domingo, 30 de abril de 2023

INCLINACIONES

 



Ha empezado a oscurecer mientras cae una lluvia que parecía que no iba a llegar nunca. Camino despacio, fijando los pies en el suelo, marcando bien el paso para sentirme segura. Me empapo. Pienso que es una suerte, aunque al llegar a casa tenga que cambiarme hasta de ropa interior. El agua cura, incluso cuando no es salada. El chaparrón me ha sentado bien y después de ponerme la ropa seca, prepararme un café bien caliente, ponerme a trabajar un rato no me parece la peor opción. Abro la ventana para que el aire fresco, que huele a lluvia, entre hasta el fondo de la habitación. Deja de llover, pero la noche se resiste a caer del todo y a estas horas, de una manera asombrosa, casi en penumbra, se escuche el canto de un jilguero. Hay vida en la vida, aunque a veces se esconda. Ayer seleccioné y agrupé unas cuantas canciones en una lista de reproducción. Ahora, con la ventana abierta, la tengo en modo pausa. Es extraordinario poder escuchar el canto de un pájaro en una ciudad tan acústicamente contaminada como ésta. Intento grabarlo con el teléfono móvil para enviarlo en un mensaje y dejar constancia de que, aunque el mundo está hecho un asco, a ratos te regala momentos estupendos. Pero mientras busco el aparato, el encanto se esfuma y sólo queda el silencio de la noche que se ha precipitado sin darme cuenta. Es hora de volver a tocar de pies al suelo, de conservar la buena onda mientras sea posible. Le doy al reproductor, suenan los primeros acordes y extiendo los papeles sobre la mesa.



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