domingo, 25 de febrero de 2024

CÉFIRO


 

Cuando llegué llovía un poco. Llené la habitación de gotas de agua, desde la puerta hasta el baño compartido. Un reguero de agua que, al mirarlo desde su cama, le humedeció los ojos. La vida sigue fuera, dijo. Me acerqué a la ventana, ofreciéndole la espalda y desde allí, escondiéndome de ella y de mí misma, le dije que sí, que la vida seguía ahí afuera y allí mismo también.  

Ha pasado una semana. Entramos en la tercera semana del tercer ingreso y en la habitación, cuando llego, no hay nadie. Su compañera marchó el viernes y ella, mucho más delgada que el fin de semana pasado, está de viaje con el celador. Volverá cuando termine el turismo sanitario con el que cada cierto tiempo le desmadejan la rutina. No tengo nada que hacer, solo esperar. Y espero, y espero mucho, porque cada segundo que pasa se convierte en una carga pesada que hace que el reloj avance con una lentitud agónica. Fuera llueve, hoy también. Desde aquí, contemplando la lluvia caer, podría hablar de la sequía discontinua y de lo asombroso que resulta ver como cuatro gotas de agua devuelven algo de alegría a los parterres que rodean el edificio. Ayer tan pardos, hoy medianamente verdes. Saco el teléfono móvil y escribo en el buscador el nombre del viento que trae la suave brisa de la primavera. Céfiro. Lo pronuncio bajito, como si fuera un secreto. Vuelve medio dormida. Le toco la cara hinchada y caliente como una hogaza de pan recién hecho. Un día abriré esta ventana que alguien cegó para que nadie caiga en la tentación de perseguir la esperanza en que se convierte el velo de agua que queda entre las baldosas tras una lluvia que nadie espera. Y la abriré para que entre el aire y la primavera no pase de largo.




martes, 13 de febrero de 2024

GYPSOPHILA MON AMOUR

 



La paniculata es una flor menuda, nada ostentosa. De hecho, es una flor sencilla y su función, meramente decorativa, queda relegada casi siempre a acompañar a otras flores mucho más vistosas. Pero la paniculata, como suele ocurrir con las cosas pequeñas y puras, es preciosa por sí misma, aunque pueda parecer un poco cursi, y contribuye a elevar el grado de bienestar desde el mismo momento en el que se fija la atención sobre ella. Mai es la florista de referencia, la mía y la de medio distrito, y me hace inmensamente feliz sin ella saberlo, sin reparar en que cada vez que asomo a su quiosco, tan pequeño como abigarrado, mis niveles de dopamina suben hasta casi reventar y convierte, un día brumoso, mentalmente pesado y emocionalmente fluctuante, en algo totalmente distinto y medianamente convincente. La gypsophila, rotundo nombre científico de la flor en cuestión, combina muy bien con las hojas de eucalipto, con los pensamientos oscilantes, con el deseo que se desliza entre medias verdades, con "Blue bolero" de Abdullah Ibrahim, y con el recuerdo temblón de su aliento ausente. 




viernes, 2 de febrero de 2024

SIMPLES Y TAN BANALES

 

Amanece en Berlín. Suena una canción de Mina que nos viene al pelo. Subo el volumen y aprieto el paso. Somos “simples y tan banales, diría previsibles y siempre iguales”. Me duele la rodilla, el tacón del botín no ayuda. Pero el dolor llegó para quedarse y hay que hacerse a lo que hay. Es también así de simple y poco banal. ¿Dónde debe estar? ¿Qué estará haciendo? ¿Vive? Esquivo adoquines y los restos de la última nevada. Y sigo. Doblo la esquina y, como siempre que me encuentro lejos de casa, pienso en esa coincidencia de relato de revista en las que dos,que llevan sin verse una eternidad, se encuentran de manera inesperada, en un entorno impreciso, y el encuentro se badea entre entre la sorpresa y una leve felicidad que no deja de ser extraña. Pero tras la esquina solo hay el viento frío que llega del Havel y el cambio de ritmo de una canción que ya terminó, pero que deja la estela de perdida inasumible que siempre dejan las ausencias inexplicables. “Sin ti es como no ser nada”. Es todo raro, incluso aquí.