viernes, 2 de febrero de 2024

SIMPLES Y TAN BANALES

 

Amanece en Berlín. Suena una canción de Mina que nos viene al pelo. Subo el volumen y aprieto el paso. Somos “simples y tan banales, diría previsibles y siempre iguales”. Me duele la rodilla, el tacón del botín no ayuda. Pero el dolor llegó para quedarse y hay que hacerse a lo que hay. Es también así de simple y poco banal. ¿Dónde debe estar? ¿Qué estará haciendo? ¿Vive? Esquivo adoquines y los restos de la última nevada. Y sigo. Doblo la esquina y, como siempre que me encuentro lejos de casa, pienso en esa coincidencia de relato de revista en las que dos,que llevan sin verse una eternidad, se encuentran de manera inesperada, en un entorno impreciso, y el encuentro se badea entre entre la sorpresa y una leve felicidad que no deja de ser extraña. Pero tras la esquina solo hay el viento frío que llega del Havel y el cambio de ritmo de una canción que ya terminó, pero que deja la estela de perdida inasumible que siempre dejan las ausencias inexplicables. “Sin ti es como no ser nada”. Es todo raro, incluso aquí.




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