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domingo, 17 de octubre de 2021

VIVIR SIN MIEDO

 


En el pueblo de Samuel Paty no se atreven a poner su nombre a la escuela en la que trabajó. Alguien mintió, se divulgó la mentira y por ella fue decapitado. Algo va muy mal en Europa cuando el miedo no permite honrar a las víctimas de la barbarie y el terrorismo. La seguridad es un valor perdido. El miedo se expanda como una enfermedad y la negativa a reconocer que hay comportamientos terroríficos que no se ajustan a los estándares europeos de convivencia tan solo ayudan a blanquear comportamientos inaceptables. Puede que Europa se encuentre en entredicho, pero mientras una sola piedra de los países que la integran se mantenga en pie habrá que reivindicar la libertad, el derecho a la vida y a la integridad física como valores superiores sobre los que queremos seguir construyendo nuestros países y la vida de nuestras comunidades. Y habrá que empeñarse en señalar todo aquello que lo ataca y destacar todo aquello que suma y engrandece la idea de una Europa de civilización, derechos y cordura, pese a quien le pese. Hemos perdido la seguridad de la vida tranquila. Y aunque sentirse seguro es una aspiración legítima, no deja de ser una mera sensación que puede quebrarse en un segundo La seguridad es un concepto relativo que no depende siempre del actuar de uno.


Nos sentimos en la necesidad de poner en valor la seguridad porque tras ella esperamos vivir dentro de un marco de tranquilidad. Con ella buscamos la garantía de poder seguir funcionando de la manera esperada. Pero sin conocimiento y lealtad en el actuar del otro, no es posible la seguridad real. Cuando no hay reciprocidad, ni coincidencia en los códigos de comportamiento frente a la vida, es difícil hablar de la seguridad. Nos vemos obligados a movernos desde la cautela para elaborar, desde ahí, un nuevo modo de vida que, aun siendo más áspero, nos permita seguir siendo quienes somos, con nuestros principios, nuestros valores y nuestras propias contradicciones. Con maestros, como Paty, que sean capaces de introducir el debate en el respeto de la diferencia y que por ello no pierdan la vida, ni el respeto ni el reconocimiento de los suyos. El miedo es un mal compañero de viaje y la historia está llena de muestras.  Vivir sin miedo también tiene que hacernos diferentes.



martes, 27 de abril de 2021

A DIEZ MIL REVOLUCIONES

 



Se podría decir que a grandes rasgos, los países,  como las personas, no cambian. Hay algo en ellos que, pese a los avances, al enriquecimiento o al aumento de su población, siempre se mantiene igual. Es su condición. Con las personas pasa tres cuartos de lo mismo. Lo de fuera cambia, ropaje sobre ropaje, disfraz sobre disfraz pero al final, bajo todas las capas que intentan tapar y disimular, casi siempre  asoma el pelo de la dehesa. España siempre ha sido un país de grandes contracciones y enormes dosis de visceralidad. Odiamos como nadie y queremos los que más.  Un país bipolar de acentuados momentos maniacos y desconcertantes periodos depresivos que cada cierto tiempo se descontrola. El momento que nos ha tocado vivir, con las elecciones a la Comunidad de Madrid entre otras muchas cosas, es una prueba para el que lo quiera ver. España es un país metido de una centrifugadora del que esta vez le toca salir encogida y enana. No pasa nada, o tal vez sí, pero saldremos de este charco porque este país tiene una gran capacidad de recuperación, necesaria, por otro lado, para volver a hundirlo en cuanto se pueda.  Mientras tanto, en este devenir de irse al carajo y volver a remontar, la historia nos da momentos preciosos. Ahora mismo no sabría decir, pero igual me viene a la cabeza cuando bajen las revoluciones.



