domingo, 30 de abril de 2023

INCLINACIONES

 



Ha empezado a oscurecer mientras cae una lluvia que parecía que no iba a llegar nunca. Camino despacio, fijando los pies en el suelo, marcando bien el paso para sentirme segura. Me empapo. Pienso que es una suerte, aunque al llegar a casa tenga que cambiarme hasta de ropa interior. El agua cura, incluso cuando no es salada. El chaparrón me ha sentado bien y después de ponerme la ropa seca, prepararme un café bien caliente, ponerme a trabajar un rato no me parece la peor opción. Abro la ventana para que el aire fresco, que huele a lluvia, entre hasta el fondo de la habitación. Deja de llover, pero la noche se resiste a caer del todo y a estas horas, de una manera asombrosa, casi en penumbra, se escuche el canto de un jilguero. Hay vida en la vida, aunque a veces se esconda. Ayer seleccioné y agrupé unas cuantas canciones en una lista de reproducción. Ahora, con la ventana abierta, la tengo en modo pausa. Es extraordinario poder escuchar el canto de un pájaro en una ciudad tan acústicamente contaminada como ésta. Intento grabarlo con el teléfono móvil para enviarlo en un mensaje y dejar constancia de que, aunque el mundo está hecho un asco, a ratos te regala momentos estupendos. Pero mientras busco el aparato, el encanto se esfuma y sólo queda el silencio de la noche que se ha precipitado sin darme cuenta. Es hora de volver a tocar de pies al suelo, de conservar la buena onda mientras sea posible. Le doy al reproductor, suenan los primeros acordes y extiendo los papeles sobre la mesa.



domingo, 23 de abril de 2023

SE RASGA EL CIELO Y PASA UN AVIÓN





 

Intento no despertar a nadie. Dejé la bolsa preparada por la noche y solo tengo que vestirme un poco de cualquier manera, ni siquiera me ducho. Salgo a la calle. Alguien se ha encargado de celebrar algo que ha dejado el suelo sembrado de confeti brillante. La suerte está echada. En unos días hará veinte años de aquel año en que nos dejó. Saludo al encargado de la puerta. Me devuelve el hola sin levantar la cabeza que queda medio oculta detrás del mostrador. Me jugaría mi inexistente y futura pensión de jubilación a que está mirando el móvil, chateando o siguiendo las redes sociales. Estoy segura de que no la perdería. Es el signo de los tiempos, sobre todo el de un domingo a las siete y media de la mañana.  Solo los ancianos, los trabajadores por turnos, los vigoréxicos y los colgados vamos a nadar a esa hora. Bajo los escalones que ahora sé que son dieciocho. Y lo sé porque los cuento, uno tras otro, desde que soy incapaz de bajarlos con la naturalidad con la que lo hacía hace apenas cinco meses. Me digo que voy mejor, que bajar eso no es nada, como tampoco lo es subirlo. Me lanzo al agua, impulsándome y sin pensar. Por el camino pierdo los auriculares que se hunden como si fueran el hijo del mismísimo Titánic. Bajo hasta el fondo e intento alcanzarlos con una mano. No llego. Las losetas brillan más de lo normal. Subo a la superficie, cojo aire y desciendo pensando que ahí abajo puede que encuentre una fiesta con el mismo confeti que he visto hace un rato. Estiro el brazo y pesco el cable con un gesto obtuso. No recuerdo si aquella última semana le dije que le quería, creo que no. Aunque puede que sí, no lo recuerdo. Doy un par de brazadas y pataleo de una manera un poco torpe. Me canso y me dejo flotar multiplicada por seis. Me senté en la parte trasera junto a la camilla. Por la ventana vi pasar la ciudad y supe que, posiblemente, aquello que en aquel momento yo estaba viendo era lo mismo que él vería por última vez. Pasó un avión. Espiro con fuerza y se me empañan las gafas. Aquí no hay truco que valga. Llego a la pared y volteo con media patada. Al menos, no he olvidado algo y vuelvo brazada tras brazada, patada tras patada, multiplicada por diez. Me quito las gafas, me las sujeto con la braga del bañador y sigo nadando porque así, sin nada, casi a ciegas, la pena se confunde con el agua y todo parece más ligero.



domingo, 16 de abril de 2023

DE LO SALUDABLE

 



Las relaciones entre personas, las buenas relaciones, se sostiene en el tiempo cuando existen, de una manera recíproca, grandes dosis de respeto, lealtad y confianza. Cuando alguna de ellas desaparece, por el motivo que sea, la relación empieza a deteriorarse y el que estaba en Babia, actuando con la nobleza que se requiere, queda ligeramente noqueado al descubrir que aquel compañero, en el que se confiaba y se cuidaba, se esconde un estratega que medra tanto como puede y que justifica su deslealtad en la necesidad de salvar los propios trastos. No hay nada más deleznable.

