La seguridad existe o no existe. Sin embargo, la percepción que cada uno tiene de ella varía mucho de una persona a otra. Esta distinta manera de percibir las cosas depende de muchos condicionante. A veces depende de las experiencias propias y otras de la manipulación de la información que se recibe sobre esa cosa en concreto. La percepción de la ausencia de peligro, de confianza en lo que nos rodea, es lo que entendemos por seguridad. Debo decir que tanto yo como las mujeres que me rodean, que no son pocas, tenemos la suerte de haber nacido en un país seguro. La integridad física y psíquica está garantizada y sus ataques, que obviamente existen, se persiguen y se castigan. Me siento segura viviendo donde lo hago y puedo afirmar con toda rotundidad que mis actividades, tanto pública como privadas, no se han visto jamás limitadas ni cercenadas por mi condición de mujer. Sé que es una gran suerte, pero mi suerte, como digo, es en general la misma que la de mis vecinas. Y sé también, que cuando esta suerte no las acompaña existen remedios legales y personales para ello. Sin embargo, Irene Montero, a la sazón Ministra de Igualdad, ha incorporado como una actividad principal de su ministerio la generación de un estado de alarma constante y la divulgación del miedo. La Ministra tienen la lengua muy larga y el paso muy corto, por eso, entre su más que discutible capacidad para ocupar el puesto que ocupa, hace gala de un simpleza extraordinaria que produce bochorno en cualquier mujer con dos dedos de frente tenga la ideología política que tenga.
La Ministra es boba y ligeramente malintencionada. España no es Afganistán y ella lo sabe, como lo sabemos todas. Pero cuando no se da para más, la torpeza y la estupidez se esparce sin dejar hueco a un pensamiento sensato. Es el problema de la Ministra. Por eso no estaría de más que entre el tiempo que le deja su ministerio intentara pulirse un poco y para ello podría empezar con el estupendo ejercicio de entrevistarse con alguna de las mujeres afganas que acaban de llegar a nuestro país para que de viva voz le relataran, no solo como ha sido su vida a lo largo de estos años, sino como era la de su madre, la de su abuela. Pero la Ministra, a la que le mola rodearse de acolitas, acólitos y acolites que le bailen el agua, le pongan tartas y le cuiden a su hijita (no sabemos el motivo pero los dos hijitos varones nunca son mostrados en sus rondallas ministeriales), estos testimonios no le interesan para nada. Lo suyo es poner morritos de mucho interés y lanzar peroratas que la dejan a la altura del betún. Daría mucha pena si no fuera por el mal que causa y lo mucho que nos cuesta. Pero la culpa de esta mujer, de la que se desconoce el mérito profesional para ocupar el puesto que ocupa, sino de quien la sostiene, por puro interés, portando una cartera que le viene algo más que grande. Así que la próxima vez que la Ministra suelte una perla por la boquita de piñón que Dios le dio que nadie olvide quien hay detrás.
Tiempos estos en que hay que explicar lo evidenye.
ResponderEliminarLlevamos una temporadita en que el personal ha perdido la capacidad de no tragarse cualquier cosa.
EliminarLigeramente malintencionada, me parece certero. Lo de ligeramente me parece poco.Creo que el mundo de la ministra es cortito, debería pasarse unos añitos por los lares árabes, y ver lo que se ve, algunas veces incontable, por increible.
ResponderEliminarLa Ministra no da para mucho más que para hacer demagogia y confundir la gimnasia con la magnesia.
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