domingo, 11 de abril de 2021

CAGADA



La complejidad de las emociones, la confusión de sentimientos y la vida eterna. La charla naufragaba desde hacía ya algún tiempo. Los últimos veinte minutos había estado dando vueltas a la idea del amor adulto, a la necesidad perentoria del ser humano de sentir que la vida es algo más que rutinas y el pago de facturas. Y aunque al principio pareció interesante, al poco empezó a llenarse de tópicos y boutades para impresionar a un público entregado desde el comienzo. Al escuchar lo de la vida eterna resoplé y pensé que algunas de aquellas personas, que atendían con las cámaras y los micrófonos cerrados, acabarían por escribir en el chat de la sesión un rendido amén. Cerré la aplicación, me fui a la cocina, me preparé un gin-tonic, llené una botella térmica en la que empujé un trozo de limón y tres cubitos, le puse la correa al perro y salí a la calle. La complejidad de los sentimientos es solo una idea barroca que no responde a su realidad. Los sentimientos son básicos y son nuestras limitaciones para aceptar la incomodidad que a veces suponen lo que los hace parecer complejos. El amor, el dolor, la soledad, la ira, la euforia son todo fichas de un mismo puzzle. Tiré del perro para sacarlo del hueco del árbol al que entró para husmear, una vez más, y caminé dejando que fuera él quien dirigiera el paseo. Duró lo que tardé en acabar con la última gota del termo y en achisparme el monólogo. Volví sobre mis pasos, con el perro aliviado y la cabeza llena de burbujas.



miércoles, 15 de enero de 2020

VOLUTAS EN EL AIRE

Para que no se pueda abusar del poder, es preciso que el poder detenga al poder.

Barón de Montesquieu




Montesquieu ha muerto. Los listos dirán que lo hizo allá por 1755, y sí, físicamente lo hizo entonces, pero para nuestro sistema democrático, del que nos balanceamos desde 1978 con la Constitución Española, la muerte está aquí otra vez. Para este país Montesquieu ha muerto nuevamente, y una vez más, este mes de enero de 2020. Con anterioridad ha estado herido de gravedad pero, por primera vez en democracia, lo remata un llamado "Gobierno progresista". Como andamos en tiempos revueltos, en el que lo que prima son las ideas grandilocuentes y el llenarse la boca de palabras bonitas, insistiré en que la garantía para que un Estado funcione dentro de los margenes democráticos y que, por tanto, sus ciudadanos estén a salvo del abuso de poder de los políticos, la separación de poderes, entre otras cosas, es fundamental. Nadie está por encima de la Ley, aunque en estos  momentos habría que decir, dada la tesitura, nadie debería estar por encima de la Ley; y que las instituciones deben estar para el interés común de los ciudadanos de un país y no al interés de los que se quieren mantener en el poder pese a quién le pese y pase lo que pase. 
Este minidiscurso que va a ser tachado de todo menos de bonito y "progresista", al modo que los "progres" ahora lo entienden todo, tiene su origen en lo contentos que se han puesto algunos con la formación del nuevo gobierno, sus miembros y sus pactos. Y lo digo, por si alguien aun pensaba que con la nueva formación de gobierno y el nombramiento de la nefasta ex Ministra de Justicia como nueva Fiscala Generala de la Estada (voy a utilizar el lenguaje inclusivo de nuestro nuevo Gobierno) es algo de lo que alegrarse, y que nada hay que temer porque se mantendrá independiente y actuando en garantía de la Ley, tal y como la Constitución Española recoge. 
El Fiscal General del Estado, aunque algunos quieran verlo de otra manera, debe, a través del Ministerio Fiscal, promover la acción de la justicia en defensa de la legalidad, de los derechos de los ciudadanos y del interés público tutelado por la ley; y velar por la independencia de los Tribunales y procurar ante éstos la satisfacción del interés social. Difícil postura la de quien hasta ayer era Ministra de un Gobierno concreto, que ha estado actuando bajo los dictados ideológicos del mismo. El nombramiento dependerá del informe del CGPJ y puede que algunos consideren que no se le puede reprochar a la Sra. Delgado su designación,  y que si  alguien hay que reprobar, debe ser a quien la designa, en este caso, el Gobierno a través de su presidente. Pero hay algo que sí que le es reprochable a la Sra. Delgado y es la aceptación del cargo. Eso se le puede reprochar y se le debe reprochar.
Pero volviendo a Montesquieu, que abogó por la separación de poderes, insistir en que no será enterrado, eso queda anticuado, poco progre y ecológicamente infumable. Lo quemaremos entre pilas de nombramientos e injerencias entre poderes del Estado para que su pensamiento forme volutas en el aire hasta desaparece. Todo está bien, todo progresa adecuadamente. ¿Hacia dónde? Mejor no saberlo pero a nada bueno seguro.



