. A veces anda por ahí, vigilando que nadie se lleve las calles y al pasar levanta la mano para saludar como si fuera la Gran Duquesa María Nikoláyevna. Pero Cortes, Doña Cortes, ha vuelto a Jaén. Dicen que no podía seguir viviendo sola. Que abría la puerta a cualquiera, que igual comía que igual no, que todo la irritaba y que no quería que nadie la manejara en su casa. Si fuera por todo eso, también a mi deberían reprenderme. La persiana está bajada y ya nadie nos guarda la calle. Me apena no haberme podido despedir de ella. Ni siquiera sé exactamente cuando marchó.  A veces, cuando pienso en la vida, en lo mayores que nos vamos haciendo todos, me entristece la idea de la falta de autonomía. ¿Qué será de nosotros cuando ya no podamos seguir viviendo como queremos? Puede que entonces, a traición, alguien decida que tengo que salir de mi casa, por mi bien. Y puede que, en ese momento, como le pasaba a Cortes en los últimos tiempos, entre en un estado de rebeldía e irritación que me tenga que comer con patatas porque entonces, a los ojos del mundo, ya no seré nadie y me sentiré, si la cabeza aún me sostiene, como la Gran Duquesa destronada. Como la propia Cortes.



lunes, 5 de junio de 2023

DEJÀ VU


 

Remuevo las cosas que tengo en la estantería y cae al suelo un ejemplar de Montevideo de Vila-Matas. Tengo dos. No, en realidad ya no tengo dos, aunque los tuve. Uno lo compré al poco de salir y el otro lo volví a comprar al cabo de un tiempo, cuando quise empezar a leerlo y no encontré el ejemplar. Tuve dudas sobre si de verdad lo había comprado o si sólo había soñado. En aquellos días, pasaba unos momentos confusos. Llegué a inspeccionar el extracto de la tarjeta de crédito, pero ni aun así salí dudas. Si no tiene que ser, no será, pensé. Y así quedó la cosa. Al cabo de unos meses, andando un tanto revuelta y hasta el hiponcóndrio de todo en general, decidí poner remedio, aunque fuera a tiempo parcial. La gente le da a las benzodiacepinas, a la cocaína y otros, sin duda, a lo que buenamente pueden. Lo mío era infinitamente más sencillo, menos tóxico, e incluso con expectativas. Quería un par de libros. Ninguno en especial.

Al día siguiente, me fui a la librería a por material. Apagué el teléfono, me paseé entre las mesas, esperando que, si el mundo ardía, o si caía el meteorito que nunca llega lo hiciera mientras yo me encontraba ahí dentro. Tropecé con una de las mesas, cayeron varios libros al suelo y tuve una especie de dejà vu. Igual tocaba llevarse a casa Montevideo, a fin de cuentas, lo había tenido en mis manos, o eso creía, y ahora lo volvía a tener, aunque fuera de manera accidental, pero por algo sería. Compré un ejemplar.  Dos días más tarde, en uno de los armarios de la cocina, apareció el primer ejemplar desaparecido. Y apareció sin tener que atarle nada a nadie, ni tener que invocar a santo alguno. Asomó entre los libros de la cocina, por sorpresa, como quien aparece para tocarte los cojones y recordarte que hay que poner más interés en las cosas. Guardé el ejemplar, el primero, en el bolso y se lo regalé al portero del edificio. El segundo, el que vino a sustituir a aquel primero, quedó sobre la mesa del comedor, cerrado a cal y canto y desapareció de nuevo. Pensé que tal vez era una señal, que Vila-Matas no quería saber nada de mí, como yo no quise saber nada de él durante algún tiempo. Dejé de buscarlo.

Añoré el tiempo de vino y rosas. Cuando charlar estaba bien y arrancábamos tiempo a la miseria del día a día para enzarzarnos en conversaciones que daban algo de sentido al aburrimiento vital. La anécdota con el maldito Montevideo empezaba a ser antológica, tan absurda como para contarla. Recordé, también, que “El amor es más eterno que el silencio de la muerte”. Y no lo dije yo, lo dijo él. Se lo leí en una entrevista. Y debe de tener razón. La tiene seguro, porque si es así, esto no hay quien lo entienda. He vuelto a encontrar Montevideo. Y me he dicho que ni tan mal. Que quizá ha llegado el momento de recuperar algo de esa eternidad, si es posible, aunque no lo tengo muy claro.

