jueves, 30 de diciembre de 2021

A TRAICIÓN

 



Me siento en la parte trasera. Me recuesto contra el cristal aprovechado que la bufanda es gruesa y que no hace la humedad de estos días atrás.  Empiezo a contar los balcones en los que aún cuelgan las luces de navidad y cierro los ojos. Podría dormirme porque arrastro mal suelo de noches eternas y porque son las siete de la mañana. No hay pasaje y, aunque dicen que los días empiezan a crecer en este invierno estúpido, aquí sigue siendo noche cerrada.  Me pica la nariz y la mascarilla no ayuda nada. La bajo disimulando, como si estuviera cometiendo una acción atroz y el virus, que campa entre el asiento del conductor y la puerta de trasera, fuera a cogerme a traición. Apenas ha pasado la Navidad sin pena ni gloria, aunque a decir verdad, con un poco más de pena de la que estamos dispuestos a reconocer. Se acerca el final del año y, en una burla repetida mil veces, nos baila de frente con lo que parece la carta de un tiempo futuro que pretende mostrarse brillante y mejor. Pero hemos aprendido que los futuribles se sujetan sobre las alambres trileros de los tiempos inciertos. Los grandes objetivos quedarán aparcados en breve pero aun así jugueteamos con ellos sabiendo que la expectativa carece de fundamento y que solo se alimenta de necesidad. Bostezo con una desgana infinita, tan infinita como la línea de la calzada que engulle el autobús.



domingo, 19 de diciembre de 2021

ANTIGENOS, S'IL VOUS PLAIT

 


No sé si debo hacer caso a las recomendaciones que voy recibiendo. Mienten tanto que tomar una decisión, sin saber si lo que haces responde a un criterio científico o no, es parte de ese misterio que tal vez se desvelará cuando ya no importe. He sorteado al virus hasta este momento con la habilidad de una recortadora covid nivel avanzado. Pero ahora, mientras estoy sentada en la silla de pensar, garabateando las tonterías que corresponden a una tarde de domingo desahogada, me llega un mensaje al teléfono móvil. Ya son dos en lo que llevamos de fin de semana. La cabeza empieza a dar vueltas, a resituarse en el lunes pasado, incluso en el viernes anterior ¿Cuándo fue el último día que vinieron presencial?, ¿Estuve con ellos o no? Dos semanas y media atrás, yo no era siquiera persona humana, el trabajo me desbordó y apenas asomaba la cabeza por ningún sitio, pero la semana del puente, que no tuve puente, ya no sé si los vi o si no lo hice. Esta semana a saber.  La fuerza de la costumbre y la repetición de actos me hace difícil encajar los momentos con la gente del trabajo salvo que algo lo convierta en un momento estelar. No lo sé. Se abre grupo de urgencia ¿Comenzamos con teletrabajo o no hace falta?, ¿Hay que cerrar o no hace falta? El virus ha venido a demostrarnos, una vez más, que la vida se te desorganiza cada vez que a lo incontrolable le da la gana. Contesto en el chat un lacónico: Esperemos resultados e instrucciones de protocolo. Tengo que sacar al perro porque él, que puede que sea el único que está a salvo en este momento, no conoce de confinamientos, ni de pruebas de antígenos. Una prueba con traje de farsante que, aunque a veces dice “No” resulta que puede ser “Sí” y que, como la cigüeña en un predictor, te anuncian la buena nueva a base de rayitas.  El número de rayitas, una o dos, marca la diferencia y decidirá la foto de la navidad, un año más.




lunes, 6 de diciembre de 2021

PROBABILIDAD

 


Intento imaginar qué dirías si supieras que llevo semanas sentándome frente a la pantalla del ordenador, abriendo un archivo que escribo para borrar cada frase que intento añadir. Escribir para borrar. Así, una vez, dos veces, quinientas veces. Me levanto de la silla y me pongo a hacer cualquier otra cosa que me distraiga la cabeza. Cuando la tarde me pesa, me voy a la calle y empiezo a caminar hasta que me canso. Y entonces dudo entre deshacer el camino o coger un taxi porque me duelen los pies y  porque justo en ese momento en el que no tengo papel, ni batería en el móvil para crear una nota, algo asoma  en la cabeza que creo que tiene sentido y que se perderá porque lo habré olvidado en cuanto cruce el portal. Y me cago en la tecnología y en la mala suerte de no tenerte cerca. Y al final, derrotada por la contrariedad que construyo con los pequeños fracasos que voy acumulando, vuelvo caminando, aunque me duelen los pies o precisamente por eso, porque de esa manera, concentrada en el dolor que me marca el paso, dejo de sentir como si el mundo nos hubiera dado la espalda y tú pelearas tu vida y yo la mía. Una batalla perdida de antemano aunque tuvo su gracia Puede que hoy vuelva a sentarme para, una vez más, no escribir nada. y dar mil vueltas a la idea del aire y la nada  y esperar, como el que espera un soplo de aire caliente en diciembre, que seas tu quien lo hagas sabiendo que, con toda probabilidad, tu pantalla, si aun existe, seguirá tan vacía como la mía.