domingo, 19 de diciembre de 2021

ANTIGENOS, S'IL VOUS PLAIT

 


No sé si debo hacer caso a las recomendaciones que voy recibiendo. Mienten tanto que tomar una decisión, sin saber si lo que haces responde a un criterio científico o no, es parte de ese misterio que tal vez se desvelará cuando ya no importe. He sorteado al virus hasta este momento con la habilidad de una recortadora covid nivel avanzado. Pero ahora, mientras estoy sentada en la silla de pensar, garabateando las tonterías que corresponden a una tarde de domingo desahogada, me llega un mensaje al teléfono móvil. Ya son dos en lo que llevamos de fin de semana. La cabeza empieza a dar vueltas, a resituarse en el lunes pasado, incluso en el viernes anterior ¿Cuándo fue el último día que vinieron presencial?, ¿Estuve con ellos o no? Dos semanas y media atrás, yo no era siquiera persona humana, el trabajo me desbordó y apenas asomaba la cabeza por ningún sitio, pero la semana del puente, que no tuve puente, ya no sé si los vi o si no lo hice. Esta semana a saber.  La fuerza de la costumbre y la repetición de actos me hace difícil encajar los momentos con la gente del trabajo salvo que algo lo convierta en un momento estelar. No lo sé. Se abre grupo de urgencia ¿Comenzamos con teletrabajo o no hace falta?, ¿Hay que cerrar o no hace falta? El virus ha venido a demostrarnos, una vez más, que la vida se te desorganiza cada vez que a lo incontrolable le da la gana. Contesto en el chat un lacónico: Esperemos resultados e instrucciones de protocolo. Tengo que sacar al perro porque él, que puede que sea el único que está a salvo en este momento, no conoce de confinamientos, ni de pruebas de antígenos. Una prueba con traje de farsante que, aunque a veces dice “No” resulta que puede ser “Sí” y que, como la cigüeña en un predictor, te anuncian la buena nueva a base de rayitas.  El número de rayitas, una o dos, marca la diferencia y decidirá la foto de la navidad, un año más.




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