Pero vivimos tiempos oscuros, llenos de necios y ventajistas que olvidan, con frecuencia, a quienes les tendieron la mano. Descubrir la deslealtad de alguien con quien se debe seguir tratando es una faena. Se abre una grieta difícil de reparar y en ese agujero van cayendo, poco a poco, las últimas ganas de saber nada del otro. Con el tiempo y las caretas fuera acaba fraguándose la indiferencia. El tiempo es efímero, pasa muy rápido, casi siempre demasiado, y perderlo es un pecado. Hay que saber perdonarse las equivocaciones. Reconocer que sentirse de un modo u otro es algo que solo compete a cada uno, y que mandar a tomar por culo a quien defrauda, sin posibilidad de marcha atrás, casi siempre es muy sano y liberador.



domingo, 9 de abril de 2023

BARRIL DE BRENT


Ben Hur de fondo. Creo que es la tercera vez que la ponemos en lo que va de Semana Santa. Ninguna de ellas la hemos acabado, pero no importa. La hemos visto tantas veces que sabemos de memoria lo que ocurre al principio, a media película y al final. El spoiler no se cotiza por obsoleto y mientras remoloneamos, Judá Ben-Hur las pasa más putas que Caín. 


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Esta semana santa la palma se la ha llevado la gestación subrogada. Aunque, a decir verdad, se la ha llevado la Sra. Obregón. Me niego a perder el tiempo centrando la cuestión en el tan atípico caso de esta mujer. Necesitamos menos tripas, menos sentimentalismo, menos sectarismo y un poco más de razón. Pero eso no interesa a nadie. El debate que se abre con la gestación por subrogación da para horas de ética, filosofía, ciencia y derecho. La sociedad avanza a pasos agigantados, el derecho viene por detrás. No se puede poner puertas al campo y legislar ante la realidad es una necesidad.


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No alcanzo a saber el motivo por el que ya solo publica basura. Lo dije en voz alta y me arrepentí al segundo, pero ya estaba dicho. Las palabras solo se las lleva el viento a veces y esa vez no se las llevó. Me preguntó ¿A qué te refieres? A nada, contesté, como una manera de escapar de una conversación tan estéril como inútil. Cerré los ojos y mirando al cielo pregunté ¿Alguien sabe a cuánto se paga el barril de Brent? Tema cerrado.


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Unas chicas se empolvan la nariz, por fuera y por dentro. Me lavo las manos un poco más allá. Charlan a voz en grito y se pintan los labios. Una se atusa el pelo y la otra se sube las medidas dejando la falda a la altura de las axilas. Se ríen, mucho. Las dejo en el baño, decidiendo si dejarse las bragas puestas o quitárselas. De repente me he hecho mayor y pienso en las que llevo puestas. Con ellas no hay duda posible. Puestas y para casa.

 

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El barrio ha envejecido. El paseo se llena de andadores que descansan al sol. Las vacaciones son crueles con los mayores. Me siento en el único banco que hay en la sombra, saco el libro, un botellín de agua y dejo que la mañana pase. Tendría que haber traído al perro y cogido la muleta. Quizá también un Lexatín.

 

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Me pregunto qué es lo que echaré de menos de aquí un tiempo. La memoria juega malas pasadas y a veces intuyo que algunas de las cosas que creo haber vivido en realidad no han sido más que el producto de mi cabeza y que esas, como posiblemente las otras, desaparecerán por falta de material sobre el que asirse.


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Me toco el pecho y, aunque la piel aun está tersa, un milímetro más allá se adivina  una caída mayor que la del imperio romano. La vida y las leyes de la física. A veces, también, las de la deseada química a dos que mandan a las de la física a tomar viento.


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Ojalá vuelva la primavera y su letra suelta.