 


domingo, 21 de mayo de 2023

FUERZA Y HONOR


 

No tengo ganas de que me sangren los ojos y tampoco los oídos. Estamos en campaña electoral y la cosa va a peor a cada día que pasa. Ha quedado inaugurada la tómbola nacional en la que parece que casi todo el mundo va a llevarse el premio gordo. Rectifico, todos menos los ciudadanos comprendidos entre los 30 y los 65 años a lo que ni el cine, ni el bono cultural, ni el interrail. Ni una poca mierda nos va a tocar, salvo la seguridad de que el cinturón habrá de apretarse hasta asfixiarse, soportar la cruz impositiva que supone ver perder tus ingresos en gastos que no sirven para nada, y sufrir la pérdida de rumbo de un país que se va reduciendo a cenizas, en todos los sentidos. Pero entre la falta de ganas y de tiempo, ando en medio de una mudanza, espero que la campaña y la tómbola terminen pronto. Lo de salir de ésta, pues ya lo veremos.


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He nadado y visto estrellas. Es algo que tiene que ver con el parpadear muy rápido con la cabeza sumergida en el agua y avanzar poco a poco. Conviene no abusar.

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"¿Te llegan mis mensajes?¿Tienes cobertura? Entonces, ¿Por qué no contestas?" Supongo que las dos primeras respuestas tienen una respuesta sencilla y única, y es que sí. La tercera es la que más matices tiene y van desde: Porque no me da la gana, porque espero que te mueras, porque estoy pendiente de que me entierren. Puede sonar grosero pero las desapariciones tienen estas cosas un poco vergonzantes, sobre todo cuando los interfectos se ubican, por ejemplo, en Guadalajara. No hay excusa. A finales de los ochenta había una canción que vendía la versión cara A de la misma historia, de desapariciones y ganas de dar por saco. Decía algo así como: “Cuando crees que me ves cruzo la pared, hago chas y aparezco a tu lado. Quieres ir tras de mí, pobrecito de ti, no me puedes atrapar”. Se la tarareo y le digo que la busque en Spotify o en YouTube. Intento decirle que el mal que ahora le aqueja, que los modernos llaman “ghosting”, (porque cada día somos un poco más imbéciles), es intemporal y que solo se pasa haciendo borrón y cuenta nueva. La vida es demasiado corta para quedarse varado en un esquinazo esperando el “chas” de quien no sabe siquiera decir un adiós o un hasta luego. Me toca invitarle, la edad y la nómina se imponen.


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Bailar con el delantal de la cocina y el cazo en la mano como si fuera una perfecta Doris Day. Saltitos menudos, pasito tras pasito y un pequeño golpe de cadera de la cocinera ideal. Es domingo y cocino para toda la semana como una moderna. Salta la pista y ahora ya simulo ser Peggy Lee en un más que torpe playback, acabo unas lentejas que quedarán en la nevera hasta mediados de semana. La vida moderna o como joderse un domingo a base de bien, pero menos.

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Dos calles más allá está la casa de Ihna y Oleksandr. Nacieron en Kiev pero viven en esta ciudad desde hace más de diez años. Los conozco poco, pero ahora sé dónde viven porque de su ventana cuelga una bandera enorme de Ucrania. Por su casa, como si de un puente se tratara, han pasado familias rotas en busca de esperanza. Cada día, cuando vuelvo del trabajo, paso por delante. Tienen las cortinas abiertas y se ve el reflejo de la luz de una pantalla. Solo puedo murmurar “Fuerza y honor”.

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He notado como si quisiera venirme la regla. Me tomo un ibuprofeno para evitar que los ovarios se pongan en modo explosivo. Respiro hondo y me lo trago después de partirlo por la mitad. Vuelvo a respirar. Menuda mierda, ya no recuerdo cuando fue la última vez que me vino y en casa no queda ni un solo tampón. Creo que fue el año pasado cuando la ciencia y la ginecología anunciaron que la menopausia había llegado para quedarse. Lo que me pregunto ahora, ibuprofeno mediante, es si la menstruación vuelve como el turrón el Almendro, cuando le da la gana y sin  necesidad de que sea navidad.