viernes, 18 de agosto de 2023

VOMITAR



Una de las mejores maneras de provocarse el vómito es poner en el televisor, o en la radio, da igual, y seguir durante un tiempo prudencial, tirando a corto, cualquier actuación política de este país. Esta mañana, contra lo que muchos puedan creer, mientras se elegía la presidenta del Congreso de los Diputados y su Mesa, no se estaba celebrando la fiesta de la democracia, sino la perpetuación en el poder de un sujeto siniestro, mentiroso, con un ego desmedido y una falta de principios que no tiene parangón y el ascenso al olimpo de los políticos que quieren acabar con este país y la Constitución que lo sujeta, en este momento, ya de manera maltrecha . El panorama político de este país, decidido por los que quieren acabar con él, es como para echarse a llorar hoy y no acabar hasta el 2030 (por aquello de hacer el chascarrillo con la Agenda a la que todos nos remiten). El espectáculo no solo es lamentable, sino que contraviene las más elementales normas de la lealtad institucional y el respeto a la voluntad popular, por decir un par de cosas. La alta política ya no existe. La vocación de servicio mucho menos. Ahora lo que manda es medrar, tener una buena nómina a cargo del presupuesto del Estado e ir añadiendo contactos con los que ir engrasando las puertas giratorias para que no paren nunca.
A los políticos de este país sus ciudadanos les importan menos que cero. Lo fundamental es mantenerse, incluso mediante el equilibrio sostenido entre mentiras, corrupción, deslealtad, falta de solidaridad y la terca tendencia de la ciudadanía a aceptar lo inaceptable cuando los abyectos que promueven esa mierda que huele a kilómetros son "los nuestros". Es lo que este país, cainita hasta la medula, celebra y bendice. Son unos malvados pero son los nuestros, es la bendición de los alienados ideológicos que, por desgracia, se expanden sin vergüenza a reconocer que toda esa basura huele pero es su basura.
Así que ahora solo queda apretarse el cinturón (salvo que se sea diputado, enchufado o delincuente), ver como aumenta la deuda pública; como se asfixia a la ciudadanía con impuestos imposibles y precios desorbitados; como se gasta en lo coyuntural y se olvida lo necesario; como se destruye con saña; como se maquillan los números y se retuercen los conceptos para aventurar una subida en el empleo irreal que contrasta con las colas del hambre que, desde hace muchos meses, discurren como anguilas escurridizas entre las babas de los que salivan por seguir ostentando el poder sin gestionar de manera eficaz y eficiente para los ciudadanos. El tiempo de los lamentos ya ha pasado, ya no hay marcha atrás. El retroceso real del Estado de Derecho y de la separación de poderes entre otras muchas cosas, ya está aquí, por mucho que se niegue y se siga escupiendo al cielo mientras los politicastros de marras dividen en todo una sociedad entre izquierdas y derechas descafeinadas e inexistentes. Es por eso que, en el ecuador de un verano asfixiante, el pensamiento recurrente, cada vez que escucho a la clase política de este país, es "váyanse a la mierda". Y debe ser cosa del calor, o del empacho de leer sobre negociaciones vergonzantes que, al final del día, las ganas de vomitar son muchas. La inteligencia ha muerto, la ideología gana por goleada y el espíritu crítico levita en la nada, pero por aquí seguimos, resistiendo a esta mansedumbre social que atufa.



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