sábado, 28 de mayo de 2016

DIARIO 2.0



Si no te gusta lo que se dice, cambia de conversación.
Don Draper



Se va mañana. Le veo caminar por casa, con el pijama desajustado, un poco desangelado y con el pelo revuelto. Dice no sentirse bien. Le tomo la fiebre con la mano, y nada, es el malestar de siempre antes de tener que pasar una temporada fuera de casa. La vida nómada, hipotecada por la ventura de un trabajo que amarra al volante del coche con una temporalidad incierta. En realidad no es una vida nómada, sino una vida nómina. Le acompaño a la cama, que descanse un poco, la maleta puede esperar. Con los años los kilómetros se convierten en plomo, la perdida de la intimidad que da la proximidad en la metralla de la vida diaria. Quizá la existencia que llevamos sea un poco imbécil y nosotros unos descentrados. Abrimos una carta certificada que nos llegó ayer, aunque la debíamos de haber recibido hace no menos de ocho años. Se nos queda una cara extraña y no disimulo un poco de rabia, pero lo dejamos para otro día, ya hablaremos. La abandono junto a los recibos de la luz, el agua y un aviso de correos, a ver si se desintegra sola. El tiempo siempre se acorta, ensanchando la distancia entre las cosas, entre las personas, y aporta una manera de ver distinta, incluso sobre el hecho de que algunas cosas llegan demasiado tarde volviéndolas imposibles. Un engranaje más de la vida parda. 


domingo, 22 de mayo de 2016

AU REVOIR


La ausencia del deseo de vivir no basta para tener deseos de morir.
Michel Houellebecq


Volvieron a despedirse, pero esta vez no se miraron a la cara. Utilizaron el sencillo sistema de la asepsia, de la corrección fingida, de la contención del reproche. Un agradecido hasta siempre. Subió al coche, aún conservaba el golpe en la puerta de atrás. Fingió sentirse feliz, levantó la mano mirando por el retrovisor y sonrió, pero no engañaba a nadie. Los ternos lucidos, el color alrededor y la maraña de sentimientos contradictorios frente a la tranquilidad.  La tarde pasó así, oscilando entre la calma de la despedida y el jaleo contenido en la víscera. Puede que nos veamos en Nápoles, o en Estambul, nunca se sabe, le había dicho. Se suponía que de esa manera todos quedaban contentos, tranquilos. Pero faltaba la substancia y, con toda seguridad, un paseo bajo la llovizna de una primavera indefinida.






miércoles, 4 de mayo de 2016

DE HÍGADOS Y ENTRAÑAS

Jamás le he vuelto a ver. Oh, sí, claro que lo he visto
en la televisión y en las fotos de los periódicos.
Raymond Carver



En el complejo funcionamiento del cerebro, al que adobamos con años de actitudes aprehendidas, de revoluciones que remueven las entrañas, de gestos que repetimos hasta la saciedad, se producen choques que lo dejan hecho fosfatina. Y de ahí, bajando en una pendiente sin final, hasta el hígado que acaba terriblemente perjudicado. Dicen algunos, creo que los chinos, que es ahí, en el hígado, donde se sitúan las emociones. Es entre ese tejemaneje que se llevan los órganos vitales en el que nacen las preguntas sobre la lealtad, la  confianza, y su voluntario quebranto. El saber provoca dudas y confusión, e incluso la nefasta necesidad de airearlo. Pero algunas revelaciones necesitan mantenerse alejadas de lo público, de lo mundano, sobre todo cuando la necesidad de reserva no encierra mala fe, si así se evitan efectos perversos. El ser humano puede sentirse incómodo conociendo, y frente a esa situación se bambolea la pregunta sobre el alcance del mal que pueden provocar algunas indiscreciones. Guardar silencio no siempre es fácil, distraer el pensamiento para hacer lo que se debe, no lo que se quiere, provoca dolor de cabeza y deja el hígado hecho trizas, salvo que uno sea un verdadero hijo del demonio.



miércoles, 10 de junio de 2015

DIARIO 2.0



«¿Parecemos el tipo de individuos que entrarían en un campamento en la noche, 
a hurtadillas, a anestesiar a alguien, amputarle una pierna y llevársela?»
Monty Phyton



Un pequeño accidente doméstico acaba con una sangría en la pica de la cocina. Y aunque la sangre es mía y no llegará al río, se me va la cabeza pensando que no hay dolor en la lesión sino la inquietud de lo que llega de un modo inesperado y rompe con la normalidad. Un vaso menos y casi dos dedos también, meñique y anular. Nadie dijo que el despiste y la fragilidad del cristal “Made in China” no fuera un buen modo de acabar con lo superfluo. Recojo como puedo, envuelvo la mano en una toalla y me voy al ambulatorio. Por el camino pienso que necesito, no dos vida, como decía aquel, sino tres: una para vivirla como pueda, otra para perderla como quiera y otra para sortearla entre quien me dé la gana. Unas tiras de puntos de sutura y a correr. Es la imposibilidad de la pausa.



miércoles, 4 de febrero de 2015

ÁNIMA


No hay disfraz que pueda largo tiempo ocultar el amor donde lo hay, ni fingirlo donde no lo hay.


