Para que no se pueda abusar del poder, es preciso que el poder detenga al poder.
Barón de Montesquieu
Montesquieu ha muerto. Los listos dirán que lo hizo allá por 1755, y sí, físicamente lo hizo entonces, pero para nuestro sistema democrático, del que nos balanceamos desde 1978 con la Constitución Española, la muerte está aquí otra vez. Para este país Montesquieu ha muerto nuevamente, y una vez más, este mes de enero de 2020. Con anterioridad ha estado herido de gravedad pero, por primera vez en democracia, lo remata un llamado "Gobierno progresista". Como andamos en tiempos revueltos, en el que lo que prima son las ideas grandilocuentes y el llenarse la boca de palabras bonitas, insistiré en que la garantía para que un Estado funcione dentro de los margenes democráticos y que, por tanto, sus ciudadanos estén a salvo del abuso de poder de los políticos, la separación de poderes, entre otras cosas, es fundamental. Nadie está por encima de la Ley, aunque en estos momentos habría que decir, dada la tesitura, nadie debería estar por encima de la Ley; y que las instituciones deben estar para el interés común de los ciudadanos de un país y no al interés de los que se quieren mantener en el poder pese a quién le pese y pase lo que pase.
Este minidiscurso que va a ser tachado de todo menos de bonito y "progresista", al modo que los "progres" ahora lo entienden todo, tiene su origen en lo contentos que se han puesto algunos con la formación del nuevo gobierno, sus miembros y sus pactos. Y lo digo, por si alguien aun pensaba que con la nueva formación de gobierno y el nombramiento de la nefasta ex Ministra de Justicia como nueva Fiscala Generala de la Estada (voy a utilizar el lenguaje inclusivo de nuestro nuevo Gobierno) es algo de lo que alegrarse, y que nada hay que temer porque se mantendrá independiente y actuando en garantía de la Ley, tal y como la Constitución Española recoge.
El Fiscal General del Estado, aunque algunos quieran verlo de otra manera, debe, a través del Ministerio Fiscal, promover la acción de la justicia en defensa de la legalidad, de los derechos de los ciudadanos y del interés público tutelado por la ley; y velar por la independencia de los Tribunales y procurar ante éstos la satisfacción del interés social. Difícil postura la de quien hasta ayer era Ministra de un Gobierno concreto, que ha estado actuando bajo los dictados ideológicos del mismo. El nombramiento dependerá del informe del CGPJ y puede que algunos consideren que no se le puede reprochar a la Sra. Delgado su designación, y que si alguien hay que reprobar, debe ser a quien la designa, en este caso, el Gobierno a través de su presidente. Pero hay algo que sí que le es reprochable a la Sra. Delgado y es la aceptación del cargo. Eso se le puede reprochar y se le debe reprochar.
Este minidiscurso que va a ser tachado de todo menos de bonito y "progresista", al modo que los "progres" ahora lo entienden todo, tiene su origen en lo contentos que se han puesto algunos con la formación del nuevo gobierno, sus miembros y sus pactos. Y lo digo, por si alguien aun pensaba que con la nueva formación de gobierno y el nombramiento de la nefasta ex Ministra de Justicia como nueva Fiscala Generala de la Estada (voy a utilizar el lenguaje inclusivo de nuestro nuevo Gobierno) es algo de lo que alegrarse, y que nada hay que temer porque se mantendrá independiente y actuando en garantía de la Ley, tal y como la Constitución Española recoge.
El Fiscal General del Estado, aunque algunos quieran verlo de otra manera, debe, a través del Ministerio Fiscal, promover la acción de la justicia en defensa de la legalidad, de los derechos de los ciudadanos y del interés público tutelado por la ley; y velar por la independencia de los Tribunales y procurar ante éstos la satisfacción del interés social. Difícil postura la de quien hasta ayer era Ministra de un Gobierno concreto, que ha estado actuando bajo los dictados ideológicos del mismo. El nombramiento dependerá del informe del CGPJ y puede que algunos consideren que no se le puede reprochar a la Sra. Delgado su designación, y que si alguien hay que reprobar, debe ser a quien la designa, en este caso, el Gobierno a través de su presidente. Pero hay algo que sí que le es reprochable a la Sra. Delgado y es la aceptación del cargo. Eso se le puede reprochar y se le debe reprochar.
Pero volviendo a Montesquieu, que abogó por la separación de poderes, insistir en que no será
enterrado, eso queda anticuado, poco progre y ecológicamente infumable. Lo
quemaremos entre pilas de nombramientos e
injerencias entre poderes del Estado para que su pensamiento forme volutas en el aire hasta desaparece. Todo está bien, todo progresa
adecuadamente. ¿Hacia dónde? Mejor no saberlo pero a nada bueno seguro.
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