martes, 31 de agosto de 2021

BOQUITA DE PIÑÓN

 



La seguridad existe o no existe. Sin embargo, la percepción que cada uno tiene de ella varía mucho de una persona a otra. Esta distinta manera de percibir las cosas depende de muchos condicionante. A veces depende de las experiencias propias y otras de la manipulación de la información que se recibe sobre esa cosa en concreto. La percepción de la ausencia de peligro, de confianza en lo que nos rodea, es lo que entendemos por seguridad. Debo decir que tanto yo como las mujeres que me rodean, que no son pocas, tenemos la suerte de haber nacido en un país seguro. La integridad física y psíquica está garantizada y sus ataques, que obviamente existen, se persiguen y se castigan. Me siento segura viviendo donde lo hago y puedo afirmar con toda rotundidad que mis actividades, tanto pública como privadas, no se han visto jamás limitadas ni cercenadas por mi condición de mujer. Sé que es una gran suerte, pero mi suerte, como digo, es en general la misma que la de mis vecinas. Y sé también, que cuando esta suerte no las acompaña existen remedios legales y personales para ello. Sin embargo, Irene Montero, a la sazón Ministra de Igualdad, ha incorporado como una actividad principal de su ministerio la generación de un estado de alarma constante y la divulgación del miedo. La Ministra tienen la lengua muy larga y el paso muy corto, por eso, entre su más que discutible capacidad para ocupar el puesto que ocupa, hace gala de un simpleza extraordinaria que produce bochorno en cualquier mujer con dos dedos de frente tenga la ideología política que tenga. 

La Ministra es boba y ligeramente malintencionada. España no es Afganistán y ella lo sabe, como lo sabemos todas. Pero cuando no se da para más, la torpeza y la estupidez se esparce sin dejar hueco a un pensamiento sensato. Es el problema de la Ministra. Por eso no estaría de más que entre el tiempo que le deja su ministerio intentara pulirse un poco y para ello podría empezar con el estupendo ejercicio de entrevistarse con alguna de las  mujeres afganas que acaban de llegar a nuestro país para que de viva voz le relataran, no solo como ha sido su vida a lo largo de estos años, sino como era la de su madre, la de su abuela. Pero la Ministra, a la que le mola rodearse de acolitas, acólitos y acolites que le bailen el agua, le pongan tartas y le cuiden a su hijita (no sabemos el motivo pero los dos hijitos varones nunca son mostrados en sus rondallas ministeriales), estos testimonios no le interesan para nada. Lo suyo es poner morritos de mucho interés y lanzar peroratas que la dejan a la altura del betún. Daría mucha pena si no fuera por el mal que causa y lo mucho que nos cuesta. Pero la culpa de esta mujer, de la que se desconoce el mérito profesional para ocupar el puesto que ocupa, sino de quien la sostiene, por puro interés, portando una cartera que le viene algo más que grande. Así que la próxima vez que la Ministra suelte una perla por la boquita de piñón que Dios le dio que nadie olvide quien hay detrás.




domingo, 22 de agosto de 2021

MOCHILAS


 

 

Con el mes de agosto tocó hacer la maleta. Coloqué algunas cosas, siempre excesivas para el poco tiempo que iba a estar fuera de casa. Los "por si acaso", como los "ojalá", siempre ocupa mucho. Estos días se publican cientos de fotografía que nos muestran la marcha precipitada de los ciudadanos afganos en aviones que los trasladarán a territorio seguro. Apenas llevan una bolsa de mano, una maleta escueta. Les va toca empezar de cero, empezar desde la nada, sabiendo que una vez salvada la vida hay que continuar viviendo en un mundo que no es el suyo y al van por necesidad. La globalización solo existe para los negocios y para hacer turismo, pero a la hora de reconstruirse la globalidad es sólo un chiste. Lejos de casa todo es difícil, incluso cuando uno consigue salvar el pellejo. Lo desconocido, lo diferente, siempre es hostil y la desconfianza bidireccional. Pero Europa tiene una memoria de corto recorrido y en tres días nadie recordará nada. Seguiremos a lo nuestro, haciendo demagogia de cuanto podamos y esperando que nos toque la lotería. En el occidente de la opulencia y de la memoria diminuta somo capaces de grades aspavientos que duran un segundo y que apenas sirven para nada. La vida no se soluciona agolpe de tweet. Afganistán es un infierno, pero vivir en Europa o en EEUU, una vez se apaguen las luces de la tramoya, tampoco va a ser una fiesta para los que ahora llegan. Les va a requerir un esfuerzo titánico, nadar contracorriente, comprender un modo de vida diferente e integrarse para poder convivir sin caer en la tentación del gueto. Les tocará vaciar la mochila. La que llevan fuera y la que llevan dentro, mucho más grande y pesada. Ante la inmensa tragedia que supone la toma de poder de los talibanes en Afganistán y al éxodo de su población, debemos insistir en la necesidad de defender sin titubeos el ejercicio y la defensa de la libertad, la igualdad y la seguridad que es lo que, aun hoy, nos diferencia del régimen del terror.



martes, 17 de agosto de 2021

MENOS QUE CERO


 

Una ola de calor recorre Europa. España está de vacaciones y las golondrinas cruzan el aire anunciando las altas presiones que alejan la lluvia. El sofoco y la indolencia se ha instalado junto a la hamaca desde la que leemos las noticias que llegan desde Afganistán y ejercemos el derecho a opinar sobre lo que no sabemos o sobre lo que apenas podemos intuir. Pero en la era de la comunicación y del preciado derecho a la libertad de expresión, la posibilidad de decir o escribir cualquier burrada desde la Europa acomodaticia es posible. No quiero hablar de Afganistán, ni sobre la enorme tristeza que produce el fracaso absoluto de los valores occidentales sobre el régimen de la brutalidad y el horror. Lo esencial transciende al maniqueísmo en el que nos empleamos a fondos desde la tumbona y con la jarra de cerveza bien fría. Mañana lo habremos olvidado todo y correremos al supermercado, a la tienda de telefonía, y otra barbaridad, que olvidaremos tan pronto como nos llega, nos llenará las horas. Somos menos que cero.