Tienes siete mentiras escondidas entre los dedos. Dos se deslizan sobre la mesa en la que descansas, esperando que cualquier ingenuo, llamado por su engañoso esplendor, las recoja como un tesoro, sin saber que aquello que guardará es lo que le consumirá el ánimo, la esperanza y el deseo. Tienes siete mentiras escondidas, cinco de las cuales, aun hoy, te pudren el alma. No tienes salida.


domingo, 17 de noviembre de 2013

YO NO SOY FEMEN


"El ruido de las carcajadas pasa. La fuerza de los razonamientos queda".

Si sobre algo no hay duda es sobre el hecho que cuando venimos al mundo lo hacemos siendo hombres o mujeres. Es una clara cuestión física que con el tiempo se deriva hacía otros terrenos más pantanosos, menos evidentes y, en ocasiones, más fácilmente maleables. Ante esta realidad física, sobre la que no caben más disquisiciones, cada uno se coloca donde quiere, prefiere, siente o escoge, pero la realidad es que el ser humano, al igual que el resto de mamíferos del reino animal, nace perteneciendo al sexo femenino o masculino, no hay más. Vaya por delante que la palabra “género” aplicable al ser humano no me ha gustado nunca para referirme a mis congéneres de especie.

Durante la pasada semana tuve la oportunidad de participar en unas jornadas sobre feminismo, su transformación y nuevos retos. Como no podía ser de otro modo, se habló del movimiento FEMEN como uno de los más revolucionarios, de los más activos. Y yo añadiría de los menos claros, de los menos identitarios, de los menos transformadores, aunque sí de los más mediáticos por obra y gracia de un par de pechos bien puestos. FEMEN nació hace poco más de seis años en el contexto de la sociedad ucraniana y la problemática de la explotación sexual de las mujeres ucranianas. 

                                                                                                          Femen

Posteriormente, este movimiento, se ha extendido más allá de sus fronteras pero, aun hoy, salvo su “el aborto es sagrado” que gritaron Lara Alcázar y Inna Shevchencko en el patio del Congreso de los Diputados, poco más sabemos de este movimiento en España, de sus reivindicaciones. Al punto de lo anterior, de su actuación en el Congreso, y para reflexionar, destacar la absoluta contradicción entre la alusión al “sacrosanto” derecho invocado por las activistas a la interrupción voluntaria del embarazo y la oposición frontal a cualquier tipo de ideología religiosa que manejan. Prefiero pensar que aquella consigna tan vehementemente gritada y contradictoria con la ideología laicista de FEMEN no es más que un pecado de juventud, o de falta de formación y rigor de quien decidió saltar a la palestra sin ser demasiado coherente. Mal favor a su reivindicación.


                                                                                               Inna Shevchencko

Sobre el movimiento feminista se ha escrito mucho, se ha dicho más y se dirá mucho más. La búsqueda de una sociedad igualitaria, en la que mujeres y hombres no tenga parcelas de poder distintas en función de su identidad o condición sexual, en la que la mujer sea algo más que un recipiente más o menos bonito que guarda un cerebro plano y no tiene opinión, en la que los roles sociales, de autoridad, familiares, culturales y económicos no se establezcan en función de lo que cada uno guarde detrás de su bragueta, no es algo de nuestra época moderna, de nuestro recién terminado siglo XX y comenzado siglo XXI.  Hay que remontarse a los años de la Ilustración, rebuscar en los escritos de Christine de Pizan  en donde ya se pone de manifiesto los agravios de una sociedad patriarcal. Podemos continuar con  Olympe de Gouges que elaboró, a finales del siglo XVIII, su "Declaración de los Derechos de la Mujer y la Ciudadana" frente a la declaración de los “Derechos del Hombre y de la ciudadanía” producto de la revolución francesa. No menos conocidos son los movimientos sufragistas de la Inglaterra de finales del siglo XIX con Emmeline Pankhurst, o a las activistas de los movimientos americanos, como Lucretia Mott o Lucy Stone, contemporáneamente, por poner un ejemplo, Simone de Beauvoir. Podemos poner cientos de ejemplos de mujeres que desde su contexto y realidad histórica trabajaron, en unas más que limitadas condiciones, en pro de una igualdad de derechos entre hombres y mujeres.

                                                                                               Simone de Beauvoir

En España disponemos de grandes ideólogas del pensamiento feminista. Concepción Arenal, Margarita Nelken, Victoria Kent, Clara Campoamor, Emilia Pardo Bazán, María Telo, Celia Amorós, Rosa Montero entre muchas otras.
La sociedad ha evolucionado y muchos de aquellos problemas y reivindicaciones iniciales –igualdad de trato, derecho al sufragio activo y pasivo, etc.,-son una realidad en los países de la gran Europa o de los EEUU, pero no así en otros lugares del mundo donde, aún hoy en día, la desigualdad entre hombres y mujeres es tan absolutamente brutal que su ejercicio, el de la desigualdad, constituye uno de los atentados más graves a los derechos humanos de las mujeres.

                                                     María Telo Núñez

Sin embargo, en nuestra sociedad actual, en la del mal llamado primer mundo, la tercera ola del feminismo está por romper otros muchos paradigmas de la desigualdad de trato. Falta aún mucho para que los techos de cristal con los que se encuentran las mujeres que acceden a puestos directivos (por su valía, no por las cuotas), por llegar a una verdadera conciliación entre la vida laboral y la familiar (en la que la conciliación sea cosa de todos y no sólo de las mujeres) y falta otro tanto para que las diferencias reales y existentes entre hombres y mujeres se conviertan en una fuente creativa y no de discriminación mediante la imposición de conductas totalitarias, desequilibrios injustificados. Necesitamos una transformación de roles sociales.

Queda mucho por hacer bajo la actual apariencia de igualdad, igualdad que aun hoy no es cierta y real en todos los ámbitos. Y son muchas las estrategias desde las cuales hay que llegar a implementar políticas trasversales en pro de ese trato igualitario, sin discriminación por razón de sexo, orientación sexual, raza o religión.


Sin embargo, aún hoy, cuando somos muchas las mujeres que trabajamos para que la igualdad sea una realidad, para que el conocimiento, la valía personal y profesional sea la que prime a la hora de promocionarse en el ámbito profesional y social, somos muchas, también, las que descartamos como elemento de reivindicación la exhibición de un cuerpo desnudo, sobre todo cuando esas muestra de un cuerpo, perfecto o imperfecto (da igual), van absolutamente hueras de un fundamento que permita a todas las mujeres, y a los hombres también (sin ellos, sin su  concienciación e implicación directa, esta es una batalla perdida), sentir aquellas reivindicaciones como propias, exhibición vacía que nos convierte, contrariamente a lo que parece, en meros objetos de exhibición vana, porque la apariencia o diferenciación física, hablando de derechos, debe de ser meramente anecdótica.


lunes, 9 de septiembre de 2013

PRÓXIMA PARADA


"No entreguéis nunca a la utilidad ni a la pasión sino una parte de vosotros".



Espero en la marquesina mirando el letrero que indica el tiempo que falta para que llegue mi tranvía. Quedan diez minutos. No es mucho, solo un poco si tengo en cuenta que durante esos minutos acabo pensando en lo que no debo.  Tiempo en el que se me disparan diálogos interiores,  casi siempre poco adecuados, que terminan por dejarme la extraña sensación de que el día menos pensado no me daré cuenta y terminaré murmurando, como “la señora loca de los gatos”, porque en esas conversaciones a una sola banda termino discutiendo y diciendo la mayoría de cosas que, aún no se por qué motivo, se quedan dentro en lugar de estampadas contra la cara de la persona que debería recibirlas.


Me siento junto a la ventana. No he podido escoger peor sitio, por encima de la cabeza una salida de aire acondicionado que va a terminar por congelarme las dos ideas y media que me quedan. En septiembre siempre pasa lo mismo, mantenemos las rutinas cercanas de un verano que acaba de marcharse y así nos va. Pero no es el primer año, ni el segundo, ni el tercero que me toca vivir en dos microclimas asfixiantes uno por exceso y otro por defecto. El helor y la calima se van intercambiando en función del lugar en el que te encuentras en cada momento, y el bolso se convierte en un portamaletas donde cohabitan en un caos perfecto, los pañuelos de papel, pañuelos para el cuello, pañuelos para todo. 


Busco, y mientras busco, me descubro manteniendo un monólogo que me saca de quicio. Es lo malo de rebobinar conversaciones. Llevo tiempo intentando corregir esta mala costumbre, y me esfuerzo cambiándome de tema, cogiendo un periódico o un libro, poniéndome los cascos y tarareando hacia dentro cualquier cosa que suene bien. Pero es ese otro yo que habita en mí, que campa a sus anchas entre mi esternón y mi vagina, que no me deja vivir, que vuelve una y otra vez, a lo mismo, a sus soliloquios que hacen desaparecer las letras, la música, y me revelo absolutamente inútil para detenerlo. Pero yo me resisto, lo aprisiono, aunque no debe ser suficiente y por eso, a veces, de un modo casi imperceptible se me escapa un reproche que no va a llegar más allá de la punta de mi nariz, porque, inmediatamente, lo reabsorbo para que se quede quieto, dentro, hasta que se muera. Porque los reproches, tarde o temprano, al igual que las pasiones, acaban muriendo, algunos de inanición y otros de severo empacho.


 

domingo, 12 de diciembre de 2010

PINOCHITO SEX-MACHINE


Existen algunas situaciones que son realmente patéticas y que cuando te topas con ellas no sabes si reírte o compadecerte del sujeto que las provoca. Supongo que  lo mejor es la compasión.
Hace unos días, tomaba un café con un sujeto al que me une una muy superficial relación personal. Me había llamado con una excusa peregrina y tras casi media hora de bla-bla-bla, monólogo, telefónico (que aproveché para hacer las transferencias bancarias para cubrir mis descubiertos, reservé por internet visita con mi médico de cabecera y empecé a hacer la comprar virtual para el avituallamiento familiar), al final, por colgar, acepté tomar ese café. Ni que decir tiene que limité el tiempo, sólo los veinte minutos de los que disponía entre dos asuntos laborales. Hice bien.
Soy de las muy cafeteras y cuanto más nerviosa me ponen más café consumo. Durante esos veinte minutos, conseguí llenar la mesita de tacitas a medio consumir (cada uno tiene sus cosas). Me explicó que su vida sentimental se había convertido en un infierno mientras rebuscaba en los bolsillos de un abrigo carísimo una cajetilla de tabaco que no apareció. Había pasado del amor más absoluto a la más absoluta indiferencia por su esposa. Un camino transitado de un mar de disgustos. Al parecer la mujer no le comprendía, se había idiotizado con el tiempo y sólo pensaba en consumir la tarjeta de crédito y reposar en el sofá de su casa. Se había descuidado en los diez años de matrimonio. Había dejado de parecer una Valkiria deliciosa para, según contaba, convertirse en un espantajo con sobrepeso aunque, eso sí, conservaba la melena rubia de los inicios que le enamoró. A estas alturas del sermón, el número de mis cafés alcanzaba el de cuatro y la nausea empezaba a sobrevolarme. Continuó dándome detalles sobre la tristeza de espíritu de aquella que le calentaba la cama pero poca cosa más. Quinto café. Apostilló todos los comentarios con unos gestos de desolación y tristeza sin que en toda la conversación consiguiera arrancarme ninguna otra palabra que un “mmm”.  Nos despedimos después que el sujeto en cuestión glosara todas las maravillas que imagina pueblan mi persona y me emplazara para comer o cenar tranquilamente y continuar charlando. En aquel momento, para evitar nuevas ofertas nada tentadoras, le confesé que mi “esposa” era celosa y no vería bien nuestro encuentro. Ahí cerré el tema aunque ahora, a toro pasado, creo que lo mejor habría sido mandarlo al guano directamente.
El caso es que me fui  con un “subidón” de tensión producto de la cafeína ingerida y la mala leche reconcentrada de quien  ha perdido el tiempo miserablemente. Solución, cambié el nombre con el que tengo guardado su teléfono en la agenda del móvil por el de “no contestar”.

Ayer noche, después  de trabajar todo el día, me fui con mi compañero de trabajo a cenar para olvidar la jornada que llevábamos y aliviar tensiones. Nada más entrar en el único restaurante que encontramos abierto, vimos al fondo a una pareja, entrada en edad. Estaban acaramelados, las manos entrelazadas, hablando a susurros. Ella rubia “añosa” estupendamente prieta y rubicunda  (una delicia, lo digo de verdad), él, un moreno “añoso” con gesto de gilipollas. Reconocí el abrigo en el respaldo del asiento. Confieso que me moría de ganas de que se levantara y me viera sentada unas mesas más allá. Sólo tuve que esperar una media hora de carantoñas más. Pasó por mi lado, del brazo de su esposa. No saludó.